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A propósito de un artículo de Josep Ferrer Llop

Algunas de las cosas que la izquierda transformadora no debería defender

Fuentes: Rebelión

Josep Ferrer Llop -ingeniero industrial, catedrático de matemática aplicada, ex rector de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), militante de EUiA si no ando errado- publicó a finales de julio en sin permiso un artículo que lleva por título «De nuevo, sobre la izquierda ante la posible secesión de Cataluña.» [1]. JFLl manifiesta en su […]

Josep Ferrer Llop -ingeniero industrial, catedrático de matemática aplicada, ex rector de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), militante de EUiA si no ando errado- publicó a finales de julio en sin permiso un artículo que lleva por título «De nuevo, sobre la izquierda ante la posible secesión de Cataluña.» [1].

JFLl manifiesta en su escrito tesis del siguiente tenor:

1. De ningún modo puede decirse que el independentismo catalán es «cosa de derechas» señala. «Su bandera es izada ahora por una mayoría social formada por pequeños y medianos empresarios, clases medias, profesionales, payesía, asalariados, etc, encuadrados en buena parte en partidos como ERC, ICV-EUiA, y CUP. Y sobre todo en organizaciones transversales capaces de movilizaciones como el concierto del 29-VI en el Camp Nou o la cadena humana anunciada para el 11-IX». El carácter transversal del Omnium y ANC es más que dudoso; la presencia destacada de trabajadores en estas movilizaciones nacionalistas y esa mayoría social más que discutible (o cuanto menos muy matizable); la hegemonía cultural burguesa-neoliberal en el proceso es de libro introductorio. No hay apenas un sólo valor de izquierdas en las proclamas y vindicaciones apuntadas (sobre todo, cuando no se habla para la galería, en o para el ágora, para quedar bien, cortés y decoroso, y se intenta convencer, con todas las argucias en la mano, a los indecisos u opositores).

2. De este modo, asegura JFLl, se desmonta uno de los argumentos favoritos de cierta izquierda para simplificar «el mapa político: el nacionalismo es de derechas, mientras que la izquierda es internacionalista». Se aducía, prosigue el ex rector, «una larga tradición desde la Liga Regionalista hasta Jordi Pujol, mientras se olvidaba una tradición paralela de izquierda catalanista, así como que la izquierda internacional ha defendido sistemáticamente el derecho de autodeterminación». No existe esa izquierda simplificadora e idiota, es una ensoñación, un muñeco de trapo creado por JFLl a su gusto y conveniencia. Para golpear mejor.

La izquierda transformadora, como JFLl sabe muy bien y debería recordar, siempre ha señalado dos cosas -no una- al mismo tiempo (y sin contradicción) sobre esta temática: derecho de autodeterminación de todos los pueblos de Sefarad (incluyendo, claro está, en el ejercicio de ese derecho la independencia) y unidad libre y fraternal de todos esos pueblos.

Y el asunto, hoy, cuanto menos en Cataluña, va de otra temática, no de autodeterminación y unidad libre de pueblos, sino de independencia de España y dependencia de la UE neoliberal, cosa muy distinta.

3. El simplismo, añade JFLl, el simplismo por él inventado me permito insistir, es insostenible. «Es cierto que pervive una significativa franja anti-secesionista en las áreas metropolitanas, formada en buena parte por clase obrera descendiente de inmigrantes, con grandes vínculos emocionales y solidarios con el resto de la Península». Pero, prosigue, «también es cierta su perplejidad por verse en este tema más cerca del PP y de la oligarquía, que de sus tradicionales compañeros de lucha política». Este paso, sinceramente, es una infamia, una infamia política que descalifica prácticamente toda la aproximación. ¡Esto sí que es simplificar las cosas, añadiendo de paso (y a escondidas) el presupuesto, étnico-identitario, que todos los trabajadores de apellidos catalanes o con presencia en el país tras varias generaciones familiares (¿dos, tres, cuatro, desde el siglo XIX?), esos compañeros de lucha a los que hace referencia, están a favor de la independencia! Esto último, además de ser falso, hay numerosos ejemplos que, afortunadamente, refutan la afirmación, sí que es reducir la complejidad a conveniencia (equivale a identificar, si se me permite el ejemplo, la problemática de la cardinalidad transfinita del continuo con las aporías teológico-matemáticas de Nicolas de Oresme en torno a los atributos de Dios).

(Señalo entre paréntesis un punto sin duda evidente para cualquier ciudadano o ciudadana de izquierdas pero que conviene remarcar: para nosotros, para esos trabajadores con «grandes vínculos emocionales y solidarios con el resto de la Península» -JFLl incluye a Portugal, al hablar de la Península, para evitar usa el término «España», palabra maldita, absolutamente maldita en determinados ámbitos-, para nosotros, decía, para esos «trabajadores vinculados», es todo un honor (no un privilegio ni un mérito especial, nada de eso) pertenecer de forma activa al mismo país de países, naciones o nacionalidades, como prefiera decirse, al que también pertenecieron García Lorca, Miguel Hernández, Daniel Niebla, Amador Rey, Dolores Ibárruri, Rafael Alberti, Txiki, Otaegui, Gabriel Aresti, Durruti, Castelao, López Raimundo, Salvador Puig Antich, Montserrat Roig, Salvador Espriu o Julián Grimau, y no acabamos de ver que sea una finalidad razonable de una izquierda que no haya perdido el norte construir un nuevo Estado (esencialmente neoliberal además) en nuestras almas, organizaciones o países para separarnos y diferenciarnos de compañeros y maestros de todos nosotros como Diego Cañamero, Manuel Cañada, Sánchez Gordillo, Julio Anguita, Óscar Carpintero, Javier Aguilera, Otegui, Beiras, Daniel Salgado, Àngel Duarte Montserrat o Jorge Riechmann. Tampoco, pensamos, debería serlo para una persona de izquierdas como Josep Ferrer Llop. ¿Desde cuándo un objetivo de estas características ha sido una finalidad de la izquierda transformadora digna de ese nombre? Suponiendo aunque no admitiendo que la «izquierda catalana», «los trabajadores catalanes» ganaran con la «separación», con la «independencia», cosa que está años-luz de ser probada, demostrada o argumentada, ¿no nos deberían importar los trabajadores de Andalucía o Galicia, esos países hermanos de cuyos niños y su forma de hablar castellano se rió en sede parlamentaria el actual president de la Generalitat?).

4. La perplejidad, asegura JFLl, afecta asimismo a buena parte de la izquierda más allá del Ebro. «Cómoda antes en la crítica a las pretensiones de Jordi Pujol, pero intentando ahora marcar distancias con el furioso unionismo del PP, y sobre todo con el de la monarquía, el ejército, la iglesia, la gran patronal, etc. Le cuesta entender que cuando el catalanismo ha radicalizado sus objetivos, resulta que ha virado hacia la izquierda». Esa izquierda, JFLl también debería saberlo, ha marcado claras distancias con el furioso unionismo del PP, que esa misma izquierda por cierto nunca ha defendido. Nunca. Lo de que el catalanismo, al radicalizarse idenditariamente, ha virado usualmente hacia la izquierda, casi un non sense, es simplemente un disparate político-histórico. Humo, pensamiento desiderativo en la mejor de las hipótesis, nada de nada. Lo contrario, si me apuran, es más verdadero.

No hace falta continuar.

El artículo en mi opinión está lleno de sugerencias, afirmaciones y argumentos precipitados, de todo aquello que la izquierda transformadora internacionalista (no digo cosmopolita) y no nacionalista, ejes esenciales de su identidad, no debería defender. Un escrito, en definitiva, impropio de su autor, cuyo papel y trabajo en la dirección de la UPC sigue siendo una referencia indiscutible, una aportación de la izquierda a la gestión y dirección de los asuntos públicos.

PS. Por si fuera necesario, dos breves apuntes para ver lo que se está ventilando realmente en Cataluña en estos momentos.

Interpelado por su filiación o preferencia sobre una supuesta secesión de Cataluña, don Mas-Colell, un ex cuadro de la izquierda universitaria, ha puntualizado recientemente que él es «soberanista» pero que no le gusta utilizar «la palabra independentista». Lo ha justificado así: «Estoy dispuesto a ceder mucha soberanía a Bruselas, mucha, más de la que estoy dispuesto a ceder, en estos momentos, a Madrid. […] Conozco a Europa muy bien y sé que respetan la diversidad. […] Mi identidad, mi manera de ser, el ser catalán no estará nunca en cuestión, pero no puedo decir lo mismo del Gobierno español» [2].

¿Está claro? ¡Sé que la Europa actual respeta la diversidad! El axioma señalado -España, no; UE neoliberal, sí- está en el alma de muchos soberanistas o independentistas catalanes. Decidir es decidir sobre su relación con «España», no sobre la permanencia en la Unión Europa neoliberal ni en el euro. De hecho, don Mas-Colell, lo ha manifestado abiertamente en varias ocasiones, es un firme partidario del desmantelamiento y derribo de nuestro demediado estado de bienestar, alma gemela por tanto de la actual dirección político-económica europea.

El segundo apunte es histórico:

«Diversos hechos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las colonias perdidas, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestra propaganda dirigida a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura.»

¿El autor? Efectivamente, don Francesc Cambó [3], el mismo que apoyó el golpe militar de 1936 y tiene una estatua a él dedicada en Via Laietana, al lado de la Caixa, y una avenida que lleva su nombre a 200 metros, al lado de la Catedral barcelonesa. ¿A qué don Francesc lo tenía clarito?

Notas:

[1] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6191

[2] http://www.vozbcn.com/2013/07/22/142042/generalidad-facturas-gobierno-2000/#.UfIO2809RPB.facebook

[3] Memorias, 1876-1936, Alianza Editorial.

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)

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