Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Ahora, cuando unos pocos demócratas y los restos de AFL-CIO se dan cuenta del impacto destructivo de la relocalización en el extranjero de puestos de trabajo sobre la economía de EE.UU. y sobre millones de vidas estadounidenses, los propugnadores de la globalización han resucitado la conclusión de hace algunos años del economista de Dartmouth Matthew Slaughter, de que la exportación de puestos de trabajo por las corporaciones de EE.UU. aumenta el empleo y los salarios en EE.UU.
En aquel entonces desenmascaré los errores de Slaughter, pero economistas dependientes de la generosidad corporativa pensaron que era más rentable tragarse la píldora de Slaughter que decir la verdad. Recientemente la Cámara de Comercio de EE.UU. sacó a relucir el falso argumento de Slaughter como arma contra los representantes demócratas Sandy Levin y Tim Ryan, y el Wall Street Journal hizo que el secretario de defensa de Bill Clinton William S. Cohen, regurgitara la afirmación de Slaughter en su página de opinión editorial el 12 de octubre.
Envié una carta al Wall Street Journal, pero a los editores no les interesó lo que opinaba un ex editor asociado y columnista del periódico y secretario adjunto del Tesoro para política economía del presidente Reagan. Había que mantener a cualquier precio la fachada de mentiras. No se puede cuestionar que la globalización sea buena para nosotros.
Cohen dijo a los lectores del Journal que «el hecho es que por cada puesto de trabajo relocalizado en Bangalore, se crean dos puestos en Buffalo y otras ciudades de EE.UU.» Apuesto que a Buffalo «y a otras ciudades en EE.UU.» les gustaría saber dónde quedaron esos puestos de trabajo. Tal vez Slaughter, Cohen, y la Cámara de Comercio se lo puedan decir.
En mayo pasado estuve en St. Louis y me impresionó ver calle tras calle una sucesión de casas desiertas y selladas con tablones, fábricas y edificios de oficinas abandonados, incluso vitrinas vacías de negocios en el centro.
Detroit trata de reducir su tamaño en 100 kilómetros cuadrados. El 25 de octubre, 60 Minutes tuvo un programa sobre el desempleo en Silicon Valley, donde profesionales que antes ganaban altos sueldos han estado sin trabajo durante dos años y ni siquiera pueden encontrar trabajo a tiempo parcial a 9 dólares por hora en los grandes almacenes.
La afirmación de que la relocalización de puestos de trabajo en el extranjero por las corporaciones estadounidenses aumenta el empleo interior en EE.UU. es uno de los mayores engaños de todos los tiempos. Como demostré entonces en mi columna de distribución nacional y de nuevo en mi libro How The Economy Was Lost (2010), Slaughter llegó a su conclusión errónea cuando contó el crecimiento de puestos de trabajo multinacionales en EE.UU. sin ajustar los datos para reflejar la adquisición de firmas existentes por multinacionales y que las firmas existentes se convertían en multinacionales al establecer operaciones en el extranjero por primera vez. No hubo nuevo empleo multinacional en EE.UU. El empleo existente simplemente pasó a la categoría multinacional por un cambio en el estatus de firmas a multinacionales.
Si Slaughter (o Cohen) hubieran consultado los datos de nóminas no agrícolas de la Oficina de Estadística Laboral [BLS], no habría podido ubicar los 5,5 millones de puestos de trabajo que supuestamente se crearon. En mis artículos he informado durante aproximadamente una década sobre los detalles de la creación de nuevos puestos de trabajo en EE.UU., como revelan los datos de la BLS, tal como lo ha hecho el economista de Washington, Charles McMillion. Durante la última década, la creación neta de nuevos puestos de trabajo en EE.UU. no ha tenido nada que ver con las corporaciones multinacionales. Los empleos consisten en camareras y barmans, servicios sanitarios y sociales (sobre todo en atención sanitaria ambulatoria), vendedores de comercio y mientras duró la burbuja en la construcción.
No se trata de los empleos de alta tecnología, de alta remuneración, prometidos por la «Nueva Economía», y no son puestos de trabajo que puedan asociarse con corporaciones globales. Además, esos empleos de prestación de servicios en el interior también son escasos.
Pero los hechos no tienen nada que ver. ¿Se preguntaron alguna vez Slaughter, Cohen, la Cámara, y el Wall Street Journal cómo fue posible que hubiera simultáneamente millones de empleos nuevos de clase media, bien remunerados, y virtualmente la peor desigualdad en los ingresos en el mundo desarrollado, ya que todas las mejoras en los ingresos fueron para los mega-ricos?
A mediados de octubre el secretario del Tesoro y títere de Goldman Sachs Tim Geithner, pronunció un discurso en California en el patio trasero, o antiguo patio trasero, de los desposeídos de la clase media alta de Silicon Valley entrevistados por 60 Minutes, en el que dijo que la solución es «educar más ingenieros».
Ya tenemos más ingenieros que puestos de trabajo para ellos. En un reciente sondeo, una firma de mercadeo e investigación, Twentysomething, estableció que un 85% de los graduados universitarios planean volver donde sus padres. Incluso si los miembros de la «generación del bumerán» [por su tendencia a volver a casa de sus padres, N. del T.] encontraran empleos, éstos no rinden lo suficiente para tener una existencia independiente.
