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Africa: Migraciones horizontales

Fuentes: El Mundo

Africa siempre ha sido y es un continente de flujos migratorios: desplazamientos de los pueblos ganaderos en busca de pastos y agua, en función de la estación; abandonos de aldeas huyendo de fenómenos incomprensibles o considerados como maldiciones para encontrar tierras fértiles. Es decir, una historia de nomadismo arraigada en la propia tradición africana, dictada […]

Africa siempre ha sido y es un continente de flujos migratorios: desplazamientos de los pueblos ganaderos en busca de pastos y agua, en función de la estación; abandonos de aldeas huyendo de fenómenos incomprensibles o considerados como maldiciones para encontrar tierras fértiles. Es decir, una historia de nomadismo arraigada en la propia tradición africana, dictada por la necesidad de independizarse, la búsqueda de trabajo para reunir la dote y contraer un matrimonio exogámico.

La colonización europea también favoreció esta cultura de nomadismo con su política de reclutamiento de mano de obra para las minas y los cultivos de exportación. También contribuyeron a ello las irracionales políticas poscoloniales de desarrollo, principalmente responsables del éxodo rural, al descuidar las zonas del campo y la agricultura a favor de las ciudades y de la industria.

Sin embargo, en las tres últimas décadas, las circunstancias fortuitas, como las severas sequías, la desertificación, la deforestación y las guerras que azotan el continente se han convertido en poderosos factores de migraciones internas. Las sequías asfixian a los ganaderos y les expulsan hacia las ciudades, en busca de medios de subsistencia. De igual modo, las guerras de Africa Central -Grandes Lagos- y Occidental -región del río Mano- han convertido a países como Angola, la República Democrática del Congo (RDC), Sudán, Ruanda, Congo Brazzaville, Liberia, Sierra Leona y Costa de Marfil en exportadores de refugiados y emigrantes hacia los países vecinos u otras regiones del continente. Son, pues, factores económicos, sociales, culturales y políticos interrelacionados los que conducen a los africanos a abandonar sus países de origen.

Africa Occidental y Africa del Norte son las grandes regiones de las migraciones del continente y sirven de etapas hacia Europa.Las ciudades del Sáhara tales como Tamanrasset y Djanet (Argelia), Agadez (Níger), Sabha y Koufra (Libia) sirven de puntos de paso y de contacto con las redes de migraciones entre el Africa subsahariana y el Magreb, última etapa antes del asalto a Europa.

Aunque es difícil hoy tener el número exacto de inmigrantes en el propio continente, Africa acoge a unos 40 millones de inmigrantes, en su mayoría africanos, mientras que Europa y Estados Unidos reciben a unos 18 millones de sus ciudadanos. Las poblaciones de Malí, Burkina Faso y Níger, naciones de origen más activas, emigran tradicionalmente hacia los países de la costa.

Por lo tanto, existe una polarización de movimientos migratorios hacia los países con altos índices de crecimiento económico y/o más estables, e incluso se realizan movimientos contrarios en el caso de producirse una depresión o un conflicto en estos países.Estados como Nigeria, Libia y Gabón, enriquecidos por el petróleo, y Costa de Marfil acogen a los trabajadores de los países pobres del Africa subsahariana, vecinos o procedentes de otras zonas del continente, que expulsan brutalmente cada vez que se manifiesta una crisis económica.

La emigración africana es, pues, más horizontal que vertical: Costa de Marfil, Nigeria, la RDC, Sudáfrica, Kenia, Botsuana y Zambia siempre han sido y son tierras de inmigración, y han acogido a más inmigrantes africanos que Europa.

Contrariamente a la opinión más extendida, existen flujos migratorios más fuertes dentro del continente que hacia afuera. Si el norte de Africa (Egipto y Magreb) exporta sobre todo sus poblaciones hacia Europa y Estados Unidos, el Africa subsahariana, la región más joven del planeta con un 44% de la población menor de 15 años, aun cuando orienta su emigración hacia Europa, está registrando transferencias internas o interafricanas masivas poniendo de manifiesto su potencial migratorio extraordinario.

Todo indica que estos flujos intra e interregionales seguirán incrementándose en los años y décadas venideros.

Es preciso subrayar que la crisis económica y los conflictos que afectan a muchos países del continente africano en las últimas décadas han dado lugar a preocupantes sentimientos xenófobos hacia los inmigrantes, convertidos en chivos expiatorios de los problemas políticos y económicos internos. Es decir, la lucha por el acceso a los escasos recursos, junto a los nacionalismos exacerbados y manipulados por los dirigentes por fines políticos o para distraer a las masas de los fracasos internos, han dado lugar a la violencia xenófoba y a las expulsiones masivas de los inmigrantes: Nigeria (1983 y 1985), Mauritania y Senegal (1989), Etiopía y Eritrea (1998), Libia (2000), Sudáfrica (toda la segunda mitad de la década de los 90) y Costa de Marfil (2002).

En todas partes, las legislaciones oficiales se han endurecido para hacer imposibles la estancia y el desarrollo de actividades de los inmigrantes, con excepción de Tanzania, Botsuana y Burundi, que han concedido la nacionalidad a los desplazados de las guerras civiles y a los inmigrantes que lo deseen.

El futuro de estos flujos migratorios internos irá en función de las actuales experiencias de integración regional, basadas en la libre circulación de personas y de bienes, y de la concreción del desarrollo de las infraestructuras transnacionales del Nueva Asociación para el Desarrollo de Africa (NEPAD).

Mbuyi Kabunda es profesor y miembro del Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo y del Grupo de Estudios Africanos (GEA) de la Universidad Autónoma de Madrid.