En los grandes foros de discusión y de debate sobre África, sobre la manida crisis del modelo de desarrollo, el hambre y la oscuridad, a menudo se olvida lo que los propios africanos dicen. Occidente no se ha caracterizado por escuchar. Más bien ha sido todo lo contrario: un monólogo de sordos. Un articulista del […]
En los grandes foros de discusión y de debate sobre África, sobre la manida crisis del modelo de desarrollo, el hambre y la oscuridad, a menudo se olvida lo que los propios africanos dicen. Occidente no se ha caracterizado por escuchar. Más bien ha sido todo lo contrario: un monólogo de sordos. Un articulista del portal cultural Africultures señalaba acertadamente que «la literatura negro-africana padece un silencio en los medios inversamente proporcional al ruido mediático de guerras civiles y golpes de Estado cuando el escenario es el continente africano». La realidad no se corresponde ni con lo que los medios de comunicación nos presentan cada día, ni con las concepciones con las que el Norte ha construido la imagen que tenemos de África.
«Una de las funciones sociales de la literatura es la reconstrucción visionaria del pasado con la intención de darle un sentido social», dijo Soyinka. El propósito de este artículo es sugerir posibles vías para esa reconstrucción social. Para una lectura a contrapunto de nuestro propio imaginario, para una cultura que, como nos indicó Said, sea función y fuente de identidad.
El recorrido propuesto no es ni exhaustivo, ni objetivo, ni actual [1]. Aquí me limitaré a tres pinceladas, tres perspectivas distintas, tres geografías en un territorio extenso y diverso, expresiones narrativas de un continente: negociación identitaria desde el absurdo trazado por la colonia, el imposible rescate de señas ancestrales (Ahmadou Kourouma y Chinua Achebe), las nuevas identidades surgidas de la rápida urbanización y el éxodo rural (Ngugi wa Thiong´o y Meja Mwangi) y, por último, arraigo o desarraigo transnacional y la diáspora (Fatou Diome y Ken Bugul).
Herencia colonial
Es aquel que nunca lo ha ejercido quién considera que el poder no es placentero. Nacido en 1927 en lo que ahora forma parte de la República de Costa de Marfil (entonces África Occidental Francesa), Ahmadou Kourouma, malinke, rechazó reprimir a los independentistas cuando estaba en el ejército colonial, represaliado él mismo, exiliado por Houphouët Boigny y finalmente perseguido por no ser lo suficientemente marfileño. Nada es bueno en sí, nada es malo en sí. Es la palabra la que transfigura un hecho en bien o lo convierte en mal. Un recorrido que comienza con los soles de las independencias: ¿Sabéis las causas de las desgracias y las guerras de África ¡No!. Pues muy sencillo, es porque los africanos no se quedan en sus casas -explicó Sery. Él no se había ido nunca de la Costa de Ébano para ir a instalarse a otro país y quitarle el trabajo a los de allí, mientras que los demás habían venido al suyo. Con los colonizadores franceses habían desembarcado dahomedianos y senegaleses que sabían leer y escribir y eran ciudadanos franceses o católicos; negros más astutos, más civilizados, más trabajadores que los naturales del país, los miembros de la tribu de Sery.
Conflicto que arruinó el mito de una próspera Costa de Marfil, la Suiza africana, la poseedora de la réplica del centro del orbe cristiano, la basílica de San Pedro bis. Conflicto desatado con la excusa de la defensa de una identidad inventada, la marfileña. Conflicto que desencadena conflictos que se extienden como bolas chocando en la metáfora del billar, anheladas identidades imposibles a imagen y semejanza de los europeos Estados-nación clásicos que, tal vez, nunca existieron.
Su Esperando el voto de las fieras (1998), narración a modo de gesta cantada por un griot en la que los refranes que encabezan cada capítulo son una guía de lectura de la política africana: la veneración de la tradición, la muerte, la predestinación, el poder, la tradición y el final teleológico de las cosas para 100 años de política, la colonia, las independencias, los usos en la Guerra Fría, el desinterés estratégico, ajuste estructural, multipartidismo, nepotismo, extraversión, ¿hay quién dé más?
