Que las elecciones no son sinónimo de democracia es una lección firmemente aprendida a estas alturas. En ocasiones, paradójicamente, muestran la sombra de la autocracia, pero en otras, hacen confiar en la democracia como en Liberia (al menos de momento) o incluso cuando no funcionan como en Mozambique. Mientras, se producen pronunciamientos firmes contra el ataque a Gaza
La opinión pública internacional sigue exigiendo tomas de postura claras, incluso cuando es necesario matizar y contextualizar. Ocurre en el caso del ataque a Gaza y las dinámicas de equilibrios diplomáticos y relaciones históricas de los países africanos en relación con el conflicto en Oriente Medio se ven modificas e interrumpidas, aunque en algunos casos, los pronunciamientos no dejan lugar a vaguedades. Entre tanto, las elecciones, a menudo menospreciadas, abren ventanas de esperanza, en unos casos por su buen funcionamiento, al menos aparente, en otros, porque sus fracasos movilizan a una ciudadanía sedienta de democracia.
División en la clase política ante el ataque a Gaza
Los últimos conflictos que han atraído la atención de los medios de comunicación y de la opinión pública global han tenido un efecto fundamental: polarizar las opiniones y las posiciones. No se trata sólo de construir dos bandos claramente diferenciados separados por una barrera insalvable, además todo el mundo tiene que posicionarse de un lado o de otro. Por eso se miró con lupa cada movimiento de los gobiernos africanos relacionado con el ataque de Rusia a Ucrania, cada votación en las Naciones Unidas, cada visita diplomática, cada contrato firmado… Ahora ocurre lo mismo con el ataque del ejército israelí a la franja de Gaza. Los analistas esperan que todo el mundo se posicione de manera inequívoca y lo mismo se exige a los estados africanos. Están con los gazatíes o con la ciudadanía israelí; con el gobierno de Netanyahu o con Hamas.
Desde el principio de los ataques indiscriminados a la franja de Gaza, los países africanos se han alineado y, de nuevo, han formado dos bloques aparentemente diferenciados e irreconciliables, en atención a complejos equilibrios de poder, intereses, apoyos militares o comerciales, intercambios, pero también promesas y especulaciones.
La presencia israelí en África ha ido creciendo y de la simpatía de los recién independizados gobiernos por la lucha de liberación palestina, la realpolitik había ido decantando la balanza hacia el estado judío
En los primeros momentos, la posición del presidente keniano William Ruto fue interpretada como un apoyo explícito al gobierno israelí. Sobre todo, porque sus declaraciones se centraron en los ataques de los milicianos de Hamas y en la retórica del derecho a la autodefensa y de la lucha contra el terrorismo, pero no mencionó la reacción del ejército israelí en la franja de Gaza. Zambia, Ghana o la República Democrática del Congo también han hecho guiños en el mismo sentido. En la posición más clara a favor de la población de Gaza, se han plantado Argelia o Sudáfrica, ambos estados tienen un largo recorrido favorable a la causa palestina.
En los últimos años, la presencia israelí en el continente ha ido creciendo y de la simpatía de los recién independizados gobiernos africanos por la lucha de liberación palestina, la realpolitik había ido decantando la balanza hacia el estado judío. De la mano de la cooperación técnica agrícola, en unos casos, y del apoyo en términos de seguridad e inteligencia a algunos gobiernos, entre los que se cuentan mandatarios fuertemente cuestionados por su deriva antidemocrática, la influencia israelí ha crecido junto a la de los nuevos actores internacionales en el continente.
A pesar de esta tendencia, la Unión Africana ha adoptado una posición cada vez más firme durante esta crisis. El primer comunicado emitido por la organización continental junto a la Liga de Estados Árabes podía ser considerado un relativo ejercicio de diplomacia pero no dejaba de exigir el “cese de las hostilidades en Gaza” y la asistencia humanitaria urgente e inmediata a los 2,2 millones de palestinos de la Franja, condenaba la orden de evacuación, exigía la intervención de la ONU y hablaba de “invasión israelí” y de la posibilidad de asistir a un “genocidio”; instaba a prevenir de inmediato una agresión prolongada contra los palestinos” y reclamaba la apertura de un corredor humanitario.
Sin embargo, cualquier posible acusación de tibieza se disipó tras el ataque al hospital Al-Ahli. El presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, fue contundente: “No hay palabras para expresar plenamente nuestra condena por el bombardeo israelí de un hospital en #Gaza hoy, matando a cientos de personas. Atacar un hospital, considerado un refugio seguro según el derecho internacional humanitario, es un crimen de guerra. La comunidad internacional debe actuar ahora”, publicó en su cuenta de X.