Los medios financieros son inútiles. Los periodistas repiten la mentira de que la tasa de desempleo es de un 9,6%. Es una tasa de desempleo especialmente elucubrada, que no cuenta a la mayoría de los desocupados. La propia tasa más inclusiva del gobierno es de un 17%. El estadístico John Williams, quien cuenta el desempleo de la manera que supuestamente se debería contar, establece que la tasa de desempleo debe de ser de un 22%.
La prensa financiera convierte malas noticias en buenas noticias. Recientemente, pregonó un aumento mensual de 64.000 nuevos empleos en el sector privado, empleos más que compensados por la pérdida de puestos de trabajo en el gobierno. Además, se requieren 150.000 nuevos empleos por mes para mantenerse a la par con el crecimiento de la mano de obra. En otras palabras, 100.000 nuevos empleos por mes representarían un déficit de 50.000 empleos.
La idiotez de la prensa financiera se demuestra en los siguientes dos titulares que aparecieron el 19 de octubre en la misma página de Bloomberg:
«El índice del dólar mejora al apoyar Geithner la fuerza de la moneda»
«El dólar débil de Geithner visto como ruta para la recuperación de EE.UU.»
Para distraer la atención de la pérdida de empleos por la relocalización en el extranjero, los políticos y sus acólitos de la prensa financiera culpan por el desempleo en EE.UU. a una supuesta manipulación monetaria china y a la crisis financiera. Los republicanos culpan por la crisis financiera en sí a los estadounidenses que compraron hipotecas que iban más allá de sus medios.
En otras palabras, el problema es China y los codiciosos estadounidenses pobres que trataron de vivir por encima de sus posibilidades. Si ésta es la forma de pensar estadounidense, es fácil ver por qué no se puede hacer nada para salvar la economía.
Ningún gobierno admitirá sus errores, especialmente si puede culpar a los extranjeros. China se convierte en el chivo expiatorio del fracaso de EE.UU. Ha crecido toda una industria que apunta con el dedo a China y no a los 20 años de exportación de puestos de trabajo de EE.UU. y 9 años de guerras costosas e inútiles de EE.UU.
La acusación es «manipulación monetaria». Sin embargo el propósito de la vinculación china al dólar estadounidense no es manipulación monetaria. Cuando el gobierno chino decidió convertir su economía comunista en quiebra en una economía de mercado, comprendió que necesitaba confianza en el extranjero para su moneda. La logró vinculando su moneda al dólar, indicando que el dinero de China era tan sano como el dólar de EE.UU. Entonces, China, claro está, no podía dar de manera verosímil un valor más elevado en dólares a su moneda.
Con el paso del tiempo, las políticas irresponsables y estúpidas de EE.UU. han erosionado el valor del dólar, y como la moneda china está vinculada al dólar, su valor ha bajado con esa moneda. Los chinos no han manipulado la vinculación a fin de lograr que su moneda sea menos valiosa.
Al contrario, cuando estuve en China en 2006, la tasa de cambio era un poco más de 8 yuan por dólar. Actualmente es de 6,6 yuanes por dólar -una revaluación de 17,5% del yuan.
El gobierno de EE.UU. culpa una moneda china subvalorada por su déficit comercial con China. Sin embargo, la divisa china ha subido un 17,5% respecto al dólar desde 2006, pero el déficit comercial de EE.UU. con China no ha disminuido.
La principal causa del déficit comercial con China es la «globalización» o sea la práctica, impuesta por Wall Street y Wal-Mart, de que corporaciones de EE.UU. relocalicen su producción para mercados estadounidenses a China en fin de mejorar sus resultados financieros reduciendo los costes de la mano de obra. La mayoría de los aranceles que los idiotas del Congreso quieren imponer a las importaciones «chinas» afectarían, por lo tanto, a la producción relocalizada de corporaciones de EE.UU. Cuando estos productos de marca estadounidenses, como los ordenadores Apple, se llevan a los mercados estadounidenses, entran al país como importaciones. Por lo tanto, los aranceles serán aplicados a la producción corporativa estadounidense subcontratada en el extranjero de la misma manera que a las exportaciones de compañías chinas a EE.UU.
La conclusión correcta es que el déficit comercial de EE.UU. con China es el resultado de la «globalización» o exportación de puestos de trabajo, no de una manipulación monetaria china.
Un punto importante, que siempre se pasa por alto, es que EE.UU. depende de China para muchos productos manufacturados, incluidos productos de alta tecnología que ya no son producidos en EE.UU. La revaluación de la moneda china aumentaría el precio en dólares de esos productos en EE.UU. Mientras mayor sea la revaluación, mayor será el aumento de los precios. El impacto sobre los niveles de vida en EE.UU. sería dramático.
Cuando los responsables políticos estadounidenses arguyen que la solución a los problemas de EE.UU. es una moneda china más fuerte, de nuevo están descargando el peso del ajuste sobre la población estadounidense cesante, endeudada y embargada.
Paul Craig Roberts fue editor del Wall Street Journal y secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Ronald Reagan. Su último libro, How the Economy Was Lost, fue publicado recientemente por CounterPunch/AK Press. Se le puede contactar en: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/
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