Hasta que los leones no creen a su propio historiador, la historia de la caza sólo glorificará al cazador, Chinua Achebe (1939) es, probablemente, el autor que más ha influido en la novela africana contemporánea. Crítico con los gobiernos de las independencias sin olvidar la importancia que tuvo el colonizador, renegocia su identidad aceptando la lengua inglesa pero introduciendo los giros y refranes igbos. Nigeria, el país más poblado de África, crisol de culturas, es un reflejo en su historia poscolonial de esa crisis de identidad entre modernidad y tradición. La «dislocada» experiencia de Nigeria como nación en 50 años ya va a ser intuida por el ingenio de Achebe cuando en 1958 escribe su primera novela. Todo se desmorona refleja el resultado de la movilidad forzosa, de la esclavitud, de las migraciones, de un devenir histórico interrumpido violentamente por los europeos que, en definitiva, no puede presagiar nada bueno. Se trata de una rebelión histórica en la que «el cazador» dejará de tener el monopolio de la historia y se verá obligado a escuchar la del «león». Nos cuenta historias que vienen de la raíz de la filosofía igbo en la que, lejos de ser excluyente, se incluye a la gente corriente, incluso se incluye al que excluye. La reacción ante la literatura colonial no impide la crítica a las estrategias nepóticas que se intuyen en los primeros años de la independencia, como certifica «Un hombre del pueblo»: Un hombre que acaba de venir de la lluvia y seca su cuerpo y se viste con ropa seca pone más reparos a salir fuera otra vez que otro que ha estado todo el tiempo dentro. El problema con nuestra nueva nación -tal y como lo veía tumbado en la cama- era que ninguno de nosotros había estado dentro el tiempo suficiente para poder decir ‘al infierno con ello’. Habíamos estado todos juntos en la lluvia hasta ayer. Entonces un puñado de nosotros -los elegantes y con suerte y difícilmente los mejores- se han repartido el refugio que nuestros antiguos gobernantes dejaron y, apropiándoselo, se han atrincherado en él.
Señas ancestrales
Estaba aterrorizado por el poder negro: temía a aquellos hombres que habían echado a los Thompsons y que le habían amenazado.(…) No en vano había declarado «el hombre blanco está aquí para quedarse». Ngugi wa Thiong’o (1939) volvió a Kenia en olor de multitudes tras largos años de exilio en América. Imparte conferencias en Makerere y en Dar el Salam, antes había estado en su Limuru natal. En Nairobi se aloja en un apartamento céntrico, lujoso y seguro. Poco antes de su vuelta a Estados Unidos el apartamento es asaltado, son agredidos y su mujer sufre un intento de violación, ¿venganza del poder? Conocido por su famosa frase de descolonizar las mentes, renunció a la escritura en inglés para reivindicar su lengua materna, el kikuyu, y escribir en la lengua de los destinatarios del mensaje, los africanos, al igual que Chinua Achebe renunció al nombre de los colonizadores. De hecho, es ese desmoronamiento de la estructura social tradicional por el choque de la dominación extranjera la que se encuentra en sus primeras obras. Representa la lucha por la soberanía desde la propia identidad. Quizá la enseñanza de Livingstone, que la educación era un valor y que sus chicos no debían preocuparse por la política o por lo que gobierno hacía, había encontrado lugar en el corazón de Waiyaki. Llovía, lo caído casi arrastrando la hierba crecida por el sol… ¿Qué era eso Y todavía llovía, con riachuelos agolpándose y juntándose. Él vio qué era lo que estaban haciendo- Llevándose el suelo. Corroyendo, comiéndose la tierra. Robando el país. Y ese era el grito, el grito en cada risco. Quizá los leones durmientes no vuelvan a dormir nunca más, por ellos estaban todos gritando, gritando por la tierra.
Meja Mwangi refleja esas megaurbes en construcción permanente al igual que las identidades poscoloniales. Jóvenes desarraigados buscando un lugar, alguien que tienda una mano. Suspira. Quizá él también debería buscar a un hermano o a un caído en algún sitio donde cuente. Algún tipo de referencia. Pero, todavía el mundo es maravilloso desde aquí arriba. Es abrumador. El sol es delicioso. El aire está libre de polvo y de ruido. La ciudad reposa satisfecha bajo el brillo del sol ecuatorial.