Los resultados electorales definitivos que no llegan en Liberia
Los resultados de las elecciones presidenciales en Liberia no solo se han hecho esperar, sino que además se han ido desgranando en un lento goteo que ha generado un peligroso clima de tensión. Tal vez la, en general, paciente espera de la ciudadanía liberiana a este preocupante suspense sea la muestra de una estabilidad que se pretendía desprender de las elecciones. Durante una larguísima semana se han ido haciendo públicos poco a poco los resultados del recuento. Unas informaciones que alimentaban la tensión porque desde los primeros compases del escrutinio los dos principales candidatos, el actual presidente George Weah y el antiguo vicepresidente Joseph Boakai se movían en diferencias insignificantes: no más de dos puntos porcentuales, casi en ningún momento; y apenas un puñado de votos en términos absolutos.
A medida que ha avanzado el recuento, además, la distancia se ha ido estrechando, de manera que cuando el pasado jueves el porcentaje de votos recontados por la Comisión Nacional Electoral superaba el 99,90%, cuatro décimas separaban a los dos principales candidatos, entre el 43,84% de Weah y el 43,44% de Bokai, y la diferencia la marcaban menos de 8.000 votos.
Estos resultados conducen a una segunda vuelta que se celebrará, según los plazos establecidos, durante el próximo mes. Todavía hay margen para un posible giro que venga provocado por algún recurso o la impugnación de resultados. Esta ajustada carrera que hace pensar en una apasionante contienda democrática, sin embargo, puede fácilmente cambiar de enfoque. A pesar de la relativa calma que ha presidido las elecciones, una diferencia tan sutil puede hacer que alguno de los candidatos se aventure a buscar la anulación de algunas mesas. Sin embargo, el rédito que obtendrían sería escaso, ya que parece improbable que se evite la segunda vuelta, y el riesgo sería excesivamente alto a cambio de una mera victoria moral.
Nueva detención de Bobi Wine en Uganda
Cuando el avión aterrizó en el aeropuerto internacional de Entebbe, a escasos kilómetros de la capital ugandesa, la policía ya estaba esperando. Robert Kyagulanyi Ssentamu, conocido como Bobi Wine, el popular músico y principal líder de la oposición ugandesa al régimen de Yoweri Museveni, bajó las escaleras del avión el pasado 5 de octubre, con el aplomo de quien sabe lo que esperaba y no se encuentra en esa situación por primera vez, y nada más pisar el suelo de su país fue interceptado por agentes de la seguridad del Estado vestidos de paisano. Kyagulanyi que se mueve con comodidad con su apodo de “presidente del ghetto”, fue custodiado y llevado a un lugar desconocido. Su círculo más próximo se apresuró a denunciar la situación, a advertir de la falta de información y a visibilizar la arbitrariedad de las fuerzas de seguridad ugandesas en lo que se refiere al tratamiento de los disidentes.
Bobi Wine, el músico aupado a líder de la contestación a Museveni, fue detenido cuando regresaba al país después de una gira de promoción de un documental sobre su experiencia política
Finalmente, el opositor fue trasladado a su casa y sometido a un arresto domiciliario de facto, que como en ocasiones anteriores no responde a ninguna decisión judicial. Precisamente, el músico aupado a líder de la contestación a Museveni, regresaba al país después de una gira de promoción de un documental en el que se trata su experiencia política, sobre todo, centrado en su participación en las elecciones presidenciales de 2021. En aquella ocasión alimentó la esperanza de arrebatar el poder en las urnas a Museveni, terminó participando en los actos electorales con un mono de trabajo, un chaleco antibalas y un casco de guerra y fue sometido a un largo arresto domiciliario tras las elecciones, que ni siquiera consiguieron romper las decisiones judiciales a su favor.
En esta ocasión, el confinamiento de Kyagulanyi desembocó en la detención de un centenar de sus simpatizantes que intentaron marchar hasta su casa para mostrarle su apoyo y en la suspensión de los miembros de su grupo parlamentario en la asamblea nacional donde intentaron que se visualizase el vídeo en el que se observa la brusca detención del líder opositor a su llegada al aeropuerto. Cuatro días después del arresto, coincidiendo con el aniversario de la independencia ugandesa, el ejército y la policía acordonó la sede del partido de Bobi Wine para evitar un acto de homenaje a sus simpatizantes detenidos.
