Las enormes reservas hídricas de Libia pueden servir de arma contra los rebeldes si las fuerzas leales al gobierno de Muammar Gadafi optan por cerrar el grifo de las aguas bombeadas del sur a las ciudades costeras del norte. Libia es uno de los países más secos del mundo. Sólo cinco por ciento del país […]
Las enormes reservas hídricas de Libia pueden servir de arma contra los rebeldes si las fuerzas leales al gobierno de Muammar Gadafi optan por cerrar el grifo de las aguas bombeadas del sur a las ciudades costeras del norte.
Libia es uno de los países más secos del mundo. Sólo cinco por ciento del país recibe unos 100 milímetros de lluvias al año. Históricamente, los acuíferos costeros o las plantas de desalinización de Trípoli eran de mala calidad por la contaminación con agua salada. El recurso no es potable en muchas ciudades, incluida Bengasi, bastión rebelde. Exploraciones petroleras en el desierto del sur de Libia a mediados de los años 50 revelaron la existencia de vastas cantidades de agua subterránea potable, capaz de contribuir a cubrir la creciente demanda y objetivos de desarrollo.
Los científicos estiman que hace casi 40.000 años, cuando el clima del norte de África era templado, el agua de lluvia se filtró formando las reservas de agua potable. El líder libio Muammar Gadafi comenzó en 1983 un enrome proyecto de irrigación, conocido como el Gran Río Artificial, para extraer reservas subterráneas de las ciudades de Kufra, Sirte, Morzuk, Hamada y el Acuífero de Piedra Arenisca de Nubia, para llevar más de cinco millones de metros cúbicos de agua, al día, a las ciudades costeras. «Primero el proyecto fue descartado cuando se supo que era una lujosa iniciativa poco rentable y un derroche de reservas no renovables», dijo a IPS el periodista Iason Athanasiadis. «Pero luego fue aclamado como un magistral trabajo de ingeniería en vastas extensiones de aguas subterráneas capaz de mantener la tasa de distribución de 2007 durante los próximos 1.000 años», añadió. El Acuífero de Nubia, que abarca partes de Chad, Egipto, Libia y Sudán, es el mayor sistema de agua fósil del mundo, cubre unos dos millones de kilómetros cuadrados y se estima que contiene unos 150.000 kilómetros cúbicos.
El agua fósil es la que quedó atrapada en el subsuelo hace miles o millones de años. A diferencia de la mayoría de los acuíferos, éste es un recurso no renovable. «El Gran Río Artificial suministra agua potable y para irrigación a 70 por ciento de la población, llevándola del acuífero del sur a las áreas costeras del norte a 4.000 kilómetros», dijo a IPS el profesor de ciencias políticas de la Universidad Americana de El Cairo, Ivan Ivekovic. «El proyecto se realizó en varias etapas. Primero se llevó el agua de las cañerías del este, en As-Sarir y Tazerbo, a Bengazi y Sirte. Segundo, se abasteció a Trípoli y a las tuberías occidentales de Jeffara desde la región de Fezzan», explicó. «La fase tres pretendió crear un sistema integrado y aumentar la capacidad total, por día, hasta casi cuatro millones de metros cúbicos y suministrar más de 138.000 metros cúbicos por día a Tobruk», en el noreste, añadió. Con un costo estimado de casi 30.000 millones de dólares, la red del Gran Río Artificial, con casi 5.000 kilómetros de tuberías desde más de 1.300 pozos cavados hasta a 500 metros de profundad en el desierto del Sahara, también pretendió aumentar la cantidad de tierras cultivables. «Libia puede comenzar un proyecto agrícola similar al del Valle de San Joaquín, en el estado estadounidense de California», señaló Patrick Henningsen, editor y fundador de 21 Century Wire.
l igual que Libia, California es esencialmente desértico, pero gracias a la irrigación y a otros proyectos hídricos se convirtió en una importante zona de producción de alimentos y algodón», explicó. «Los únicos mercados en la zona del mar Mediterráneo que ofrecen cítricos y otros productos populares en Europa son Israel y Egipto. En 10 o 20 años, Libia podrá superar a ambos países gracias al agua que tienen para verdear el desierto», añadió. En Medio Oriente y África del Norte, el agua generó una crisis regional que puede derivar en un conflicto mayor. La demanda aumenta con el incremento exponencial de la población, las reservas se vacían con rapidez y la inflación de los alimentos golpea a los países con problemas de liquidez y que dependen de productos básicos importados. «Varios elementos inciden en la situación de Libia. Uno de ellos, ciertamente, es el agua, así como ocurrió en Asia meridional y central», dijo a IPS el editor Tariq Saeedi, de News Central Asia. «Se entiende que Cachemira es el problema que divide a India y Pakistán, pero en realidad es el agua de tres ríos, Ravi, Sutlej y Beas, que nacen en la parte alta de esa región», indicó. «Otro ejemplo es el río Amu Daria que nace en Afganistán, recorre Uzbekistán, Turkmenistán y Tayikistán hasta su desembocadura en el mar Aral. Las posibilidades de que se desate un conflicto en Asia central están directamente vinculadas al mayor uso que haga Afganistán», añadió. «En pocas palabras, quien controle el acuífero controla la economía, la política exterior y los destinos de varios países en la región, no sólo en el norte de África», explicó Saeedi. Funcionarios libios alertaron el mes pasado que el bombardeo de la Organización del Atlántico Norte sobre tuberías del acuífero podía causar un desastre humanitario y ambiental. Pero las fuerzas progubernamentales también pueden interceptar el flujo de agua si lo desean dejando a las zonas del este, bajo control rebelde, sólo con el reservorio de Ajdabiya, que tiene para un mes de suministro. «Hay que seguir bombeando agua potable del sur porque sino Bengasi morirá», alertó Ivekovic. «Las cañerías de agua están dispuestas en paralelo con las de gas y petróleo. Es interesante que con los combates en Ajdabiya, Sirte y Bengasi, ninguna de las tuberías haya sido dañada», apuntó. «En la desertizada región ya aquejada por conflictos causados por el agua, las enormes reservas hídricas de Libia son el gran premio para el que gane el pulso», señaló Athanasiadis.