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«Vamos a sacarlos de sus escondites»

Aumenta la xenofobia en Sudáfrica

Fuentes: Rebelión [Foto: Un barrio de Soweto ( Kevin Gabbert)]

Traducido del inglés para Rebelión por Jesica Safa

En 2002 el estado de Gujarat, India, estalló en una horrible ola de violencia que modeló y definió la carrera política de Narendra Modi. El pogromo, que dejó miles de personas musulmanas muertas y desplazó a decenas de miles más, evidenció la facilidad con la que se pueden utilizar el miedo y el odio como armas en la búsqueda de poder político. El populismo de derecha de Modi, arraigado en el fascismo hindú, permitió y cimentó su ascenso al puesto más alto de la nación. Hoy Sudáfrica corre el riesgo de seguir una trayectoria destructiva similar ya que las élites políticas intentan incitar cada vez más la xenofobia contra las personas migrantes africanas y asiáticas para desviar la ira generada por la devastadora crisis económica y social hacia vulnerables chivos expiatorios.

Los pogromos que tuvieron lugar en Sudáfrica de 2008, cuando más de 60 personas migrantes y pertenecientes a minorías étnicas fueron asesinadas y muchos miles desplazadas, supusieron el primer momento sombrío de la historia del país después del apartheid. Alianzas entre políticos locales y matones utilizaron como chivo expiatorio a las personas migrantes para justificar las profundas desigualdades económicas en el país, a pesar de que con frecuencia eran víctimas de la misma negligencia sistémica. Ahora, quince años después, persiste una dinámica igual, pero han evolucionado la escala y la intensidad de la xenofobia, y emergen con nuevos focos y actores.

Uno de los acontecimientos más alarmantes de los últimos años ha sido la aparición de la Operación Dudula, un movimiento parapolicial contra las personas migrantes. El 16 de junio de 2021, un día de profundo significado histórico en que Sudáfrica conmemora el levantamiento de Soweto de 1976, Dudula celebró su primera marcha en Soweto. La Operación Dudula, como otros grupos xenófobos, trató activamente de presentarse como una continuación de la lucha por la liberación nacional, esta vez considerando como enemigos del pueblo a zimbabuenses empobrecidos que trabajan de manera informal y a pequeños comerciantes paquistaníes.

Adoptando una postura militarista, Dudula organizó «redadas» en locales comerciales propiedad de personas migrantes, desalojó por la fuerza a las familias de sus hogares y patrulló por las comunidades para identificarlas y expulsarlas. En varios municipios las acciones de Dudula crearon un clima de miedo no solo entre las personas migrantes sino también entre las y los residentes nacidos en Sudáfrica que se negaron a participar en estas redadas.

A pesar de las acciones abiertamente violentas e ilegales del grupo, la respuesta del Estado fue tibia. La policía les permitió actuar con impunidad y algunos dirigentes políticos apoyaron tácitamente las actividades de Dudula al considerar el movimiento un medio para canalizar la frustración pública sin abordar los fracasos sistémicos. Esta impunidad envalentonó a Dudula, pero aun así la organización logró nunca ningún tipo de apoyo masivo. Aunque recibió una gran cobertura de los medios, nunca fue capaz de evolucionar más allá de ser un pequeño grupo de matones con un líder formado en medios de comunicación en la educación privada.

Las élites, tanto políticas como de otro tipo, justifican su xenofobia en nombre de los pobres, pero en su mayoría las organizaciones de masas de los pobres y la clase trabajadora no son xenófobas, lo cual es sorprendente. Abahlali baseMjondolo, el movimiento radical de los pobres urbanos con más de 150.000 miembros que cotizan y muchos más simpatizantes, se opuso valientemente a los ataques xenófobos durante el pogromo de 2008 y se ha mantenido decididamente contrario a la xenofobia. Entre sus líderes y en las plataformas de sus grandes eventos públicos se incluyen personas migrantes y trabajó con migrantes congoleños para fundar la radical Campaña de Solidaridad Lumumbista Congoleña, con la que mantiene una estrecha relación.

El movimiento sindical tiene una larga historia de oposición a la xenofobia y de inclusión de las personas migrantes en puestos de liderazgo. Ese sigue siendo el caso en muchos sindicatos, incluido el de trabajadores del metal Numsa, el mayor sindicato de África. Pero en 2019 Zwelinzima Vavi, entonces secretario general de la Federación Sudafricana de Sindicatos (SAFTU), rompió este consenso al publicar en twitter una fotografía de comerciantes migrantes musulmanes caminando hacia una mezquita con el texto: «Estos son los nuevos propietarios de tiendas que van a rezar las oraciones del mediodía. ¿Van mal demasiadas cosas?».

En las elecciones nacionales de mayo de este año la xenofobia fue el elemento central de la campaña de varios candidatos. Los peores en este sentido fueron Herman Mashaba y Gayton McKenzie, ambas figuras al estilo Trump, pero la mayoría de los votantes no los apoyaron. Menos del 40% de los votantes se tomaron la molestia de participar en las elecciones y el partido de Mashaba obtuvo el 1,2% de los votos, mientras que el partido de McKenzie obtuvo el 2,1%. Pero a pesar de su fracaso en las urnas, Mashaba y McKenzie reciben una cobertura mediática regular y en el caso de McKenzie, una cobertura que además es aduladora, lo que crea la impresión de que la migración es un tema candente para los votantes.

