Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
* Comité Estadounidense-Israel de Asuntos Públicos
Está quedando en claro, como si no lo hubiera estado, que el Congreso demócrata no tiene lo que se necesita para terminar la guerra en Iraq, o para detener cualquier escalada que el gobierno de Bush pueda considerar. El Congreso no recortará el financiamiento. El Congreso ni siquiera prohibirá expresamente a Bush que ataque a Irán. Todos los principales candidatos a presidente demócratas han adoptado nominalmente posiciones sensibleras, diluidas, contra la guerra, pero apoyan en lo esencial la continuación indefinida de la presencia militar de USA en Iraq. Obama, Clinton y Edwards incluso son más agresivos respecto a Irán que Bush. Si alguno de ellos es elegido en 2008, él o ella están decididos a continuar y posiblemente escalar el conflicto.
¿Por qué ignoran los demócratas de un modo tan desvergonzado a su base? Según Paul Krugman, los demócratas están «fuera de la base» porque los persiguen temores irracionales y obsoletos y no comprenden que el electorado desea una posición más firme contra la guerra. [1] Es Krugman el que está «fuera de la base.» Los demócratas leen los mismos datos de los sondeos que todo el mundo. No escuchan a su base porque su compromiso primordial es con sus donantes y con los intereses de la cleptocracia corporativa a la que pertenecen. Lejos de carecer de carácter, su continuo desdén por su base evidencia que tienen nervios de acero.
Según un punto de vista cada vez más aceptado, los demócratas están endeudados con el AIPAC, la principal organización del lobby de Israel e importante impulsador de la guerra. El AIPAC apoyó la guerra de Iraq y ha estado ocupado presionando por una confrontación Irán en todo momento. El mensaje de Scott Ritter, Jeffrey Blankfort, James Petras y otros es que el AIPAC es la principal fuerza tras la guerra de Iraq y la política de USA en Oriente Próximo en general. La creencia en la complicidad del AIPAC y de otros sionistas en el mantenimiento de USA en un pie de guerra en Oriente Próximo se hace más y más generalizada, y debe mucho a las exitosas intervenciones de los profesores Mearsheimer y Walt. John Walsh afirma que incluso demócratas importantes admiten que el AIPAC se está convirtiendo en un lastre, que podría costarles las próximas elecciones. [2]
Muchos en el lado izquierdista y liberal se niegan a aceptar la importancia política del AIPAC. Algunos, como Stephen Zunes, creen que el AIPAC es un títere impotente e Israel un dócil sirviente del imperialismo de USA. Pero no hay que ser un fanático negador del lobby de Israel para agujerear la teoría que echa la culpa sobre todo al AIPAC por las desaventuras de USA en Oriente Próximo. Mearsheimer y Walt son ideólogos del imperialismo con una comprensión extremadamente defectuosa de la política de USA – las palabras ‘corporaciones,’ ‘finanzas.’ y ‘capitalismo’ simplemente no forman parte de su léxico. [3] Otros tienen una miopía diferente. Si se fuera a creer a James Petras, los megamillonarios que colocaron a Bush en la Casa Blanca en 2000 con la campaña mejor financiada de la historia de USA fueron estafados por una cabala de agentes secretos israelíes como Wolfowitz, Perle y Feith, que enviaron a USA a una guerra perdida que casi quebró a USA, dañó las perspectivas de sus principales compañías petroleras y amenazó los progresos mundiales de las corporaciones estadounidenses, todo por compromiso con el sionismo. [4] El que la clase megamillonaria de USA haya buscado una segunda vuelta y apoyado a Bush en 2004 también debe ser adscrito a su masoquismo y al deseo de perder aún más dinero. [5]
El sionismo es una ideología abominable, y el AIPAC es una organización poderosa. Sin embargo, la estrechez de miras que ve al sionismo como el principal determinante de la política de USA es una nueva permutación del clásico mito derechista del cuchillo en la espalda. [6] A los que se tragan esa idea propia de cuentos de hadas de la política de USA, despojada del poder corporativo, del complejo militar-industrial, de los petrodólares, de los conflictos de acumulación y de la guerra de clases, todo lo que puedo ofrecer es un paquete de acciones premium de Enron a un precio con descuento.
El rechazo de esa visión de túnel no justifica, sin embargo, la negativa cobarde de grupos contra la guerra liberales y de izquierda de desafiar al AIPAC. Por desgracia, el campo izquierdista-liberal incluye a muchos que utilizan la complejidad teórica como excusa para la falta de acción práctica. Como ejemplo, tomaré a Mitchell Plitnick de «Jewish Voice for Peace.» Plitnick pretende que quiere «desafiar» al AIPAC, pero en realidad hace lo posible por protegerlo contra la crítica.
