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Guinea Bissau

Alto riesgo de guerra civil

Fuentes: IPS

La tensa calma que impera en Guinea-Bissau podría ser el preanuncio de un nuevo conflicto armado en ese país de África occidental, martirizado por una violencia crónica desde que estalló la guerra de independencia contra Portugal hace casi medio siglo. Esta opinión es compartida en Lisboa y en Bissau por analistas guineanos y portugueses especializados […]

La tensa calma que impera en Guinea-Bissau podría ser el preanuncio de un nuevo conflicto armado en ese país de África occidental, martirizado por una violencia crónica desde que estalló la guerra de independencia contra Portugal hace casi medio siglo.

Esta opinión es compartida en Lisboa y en Bissau por analistas guineanos y portugueses especializados en las antiguas «provincias de ultramar luso-africanas», tras el atentado el pasado jueves contra el comodoro Lamine Sanhá, ex comandante en jefe de la Armada, quien falleció dos días después, desatándose una violencia generalizada.

Tras la confirmación de la muerte del comodoro, grupos numerosos de jóvenes se manifestaron en las calles el sábado, domingo y el lunes, asaltando y destruyendo una casa en Bissau en construcción del presidente João Bernardo Vieira y la sede del Partido Popular, liderado por Ibraima Sow, consejero del primer mandatario.

Hasta ahora, la acción policial represiva a la protesta se ha saldado con un muerto y dos heridos entre los manifestantes, según el balance realizado este martes por la corresponsalía en Bissau de la agencia de noticias portuguesa Lusa.

Según los voceros de las organizaciones de derechos humanos y de la sociedad civil guineanas, citados también este martes por el matutino Publico, de Lisboa, estos acontecimientos son el lado visible del «caos que se vive hace unos meses en el país» y refleja «la acumulación de tensiones entre los intereses políticos y las cúpulas militares».

El comodoro Sanhá fue uno de los más cercanos colaboradores del brigadier general Ansumané Mané, que en 1999 derrocó al entonces presidente Vieira, quien pasó luego seis años de exilio en Portugal para volver al gobierno a través de las urnas en 2005.

Fernando Ká, presidente de la Asociación Guineana de Solidaridad Social (AGSS), dijo a IPS que este nuevo registro de violencia demuestra que «Guinea-Bissau es un país de gran inestabilidad, que ya perdió totalmente la confianza de la comunidad internacional y, peor aún, la de los propios guineanos».

«De aquí a poco, estallará una nueva guerra civil y esta vez se deberá al estado de desesperación en que vive nuestro pueblo», sentenció este abogado de doble nacionalidad guineana y portuguesa, lo cual le permitió ser elegido diputado del Partido Socialista luso a comienzos de la década pasada.

En el balance de los últimos 45 años, desde el inicio de la lucha contra el ejército colonial portugués, la violencia siempre ocupó un lugar destacado en este pequeño país de 1,2 millones de habitantes, vecino de Senegal y que el Banco Mundial ubica entre los 10 estados de peor calidad de vida del planeta, junto a Chad, Etiopía, Ruanda, Níger, Madagascar, Bangladesh, Burundi, Laos y Pakistán.

El estigma de la incompetencia, la corrupción y la pobreza extrema acompañan la bitácora de la violencia, que en el último lustro registra en 2001 el asesinato de Mané, el derrocamiento en 2003 del presidente autocrático Kumba Ialá y la ejecución sumaria en 2004 del comandante en jefe del ejercito, general Verissimo Correia de Seabra.

«Lo que ocurre hoy en mi país, es un pésimo augurio, porque los propios guineanos, hablo de todo un pueblo, no confía en los militares ni en el gobierno y en el poder judicial y el presidente (Vieira) no tiene absolutamente ninguna credibilidad», añadió Ká.

«Vieira gobernó el país como si él fuese el único ciudadano de Guinea-Bissau», desde que asumió el poder en forma dictatorial en 1980, cuando derrocó al entonces presidente Luís Cabral, y luego al vencer las primeras elecciones libres en 1991 hasta ser derrocado por Mané ocho años después, apuntó el presidente de la AGSS.

Ahora «las personas que le apoyaron para volver al poder, no están allí para dirigir, sino para acomodarse, para servirse del país y para planificar lo que harán cuando salgan del gobierno, mientras por su parte los militares sólo viven del chantaje del golpe de Estado cuando necesitan dinero», acotó Ká.

Todo esto significa «pagar una elevada factura de falta de credibilidad ante la comunidad internacional, que sabe que en Guinea-Bissau no existe la democracia, porque militares y gobernantes abusan del poder», expresó.

Según Ká, las perspectivas futuras «sólo podrán mejorar apelando al regreso a Guinea-Bissau de cuadros técnicos, científicos y culturales residentes en el extranjero, con capacidad para un verdadero relanzamiento del Estado».

Las aprehensiones de Ká son compartidas por Ana Dias Cordeiro, una de las más destacadas analistas locales, que en la edición de este martes del diario Público señala que «la instabilidad regresa a Guinea-Bissau», país donde «existe el recelo de una nueva guerra civil».

Luis Vaz Martins presidente de la Liga Guineana de Derechos Humanos, comentó al citado periódico que «el clima de miedo es total, la inseguridad se generalizó» y, tras la muerte de un oficial aliado de Mané, «no se sabe quién será la próxima víctima».

La opinión de Martins es coincidente con la de Jamel Handem, secretario ejecutivo de la Plataforma de las Organizaciones No Gubernamentales, al declarar a corresponsales portugueses en esa ex colonia, que Guinea-Bissau vive una «situación muy peligrosa» y existe «un gran recelo de una nueva guerra civil».

Las primeras repercusiones internacionales ya se comenzaron a registrar, con sendos mensajes enviados a Bissau por el flamante secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, y por el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco e Silva.

Ban pidió al gobierno y a los líderes políticos guineanos una «máxima contención» y les exhortó a que se concentren en el desarrollo y la reconciliación, luego de la tensión generada por el asesinato del ex jefe de la Armada.

En términos similares, Cavaco Silva hizo este martes un llamamiento para que «el diálogo se imponga definitivamente» en Guinea-Bissau como «la única vía» para el desarrollo social y económico del país. Empero, hasta ahora ha sido uno de los pocos periodos de escasa violencia extrema el que va de 1974 a 1980, cuando gobernó Luis Cabral, hermano del «padre de la nación» Amilcar Cabral, asesinado en Conakry en 1973 por comandos portugueses.

Pese a que ambos fueron presidentes de regimenes de partido único, al contrario de la llamada «dictablanda» de Cabral, el régimen de Vieira tuvo el cuño de una férrea dictadura de poder absoluto personal, caracterizado por fusilamientos sumarios, nepotismo y corrupción generalizada que permitió a los dirigentes amasar fortunas considerables.

Para que esto no siga ocurriendo y para colocar a Guinea-Bissau en el camino del progreso, será necesaria una gran comprensión, en particular de Portugal, principal donante extranjero, y en general de la Unión Europea, opinó el presidente de la AGSS.

Ká estima que sólo con una actitud firme de los donantes será posible «impedir que la ayuda al desarrollo vaya directo a un saco roto, es decir, a las manos de los miembros del gobierno, de muchos miembros del parlamento y de los militares».