En los últimos días y semanas la retórica xenófoba ha aumentado peligrosamente, y los medios de comunicación y los políticos han tenido un papel fundamental en ello. Se han difundido ampliamente afirmaciones de que las tiendas propiedad de migrantes están «envenenando a niños» con productos caducados o contaminados. Un vídeo que circula en WhatsApp va más allá y afirma que los comerciantes paquistaníes están envenenando el suministro de agua. McKenzie declaró: «Tenemos que cerrar todas estas tiendas. No podemos estar debatiendo este asunto. Hay que cerrar las tiendas. No podemos debartirlo. Hay que cerrar las tiendas y detener a los propietarios para deportarlos. ¿Qué más necesitamos ver, más niños muriendo?».

En Sudáfrica hay un verdadero problema con una larga lista de pesticidas que circulan libremente, mientras que en la mayoría de los países ya han sido prohibidos. Como el Estado no proporciona servicios de recogida de basuras en los asentamientos informales, la gente suele comprar pesticidas peligrosos para tratar las plagas de ratas. Ha habido ocasiones en que, por desgracia, han muerto niños. Pero es el resultado de la incapacidad del Estado para retirar los residuos y para regular las toxinas peligrosas, no de una conspiración de los comerciantes migrantes para envenenar a los niños sudafricanos.

En respuesta a la trágica muerte de seis niños debido al envenenamiento por terbufos en Naledi, Soweto, una coalición de organizaciones de la sociedad civil y sindicatos publicó un informe que destaca los fallos sistémicos de la normativa. La coalición, que actúa en el marco del Tribunal Popular de Sudáfrica sobre Agrotóxicos, hizo hincapié en que esas muertes son consecuencia directa de una reglamentación y una aplicación inadecuadas de los plaguicidas peligrosos. El informe se centra en particular en los terbufos, un plaguicida organofosforado prohibido en la Unión Europea desde 2009 debido a su alta toxicidad, pero que todavía se utiliza en Sudáfrica. La coalición critica que se sigan fabricando y exportando esos productos químicos desde Europa a los países en desarrollo, y lo califica de «doble rasero racista en el comercio de pesticidas».

A pesar de todo esto, muchos políticos y gran parte de los medios de comunicación siguen hablando como si los comerciantes migrantes fueran parte de una siniestra conspiración para asesinar a niños sudafricanos. Al mismo tiempo se esta fabricando cuidadosamente otro demonio popular, ya que el Estado presenta a todos los mineros informales que trabajan en pozos abandonados por las compañías mineras como «extranjeros ilegales» y «delincuentes peligrosos».

Los mineros informales, conocidos como «zama zama», son hombres pobres de todo el sur de África, muchos de ellos de Sudáfrica, que realizan trabajos peligrosos y difíciles para sobrevivir a la crisis económica. Algunos trabajan para bandas criminales, pero la mayoría son simplemente hombres normales que intentan sobrevivir.

En los últimos días se ha desatado una crisis en Stilfontein, en la provincia del noroeste, donde la policía ha atrapado bajo tierra a los mineros zama zama y ha bloqueado el suministro de alimentos y agua para obligarlos a salir a la superficie. Las familias se han reunido en el lugar, y esperan ansiosamente noticias de sus seres queridos.

En lugar de tratarlo como una crisis humanitaria, el Estado ha respondido con hostilidad. El ministro de la Presidencia, Khumbudzo Ntshavheni, dijo: «No estamos enviando ayuda a los criminales, vamos a sacarlos de sus escondites, saldrán. No se debe ayudar a los delincuentes, hay que procesarlos. Nosotros no los enviamos allí». Existe un temor real de que los hombres puedan morir o ya hayan muerto en las minas.

Los intentos activos de las élites políticas, dentro y fuera del CNA (Congreso Nacional Africano), para incitar al odio xenófobo y los chivos expiatorios no pueden separarse de la más amplia crisis económica y social. Las tasas oficiales de desempleo superan el 30% y la tasa de desempleo juvenil supera el 60%. El hambre se está expandiendo y el 27% de los niños menores de cinco años sufren retraso del crecimiento a consecuencia de la desnutrición crónica que afecta negativamente al crecimiento y desarrollo.

El hecho de que recientemente finalizara la subvención COVID-19, SRD (Social Relief of Distress), junto con las duras medidas de austeridad en el presupuesto de medio mandato, han exacerbado la crisis. Al mismo tiempo, la corrupción y la mala gestión sistémica han erosionado aún más la confianza pública. En este clima de desesperación las personas migrantes se han convertido en el chivo expiatorio más conveniente para la clase política.

El pogromo contra los migrantes de 2008 debería servir de advertencia para políticos como Ntshavheni, Mashaba y McKenzie que, con una imprudencia digna de Trump, tratan de encender las llamas de la xenofobia. El éxito de Modi al construir un proyecto eficaz de derecha dura a expensas de un pogromo debería servir de advertencia para quienes aspiran a un futuro democrático para Sudáfrica.

Sudáfrica debe hacer frente a sus desigualdades sistémicas y rechazar la política de buscar chivos expiatorios. Se necesita urgentemente un frente unido de izquierda de amplia base, arraigado en las organizaciones de masas, en lugar de ONGs y pequeñas organizaciones sectarias.

Imraan Buccuses becario de postdoctorado en la Universidad Tecnológica de Durban (DUT) e investigador principal en el Instituto de Investigación de Estudios Socioeconómicos de Auwal (ASRI).

Texto original: https://www.counterpunch.org/2024/11/19/we-will-smoke-them-out-escalating-xenophobia-in-south-africa/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.