Los presos en todo el mundo sufren los mismos problemas que los de África. La sobrepoblación crónica, las condiciones de vida insalubres e inseguras, la falta de recursos y la violencia se pueden encontrar en todos los continentes. Así lo afirmó el activista Jeremy Srakin, ex presidente del Comité de Derechos de Sudáfrica y autor […]
Los presos en todo el mundo sufren los mismos problemas que los de África. La sobrepoblación crónica, las condiciones de vida insalubres e inseguras, la falta de recursos y la violencia se pueden encontrar en todos los continentes.
Así lo afirmó el activista Jeremy Srakin, ex presidente del Comité de Derechos de Sudáfrica y autor del libro recién publicado «Human Rights in African Prisons» (Los derechos humanos en las prisiones africanas).
«Las cárceles asiáticas por lo general están más sobrepobladas, y la violencia en las cárceles latinoamericanas es mucho más grave y prevalente comparada con las de las instituciones correccionales en África», dijo a IPS.
Aunque las prisiones de África son por lo general criticadas por su alto número de reclusas mujeres, Sarkin aseguró que, en ese tema, este continente es el que está mejor parado.
«Este grupo representa entre cuatro y cinco por ciento de toda la población carcelaria africana», mientras que, «en varios países de Europa central o de Asia, las mujeres a veces llegan a 10 por ciento».
Según el libro de Sarkin, una compilación de capítulos escritos por diferentes expertos de derechos humanos, Burkina Faso tiene el porcentaje más bajo en África de mujeres en prisión, de uno por ciento, mientras que Mozambique tiene el más alto, de seis por ciento.
En los últimos 10 años, se han llevado adelante varias iniciativas para realizar reformas carcelarias positivas, destacó el activista. «La Declaración de Kampala sobre Condiciones de las Cárceles en África jugaron un papel calve en esto», indicó.
Este documento fue redactado en 1996, luego de una reunión de tres días entre delegados de 47 países, incluyendo ministros, jefes de cárceles, jueces y organizaciones no gubernamentales.
«Varios gobiernos africanos cambiaron sus legislaciones como resultado de la declaración. Esto ha mejorado la situación en varias prisiones del continente», añadió Sarkin.
Túnez y Libia son buenos ejemplos. «Por primera vez, estos dos países permiten que organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional entren a sus cárceles para vigilar la situación», explicó Sarkin. «Esto es una gran mejora. Hasta hace poco, nadie sabía qué pasaba detrás de las puertas de las prisiones de esos países», añadió.
Sudáfrica también mejoró las condiciones de sus centros penitenciarios, dijo por su parte Deon van Zyl, juez inspector de las cárceles de ese país. «Las condiciones han cambiado. Nuestra nueva Constitución y nueva legislación han consolidado el concepto del derecho de los prisioneros, y han mejorado las condiciones básicas de los reclusos», aseguró.
El activista Victor West, de la organización Khulisa, que trabaja en la rehabilitación de ex presidiarios, lo confirmó: «La situación ha cambiado mucho en los últimos años, aunque aún está lejos de ser ideal».
Khulisa, cuyo significado en lengua zulú es «cultivar», funciona desde hace unos 10 años y se ha concentrado predominantemente en prisiones rurales.
«El hecho de que a organizaciones como Khulisa todavía se les permita trabajar con detenidos es una gran mejora. Significa que el Departamento de Servicios Correccionales de Sudáfrica ha reconocido que no puede hacerlo solo y necesita la participación de la sociedad civil para rehabilitar a ex presidiarios y convertirlos en buenos ciudadanos, en lugar de dejarlos caer en el círculo delictivo», dijo West.
A pesar de esas señales positivas, la situación en muchas cárceles africanas sigue siendo insatisfactoria. «No muchos gobiernos parecen estar interesados en invertir en prisioneros, y esto se combina con la falta de funcionarios. El hecho de que los funcionarios además por lo general no estén capacitados no mejora la situación», dijo Sarkin.
En su capítulo del libro, Lisa Vetten, investigadora de un centro legal sudafricano contra la violencia doméstica, escribió sobre las dificultades que afrontan las mujeres en varias cárceles del continente.
En varios países, por ejemplo, éstas son castigadas más severamente por adulterio que los hombres. Las mujeres casadas en la República Democrática del Congo que son halladas culpables de adulterio son penadas con entre seis meses y un año de prisión, más una multa, indicó Vetten. Por el contrario, los congoleños rara vez son castigados.
Las marroquíes que han concebido hijos fuera del matrimonio pueden ser condenadas a un año de prisión, a menos que puedan demostrar que han sido violadas.
Otra razón de preocupación es que algunas cárceles africanas no separan a las mujeres de los hombres. «En algunas cárceles ugandesas, las mujeres no eran separadas de los hombres en el día, sino sólo por las noches. En la cárcel Natitingou, en Benin, ambos sexos usan los mismos baños y las mismas duchas», señaló Vetten.
Como consecuencia, las prisioneras son objeto de abusos psicológicos, físicos y sexuales, tanto por compañeros de cárcel como por los guardias, añadió.
La superpoblación es otro problema crítico en toda África. Por ejemplo, la tasa de ocupación en las prisiones de Tanzania es de 193 por ciento, y en Kenia -donde las cárceles tienen capacidad para 14.000 reclusos y albergan a 50.000-llega 357 por ciento.
«Muchos centros correccionales africanos fueron construidos en la época colonial. Mientras las poblaciones de reclusos en todo el continente se han incrementado desde entonces, las cárceles no han sido remodeladas ni expandidas», dijo Sarkin.
Consultado sobre si sentencias alternativas podrían reducir la sobrepoblación, Lukas Muntingh, uno de los autores del libro, dijo a IPS: «Los países que tienen un sistema de sentencias alternativas, por ejemplo, Uganda, sólo ofrecen esta opción a convictos con condenas a prisión menores a 12 meses. Esto significa que cambiar sentencias, por ejemplo por servicios comunitarios, no vaciará las cárceles».
No obstante, las sentencias alternativas pueden jugar un papel importante para proteger a convictos de la violencia carcelaria. «Individuos que han sido sentenciados a 12 meses o menos de prisión se encuentran el fondo de la jerarquía» carcelaria, dijo Muntingh a IPS.
«Son vulnerables en la violencia de bandas armadas. Las autoridades pueden proteger a esos convictos ofreciéndoles penas alternativas», añadió.