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Las cosas que pasan

Apuntes a la actualidad

Fuentes: Rebelión

¿Es bueno olvidar? Ha llegado el buen tiempo, sin avisar. Disfrutamos de él y nos olvidamos de que el año se inicio con un frio polar y prosiguió hasta bien avanzado el invierno con tempestades de nieve, borrascas, inundaciones y vientos huracanados capaces de arrancar los troncos más espesos, de demoler las voluntades más férreas. […]

¿Es bueno olvidar?

Ha llegado el buen tiempo, sin avisar. Disfrutamos de él y nos olvidamos de que el año se inicio con un frio polar y prosiguió hasta bien avanzado el invierno con tempestades de nieve, borrascas, inundaciones y vientos huracanados capaces de arrancar los troncos más espesos, de demoler las voluntades más férreas.

A este paso, me digo, tendremos que volver a prosternarnos ante la naturaleza para que nos perdone las infinitas heridas que le estamos infiriendo. Propongo, para que se aplaque: preces, ceremonias, oraciones y sacrificios…Hasta que el sol brille de nuevo sobre nuestras cabezas y seamos capaces de reconciliarnos con ella y con nosotros mismos.

A propósito de frio. Casualidad o simple señal del destino. Cae en mis manos «El capote», de Gogol. Suena a lugar común decir que los escritores rusos hacen vibrar como nadie las cuerdas más sensibles del alma…. Me lo sugiere, una vez más, la historia de este pobre funcionario al que nadie echaría en falta si un día desapareciese. Con el capote nuevo que le acaban de robar ha perdido algo más que una prenda que le protege de los rigores del invierno. Ha perdido su vida y ha dejado de existir a los ojos de los demás.

El derecho a la pereza

Respondo a un blog en el que la escritora mejicana Ángeles Mastretta hace alusión a la liberación que supone la jubilación para los trabajadores. De paso condena la decisión del gobierno de Zapatero de añadir dos años a la vida del trabajo.

La reacción unánime contra ese alargamiento es altamente significativa: ¡Basta ya!, dicen los que han consagrado toda su vida al curro y esperan poder disfrutar de unos años de existencia sin seguir uncidos a ese yugo….»¡Basta ya!», gritan. O como dicen los franceses: «Ras-le-bol!».

Me viene de pronto una idea a propósito del trabajo entendido como una especie de maldición. Consistiría en regalar en las escuelas primarias, en los sanatorios, en las paradas de los autobuses, en los centros psiquiátricos, en los templos e iglesias de cualquier obediencia, etc., «El derecho a la pereza», la obra de Paul Laffarge, el yerno de Marx… En esta obra Lafargue no nos invita a pasar nuestra vida cómodamente tumbados en un sofá, sino a rechazar la idea misma del trabajo. Y afirma que esa idea está profundamente arraigada en el movimiento obrero, convencido de que nos dignifica y de que es consustancial al hombre.

Craso error. Lo que nos dignifica, afirma Laffarge, no es el trabajo sino -en el sentido más amplio de la palabra- la actividad humana, el desarrollo de nuestras virtualidades y nuestras capacidades puestas al servicio de los demás. Todo lo contrario del sentido que tiene en esta «sociedad del trabajo sin trabajo» en la que vivimos, vampirizada por el capital, cada vez más rica y más desigual.

Respondo a Mastretta: luchemos porque esa horrible palabra, jubilación, desaparezca un día del diccionario; luchemos contra el alargamiento de la vida de trabajo. Y soñemos con el día en que podremos repartir la pereza, es decir el no-trabajo, o como se le quiera llamar al conjunto de la actividad humana.

Suarez en la televisión

Serial en la televisión dedicado a la figura de Suarez y a su papel relevante en la salida «pacifica» del franquismo. Por la pantalla desfila la historia de este antiguo gerifalte de la Falange al que la historia le reservo un papel relevante en el paso de la dictadura a la democracia.

La pantalla desmenuza su vida y su historia y les convierte, a él y a su gesta, en una papilla digesta y digestible para los millones de espectadores desmemoriados. Suarez aparece, despojado de su historial franquista, como un demócrata sincero y, casi, como un autentico héroe de nuestra historia reciente.

