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Annobón, la isla que el dictador Obiang Nguema ha convertido en un infierno

Fuentes: Ctxt

Al menos 42 ciudadanos de este pequeño islote han sido encarcelados tras las protestas contra los daños medioambientales causados por una empresa minera vinculada a la familia del presidente de Guinea Ecuatorial.

La violencia con tintes étnicos sigue cobrándose decenas de vidas y cientos de desaparecidos en la excolonia española de Guinea Ecuatorial. La corrupta dictadura que dirige Teodoro Obiang Nguema desde hace 45 años ha profundizado una suerte de jerarquía racial establecida en la época colonial donde la mayoría fang del territorio continental del país domina a los bubis de la isla de Bioko y a otros grupos minoritarios. Los annoboneses, la etnia asentada en la minúscula isla de Annobón próxima a São Tomé y Príncipe, descendientes de esclavos angoleños, apenas son considerados seres humanos por el Gobierno de Malabo. La mano de hierro del régimen se ha posado innumerables veces en los 5.000 habitantes de la isla. La última, el pasado verano, cuando varios cientos de ciudadanos, cansados de sufrir las consecuencias lacerantes de las explosiones que una empresa minera realiza en torno al pico Quioveo, decidieron enviar un escrito de protesta a las autoridades exigiendo la paralización de las obras. La respuesta de Obiang Nguema no se hizo esperar. Tras años de hostigamiento a los annoboneses por renegar de su nacionalidad ecuatoguineana y de la herencia poscolonial que dejaron los españoles, el cleptocrático régimen desencadenó una represión brutal destinada a eliminar o detener a quienes considera sus enemigos. Militarizó la isla para arrestar a todos los firmantes de la petición, cortó o restringió servicios como el agua, la luz e internet y ordenó perseguir a los que, huyendo de esta situación, lograron refugiarse en los suburbios de Malabo, la capital, y de Bata, la ciudad más poblada del país. En el momento de escribir este artículo, hay 42 personas detenidas.

Las propias autoridades han admitido que todos ellos han sido enviados a la prisión capitalina de Black Beach, uno de los centros de reclusión más pavorosos de África, pero han negado tajantemente que estén vulnerando los derechos humanos. Consideran que los delitos que les imputan, entre ellos el de rebelión, son gravísimos. Human Rights Watch no piensa lo mismo: “Condenamos la brutal represión de las protestas pacíficas de Annobón y el bloqueo de las comunicaciones impuesto por el régimen de Guinea Ecuatorial. Pedimos la liberación de todos los ciudadanos detenidos arbitrariamente (…) y subrayamos la necesidad urgente de una intervención para proteger los derechos humanos en Annobón”. La organización humanitaria también destaca que estas acciones del régimen de Obiang “no solo violan los derechos fundamentales de los annoboneses, sino que forman parte de un patrón más amplio de represión y control en Guinea Ecuatorial”.

Aitor Martínez, que formó parte del equipo de abogados que defendió a Julian Assange, acaba de interponer una denuncia ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU para que inste a las autoridades ecuatoguineanas “a poner en libertad a los detenidos de manera inmediata y a que tramiten los permisos necesarios para que los relatores contra la tortura puedan visitar la prisión donde han sido confinados”, explica en conversación con CTXT. Por si esto fuera poco, Martínez añade que los dos habeas corpus que han presentado para asistir a los arrestados, uno el pasado 29 de julio y otro el 31 de julio, “jamás fueron tramitados, ni mucho menos resueltos”. Los 42 annoboneses fueron enviados a prisión provisional como escarmiento a su desafío mediante un auto de siete páginas “carente de garantías jurídicas”, señala el letrado español.

La isla de Annobón, de apenas 17 kilómetros cuadrados de superficie, está situada en un lugar estratégico en medio del golfo de Guinea. Durante la época colonial estuvo bajo el dominio de diversas potencias. Hasta 1770 fue utilizada por los portugueses como lugar ideal para el tráfico de esclavos procedentes de Angola. Tras la firma del Tratado de El Pardo con España, en 1778, entró en el lote, junto a la isla de Fernando Poo –la actual Bioko– que Portugal cedió a cambio de territorios en Brasil y Uruguay. Finalmente, tras proclamar Guinea Ecuatorial su independencia de España el 12 de octubre de 1968, se incluyó en el nuevo Estado a Annobón, un territorio desconectado y sin vínculos con ese país. Los 670 kilómetros que la separan de Malabo y los tres días de navegación que se requieren para llegar al continente resultaron decisivos. Sin embargo, pese a tener características étnicas, culturales y lingüísticas propias, los annoboneses jamás gozaron de autonomía para su organización. Al contrario.

La suerte que han corrido bajo la corrupta y sangrienta dictadura, primero de Francisco Macías y luego de Teodoro Obiang, ha sido catastrófica. En los años setenta sufrieron una epidemia de cólera que diezmó la población y, una década después, la isla fue convertida en vertedero internacional de sustancias tóxicas que reportó a la oligarquía familiar en el poder cuantiosos beneficios económicos. “La administración de Obiang firmó contratos muy suculentos con empresas británicas y estadounidenses para llenar la isla de residuos, algunos calificados de ‘altamente peligrosos’ por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como el cloruro de etilo y otras ‘sustancias químicas de laboratorio desconocidas’, tal y como ha sido ampliamente reportado en la prensa”, afirma, desde su exilio en Madrid, Orlando Castrejana Lagar, elegido primer ministro de Annobón en julio de 2022, después de que el grupo secesionista Ambô Legadu proclamara la independencia de la isla de forma unilateral. “Durante décadas solicitamos a Malabo mayores cotas de autonomía para organizarnos según nuestras costumbres y en nuestra lengua, el fá d’Ambô, el idioma criollo portugués que trajeron los esclavos angoleños en el siglo XV y que es el que hablamos. Nunca recibimos una respuesta, por desprecio más que por otra cosa. Así que en 2022 decidimos informar al Gobierno portugués, al español y al francés de que proclamaríamos nuestra independencia de manera unilateral. Annobón nunca fue y nunca será Guinea Ecuatorial, que es un invento colonial”, sentencia Castrejana Lagar.

Y en un país donde el presidente asegura tener inmunidad para matar porque mantiene contacto directo con Dios, la represión en Annobón ha alcanzado cotas impensables. Los informes de organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o el relator especial de la ONU no dejan lugar a dudas: las violaciones de los derechos humanos son continuas y abarcan desde ejecuciones sumarias y detenciones arbitrarias a torturas sistemáticas y desapariciones de opositores al régimen. En 2013 se reformó el aeropuerto, que hasta entonces tenía una pista demasiado corta, pero la mayoría de los habitantes sólo pueden salir de la isla en un ferry semanal rumbo a Malabo o en un barco cargado de mercancías que parte una vez al mes. Mientras tanto, se limitan a sobrevivir en un territorio convertido en vertedero. “El último episodio de los atropellos sufridos es el que ha conllevado nuestra denuncia contra la empresa SOMAGEC por dinamitar la montaña en busca de minerales. Comenzaron en 2008 y nos está matando”, añade Castrejana. Cuando empezaron a horadar la mina a cielo abierto, las casas de cientos de habitantes, humildes viviendas de adobe, se resquebrajaron. Los árboles se marchitaron como si un otoño perpetuo se hubiera apoderado de ellos y la biodiversidad comenzó a sufrir un declive tristísimo del que aún no se conoce el alcance.

El aeropuerto de Annobón en 2007. / UR-SDV (Wikimedia Commons)

Varias investigaciones elaboradas por grupos de solidaridad internacional con Guinea Ecuatorial han detectado los estrechos vínculos existentes entre la compañía que explota la mina, de capital mercantil marroquí, y el gobierno, nada extraño en un país donde todos los negocios, desde los energéticos a la construcción, están en manos de Teodoro Obiang Nguema, de su familia y de su clan. SOMAGEC, por ejemplo, tiene una filial ecuatoguineana, SOMAGEC GE, que se ha convertido en el mayor contratista de infraestructuras de Guinea Ecuatorial. La propia naturaleza secreta del contrato suscrito entre la compañía minera y la familia Nguema, señalan a CTXT fuentes conocedoras de los negocios ecuatoguineanos, explica que el gobierno de Malabo haya adjudicado a SOMAGEC la práctica totalidad de los proyectos previstos para la isla, desde la construcción del nuevo puerto a la ampliación de un aeropuerto que sólo utilizan los militares. “El resto de las obras que tiene adjudicadas –un hotel, un complejo deportivo, un centro de salud y una escuela– se encuentran sin terminar”, afirman estas mismas fuentes. Como descendientes de mestizos angoleños, Castrejana Lagar reconoce que han pedido ayuda a la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) por cercanía, por idioma y por relaciones de todo tipo, especialmente con el archipiélago de São Tomé e Príncipe, situado a escasos 200 kilómetros de Annobón. Desde 2010, el portugués es lengua cooficial en Guinea, junto al español y el francés, y Guinea Ecuatorial ingresó como miembro de pleno derecho en el foro multilateral lusitano en 2014 pese a la oposición que mostraron organizaciones como la Liga de Derechos Humanos de Guinea Bissau, la Asociación Transparencia e Integridad de Mozambique y la Plataforma de ONG de Cabo Verde. “Sin Annobón, Guinea Ecuatorial no tiene ningún vínculo con la CPLP”, dice Castrejana Lagar. “En la zona continental nadie habla portugués. Es un asunto que sólo tiene que ver con intereses económicos”, sentencia.

A pesar de que Guinea Ecuatorial sigue siendo el tercer productor de crudo de África, tras Nigeria y Angola, los riquísimos pozos de petróleo descubiertos en 1995 han comenzado a agotarse. La excolonia española continúa extrayendo unos 300.000 barriles diarios pero la riqueza del oro negro es intocable para el maltratado pueblo. El 70% de los 1,5 millones de ecuatoguineanos vive por debajo del umbral de la pobreza sin acceso a servicios como electricidad y agua corriente. El nivel de vida de la población es deplorable y la corrupción del régimen, una de las más altas del continente. Teodoro Obiang Nguema llegó al poder en agosto de 1979 tras derrocar y asesinar a otro autócrata: su tío Fernando Macías Nguema. Su fortuna y la de su familia es incalculable.

Fuente: https://ctxt.es/es/20241001/Politica/47669/annobon-guinea-ecuatorial-teodoro-obiang-sogatec-mina.htm