Para impedir que algunas estatuas de personajes racistas fueran tiradas abajo, las milicias de extrema derecha fuertemente armadas amenazaron a los manifestantes y lograron interrumpir la acción.
¿De dónde viene este brote de violencia? De la proliferación de grupos de extrema derecha armados hasta los dientes. Después de todo, estamos en los Estados Unidos, un país que prefiere las armas a sus propios hijos. Y estos grupos están bien armados. Su hostilidad hacia la democracia liberal (con una «d» minúscula y una «l» minúscula) sigue aumentando. Su violencia ha alcanzado un nuevo umbral en momentos en que la mayoría del pueblo estadounidense comienza a cuestionar el sangriento racismo de su nación, pasado y presente.
A principios de esta semana (semana del 15-06), unos militantes por la justicia racial en Albuquerque, Nuevo México, se preparaban para realizar una «ceremonia» especial ante la estatua del conquistador español Juan de Oñate [1550-1626], similar a las que tuvieron lugar ante las estatuas de los «Héroes Confederados» que habían sido recientemente tiradas abajo como árboles viejos y podridos.
Oñate pertenecía a la larga línea de matones europeos ansiosos de fortuna y de gloria que cruzaron el Atlántico. Se estableció en la región que luego se convirtió en México, masacró a las poblaciones amerindias que, para su desgracia, se encontraban a su alcance.
Como descendiente de una familia enriquecida por las minas de plata, Oñate reclamó para España parte del norte de Nuevo México y exigió a los pueblos amerindios tributos y homenajes para su país y para el Papa. Negándose a arrodillarse y a ceder ante esa exigencia insolente, el pueblo Acoma se rebeló y mató a 13 españoles, incluyendo al sobrino de Oñate.
La respuesta de Oñate consistió en aniquilar una gran aldea Acoma. Sólo sobrevivieron 200 de los 2.000 miembros de la comunidad. A los hombres en edad de luchar les amputaron el pie derecho y los condenaron a 20 años de trabajos forzados. Los niños Acoma sobrevivientes, desarraigados de sus familias, fueron enviados a vivir con misioneros cristianos. En la frontera entre los Estados Unidos y México, la realidad de hoy es un eco sombrío de aquello. La historia se repite.
Obviamente, la estatua de Oñate merecía ser derribada y luego convertida en escombros, que luego serían mezclados con los de todas las estatuas de los señores de guerra confederados que arremetieron contra sus propios compatriotas con la finalidad de conservar para siempre el poder de someter a los seres humanos.
Eso es lo que los militantes de Albuquerque, pensaban en la noche del 15 de junio en torno a la estatua de Oñate.
Pero esa noche, no estaban solos. Fuertemente armados, aparecieron los miembros de un grupo que se llama a sí mismo «Guardia Civil de Nuevo México». Decían «defender» la estatua de un conquistador español que se cita en los libros de historia escritos con la sangre de los niños. Primero, hubo una escaramuza. Un miembro de la «Guardia Civil» sacó una pistola. Cuando el tiroteo terminó, un manifestante gravemente herido estaba tirado en el suelo.
La «Guardia Civil de Nuevo México» nació a mediados de marzo y empezó a darse a conocer durante los acontecimientos de «Reopen Now». («Reabran ahora»: manifestaciones para terminar con el confinamiento, que contaron con el apoyo de Trump). Participaron en ellas junto con otros manifestantes de derecha gritando que la pandemia de Covid-19 era una gran mentira.
Después del asesinato de George Floyd por la policía, esa milicia cambió de discurso. Se erigió como un baluarte contra el llamado caos «antifa» cuando los llamados a recortes drásticos en los presupuestos de la policía se hacían más frecuentes. Entre las publicaciones de su página Facebook aparece una: «Principios y fundamentos de la emboscada». Eso no es una fanfarronada. El derramamiento de sangre en Albuquerque es testigo de ello.
La «Guardia Civil de Nuevo México» es uno de los muchos grupos de extrema derecha que se han dado a conocer en los últimos meses. En algunos de esos grupos se encuentran los más duros del libertarismo, que desprecian virtualmente todas las instituciones e instancias gubernamentales – incluyendo a la policía. Sin embargo, hay otros que aprovecharon el levantamiento popular en todo el país para difundir la violencia y el malestar en las calles con la esperanza de provocar una nueva guerra civil.
Basta con mirar Fox News unos minutos para presenciar semanas de violencia callejera que nunca habrían sido vistas en la realidad. Los «Antifa» (Trump los llama «terroristas») son los responsables de esta violencia, según Donald Trump o según el diputado republicano Jim Jordan (de Ohio).
A principios de junio, Jim Jordan acusó a los «Antifa» de ser responsables del asesinato de un oficial federal en Oakland, California.
