Desde hace más de 40 años los países ricos intentan exorcizar sus demonios anunciando millonarias ayudas para el continente africano, el mismo que durante siglos saquearon y explotaron. Cifras escalofriantes de organizaciones internacionales y expertos regionales demuestran la ineficacia de las asistencias y políticas de desarrollo llevadas a cabo por Occidente en esa región del […]
Desde hace más de 40 años los países ricos intentan exorcizar sus demonios anunciando millonarias ayudas para el continente africano, el mismo que durante siglos saquearon y explotaron.
Cifras escalofriantes de organizaciones internacionales y expertos regionales demuestran la ineficacia de las asistencias y políticas de desarrollo llevadas a cabo por Occidente en esa región del planeta.
«África está muchísimo peor que en 1960», así anunció en el 2001 el doctor Bartolomé Burgos, investigador del Centro de Información y Documentación Africanas, de los Misioneros de África (Padres Blancos) en un estudio donde demuestra la veracidad de su planteamiento.
En aquel momento, Burgos señaló «los países menos avanzados han pasado de 20 a 49 en los últimos 30 años. De ellos 34 pertenecen a África Subsahariana».
«El proyecto de la ONU para reducir los pobres del mundo a la mitad de aquí al 2015 no lleva camino de realizarse, por lo menos en África», sentenció.
Un informe del Banco Mundial(BM), publicado ese mismo año, reforzaba la tesis de Burgos, al reportar que desde la década del 60 del pasado siglo ese continente mantenía la misma producción, pese a que en más de cuatro décadas su población había aumentado considerablemente.
Luego de siete años la situación en África no ha cambiado y desgraciadamente las lapidarias tesis del experto y el BM se confirman, mientras, las ayudas no llegan o se convierten sólo en el paliativo de un instante.
El pasado año, el anuncio de la canciller alemana, Angela Merkel, de una ayuda de 60 mil millones de dólares para combatir el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) y otras enfermedades en ese continente, fue recibido con escepticismo.
Tras esa decisión, tomada por los siete países más industrializados y Rusia (G-8) durante la cumbre del 6 al 8 de junio de 2007 en la ciudad alemana de Heiligendamm, la reacción de buena parte de la comunidad internacional, no se hizo esperar, ante las promesas incumplidas de años precedentes.
Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz, aseguró que el programa millonario de ayudas a África aprobado para combatir el SIDA, la tuberculosis y la malaria es «sólo una lucha contra los síntomas».
Para algunas Organizaciones No Gubernamentales que trabajan en la región ese monto no cubre los objetivos de la ONU de extender los tratamientos a la mayor parte de la población africana.
La cifra de 60 mil millones de dólares representa «un límite a la ambición que acabará costando millones de vidas más», afirmó Stave Cockburn, miembro de Stop AIDS Campaign.
Iniciativas como la anunciada por Merkel, ya habían sido acordadas dos años antes, en Gleneagles, Escocia, cuando estas naciones propusieron ayudar a los países más pobres con 50 mil millones de dólares hasta el 2010, la mitad de ellos ofrecidos al continente africano.
Doce meses después de que el G-8 se reuniese en Escocia, se inflaron las cifras a través de la engañosa facturación de medidas para condonar las deudas externas de los países menos desarrollados, según el economista estadounidense Jeffrey D. Sachs.
Los datos revelan la verdad más cruda,- afirmó Sachs en su artículo «Los países ricos no han cumplido»- las asistencias al desarrollo enviadas a África están estancadas.
Entre el 2005 y 2006 el crecimiento de las ayudas totales para el continente alcanzó sólo un mísero dos por ciento, subrayó el también director del Earth Institute en la Universidad de Columbia.
El BM, que normalmente se suele poner del lado de los donantes, admitió que, exceptuando la condonación de las deudas externas, «la intención de hacer jugosas inversiones ha quedado en nada», dijo.
Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico reveló que las contribuciones de los más desarrollados disminuyeron un cinco por ciento en 2006.
En un estudio realizado por la organización humanitaria Oxfam se calcula el costo del incumplimiento de las promesas, no en dinero sino en vidas.
Dos millones y medio de niños morirán por causas que la ayuda prometida; y no concedida podría evitar, según el informe de esa organización no gubernamental.
Todos los años cerca de dos millones de personas mueren a causa de la tuberculosis, a pesar de la disponibilidad de tratamientos que son eficaces en un 95 por ciento de los casos, afirman especialistas del Fondo Mundial contra las tres enfermedades.
La malaria cuesta a los países africanos pérdidas anuales de 12 mil millones de dólares en su Producto Interno Bruto, en cambio, su control supondría unos dos mil millones de dólares cada año, según estadísticas oficiales.
El declive económico, el colapso de los sistemas sanitarios, la aplicación insuficiente de medidas de control produce un aumento considerable de esas enfermedades en el continente.
Únase a ello la pobreza, los bajos niveles de instrucción, la falta de servicios básicos de salud, la malnutrición y las inadecuadas condiciones de vida que contribuyen a su propagación.
Las políticas económicas y la deuda externa, los conflictos armados internos- alimentados y manipulados en su mayoría por potencias extranjeras- y el saqueo de las grandes transnacionales, son otras causales de la depauperada situación africana.
Mientras, los países ricos gastan miles de dólares en rimbombantes cumbres donde lavan sus conciencias anunciando millonarias ayudas, África se desangra y sus hijos entonan cantos de dolor y muerte.