Un hombre de consenso, el político y académico libanés Ghasan Salame, acaba de asumir la representación de Naciones Unidas en Libia. La elección, votada el 20 de junio en el Consejo de Seguridad, no fue fácil. El hasta ahora enviado especial de la ONU, el alemán Martin Kobler, vio prolongado su mandato mientras se barajaban […]
Un hombre de consenso, el político y académico libanés Ghasan Salame, acaba de asumir la representación de Naciones Unidas en Libia. La elección, votada el 20 de junio en el Consejo de Seguridad, no fue fácil. El hasta ahora enviado especial de la ONU, el alemán Martin Kobler, vio prolongado su mandato mientras se barajaban candidatos a una misión plagada de minas para cualquier diplomático.
Por Libia han pasado ya media docena de mediadores de la ONU en seis años; el penúltimo, el cuestionado Bernardino León, que acordó un empleo en los Emiratos Árabes Unidos (parte interesada en el conflicto) antes de concluir su periodo.
El momento es delicado. La negociación entre el gobierno de Trípoli, respaldado por la ONU, y el rebelde de Tobruk están bloqueadas. Este parlamento y gobierno paralelos en el este del país se sostienen sobre el mariscal Jalifa Hafter, un ambicioso señor de la guerra que se ha convertido en valedor de los intereses de Egipto y los Emiratos y, cada vez más, de los de Occidente.
Europa no es ajena al hecho de que desde el territorio que controla Hafter no parte ninguna patera
La Unión Europea trata de validar un acuerdo con el frágil gobierno de Trípoli para frenar la marea migratoria que parte de las costas libias pero no es ajena al hecho de que desde el territorio que controla el mariscal no parte una sola patera… En cambio, en la costa oeste, que es la descontrolada zona del tráfico de migrantes, un grupo armado tiroteó y retuvo un convoy de la ONU varias horas el pasado 28 de junio.
Ghasan Salame ha sido aceptado -de momento- por las facciones libias, pero otra cosa será su capacidad de maniobra. La figura de Jalifa Hafter se refuerza con su conquista de instalaciones petroleras, la ayuda de Egipto -que bombardea a sus enemigos desde el aire- y el bloqueo de Arabia Saudí y los Emiratos a Qatar, que apoya a los islamistas del oeste enfrentados al mariscal, mientras éste y sus socios hacen listas acusándoles de terrorismo.
Salame fue ministro de Cultura en Líbano, consejero de la ONU en Irak y asesor de Kofi Annan y Ban Ki Mun. Ha sido director de investigación del CNRS y del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de París, y es miembro del Alto Consejo de la Francofonía.
«Los libios veríamos a los occidentales como enemigos por haber traído a otro dictador y lo derrocaríamos»
Su hija, Lea Salame, es una figura de la televisión gala y, según Jeune Afrique, Emmanuel Macron y tres de sus consejeros fueron alumnos de Salame. La primera opción como mediador en Libia del secretario general de la ONU, António Guterres, era Salam Fayad, ex primer ministro de la Autoridad Palestina, pero fue vetado por EE.UU. ¿No será ahora Salame demasiado francés?
Macron ha reconocido que la intervención militar en Libia -cuyo gran promotor fue Nicolas Sarkozy- fue «un error» y el país es ahora una «prioridad» para Francia. Los enemigos de Hafter creen que París apuesta por el mariscal, sobre todo después de que ha reforzado acuerdos de seguridad con Egipto. Jean-Yves Le Drian, ministro de Exteriores, ha dicho que «la ruta migratoria del Mediterráneo Central es de nuevo la mayor y no tenemos interlocutores del estado libio».
Hafter, según él, «es parte de la solución». Otro tanto dicen en Italia. Primer país occidental en reabrir su embajada en Trípoli, Italia dará visados a los libios del territorio de Hafter, y lo ha anunciado coincidiendo con la conquista del último sector de Bengasi que se le resistía.
Pero, ¿está el mariscal dispuesto a una negociación de paz con el débil gobierno de Fayez el Sarraj -reconocido, sin embargo, internacionalmente- y las facciones de Misrata que ejercen de poder fáctico en Trípoli? «Lo dudo, ya que tiene el apoyo ilimitado de Egipto y los Emiratos y aspira a ser el nuevo Gadafi», opina Mustafa el Sagezli, comandante miliciano en la revolución del 2011 y viceministro del Interior en el primer gobierno transitorio de Mahmud Yibril.
Hafter, exgadafista y desertor, amigo de la CIA y ahora del Kremlin, bloquea el acuerdo gestado por Martin Kobler en diciembre del 2015, para un gobierno de unidad. Mattia Toaldo, analista del European Council on Foreign Relations, explica que «Hafter no quiere un ministro de Defensa por encima de él, no quiere civiles. Seguirá diciendo que sin él no hay acuerdo, y entonces esperaremos diez o veinte años, hasta que se muera. O tendremos un acuerdo de paz que excluirá a mucha gente en el oeste de Libia. ¿Queremos un acuerdo que excluya al 60% de la población?»
Ni Toaldo ni El Sagezli creen que Hafter pueda ganar la guerra civil que dura desde el 2014, cuando el militar lanzó su Operación Dignidad contra las milicias islamistas, una guerra sucia en muchos aspectos, según refleja el último y amplio informe de la ONU, y en la que ha tenido su papel episódico el Estado Islámico, derrotado finalmente en Sirte y no precisamente por Hafter. Tampoco Rusia cree en una victoria del mariscal, a pesar de la recepción que le hizo en el portaviones Almirante Kuznetsov, que recaló en Tobruk de regreso de Siria en enero. Toaldo cree que la mera intención de Moscú es conservar los contratos petroleros que tenía con Gadafi.
En cuanto a EE.UU., Donald Trump no ha nombrado finalmente un enviado para Libia (se especuló con tres hombres de negocios ). «Su mensaje a Hafter -dice Toaldo- es: si quieres ser nuestro amigo, escucha a los egipcios y los emiratíes. Estos, conscientes de que no hay solución militar, apuestan por la diplomacia», lo que recae en Salame.
Mustafa el Sagezli teme que todo desemboque en la solución Hafter. El Sagezli dirigió un programa de desmovilización de las milicias revolucionarias que acabó frustrado, y miles de hombres armados y sus amos han sumido al país en la violencia, el contrabando y el tráfico de seres humanos. «Occidente dice: ¡Oh, hemos cometido un error…! No, ustedes apoyaron al pueblo libio y no deberían lamentarlo. Si deben lamentar algo es no haber ayudado a reconstruir nuestro país. Cómo ayudar a Libia a salir de esta situación caótica no es trayendo un nuevo Gadafi -afirma-. Podría funcionar por un período corto, pero de nuevo los libios lo derrocarían y les veríamos a los occidentales como el enemigo por haberlo traído».
Queda el Gadafi auténtico, el hijo, Saif al Islam, aparentemente liberado por la milicia que lo retenía (o protegía), y que se hallaría en alguna parte del país. «Hafter no le apoyará porque ambos compiten por gobernar Libia -dice El Sagezli-, y sólo hará la situación más caótica». Saif al Islam, según sus abogados, iba a dar un mensaje a la nación al término del Ramadán. Aún no ha dicho nada .