En realidad, gran parte de la violencia fue provocada por contra manifestantes de extrema derecha cuyo objetivo es el de crear una atmósfera fértil para su «nueva guerra civil». «Los números son abrumadores», dijo el ex agente del FBI y especialista en extremismo Clint Watts al Washington Post. «La mayor parte de la violencia viene de la extrema derecha».
Contrariamente a lo que afirma Jim Jordan, el asesinato del oficial federal Dave Patrick Underwood durante una manifestación en Oakland no fue un acto de los «Antifa». Underwood fue asesinado por Steven Carrillo, un sargento de la Fuerza Aérea en servicio activo, y un segundo oficial fue herido en el ataque. Carrillo y su cómplice Robert Justus mataron a Underwood frente al edificio federal Ronald V. Dellums, la Corte de Federal de Justicia, antes de huir para refugiarse en la casa de Carrillo.
Ocho días después, cuando la policía llegó a su casa para arrestarlo, Carrillo les tendió una emboscada. En un intercambio de disparos, mató al sargento Damon Gutzwiller del condado de Santa Cruz e hirió gravemente a un segundo oficial. Antes de su arresto, Carrillo garabateó con su propia sangre «beta» y «me he vuelto poco razonable» en el capó del vehículo que había robado en su fuga.
NBC News informó que «las autoridades federales dijeron que habían encontrado un AR-15 en el lugar en que Carrillo fue arrestado, un arma que estaba relacionada con el tiroteo en la Corte Federal de Oakland.» «El fusil de asalto utilizado por Carrillo era de fabricación privada y sin número de serie, había un silenciador adaptado en el cañón del arma», dijeron las autoridades. Los investigadores encontraron dentro del vehículo de Carrillo un chaleco antibalas con una pegatina de iglú y un diseño de estilo hawaiano, símbolos del movimiento de extrema derecha «Boogaloo», según la denuncia de las autoridades federales.
El llamado «Movimiento Boogaloo» nació en las ciénagas fétidas y en los abscesos de extrema derecha en Internet, como 4chan. La aparente absurdidad de su retórica y comportamiento disimula la violencia de este grupo. Su nombre – «Boogaloo» – deriva de una película de baile de los ochenta, «Breakin’2: Electric Boogaloo». ¿Por qué se llama «Boogaloo»? Porque «Breakin’2» (violación de domicilio, robo), la segunda parte de la película, es prácticamente la misma historia que la original «Breakin'». Como los miembros de Boogaloo parecen esperar que la próxima guerra civil siga los pasos de la primera, han elegido este nombre en clave para su verdadero proyecto.
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Los Boogaloo Bois, como se llaman a sí mismos, llevan camisas hawaianas en las manifestaciones para reconocerse entre ellos. El iglú, la pegatina del chaleco de Carrillo, es un avatar de Boogaloo. «Iglú» y «boogaloo» suenan parecido. Las páginas de Facebook de Boogaloo contienen mensajes llenos de memes que describen a los miembros de la Guardia Nacional de Virginia: «loncheras (cajas de comida para llevar) llenas de tannerita (explosivos) y equipadas con relojes». Absurdo pero profundamente alarmante: la tannerita explota al ser tocada. Una lonchera llena de tannerita es el equivalente a una mina Claymore de fabricación casera.
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Según el Centro Jurídico contra la Pobreza en el Sur, que hace un seguimiento de los grupos de odio («hate groups) y las organizaciones terroristas nacionalistas, «el mismo boogaloo apareció a principios de 2010 en las redes sociales antigubernamentales y en las redes sociales de los supremacistas blancos». En ambas comunidades, el «boogaloo» se asociaba con frecuencia a la violencia racista y en muchos casos, llamaba explícitamente a la guerra racial. Hoy, el término aparece regularmente entre los nacionalistas blancos y los neonazis que esperan el hundimiento de la sociedad en el caos para tomar el poder y fundar un nuevo Estado fascista».
Sin embargo, no todos los Boogaloo Bois pueden ser caracterizados como fascistas violentos y racistas; algunos se consideran antirracistas y se unen a los manifestantes.
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Pero el sargento de la Fuerza Aérea Steven Carrillo y el pistolero de Albuquerque eran fascistas violentos y racistas. Y no están aislados ni mucho menos, y están organizados y armados.
Esos personajes nefastos son el resultado de un movimiento cultural nacido hace tiempo, fue creado por el Partido Republicano y sus aliados mediáticos, para agitar y radicalizar su base política. El llamado «movimiento de milicias», que surgió durante los años de Clinton, se radicalizó sobre una base racista durante el mandato de ocho años del presidente negro Obama. Fue alimentado constantemente por el «GOP», el Partido Republicano, ávido de tropas de combate para defender su status quo.
El hecho de que estas personas hayan podido acumular enormes arsenales de armas de guerra es una prueba más de la «historia de amor» del Partido Republicano con organizaciones extremistas de defensa de las armas, como la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés). Todo esto se fusiona en un cóctel de agitación racista y de reivindicaciones antigubernamentales y entre sus miembros, algunos están más que preparados para apretar el gatillo.