La ocasión para su reciente intervención fue el último éxito del AIPAC al eliminar de la ley de presupuestos la cláusula que requiere la autorización del Congreso para un ataque contra Irán. [7] Plitnick admite que «el AIPAC ciertamente cabildeó vigorosamente por la eliminación de esa cláusula. Pero decir que fue el motivo para que, o incluso un factor importante en que, esa cláusula haya sido rescindida contradice los hechos.» Luego entra en un nivel sorprendente de pequeños detalles para explicar por qué la cláusula era vulnerable y habría probablemente sido eliminada sin tener en cuenta al AIPAC. Supongo que tiene razón: hay muchas fuerzas políticas, culturales, y financieras que impulsan la confrontación de USA con Irán y que habrían trabajado contra esa cláusula, aparte de Israel. Pero sin tener la posibilidad de corroborar representaciones mentales de alternativas a eventos pasados, no tengo modo de verificar lo que podría haber resultado si el AIPAC no hubiera estado involucrado, y tampoco puede hacerlo Plitnick. El hecho que podemos establecer ambos es que el AIPAC cabildeó dura y exitosamente para debilitar la oposición del Congreso a una potencial escalada de la guerra. El argumento de Plitnick se lee como una parodia derechista del marxista que cree que el análisis estructural significa que los agentes individuales no son responsables por sus acciones.
Plitnick pone en alerta a los críticos ante el hecho de que «el poder del ‘Lobby de Israel’ siempre ha sido sobreestimado.» Sin duda siempre ha habido voces marginales que afirman que la política de USA en Oriente Próximo está totalmente dominada por «intereses» israelíes. Y estoy de acuerdo con que esto es falso. Pero de alguna manera Plitnick olvida que la vasta mayoría de los comentaristas dominantes, liberales y de izquierda, sobre la política estadounidense siempre han ignorado casi por completo al Lobby en su análisis. Tal vez olvida Plitnick que incluso muchos de los que han criticado el sensacional ensayo de Mearsheimer and Walt (incluyendo a este autor) no podían más que saludar el hecho de que alguien de Harvard se diera cuenta realmente de que el Lobby existe.
Argumentando que no debieran ni sobreestimar ni subestimar al Lobby, Plitnick aconseja que se desafíe al Lobby «realizando el trabajo de propugnación política con gran habilidad,» porque (sic): «Ellos no son una organización siniestra, sino simplemente una que juega el juego de la política estadounidense tan bien como cualquiera y mejor que la mayoría.» En otras palabras: ¡no culpen al AIPAC! El juego política estadounidense está tal vez corrupto y dominado por el dinero. Y el AIPAC ha tenido tanto éxito en la propagación de su agenda porque ha estado alcahueteando la identidad judía mejor que cualquier otro. En lugar de quejarnos, deberíamos tratar de superarlo, presumiblemente esforzándonos más por alcahuetear nuestras identidades. Después de todo, así es como se juega el juego, ¡y que el mejor gane!
Es lo que Plitnick quiere decir con «desafiar» al AIPAC. Supongo que el consejo de Plitnick a los que se oponen a la forma en que Nike trata a sus trabajadores es «desafiar» a Nike fundando un fabricante competidor de zapatos deportivos.
Incluso si aceptamos el escepticismo teórico de Plitnick sobre el poder del AIPAC (y yo acepto partes del mismo), no se cambia el hecho de que su recomendación práctica no es sólo una capitulación ante el AIPAC, sino en realidad un importante componente de su poder. Los demócratas saben que los grupos de base izquierdistas-liberales, gracias a voces como la de Plitnick, preferirían dispararse en el pie izquierdo antes que decir algo poco simpático sobre una organización «judía.» Culpar al AIPAC es por lo tanto la mejor estrategia para que la dirigencia demócrata controle la creciente tensión en su base molesta y su clientela de la elite. Es un arreglo que ayuda al AIPAC a promover la agenda favorable a la guerra sin ser cuestionado. Por cuenta de quién el AIPAC presenta esa agenda es una preocupación secundaria. No requiere una suscripción a todo el cuento de hadas relatado por James Petras y otros para comprender los siguientes hechos simples e incontrovertidos:
° El AIPAC cabildea agresivamente por una agenda favorable a la guerra.
° El AIPAC está extremadamente bien financiado, relacionado y es efectivo en el Congreso.
° El AIPAC es una organización comprometida con la subversión de una democracia que tenga sentido.