Las nuevas identidades
Pero mientras algunos buscan en esa ciudad que todavía no se ha vuelto del todo inviable, otros van a salir fuera del continente. Ken Bugul, «nadie me quiere» en wolof, nacida Mariétou Biléoma Mbaye en 1948 al igual que Meja Mwangi, hace su particular viaje de ida de la tradición del Senegal profundo a la Europa sumergida. Aquella mañana nos despedimos. Me marchaba. Los demás se quedaban. Me iba muy lejos. Corté mis raíces para dirigirme al Norte. El Norte de los sueños, el Norte de las ilusiones, el Norte de las alusiones, el Norte de referencia, el Norte tierra prometida…era el peón que aquella gente necesitaba para limpiar su inconfesable culpabilidad… no podía imaginarme su decadencia, ya que durante 20 años no me habían enseñado más que su superioridad…. (…) El occidente, la soledad era tormentosa, la sociedad no ofrecía ningún cobijo para el alma. Fragmentos de El baobab que enloqueció (1984), y vuelta al origen, Ridwan o el camino de arena (1999): Pero hoy los espacios vaciados y vacíos recordaban todavía el verdor de antaño y la extensión del desastre. Los años de sequía y la falta de imaginación de nuestros gobernantes habían obligado a la gente a buscar fortuna en otros lugares y las consecuencias de este fenómeno son las situaciones dramáticas que controlamos hoy en día con leyes, expulsiones, odio, crimen y asesinato…. ¿Para que servía tener dirigentes que sólo pensaban en ellos mismos? Desarraigo propio de las migraciones también descrito por la hija del delta del Sine Saloum, el vientre del Atlántico, de la aislada isla de Niodior conectada al mundo por las retransmisiones televisadas de los partidos de fútbol que captan los satélites. Nacida en 1968, Avanzo con los pasos preñados de sueños, la cabeza llena de sueños. Avanzo y no conozco mi destino. Ignoro en qué mástil se iza la bandera de la victoria, ignoro también qué aguas serán capaces de lavar la afrenta del fracaso. De la negritud de Senghor a la migritud del desarraigo y la verdad de la migración acostumbrado a gestionar las carencias en su país subdesarrollado, no iba a compadecer a una hermana instalada en una de las mayores potencias mundiales. Nada podía yo contra las telarañas que tenía en los ojos. El tercer mundo no puede ver las llagas de Europa, pues la suyas le ciegan; no puede escuchar su grito, pues el suyo le ensordece. Tener un culpable atenúa el sufrimiento, y si el tercer mundo comenzara a ver la miseria de Occidente perdería el blanco de sus invectivas.
El camino recorrido en medio siglo de independencias está ahí, en sus textos:
Ahmadou Kouruma: Los soles de las independencias. Ediciones Alpha Decay, S.A. Barcelona, 2005. Esperando el voto de las fieras. El Aleph, Barcelona, 2002.
Chinua Achebe: Todo se desmorona, Ediciones Columna, Barcelona, 1998. A man o f the people, Heinemman, Londres, 1966.
Ngugi wa Thiong´o: El Diablo en la Cruz,. Ed. Txalaparta, Tafalla, 1994. Un grano de trigo, Ed. Zanzíbar, Barcelona, 2006.
Meja Mwangi: Kill me Quick!. Heinemman, Londres, 1973. Going down River Road, Heinemman, Londres, 1976.
Ken Bugul: El baobab que enloqueció, Zanzíbar, Barcelona, 2000. Riwan o el camino de arena, Zanzíbar, Barcelona, 2005.
Fatou Diome: En un lugar del Atlántico [2], Lumen, Barcelona, 2004. La Préference Nationale, Présence Africaine, 2001.
Tal vez leyéndonos mutuamente consigamos acallar los gritos para comenzar el diálogo. No el de sordos, de prejuicios y complejos civilizatorios, sino el de las identidades reveladas.
Juan Rivero Rodríguez trabaja en Migraciones y es miembro del Grupo de Estudios Africanos (GEA) de la Universidad Autónoma de Madrid. Este artículo ha sido publicado originalmente en el Especial de Verano «África Subsahariana», Julio de 2008.
Notas
[1] Para eso se aconseja Lilyan Kesteloot y su Antología negro africana. La literatura de 1918 a 1981 o el Diccionario de literatura del África subsahariana de Translit (Virus 2001).
[2] Absurda traducción como la contraportada editada. El original Le ventre de l´Atlantique sintetiza la historia del libro, vientre es el clan, aparte de otras muchas cosas en muchas lenguas africanas, como demuestra Bayart con su política del vientre.