Su jefe es, por supuesto, Donald Trump en persona. Ven en él «al elegido», al que romperá «el estado profundo», al que «salvará» a los blancos. Cuántas veces Trump les ha dejado bien en claro que está con ellos, toda esa «gente de bien» que es capaz de decodificar fácilmente los mensajes racistas que les dirige con una regularidad escalofriante.
Trump se negó a denunciar la violencia racista y asesina en Charlottesville (manifestación de extrema derecha los días 11 y 12 de agosto de 2017, en la que un contra manifestante fue asesinado) y, más recientemente, su decisión de organizar una manifestación el 19 de junio (1) en Tulsa, Oklahoma, el 19 de junio (trasladado al 20 de junio), envalentonó aún más a los matones de las «milicias» de extrema derecha a manifestar sus fantasías más salvajes y asesinas. Es entonces la propia autoridad del Presidente de los Estados Unidos, de manera clara y consciente, la que permitió este estallido de racismo.
Los responsables de la campaña presidencial de Trump enviaron recientemente un correo electrónico de «fundraising» (colecta de fondos) a los miembros republicanos invitándoles a unirse al «Ejército de Trump» (Trump Army). El mail dice: «El Presidente espera que USTED, así como todos los miembros de nuestro excepcional Ejército de Trump, lleven un signo distintivo para reconocerse mutuamente y que todos sepan que USTEDES son la primera línea de defensa del Presidente en la lucha contra la Masa de los liberales». (En Tulsa, el 20 de junio, Trump saludó a sus partidarios calificándolos de «guerreros».)
Los seguidores de Trump acostumbrados a mirar Fox News desde el fondo de un sofá, vieron en este email la recaudación de fondos y nada más. Pero ese mensaje es un llamado a las armas para esos milicianos que van con sus AR-15 a las manifestaciones pacíficas. «Llevar un signo distintivo»: la orden expresa exactamente el papel del iglú y de las camisas hawaianas elegidas por los Boogaloo Bois. Nada de eso es accidental.
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Trump y el Partido Republicano se han sumado a este movimiento con armas y equipaje. La táctica consistente en acusar indebidamente a los «Antifa» por la violencia de sus más devotos partidarios no borrará las huellas del crimen. Los asesinatos de esos policías, a los que elogian descaradamente, merecen su silencio cuando son cometidos por activistas de extrema derecha; pero este silencio apesta, apesta tanto como el cadáver de la hipocresía bajo el sol de mediodía.
La comparación entre estos gánsteres y los activistas que tratan de derribar las estatuas de propaganda racista, como la de Juan de Oñate y otros esclavistas confederados, no podría ser más elocuente. No se trata de las dos caras de una misma moneda. Unos tienen razón. Y en los otros anida la violencia que busca preservar y mantener la supremacía blanca.
Trump y los suyos deberían llamar públicamente a sus perros antes de que mueran otras personas. Pero por supuesto, es muy poco probable, porque estamos en un año de elecciones y Trump va a necesitar todos los votos racistas y los de los defensores de las armas de fuego. Incluso si Trump hiciera algunas declaraciones tendientes a calmar la violencia de ese «ejército», la violencia pública tiende a tener su propia inercia. Así, Trump y el GOP (Partido Republicano) han liberado un monstruo.
Artículo publicado originalmente en inglés en Truthout, 18-6-2020: https://truthout.org/
Notas:
1) Juneteenth, contracción de las palabras inglesas June (junio) y «nineteenth» (décimo noveno). El 19 de junio en los Estados Unidos, muchas personas, organizaciones e incluso estados conmemoran la abolición de la esclavitud. Este año de 2020, 155 años después del primer Juneteenth, el aniversario adquiere un significado especial después de la muerte de George Floyd y de las movilizaciones a gran escala que tuvieron lugar el 19 de junio en muchas ciudades de los Estados Unidos.
La reunión electoral de Trump en Tulsa, el 20 de junio, fue un fracaso: 10.000 personas en una sala con capacidad para 19.000. La elección de la ciudad de Tulsa era ya un programa en sí misma: entre el 31 de mayo y el 1º de junio de 1921, unos racistas blancos atacaron a la población negra del barrio de Grenwood, prendiéndolo fuego y destruyéndolo, lo que causó más de 800 heridos graves y un número de muertes nunca registrado oficialmente. En esta ciudad, los crímenes racistas no han sido «raros». Y el 11 de junio de 2020, el Mayor Travis Yates dijo en una entrevista a la radio local que los policías «disparaban contra los afroamericanos cerca de un 24% menos de lo que probablemente deberíamos hacer, si tomamos en cuenta los crímenes cometidos». (Redacción A l’encontre)
http://alencontre.org/ameriques/
Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa