La mayoría de las detenciones se efectúan sin orden judicial y entre un tercio y la mitad de los detenidos son subsaharianos
Amnistía Internacional (AI) ha reclamado a las nuevas autoridades libias que pongan fin, «de raíz», a las detenciones arbitrarias y a los generalizados a los prisioneros, como palizas, malos tratos e incluso torturas.
En un documento publicado este miércoles, AI pone al descubierto la práctica recurrente de palizas y malos tratos contra presuntos seguidores, soldados y mercenarios del derrocado líder Muamar Gadafi capturados en el oeste de Libia. En algunos casos, según la organización, existen indicios claros del uso de tortura para obtener confesiones o como medida de castigo.
«Sin una acción contundente e inmediata, existe el peligro real de que algunas prácticas habituales del pasado se reproduzcan», manifestó la directora adjunta del Programa de Amnistía Internacional para Oriente Medio y Norte de África, Hassiba Hadj Sahraoui. «La detención arbitraria y la tortura eran sellos distintivos del régimen del coronel Gadafi», recordó.
«Somos conscientes de que el gobierno de transición se enfrenta a numerosos problemas, pero si no establece ahora una ruptura clara con el pasado, el mensaje que estará emitiendo en la práctica es que en la nueva Libia se tolera ese trato a los detenidos», advirtió.
Desde finales de agosto, según el informe, las milicias armadas han detenido y puesto bajo custodia a no menos de 2.500 personas en Trípoli y Zawiya. Según AI, en casi todos los casos se había detenido a la persona sin una orden judicial, y en la mayoría sin la intervención de la Fiscalía General. Los detenidos fueron recluidos bajo la custodia de las autoridades locales –civiles o militares– o de las milicias armadas, fuera de la supervisión del Ministerio de Justicia.
Entre agosto y septiembre, Amnistía Internacional entrevistó a unos 300 reclusos. «A ninguno le habían mostrado una orden de detención y muchos de ellos en realidad habían sido secuestrados de su casa por captores no identificados que llevaban a cabo registros en busca de presuntos combatientes o seguidores de Gadafi», indicó AI a partir de estos tesimonios.
Aparte, al menos dos guardias de distintos centros de detención reconocieron a Amnistía Internacional que habían golpeado a detenidos para tardar menos en obtener su «confesión», prosiguió. Al parecer, según la organización, las palizas y torturas a prisioneros se infligen sobre todo al principio de la detención, a modo de «bienvenida».
Los delegados de AI encontraron en el suelo de un centro de detención un palo, cuerda y una manguera de goma que, por sus características, podía servir para golpear a los detenidos, también en las plantas de los pies (técnica de tortura denominada ‘falaqa’). Asimismo, en un centro oyeron gritos y el sonido de latigazos procedentes en una celda cercana.
El informe indica también que todas las actuaciones judiciales están suspendidas en el oeste de Libia desde que el Consejo tomó el control de la zona. Asismismo, continúan paralizadas en el este del país, que se encuentra en poder del CNT desde febrero.
SUBSAHARIANOS
Aparte, destaca el informe, entre un tercio y la mitad de los detenidos eran africanos subsaharianos sospechosos de ser mercenarios. Algunos fueron liberados después de que no se encontraran pruebas que los vinculasen a los combates.
Un ciudadano de Níger, que había sido presentado a Amnistía Internacional como «mercenario y asesino», se derrumbó y explicó que había «confesado» después de recibir palizas casi constantes durante dos días. Negó haber participado en los enfrentamientos.
También corren especial peligro los libios de piel negra, sobre todo los de la región de Tawargha, que las fuerzas de Gadafi utilizaron como base en sus intentos de recuperar el control de Misrata, según el documento. «Decenas de habitantes de esta región han sido secuestrados de sus hogares, de puestos de control y hasta de hospitales», denunció AI.
La organización averiguó también que se había recluido a menores de edad junto a personas adultas y que mujeres detenidas habían sido sometidas a registros por guardias varones.
Un joven chadiano de 17 años acusado de violación y de ser mercenario contó a Amnistía Internacional que unos hombres armados lo habían secuestrado de su casa en agosto y recluido en una escuela, donde le habían dado puñetazos y golpeado con palos, cinturones, fusiles y cables de caucho. «Las palizas eran tan intensas que acabé diciendo lo que querían oír. Les dije que había violado a mujeres y matado a libios», explicó.