El reciente golpe militar escenificado en Mali encendió las alarmas de los países de África Occidental, que apuestan por la paz, la estabilidad y la cooperación subregional, contrario a quienes desde fuera pretenden desestabilizarlos.
La situación creada en Mali por fuerzas castrenses que expulsaron del poder al presidente Ibrahim Boubacar Keita, alertó a políticos y analistas de las 15 naciones que integran la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO/ECOWAS) sobre el futuro incierto que pueden enfrentar, dada las continuas injerencias en sus asuntos internos de potencias extranjeras, principalmente de EE.UU.
Tras el derrocamiento de Keita, la CEDEAO/ECOWAS convocó una Cumbre virtual de emergencia que condenó el golpe armado, y llamó la atención sobre el peligro que representa ese tipo de hecho para la frágil paz que reina no solo en esa subregión, sino en todo el mundo, azotado actualmente por una pandemia mortal y amenazado por nuevas guerras.
Idéntica postura asumieron la Unión Africana (UA) y la ONU, entre otras organizaciones internacionales.
Pocos días después, escarbando entre noticias, encontramos que el influyente diario norteamericano The Washington Post reveló que el líder de la asonada castrense en Mali, Assimi Goita, recibió entrenamiento en los ejércitos de EE.UU. y en otros europeos.
Según el afamado cotidiano, Assimi sirvió en las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses en África, participaba en sus ejercicios militares y mantenía comunicación con oficiales del Pentágono.
Asistió además a un seminario bilateral de la Universidad de Operaciones Especiales Conjuntas en la base militar MacDill, en Florida, acorde con el mismo periódico.
Tales revelaciones evidencian una vez más que Washington cría los cuervos, después dice abandonarlos, aunque nadie lo crea, y sobre todas las cosas no deja de inmiscuirse en los asuntos internos en nombre de la democracia y los derechos humanos, que manipula en beneficio de sus intereses hegemónicos.
África Occidental está desde hace mucho tiempo en la mirilla de la Casa Blanca y el Pentágono, al igual que todo el continente negro, escenarios hoy de la cruenta guerra comercial que desata el régimen de Donald Trump contra China y otras potencias que considera adversarias.
Derrocar gobiernos y así desestabilizar la subregión para intentar desplazar a China, y recuperar el terreno perdido, es un objetivo priorizado de EE.UU., cumplido a diario por sus sedes diplomáticas y las bases de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en las diferentes capitales de los países de la CEDEAO/ ECOWAS.
Con solo leer los medios de prensa de varias naciones africanas es suficiente para percatarse de la conducta injerencista de los diplomáticos estadounidenses, quienes ni siquiera disimulan para presionar y chantajear a los gobiernos, y al mismo tiempo pagan a supuestos opositores para dividir y crear el caos. Ese es el modus operandi del país más racista del mundo. Válido por África Occidental que tenga encendida las alarmas, pero que lo haga especialmente frente a Washington.