Quedan atrás, muy atrás: los Pactos de la Moncloa (la clase obrera dominada y domesticada con la ayuda del Partido Comunista y de Santiago Carrillo): los abogados de Atocha, asesinados por los pistoleros del Sindicato Vertical; los muertos inútiles de ETA; las manifestaciones prohibidas durante su mandato, con la presencia de la policía secreta, armada, en los portales; los «saltos» de cincuenta, cien, doscientos manifestantes, gritando «¡Amnistía!», «¡Libertad!». Perseguidos y apaleados por los grises.

La pantalla trivializa, adocena y reduce a una sucesión de imágenes sin sabor y sin color, sin vibraciones, aquellos momentos en que nuestra vida estaba henchida de esperanza y de afán de lucha por un mundo mejor. . Queda ante nuestros ojos la figura de Suarez, dibujada en claroscuro. Un hombre enfermo, al parecer. Al que le debemos, pretende ser la moraleja de la emisión, parte de lo que somos hoy.

Trinidad Jiménez y la Trilateral

Poca cosa que contar… Un día más gastado o malgastado. Cartas de los lectores del País generalmente indignados por la estafa cometida por los grupos farmacéuticos (la tan temible y prontamente olvidada pandemia de la gripe A) con la complicidad de los políticos, los medios de comunicación y la O.M.S.

Son las tres pasadas de la mañana. Ante la imposibilidad de ser oído a estas horas aunque me desgañite, decido enviarle unas líneas al País para recordarle la pertenencia de nuestra flamante ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez (ignoro, dicha sea la verdad, si sigue asistiendo a sus reuniones o ha sido reemplazada por algún otro barón socialista). A la Trilateral, también llamado club Bilderberg.

Se trata de una organización creada por Rockefeller y otros amos del mundo, en la que participaban algunos de nuestros más preclaros compatriotas. Entre otros, la hija de Botín, la ya mencionada Trini Jiménez, junto a Almunia, Ramón Fernández Cuesta, etc. Una organización secreta, de carácter mafioso, cuyo objetivo era, y sigue siendo, gobernar el mundo en la sombra.

El Rey se reincorpora al trabajo

Me ha sorprendido la noticia de que al salir de la clínica Planas el rey «se ha reincorporado al trabajo». Esa noticia le quita dignidad y empaque a una función que, no lo olvidemos, tiene sobre todo un carácter simbólico y representativo. Personalmente estimo, y como yo probablemente muchos españoles, que «trabajo» y «monarquía» son dos términos antitéticos.

No nos hemos dotado de una monarquía para que el rey, una vez recuperado de su dolencia, «se reincorpore al trabajo» ¿Acaso nos podemos imaginar que en una de esas monarquías con solera como la inglesa, la reina Isabel sacuda al príncipe consorte cada mañana diciéndole?: «¡Philip, espabila, que llegamos tarde al curro!» Francamente no…Sus súbditos no lo consentirían. Por lo tanto Monarquia si, pero de las de antes. De fiestas, de fastos, de desfiles, de tramoya y de representación. Un poco mas de misterio y un poco menos de transparencia. Que sus buenos doblones le han costado al pueblo dotarse de una monarquia, para que luego descubra que le han vendido un rey-ciudadano o un rey-currante.

Amagan, pero no dan

Reacciones de los sindicatos mayoritarios, CC.OO y U.G.T., o mejor dicho de sus líderes, al plan de recortes de Zapatero. Lenguaje críptico, inusual en boca de dos sindicalistas endurecidos (en principio) en las luchas y conflictos sociales de este país:

– «Aquí, se produce un punto de inflexión» (Toxo, de Comisiones Obreras),

-«Nos toca gestionar el conflicto social. El grado de ajuste es serio y va a exigir

una respuesta» (Mendez de U.G.T. )

– «No descarto ningún escenario» (Toxo, de Comisiones Obreras).

Visiblemente, la palabra «huelga», sobre todo si es seguida del adjetivo «general», les quema la boca a nuestros dirigentes y prefieren usarla con tacto. ¿En nombre de la responsabilidad que pesa sobre sus hombros? ¿O por miedo a que salte la chispa e incendie sus respectivas garitas? Se entiende que por ahora prefieren amagar y negociar antes que dar. ¿Hasta cuándo?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.