El ataque del último jueves contra el campamento de Af-Urur, cerca de las serranías de Galgala, en la región semiautónoma Puntlandia, a unos 100 kilómetros de la norteña ciudad y principal puerto somalí de Bossaso, por parte de la milicia fundamentalista Harakat al-šabāb a-muŷahidīn (Movimiento de Jóvenes muyahidines) o simplemente al -Shabaab, el único […]
El ataque del último jueves contra el campamento de Af-Urur, cerca de las serranías de Galgala, en la región semiautónoma Puntlandia, a unos 100 kilómetros de la norteña ciudad y principal puerto somalí de Bossaso, por parte de la milicia fundamentalista Harakat al-šabāb a-muŷahidīn (Movimiento de Jóvenes muyahidines) o simplemente al -Shabaab, el único de los pocos grupos integristas que todavía no ha jurado fidelidad al Daesh y que continua bajo la órbita de al-Qaeda, tiene básicamente una lectura: desafiar abiertamente al presidente norteamericano Donald Trump y sus primeras disposiciones del respecto al terrorismo en Somalia.
Trump calificó a Somalia como «zona de hostilidades activas», lo que permite a los estrategas del Pentágono mayor autoridad para disponer ataques aéreos y ampliar el abanico de objetivo, reduciendo las restricciones de la fuerza aérea para prevenir bajas civiles.
Además de permitir, por primera vez desde 1994, que tropas norteamericanas despliegue un contingente de 500 militares para entrenar y equipar a los hombres de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM) unos 22 mil efectivos de Uganda, Burundi, Malawi, Nigeria y Kenia, que desde el 2007 combaten a la guerrilla integrista a quien las fuerzas de la AMISON obligaron a retirarse de la capital Mogadiscio y algunas otras ciudades del interior del país a un altísimo número de bajas, en agosto de 2011.
A principio de abril una decena de soldados de la 101ª división aérea de la base militar de Fort Campbell, en Kentucky, habían llegado a Somalia por pedido del nuevo presidente somalí Mohamed Abdullahi Farmaj, quien asumió en febrero último.
Durante años las acciones de al-Shabaab estuvieron circunscriptas al centro y sur del país, produciendo incluso ataques dentro de territorio keniata como los de 2013, contra el centro comercial Westgate en Nairobi en el que asesinó a 67 personas o el de abril de 2015 en la universidad de Garissa (en norte de Kenia), donde ejecutó a 148 estudiantes. Además de haber atacado bases militares, pequeños pueblos y transportes civiles en el interior de Kenia.
A partir de 2015, al-Shabaab volvió a producir frecuentes y sangrientos atentados en Mogadiscio principalmente contra hoteles internacionales y edificios oficiales.
El último gran ataque en la capital se produjo el 7 de abril pasado contra la columna de vehículos que escoltaban al entonces recién designado jefe del ejército el general, Mohamed Ahmed Jimale, que a pesar de resultar ileso, el ataque produjo 15 hombres de la guardia de Jimale muertos.
En enero pasado al-Shabaab asesinó decenas de soldados kenianos en un ataque contra la base de Kulbiyow, en la frontera entre Kenia y Somalia, a más de 1500 kilómetros del ataque del jueves, lo que habla expresamente de la capacidad táctica de despliegue de la organización wahabita ya que se produjo en el norte del país, un frente desactivado desde hace años, a casi mil kilómetros de la capital y a los 1500 de la frontera sur, donde se entiende al-Shabaab cuenta con áreas de seguridad.
No menos de 150 muyahidines participaron de ataque que se produjo a horas de la mañana, causando al ejército somalí unos 60 muertos y cerca de cuarenta heridos. Según algunos sobrevivientes, los terroristas ingresaron al campamento desde tres puntos diferentes, vistiendo uniforme muy similar al de los militares al grito de Allah akbar (Alá es grande), disparado con fusiles ligeros contra los soldados de la guarnición. Los testigos mencionan que algunos de los atacantes vestían chalecos explosivos, lo que produjo la desbanda entre la tropa local. Las bajas no solo son militares, sino también algunos civiles, incluso tres mujeres que cocinaban para la tropa del campamento Af-Urur, las que fueron decapitadas. Af Urur ha sido tomado reiteradas veces en años anteriores por la guerrilla integrista pero desde 2009 que no se registraba un ataque semejante en el norte del país.
Al-Shabaab mantuvo la base conquistada durante varias horas y recién se retiraron, cuando los refuerzos del ejército comenzaron a llegar a la zona, llevándose una gran cantidad de armas, municiónese e insumos sanitarios, además de una docena de vehículos militares.
Todos los frentes, un frente
La embestida de al-Shabaab, no sorprende ni por su violencia, ni por el despliegue, aunque si por donde se ha dado, ya que los terroristas no operan desde hace años en las dos regiones pretendidamente autónomas, Puntlandia y Somaliland.
Ambas regiones, aunque no son reconocidas por ninguna organización internacional, se administran con independencia del poder central en Mogadiscio, y son la clara expresión de la disolución del país en guerra civil incesante desde 1991.
Al-Shabaab, un desprendimiento en 2007 de la Unión de Tribunales Islámicos (UTI), recluta milicianos incluso en los barrios cristianos más pobres de Nairobi, a los que se les ofrece una paga mensual superior a la de cualquier trabajo medio, entrenamiento, armamento y una conversión rápida al Islam. Esta banda integrista, como en otros muchos países, también se han convertido en una rápida salida del desempleo.
Tanto el Daesh, como al-Qaeda, han llamado a sus seguidores a realizar ataques y atentados durante Ramadán, el mes sagrado del islam, por lo que este ataque junto a la seguidilla de atentados producidos en estas últimas semanas pueden ser atribuidos a este pedido, aunque en el caso de Somalia, no habría que descartar de ninguna manera, tal cual pasa también en Marawi (Filipinas), la posibilidad de haber recibido refuerzos provenientes de Irak y Siria, frentes que están siendo duramente castigados por los diferentes núcleos militares que los combaten particularmente en Mosul (Irak) y Rakka (Siria).
El nuevo presidente somalí, Mohamed Abdullahi Farmajo, tras el ataque del jueves confirmó que fuerzas de la UMISOM, junto al ejercito de su país, y se entiende que la aviación norteamericana, atacaron este último domingo la base de Tora-torow, un centro de entrenamiento terrorista en la región meridional de Lower Shabelle. El ataque aéreo fue la conclusión de una operación terrestre encarada por los somalíes y los hombres de la alianza africana.
Las acciones desafiantes del terrorismo fundamentalista que se registra en todos los países donde actúa puede ser un indicativo de su agotamiento, incluso la crisis entre Arabia Saudita y Qatar puede ser muestra de ese cansancio, pero no cabe duda que si bien en algunos lugares puedan estar replegándose y parecer agotados, las virulencias de sus ataques se prolongarán por mucho tiempo, generando más víctimas y más terror en Europa, África y Asía, desafiando como lo hace al-Shabaab en Somalia sin ningún temor a Donald Trump.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.