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Abril por la Republica (II)

Acontecimientos que provocaron la caída de la monarquía

Fuentes: Rebelión

Alfonso de Borbón, que había llegado con el siglo XX como esperanza de modernidad, se marchaba arropado por los sectores más irreductibles del Ejército, la aristocracia y el clero. España, en 1931, no había dejado de ser monárquica ni se había convertido al republicanismo, sino que la Corona se había instalado en una situación imposible […]

Alfonso de Borbón, que había llegado con el siglo XX como esperanza de modernidad, se marchaba arropado por los sectores más irreductibles del Ejército, la aristocracia y el clero. España, en 1931, no había dejado de ser monárquica ni se había convertido al republicanismo, sino que la Corona se había instalado en una situación imposible de mantener por sus errores cometidos en otros tantos de acontecimientos históricos.

Los historiadores discrepan sobre las causas de los resultados de las elecciones municipales del 12 de Abril de 1931, pero lo cierto es, que favorecieron para que Alfonso de Borbón partiera hacia el exilio. Para explicar la caída de la monarquía hay que retomar determinados acontecimientos: «Desastre» de Annual en 1921 y la crisis militar que generó; la Dictadura de Primo de Rivera, en septiembre de 1923; la sublevación de Jaca; y el Pacto de San Sebastián.

A principios del siglo XX, España y Francia se habían repartido el territorio de Marruecos como solían hacer las potencias coloniales. Hasta ese momento, España ejercía influencia en las zonas costeras, de Ceuta y Melilla. En 1921, durante el reinado de Alfonso de Borbón, se intentó ampliar esa zona de influencia hacia el interior, en el territorio conocido como El Rif, donde habitaban tribus bereberes dedicadas a la ganadería nómada. El Ejército español no pasaba por su mejor momento y ya había sufrido algún que otro revés en sus encontronazos con los guerrilleros rifeños. A pesar de todo, se realizó la incursión.

En la batalla de Annual, conocida como el «Desastre», el militar al mando de la Comandancia de Melilla, Fernández Silvestre, tenía la intención de extender el control español hacia la bahía de Alhucemas. Las carencias del avance y la minusvaloración de las fuerzas rebeldes tuvieron un resultado fatal. La madrugada del 22 de julio se produjo el ataque. Silvestre, ante la falta de recursos para plantar cara, ordenó la retirada, que se convirtió en una desbandada en la que el enemigo produjo una matanza. El impacto de lo sucedido en la opinión pública provocó una gravísima crisis política.

Las bajas en el bando español fueron de 10.265 muertos. El Desastre de Annual supuso un gran trauma para toda España, que tuvo que ver cómo Abd el-Krim proclamaba en septiembre la República del Rif. Las consecuencias políticas no se hicieron esperar. El Gobierno español acabó cayendo en 1923 y la crisis se resolvió con la llegada al poder del general Miguel Primo de Rivera, que ejerció de dictador, con el beneplácito de Alfonso de Borbón, durante siete años.

Primo de Rivera «no era un dictador al uso». Colaboró con la UGT, llamando a Largo Caballero al Consejo de Estado, aunque fuera para terminar con el sindicato anarquista CNT. Modernizó en lo que pudo el país, aunque luego se viera paralizado por una crisis económica mundial que desembocó en una devaluación de la peseta. Vino a poner orden en las calles, pero al final se le rebelaron los estudiantes y aumentaron las revueltas obreras. Solucionó el problema de Marruecos, pero no supo conservar a su lado a los militares. El régimen de Primo de Rivera se constituyó sin concretar la fecha de caducidad, de modo que no dio razones para el optimismo cuando suprimió la actividad de los partidos y creó el suyo propio, Unión Patriótica. Disolvió el Parlamento, que sustituyó por la Asamblea Nacional, y se le ocurrió proclamar una nueva Constitución. Alfonso XIII estaba tocado, y cuando Miguel Primo de Rivera, enfermo y sin apoyos, abandonó el poder el 28 de enero de 1930, la soledad del rey quedó al descubierto.

El Pacto de San Sebastián, firmado el 17 de agosto de 1930 por los más destacados líderes políticos del momento, entendía que la república era una aspiración concreta, dotada de un proyecto político determinado −y en absoluto marginal− y un plan de actuación definido. En resumen, allí se acuerda, sin necesidad de ponerlo negro sobre blanco, convocar unas Cortes constituyentes republicanas, garantizar la libertad religiosa, acometer la reforma agraria y reconocer el derecho de autonomía de las regiones que lo soliciten en las Cortes.

