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La falta de autoridad sólida junto a las pujantes milicias dejan al país norteafricano en una situación insostenible

Al borde de la desintegración en Libia

Fuentes: Noticias de Álava

Casi tres años han pasado desde la captura y muerte de Gadafi. El 20 de octubre de 2011 se puso fin a una dictadura que duró 42 años en Libia y, lejos de llegar la transición, el país norteafricano sigue inmerso en el caos. Vuelve a ser escenario de conflicto, si es que alguna vez […]

Casi tres años han pasado desde la captura y muerte de Gadafi. El 20 de octubre de 2011 se puso fin a una dictadura que duró 42 años en Libia y, lejos de llegar la transición, el país norteafricano sigue inmerso en el caos. Vuelve a ser escenario de conflicto, si es que alguna vez ha dejado de serlo desde las disputas en la denominada Primavera Árabe. Las milicias que lucharon juntas como parte de las llamadas Brigadas de la Revolución para derrocar a Gadafi se enfrentan ahora para conseguir el poder de un país sin una autoridad sólida. Los innumerables grupos armados tienen objetivos muy diferentes pero uno en común: el poder de Libia.

Las milicias tienen ideologías dispares, algunas son islamistas, otras secesionistas y las hay también liberales. Estos grupos se dividen también por las líneas étnicas y regionales. Son de diversa índole y han convertido a Libia en una guerra de todos contra todos, ya que durante la Primavera Árabe de 2011 se hicieron con numerosos almacenes de armas del dictador y ahora no quieren entregar ese material de guerra. Están al control de la seguridad de las ciudades, de las fronteras, de la gestión de los centros de detención y la protección de las instalaciones estratégicas del país.

El enfrentamiento entre los grupos provocó que la transición democrática y la reconstrucción de las instituciones del país tras el fin de la dictadura no se pudieran dar con normalidad. Las autoridades han reconocido en numerosas ocasiones su incapacidad para controlar la proliferación de armas, de crear un Ejército y una Policía eficientes o de integrar a las milicias en los aparatos de seguridad. La debilidad de los poderes del Estado, junto a las milicias ejerciendo presión en el país, y tras una guerra y décadas de régimen personalista, hacen que Libia, lejos de resurgir, se vea inmersa en el caos absoluto. Tras el asesinato de Gadafi, el Gobierno de transición concedió ayudas económicas a cada rebelde por su ayuda para derrocar el dictador, en vez de exigirles la entrega de armas.

La milicia islamista Ansar al Sharia afirmó haberse hecho con el control de la totalidad de la localidad libia de Benghazi y declaró un «emirato islámico» el pasado martes. Este grupo está catalogado por Washington como organización terrorista y fue acusada del asalto al consulado estadounidense en Benghazi en 2012 en el que cuatro norteamericanos murieron, incluido el embajador, Christopher Stevens.

Por otro lado, las milicias de Misrata lanzaron la operación Fayer (amanecer) para arrebatar el aeropuerto internacional de Trípoli que está bajo el control de grupos armados de la ciudad de Al Zintán desde la caída de Gadafi. La capital libia vive una creciente violencia y ninguna de las partes en conflicto es lo suficientemente fuerte como para lograr la victoria. La población civil es la perjudicada de esta situación con numerosos fallecidos y heridos, y se refleja también en la calidad de vida con cortes de agua y electricidad por largos periodos de tiempo.

El pasado domingo un misil alcanzó un tanque de combustible en medio de esta lucha entre milicias rebeldes y se desató un incendio que no han podido controlar todavía. La gran cantidad de combustible y de gas que alberga el almacén, que según responsables libios asciende a 90 millones de litros, podría causar una catástrofe humana y ecológica en caso de que el incendio no pueda ser controlado. El pasado 18 de julio, Libia advirtió al Consejo de Seguridad de la ONU que el país podría convertirse en un «estado fallido» si no recibía mayor ayuda para entrenar a las fuerzas de seguridad.

Estos han sido algunos de los detonantes que han evidenciado la situación de inestabilidad e inseguridad que vive Libia, y muchos son los países que han evacuado al personal diplomático y a sus ciudadanos nacionales. España, EEUU, Reino Unido, Francia, Egipto, Italia, Grecia, Argelia, Brasil, Canada, Holanda, entre otros, componen la lista de los países que han tomado medidas previsoras ante la alarmante situación.

España evacuó a 60 personas, 37 españoles -más diez familiares directos, nueve libios y un palestino- además de diez portugueses y tres polacos. Francia evacuó a 40 de sus ciudadanos en un barco que también acogió a siete ingleses. China pidió a sus nacionales que abandonen el país y a las empresas que tienen sede en Libia que evacuen a su personal.

La producción petrolera de Libia era de 500.000 barriles por día, pero ahora funcionarios del Ministerio de Petróleo se niegan a dar información actualizada sobre la productividad del país, que depende casi totalmente de las exportaciones petroleras para alimentar y emplear a sus más de seis millones de habitantes. Las milicias rivales han llenado el vacío del poder en Libia y dejan una ola de violencia en un país donde el gobierno central, las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad no han logrado asegurar el control desde el derrocamiento de Gadafi.

Fuente original: http://www.noticiasdealava.com/2014/08/03/mundo/al-borde-de-la-desintegracion-libia