El anuncio del ataque sorprendió porque rompió con la supuesta propuesta de «Estados Unidos primero» más aislacionista de Trump, como también de sus señales de que no deseaba incrementar el papel estadunidense en Siria.
Nueva York. Después de unas 24 horas muy ocupadas que incluyeron el primer ataque militar en Siria ordenado por el nuevo comandante en jefe Donald Trump, una cumbre con su contraparte China y la culminación de la batalla por la Suprema Corte, todo regresó a más de lo mismo en Washington.
La decisión de realizar el ataque militar con 59 cohetes Tomahawk contra una base aérea en Siria, la noche del jueves, marcó el retorno -festejado por casi toda la gama de la cúpula política y mediática- a la política exterior tradicional de Washington, tan criticada por Donald Trump durante su campaña electoral.
El anuncio del ataque sorprendió porque rompió con la supuesta propuesta de «América primero» más aislacionista de Trump, como también de sus señales de que no deseaba incrementar el papel estadunidense en Siria y se oponía a un «cambio de régimen» en ese país y deseaba bajar las tensiones con Rusia en esa región.
Muchos lo interpretaron como una decisión de ceder a las posiciones más tradicionales del «establishment» de política exterior que habían guiado los gobiernos de Barack Obama y George W. Bush., o sea, un regreso a lo «normal».
Líderes legislativos de ambos partidos expresaron su apoyo a la acción, como el líder republicano de la cámara baja, Paul Ryan, y su contraparte demócrata Nancy Pelosi, quien declaró que fue «una respuesta proporcional».
La gran mayoría de sus colegas se sumaron al coro, aunque muchos insistieron en que Trump debería consultar al Congreso en el futuro sobre su política hacia Siria, sobre todo si incluye elementos bélicos.
La cúpula tradicional de Washington -incluyendo algunos de los principales comentaristas (desde liberales a conservadores)- también dieron la bienvenida al tono más agresivo contra Rusia que Trump ha permitido durante las últimas 24 horas, con su embajadora ante la ONU, Nikki Haley, criticando a Moscú por su papel en Siria.
No sorprendieron las voces críticas de políticos más progresistas, algunos calificando el ataque como «ilegal», ya que se realizó sin autorización previa del Congreso ni de la Organización de Naciones Unidas.
Pero fueron aún más notable las expresiones disidentes desde la derecha, incluso entre algunas de las bases más fieles de Trump, algunas de las cuales consideraron la decisión como una traición, justo porque fue un retorno a las políticas anteriores.
Varios representantes de ultra derecha y libertarios expresaron su oposición al ataque; el senador Rand Paul declaró que fue «inconstitucional». También influyentes comentaristas ultraconservadores, como Laura Ingraham, deploraron la decisión.
En las redes sociales estas bases repudiaron la acción, acusando que Trump fue engañado por el «estado profundo» (en referencia a la idea de un gobierno permanente) y algunos culparon a ese sector estadunidense del ataque químico para provocar esta reacción -uno hasta acusó que fue Ivanka, la hija del presidente, la que lo convenció de ordenar el ataque y recordó que el mismo Trump había expresado su oposición a una intervención en Siria desde 2013.
A la vez, expertos de todo tipo cuestionan la razón del ataque. El gobierno de Trump reiteró que «está en el interés nacional vital prevenir el uso y difusión de armas químicas» y que su objetivo fue «enviar un mensaje». Pero pocos podían descifrar el mensaje, y no se sabe aún si existe una estrategia.
Otros fueron más tajantes, como el profesor de ley internacional Francis Boyle, en la Universidad de Illinois, quien declaró que los ataques «fueron una clara violación de la ley internacional y de la cláusula sobre poderes de guerra en la Constitución».
Mientras tanto, el analista Sam Husseini, director de comunicaciones del Institute for Public Accuracy, comentó que más allá de toda la retórica oficial sobre Siria durante los últimos años, lo de Trump representa una continuación de una política consistente hacia ese país, algo que no se dice públicamente: «prolongar la guerra siria lo más posible», con el propósito de debilitar a todos los bandos -incluyendo Rusia e Irán, en la región.
Guerra adentro
Mientras se lanzaba el ataque contra Siria, también continuaba la batalla e intrigas alrededor del trono en la Casa Blanca, a tal nivel que Trump está contemplando otros cambios drásticos entre su equipo. Se reporta que la disputa entre el estratega político Steve Bannon y el cada vez más influyente yerno de Trump, Jared Kushner, se sigue intensificando. Bannon aparentemente ya perdió una batalla como resultado de esto, con Trump expulsándolo del Consejo de Seguridad Nacional esta semana.
Hoy el Wall Street Journal y Axios reportaron que Trump ahora está contemplando reducir aún más el papel de Bannon, y hasta removerlo, junto con su jefe de gabinete Reince Priebus (ya ha solicitado, según esto, nombres para posibles sustitutos).
La Casa Blanca rechazó estas versiones, con una vocera comentando al Journal que «la única cosa que estamos sacudiendo es la manera en que opera Washington mientras promovemos la agenda agresiva del presidente».
Algunos observadores comentan que lo de Bannon, considerado como el ideólogo de una posición «populista nacionalista» y detrás de la frase «América Primero» está perdiendo influencia ante un sector más «internacionalista» (o sea, más tradicional) representado por Kushner y el mando militar.
Suprema Corte
El juez Neil Gorsuch fue ratificado hoy por el Senado para ocupar el puesto vacante entre los nueve jueces de la Suprema Corte, restableciendo con ello el mismo equilibrio ideológico que existía antes de la muerte de conservador Antonin Scalia.
La disputa sobre la composición de la Corte empezó hace más de un año cuando los republicanos rehusaron ratificar a un juez moderado propuesto por Barack Obama, y los demócratas ahora buscaron venganza al intentar obstaculizar la aprobación del candidato de Trump. La mayoría republicana tuvo que imponer un cambio de reglas para poder superar la oposición, reduciendo el número de votos de la cámara alta para la ratificación de 60 a solo una mayoría simple (51). El voto final fue de 54 contra 45.
China
Después de gran especulación y análisis de lo que ocurriría en la primera reunión entre Trump y el presidente Xi Jinping esta semana, todo indica que no pasó nada. No se anunciaron acuerdos sobre comercio o Corea del Norte -los dos grandes temas que supuestamente deseaba abordar Trump-, y que, presuntamente, ambos lados expresaron su gran intención de buscar colaborar.
«La relación desarrollada por el presidente Xi y yo, yo creo, es excepcional. Creo que muchos problemas potencialmente muy malos se desvanecerán», comentó Trump hoy. Su contraparte dio las gracias por la hospitalidad, invitó a Trump a China en un futuro próximo y concluyó que la visita había avanzado la relación bilateral.
O sea que, en esto, como en los otros grandes asuntos de las últimas 24 horas, se dio un giro inesperado por algunos, un regreso a más de lo mismo.