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Amenaza de una nueva guerra civil tras las elecciones en Costa de Marfil

Fuentes: World Socialist Web Site

Traducido del inglés para rebelión por Beatriz Morales Bastos


El país de África Occidental Costa de Marfil continúa sin un gobierno funcional después de que los dos aspirantes en las elecciones del pasado noviembre clamaran victoria. El actual presidente Laurent Gbagbo, que está respaldado por el ejército, se ha negado a ceder el poder a su rival, Alassane Outtara.

Cada vez hay más tensión en la antigua colonia francesa que permanece bajo toque de queda. Los mercados y tiendas se están quedando sin suministros esenciales de comida y carburante. Ya han muerto varias personas en estallidos esporádicos de violencia. Se habla de una «ruandización» de Costa de Marfil si continúa esta situación de enfrentamiento y el país cae en una guerra civil como ocurrió en 2002.

Cualquier deterioro de la situación en Costa de Marfil tendría graves implicaciones para la región. Sierra Leona y Nigeria acaban de pasar recientemente por guerras civiles y por la intervención militar occidental. La vecina Guinea [Conakri] continúa en tensión a pesar de las recientes elecciones. Nigeria, el gigante económico de la región, tiene problemas profundamente arraigados en la región del Delta y en el Norte.

«África Occidental apenas está saliendo de este miasma de derramamiento de sangre. No queremos volver a esta situación», dijo un ayudante de Goodluck Jonathan, presidente de Nigeria.

The Financial Times ha pedido una solución para un problema africano, aunque de hecho Francia y otras potencias occidentales tienen una fuerte responsabilidad en la emergencia de la actual crisis y en la amenaza de futura violencia.

El Consejo de Seguridad de la ONU ha reconocido el derecho de Outtara a la presidencia. Rusia era reticente a suscribir a la resolución del Consejo de Seguridad porque se encuentra negociando acuerdos sobre el petróleo del litoral con Gbagbo, pero ahora se ha alineado con Estados Unidos y Francia, que han reconocido a Outtara. Es indudable que esta decisión refleja acuerdos entre bambalinas sobre la división de los considerables recursos naturales de Costa de Marfil.

Francia reafirmó brutalmente su control colonial sobre Costa de Marfil en 2004, cuando destruyó completamente las fuerzas aéreas del país y se hizo con el control del aeropuerto de Abidjan. Helicóteros franceses atacaron a multitud de personas que trataban de cruzar los puentes que llevan desde los distritos de la clase trabajadora de la capital hasta el aeropuerto. Cañoneras francesas tomaron posiciones bajo los puentes.

Estados Unidos y la ONU dieron al bienvenida a esta muestra descarnada de violencia imperialista. El Consejo de Seguridad aprobó una resolución que autorizaba retrospectivamente a Francia a utilizar «todos los medios necesarios» para reprimir a la población de Costa de Marfil.

Todavía hay 10.000 soldados extranjeros en Costa de Marfil bajo mandato de la ONU, además de los 900 soldados franceses bajo un comando aparte encargado de respaldar a las fuerzas de la ONU en caso de necesidad. Actualmente los soldados de la ONU protegen a Outtara y a su gobierno, que se han establecido en un hotel de Abidjan. Gbagbo mantiene el control del palacio presidencial con el apoyo del ejército de Costa de Marfil.

Presionada por Estados Unidos, la Unión Africana ha suspendido a Costa de Marfil su condición de miembro y se ha negado a reconocer a Gbagbo. La Comunidad Económica de Estados del África Occidental (ECOWAS en sus siglas en inglés) ha hecho lo mismo. Es posible que la ECOWAS imponga sanciones si Gbagbo no renuncia. El presidente Obama ha escrito a Gbagbo insinuando sanciones. El Fondo Monetario Internacional ha reconocido a Outtara como presidente y se ha negado a conceder más ayuda al país hasta que se vaya Gbagbo.

Outtara fue vice-director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y estudió economía en Estados Unidos. Su identificación con las políticas de libre mercado del FMI lo convierten en el candidato ideal para los intereses occidentales. Bajo un programa de ajuste estructural del FMI Costa de Marfil ha privatizado empresas públicas y cortado los subsidios sociales. Se han privatizado las telecomunicaciones, el transporte y el suministro de electricidad y agua. Para principios de 2009 se calculaba que más de la mitad de la población vivía con menos de un euro o un poco más de un dólar al día. El 60% de la población del campo se califica de pobre, lo que supone un rápido aumento [de la pobreza] desde que se impusieron las medidas del FMI. La esperanza de vida es de sólo 56 años.

Gbagbo ha participado en la implementación de estas políticas. Al ser dirigente sindical mantiene estrechas relaciones con Lionel Jospin y el Partido Socialista Francés. Cuando excluyó a Outtara en las anteriores elecciones, el gobierno francés reconoció a pesar del todo su derecho a permanecer en el poder.

Durante varias décadas después de la independencia en 1960 Costa de Marfil fue relativamente próspera para los parámetros de la región y tenía unas infraestructuras comparativamente bien desarrolladas. Con la imposición de las medidas del FMI y el colapso del precio de las materias primas todo esto cambió. La elite de Costa de Marfil empezó a explotar las divisiones étnicas e internas al tiempo que se encarnizaba la competencia por los cada vez menores ingresos públicos.

Estos conflictos étnicos e internos son el legado del colonialismo francés. Francia creó una Costa de Marfil independiente a partir de la más amplia colonia del África Occidental Francesa. Era un país predominantemente cristiano con una próspera industria de cacao. Los ciudadanos de los más pobres Estados musulmanes vecinos tenían pocas posibilidades aparte de emigrar a Costa de Marfil en busca de trabajo, donde se vieron sometidos a la discriminación y a un estatus de segunda clase.

Gbagbo ha fomentado la hostilidad étinca y religiosa hacia Outtara, que es un musulmán del norte del país. Afirma de Outtara no es realmente de Costa de Marfil y no tiene derecho a presentarse a las elecciones. Ha sugerido que el presidente Abdoulaye Wade de Senegal financió la campaña de Outtara en las pasadas elecciones, lo que suscita el temor a una dominación musulmana.

Desde 2007 el país se ha dividido a lo largo de una línea de paz que separa el norte del sur, y que está controlada por fuerzas de la ONU. El objetivo de las elecciones, que fueron financiadas por la ONU y la Unión Europea, fue reunificar al país, permitiendo así un acceso más eficaz a los recursos del país. Es el mayor productor de cacao del mundo y el tercer productor de café. Tiene, además, minerales y madera.

Gbagbo está presionando por un gobierno en el que se reparta el poder, lo que le permitiría permacer en el poder con algunos ministros del norte en posiciones subalternas. Pero Estados Unidos y Europa no están dispuestos a tolerar este esquema debido a su experiencia en Zimbabwe y Kenia, donde el reparto de poder ha demostrado no ser satisfactorio y no ha proporcionado un medio seguro en el que las compañías extranjeras puedan operar de forma rentable.

La situación que existe en Costa de Marfil y que es cada vez más evidente en todo el continente africano es una prueba de la incapacidad del capitalismo para crear las condiciones para un desarrollo pacífico en el mundo semicolonial. Incluso cuando se expandía el comercio global, se fue empobreciendo vez más profundamente a África. Tras la crisis financiera mundial se ha dejado al continente en una posición aún más vulnerable a medida que se agudiza la competencia por los recursos naturales.

Fuente: http://www.wsws.org/articles/2010/dec2010/ivor-d13.shtml