Seis meses de guerra en Sudán
El ruido de las bombas en Gaza amenaza con silenciar muchas otras crisis que deberían compartir atención (en realidad, no deberían compartirla porque no deberían suceder). De hecho, algunas de ellas han permanecido en silencio antes de la escalada de violencia en Palestina y continuarán en el silencio cuando esta termine. En estos días, la lucha por el poder en Sudán cumple seis meses. Los combates se desencadenaron en abril y enfrentan a las fuerzas armadas nacionales con las conocidas como Fuerza de Apoyo Rápido (RSF), un grupo paramilitar que había hecho el trabajo sucio al gobierno en situaciones delicadas hasta que se reveló en busca de más poder y para evitar su disolución y su integración en el Ejército. En medio, la población civil se encuentra, literalmente, atrapada por el fuego cruzado.
A seis meses de su inicio la guerra en Sudán ha desplazado dentro del país a más de 4,5 millones de personas, mientras que más de 1,2 millones buscaron refugio en países vecinos
El subsecretario general de la ONU, Martin Griffiths, afirmó en una declaración por el medio año del comienzo del conflicto, que los enfrentamientos han matado a 9.000 civiles y que se continúan registrando “horribles informes de violaciones y violencia sexual”. En el mismo balance de la situación los datos de Naciones Unidas señalan que el conflicto ha desplazado dentro del país a más de 4,5 millones de personas, mientras que más de 1,2 millones buscaron refugio en países vecinos. Los enfrentamientos además han hecho que 25 millones de personas (más de la mitad de la población del país) necesiten de ayuda humanitaria.
Por su parte, Médicos Sin Fronteras aprovechó también la efeméride para denunciar que “la crisis de Sudán ejemplifica un fracaso catastrófico de la humanidad, marcado por la incapacidad de las partes beligerantes para proteger a los civiles o facilitar el acceso a la asistencia humanitaria básica, y por la terrible negligencia y deficiencias de las organizaciones internacionales a la hora de ofrecer una respuesta adecuada”, en palabras del presidente de MSF, el Dr. Christos Christou. La organización humanitaria ha aprovechado este balance para exigir “un aumento sustancial de los esfuerzos humanitarios, la protección del personal médico, los trabajadores humanitarios y los civiles, la eliminación de los bloqueos administrativos al personal y los suministros médicos y humanitarios, y que se permita a las personas el acceso sin obstáculos a ayuda humanitaria”, según un comunicado.
Movilización en torno a las elecciones municipales de Mozambique
Las elecciones municipales en Mozambique han abierto una crisis social cuyas consecuencias son todavía imprevisibles. En un clima en el que la tensión ha ido en aumento y en el que la represión y el miedo han logrado contener a duras penas un descontento social creciente, las elecciones municipales y, más concretamente, los desacuerdos en relación con los resultados han desatado esas frustraciones. En los últimos meses, la ciudadanía mozambiqueña ha salido a la calle en varias ocasiones por motivos diversos desde el aumento del precio de productos básicos, hasta las denuncias de corrupción e, incluso, quizá en la demostración más poderosa y más reciente, para homenajear a un rapero fallecido que había cantado al poder del pueblo. Todas esas movilizaciones se han encontrado con el muro de las fuerzas de seguridad y del estado policial y de control.
Durante esta semana las calles de Maputo, pero también de algunas de las principales ciudades del país como Nampula, Quelimane o incluso en municipios de la remota y castigada provincia de Cabo Delgado, han sido escenario de manifestaciones de hastío. Convocadas en su mayoría por RENAMO, la principal fuerza opositora, que pretende impugnar los resultados defendido por la FRELIMO, el partido en el gobierno, recogen en realidad esa desafeción que se dirige a un sistema que monopoliza el poder desde la independencia en 1975. Paralelamente a estas movilizaciones que ya tienen mucho de hito fuera de lo común, incluidas las imágenes épicas de la confrontación con la fuerzas de seguridad, han empezado a producirse decisiones judiciales que impugnan resultados u ordenan nuevos recuentos, un alarde de sensación de impunidad en los manejos de los resultados, de muestras de nerviosismo por parte de las autoridades que, en algunos lugares, han llegado a traducirse en violencia fatal y de posiciones decididas de organizaciones de la sociedad civil que se sienten cada vez más legitimadas y más apoyadas.