¿Necesita más razones el movimiento contra la guerra para sacarse los guantes y desafiar realmente la propugnación favorable a la guerra del AIPAC?
El desafío al AIPAC, sin embargo, no debería significar que se copie su influencia corrupta. El desafío al AIPAC significa desafiar el juego en sí, su legitimidad, y la legitimidad de los que participan. Está mal que cabilderos pagados que representan a cualquier interés que sea para llamar a la guerra en Oriente Próximo y ante el público estadounidense. Los que lo hacen no son voces democráticas legítimas. Son indudablemente siniestros. Y deberían ser detenidos. La cifra de muertes en Iraq está llegando a los 700.000 y podría pasar la marca del millón bastante pronto si no es detenida. Una organización con 60 millones de dólares al año que cabildeó, aduló y amenazó entre bastidores año tras año a favor de esta carnicería y que ahora trabaja para perpetuarla, no importa si estaba o no sola en ese esfuerzo, es una empresa de crimen organizado, no un grupo legítimo de la «sociedad civil». Debería ser recibida en las oficinas del Congreso como si se tratara de Al Capone.
Ya es hora de que una campaña, apoyada por todas las organizaciones contra la guerra, cuestione la legitimidad del AIPAC. El fomento de una desastrosa guerra con Irán no es un objetivo aceptable y legítimo para el cabildeo por la «comunidad judía.» La presencia abrumadora del AIPAC en el Congreso y la disposición general de los representantes de aceptar sus órdenes de marcha, por los motivos que sean, sobre asuntos centrales de política exterior, es una situación inaceptable y moralmente indefendible en un país democrático, independientemente de cómo se entiendan las fuentes a la raíz del poder del AIPAC.
El movimiento contra la guerra debiera exigir que los legisladores devuelvan contribuciones a sus campañas de todos los promotores de guerra, incluyendo al AIPAC (sobre todo sus PAC [Comités de Asuntos Públicos satelitales) y todos los que les están asociados. El AIPAC debería ser sometido a una investigación criminal, así como todos los que han subvertido el trabajo de agencias gubernamentales durante la promoción de la guerra de Iraq. No debería permitirse que legisladores que afirman que se oponen a las guerras de Bush esquiven el tema y se oculten tras el AIPAC. Deberían ser obligados a elegir entre seguir al AIPAC o contar con el apoyo de las bases. El movimiento contra la guerra también debería publicar un llamado a todas las organizaciones judías para que desautoricen la agenda favorable a la guerra del AIPAC y actúen para ponerle freno. El AIPAC debería ser expuesto como instrumento belicista. Debería ser desmembrado, deshonrado, y ojalá clausurado. Y es el deber del movimiento contra la guerra lograr que esto se haga.
Si estás contra la guerra, también estás contra los que están a favor de la guerra.
Si encuentras excusas para defender la legitimidad de un cabildeo efectivo a favor de la guerra, no eres un activista por la paz, eres un facilitador de la guerra.
El belicismo es malo. Punto final. Nadie puede hacerlo y salirse con la suya. La subversión de la democracia para llevar a la guerra no es sólo mala, debe ser considerada criminal. Y nadie debería poder hacerla y salirse con la suya.
Es así de simple.
Gabriel Ash es activista y escritor, que escribe porque la pluma es a veces más poderosa que la espada y otras no. Agradecerá vuestros comentarios en: [email protected].
REFERENCIAS
[1] Paul Krugman, «Way Off Base,» New York Times, 16 de abril de 2007.
[2] John Walsh, «Why is the Peace Movement Silent About AIPAC?,» CounterPunch, 17 de abril de 2007.
[3] Vea mi evaluación ampliada.
[4] Hagit Borer, James Petras, and Norman Finkelstein, «The Pro-Israel Lobby Debate,» Dissident Voice, 17 de abril de 2007.
[5] La idea de que la clase gobernante de USA ha sido dañada financieramente como resultado de los aventuras de Bush requiere un compromiso de no leer jamás la sección de negocios de un periódico, igual que la idea de que AIPAC es simplemente un sirviente del «imperialismo estadounidense» requiere un compromiso de no leer jamás Ha’aretz o cualquier periódico de la comunidad judía. La ceguera de ambos lados en este debate terriblemente estúpido es simplemente exasperante.
[6] Kevin Baker, «Stabbed in the Back,» Harper’s, junio de 2006.
[7] Mitchell Plitnick, «Over-Estimating AIPAC: The Iraq Spending Bill and the Stricken Language on Iran,» The Third Way, 25 de marzo de 2007.