Ante el temor de verse desbordado por las masas, el «Comité Revolucionario», salido del Pacto de San Sebastián, decidió señalar la fecha de un golpe militar. El 12 de diciembre de 1930. En la pequeña guarnición de Jaca, se alzaron en armas los capitanes, Fermín Galán y Ángel García Hernández, proclamando la República. Marcharon con sus soldados y un puñado de paisanos hacia Zaragoza, donde debían sumárseles otras unidades comprometidas que no aparecieron. Para evitar inútiles derramamientos de sangre, los dos capitanes se rindieron y cuarenta y ocho horas después eran fusilados. Alfonso XIII cometía un error que resultaría fatal para la monarquía española y haciendo mártires, aceleró su caída.

La concatenación de diferentes crisis, que tuvieron su desenlace con la proclamación de la Segunda República, se había iniciado con el agotamiento de los partidos políticos, incapaces de hacer frente a la grave situación social, económica y política. Hacia 1928 comenzaba la decadencia del régimen monárquico por ella creciente número de opositores: conservadores, liberales, republicanos, anarquistas, socialistas, comunistas y nacionalistas catalanes; por la oposición de los intelectuales que apoyaron las revueltas universitarias; la oposición de las clases obreras que retoman su actividad con huelgas y manifestaciones de protestas. Las dificultades financieras y presupuestarias del Estado, junto a la devaluación de la peseta, deterioraron las relaciones con el rey y pérdida de apoyos de los sectores conservadores y militares.

Hacia finales de 1929 el régimen de Primo de Rivera se hallaba socialmente aislado, ideológicamente deslegitimado e institucionalmente sin el apoyo del Rey. En estas circunstancias Primo de Rivera presenta su dimisión en enero de 1930, que el rey la acepta inmediatamente. La caída del dictador arrastrará a la monarquía. Alfonso de Borbón intentó retornar al sistema de la Restauración pero no dio resultado. Nadie creía en un sistema ya agotado. Nombra como jefe de gobierno a Berenguer, con la misión restablecer la constitución de 1876 y salvar la figura del rey, pero tiene que enfrentarse a la crisis económica de 1929 que empezaba a notarse en España. La labor de la oposición de los intelectuales, se manifiesta en el artículo que publica Ortega y Gasset en El Sol: El error Berenguer. La oposición, cada vez más organizada de republicanos, firma, con otros partidos, en agosto de 1930 el Pacto de San. Sebastián.

Berenguer dimite y es sustituido por el almirante Aznar a comienzos de 1931. Este convoca elecciones municipales para el 12 de abril de ese mismo año. Los republicanos y socialistas ganan en las grandes ciudades y en algunos pueblos. La evidencia es que las grandes ciudades votan en contra de la Monarquía. En palabras del propio Aznar «España se acostó monárquica y se levantó republicana». El rey reconoce la victoria republicana y se exilia. El 14 de abril se proclamó la Segunda República.

Las elecciones municipales del 12 de abril, tenían como objeto renovar los Concejales en todo el país, pero por una serie de circunstancias, se modificó el sentido de la convocatoria y se convirtieron en un plebiscito con dos opciones: monarquía o república. Aunque el resultado en su conjunto fue favorable a los monárquicos, que ganaron con 22.150 concejales frente a 5.875, lo esencial fue que en las ciudades más importantes se había obtenido un triunfo parecido al resultado en Madrid. Algunos no se creían lo que se estaba viviendo en las calles. Fernando de los Ríos, reconocía a Miguel Maura y a Largo Caballero: El triunfo de hoy nos permite acceder a las elecciones generales, que se celebrarán en octubre, y entonces, el éxito, si es como el de hoy, puede traernos la República.

La campaña electoral había puesto al descubierto la impopularidad de la monarquía entre las masas populares. En la noche del 12 de abril llegaron las primeras noticias que anunciaban un clamoroso triunfo republicano. El día 13, la derrota de la monarquía era ya evidente. El desconcierto se apoderó de las alturas, mientras el pueblo manifestaba ruidosamente su júbilo. El gobierno Aznar dimitió. El «Comité Revolucionario» publicó un manifiesto en el que exigía la abdicación del rey y su salida de España. El pueblo se había adueñado de la calle y el día 13, en Eibar, se proclamaba la República.

El 14, al mediodía, Maciá levantaba en Barcelona la bandera de la República Catalana. A las tres de la tarde del mismo día, una bandera tricolor ondeaba en lo alto del Palacio de Comunicaciones de Madrid. En el transcurso de unas horas las masas habían proclamado la República a lo largo y a lo ancho del país.

Todo el viejo aparato de opresión de la Monarquía estaba descompuesto y paralizado, las fuerzas armadas se sumaron al júbilo popular o se mantuvieron en una posición expectante de no beligerancia. Al atardecer, el «Comité Revolucionario» se erigía en Gobierno Provisional de la Segunda República Española. Comenzaba otra etapa.

@caval100

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.