Traducido por Gorka Larrabeiti
Lo habían anunciado a bombo y platillo: a partir de 2008 África tendría su mando militar. Para confirmar su interés renovado por el continente, el pasado octubre Washington decidió incluir todos los países africanos -cuyas competencias estaban hasta entonces subdivididas entre el mando europeo, el del Pacífico y el central- en una gran estructura llamada AFRICOM. «La base de Africom se establecerá en tierra africana», había dicho el genral William «Kip» Wald, antiguo responsable de las tropas de EE.UU en Bosnia y vice-comandante del mando europeo, nombrado para dirigir la nueva criatura debido sobre todo a su origen afroamericano. «Desde octubre de 2008, el mando de Africom se establecerá en África», volvió a repetir Jendayi Frazer, Subsecretaria de Estado para los Asuntos Africanos.
Ayer, de pronto, la contraorden: en una entrevista embarazosa a la BBC, el propio Ward afirmó que «varios países africanos han malinterpretado las intenciones de los Estados Unidos», y que, por tanto, Africom de momento no se establecerá en África sino que seguirá acuartelada en la gran base de Stuttgart, Alemania, donde también tiene su base el mando europeo (EUCOM).Una retirada sonada, sobre todo porque coincide con la gira de una semana del presidente George W. Bush por África, tour que concluirá en Liberia (único país que se ha declarado dispuesto a alojar la base de Africom). Una retirada que también es una clamorosa admisión de derrota: si los EE.UU se han replanteado sus propios planes iniciales es porque no han logrado convencer a África de sus buenas intenciones. Pese a las afirmaciones tranquilizadoras del Departamento de Estado y del Pentágono, que en más de una ocasión han subrayado que la nueva estructura no sería sino una «racionalización de lo ya existente», el anuncio de la creación de Africom había suscitado desde el principio una resistencia de una costa a la otra del continente. El movimiento de oposición había partido de Sudáfrica: a través de su portavoz de defensa Mosioua Lekota, Pretoria afirmó sin ambages que «los países africanos se oponen a la creación de un mando unificado en el continente». Después, se hizo valer de su fuerza de potencia regional para que toda la Southern African Development Community (SADC), organización regional que agrupa a 14 países de la sub-región, adoptara su posición. A esto se sumaron las voces contrarias de varios países de peso: Libia, Marruecos, Argelia, Senegal y Nigeria.
El hecho es que el índice de aceptación de los Estados Unidos en el continente está hoy en sus mínimos históricos. Y sobre todo, que el mundo ha cambiado mucho desde que en 2001, Washington envió a Yibouti 900 soldados, donde aún ahora siguen destinados en el marco de la operación Enduring Freedom. Hoy África está más unida. Tiene organizaciones regionales más sólidas. La misma Unión Africana, creada en 2002 de las cenizas de la Organización de la Unidad Africana (OUA) consigue hablar sobre algunos asuntos con voz única. A pesar del alarde de buenas intenciones, los objetivos reales de Africom estuvieron claros desde el principio para todo el mundo: mediante el nuevo mando los Estados Unidos quieren proteger sus provisiones de petróleo, en concreto las del Golfo de Guinea.
Al mismo tiempo, parecen empeñados en combatir la avanzada arrolladora de China, que conquista mercados, se adjudica contratas y acapara licencias para la explotación de toda suerte de yacimientos. La penetración de Pekín en África está hecha de un sabio cóctel de ayudas al desarrollo, préstamos blandos a largo plazo, financiación de infraestructuras, prospecciones para la explotación de minerales y materias primas también en zonas poco rentables aparentemente. Precisamente la presencia de China, criticada por Occidente debido a su escasa atención a los derechos humanos y a la desenvoltura con la que hace negocios con regímenes poco presentables (como el Sudán de Omar Beshir), dota a los países africanos de un poder negociador inédito, lo cual les permite levantar la voz e incluso dar con la puerta en las narices a la ex superpotencia única.
Fuente: http://www.ilmanifesto.it