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Austeridad y plegarias en los estados nigerianos

Fuentes: Les blogs du “diplo”

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Foto: Oración en Redemption Camp, Nigeria (17 de mayo) cc Adedotun Adegborioye.

A primeros de abril y por primera vez en veinte años la República Federal de Nigeria solicitaba la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI). La anterior intervención de la institución de Bretton Woods en el país más poblado del continente se remontaba al año I de la vuelta de la democracia: casi 789.000 dólares para acompañar al programa de reformas neoliberales emprendido por el equipo del presidente Olusegun Obasanjo. Esta vez la Federación, que el año pasado reeligió al frente de ella a Muhamud Buhari para su segundo mandato de cuatro años, ha recibido una ayuda de urgencia de 3.400 millones de dólares destinada a “apoyar los esfuerzos de las autoridades para hacer frente a las graves repercusiones económicas del impacto del COVID-19 y al fuerte descenso del precio del petróleo”.

Se trata del préstamo más importante concedido por el FMI a un país africano en el marco de esta ayuda de urgencia que, según destaca el FMI, se emprendió en un momento en que “antes incluso de la epidemia del COVID-19 la economía de Nigeria se enfrentaba a vientos adversos debidos al incremento de las vulnerabilidades exteriores y al descenso del PIB por habitante”. El mayor productor de petróleo bruto del continente (una renta que contribuye indirectamente al 60 % de su PIB) estaba convaleciente y se recuperaba apenas de la recesión de 2016. El dinero concedido por el FMI vía el Instrumento de Financiación Rápida debe ser reembolsado en un plazo de entre tres y cinco años a partir de ahora. Según la ministra de Finanzas nigeriana Zainab Ahmed, el préstamo no está sujeto a ninguna condición.

El FMI, que saluda las medidas de urgencia tomadas por Abuya, apela a sus autoridades tanto a seguir con sus reformas, incluida la liberalización del régimen de cambio, como a realizar una auditoría independiente sobre los gastos para controlar la crisis. Muhamud Buhari espera recaudar otros 3.500 millones de dólares de otras instituciones de desarrollo, entre ellas el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Islámico de Desarrollo. Estas promesas “así como un inicio de recuperación del precio del petróleo han reforzado la confianza de los inversores”, según Edwin Gutierrez, responsable londinense de la deuda soberana de los mercados emergentes en Aberdeen Standard Investments. La principal economía del continente se ha aprovechado del desmoronamiento del precio del oro negro para decretar el fin de las subvenciones a los carburantes, que se calcula ascienden a entre 500 y 2.000 millones de dolares al año.

El FMI y los dolorosos recuerdos de los planes de ajuste estructural, lo mismo que las subvenciones del petróleo, cuya congelación provoca automáticamente la subida del precio de la gasolina en el surtidor, son dos temas extremadamente sensibles para la población nigeriana. Por el momento, estos anuncios no han suscitado oposición en un país que actualmente parece más ocupado en rezar que en manifestarse ante unas “condiciones sociales precarias [que] no harán sino empeorar”, destaca el investigador alemán Jochen Lusckscheiter para la Fundación Heinrich Boll. “Desde 2015 la tasa de paro ha pasado de aproximadamente el 8 % a más del 23% […] En torno al 25 % de las personas jóvenes del país están subempleadas o en paro. Estas dificultades sociales han empeorado o mantenido gran cantidad de conflictos sociales a lo largo de los últimos años. La cantidad de personas desplazadas en el interior del país se eleva a más de dos millones. Además, los robos y los secuestros a cambio de un rescate se han convertido en un modelo comercial, debido a que cada vez es más imposible para una cantidad cada vez mayor de personas ganarse la vida por medios legales. En las próximas semanas la ya existente escasez de recursos para el país y sus habitantes será sometida a más presión”, prosigue este investigador.

El gobierno de Muhamud Buhari también tiene que hacer frente a otra bomba de relojería: el riesgo de quiebra de alguno de los 36 estados de la Federación. “La propagación del COVID-19 transforma progresivamente los retos presupuestarios de muchos estados en pesadillas fiscales ya que han visto agotarse sus recursos frente a un servicio de la deuda que grava sus presupuestos”, pone de relieve en su último informe la ONG Proshare Nigeria, especializada en información económica y financiera. El poder central redistribuye a su periferia una asignación mensual obtenida de los ingresos petroleros del país. A falta de recursos internos suficientes la mayoría de las gobernaciones depende de esta retribución federal, que suele cubrir hasta el 80 % de sus gastos públicos. Solo los estados de Lagos, la capital económica del país, con su PIB de 90.000 millones de dólares, y los estados petroleros de Rivers y de Bayelsa, obtienen más ingresos internos que el “trozo de pastel” concedido por Abuya. Pero como en el caso de las demás gobernaciones nacionales, es a costa de una deuda pública que no deja de aumentar, mientras que la redistribución federal, que depende del precio del petróleo, está a punto de reducirse considerablemente. Para poder asegurar las funciones esenciales del Estado, cubrir los salarios de sus funcionarios, garantizar las pensiones de sus jubilados, mantener la seguridad, pero también pagar a sus docentes o al personal sanitario, los estados han multiplicado los préstamos pedidos al Banco Central de Nigeria, a los bancos comerciales del país y a donantes bilaterales y multilaterales como el Banco de Exportación e Importación de China, la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA, por sus siglas en inglés), el KFW-Banco de Desarrollo, la Agencia Francesa de Desarrollo o el Banco Mundial…

El conjunto de la deuda externa de los estados de la Federación ascendía a 23.600 millones de dólares a finales de 2019. Para poder pagar los salarios atrasados de sus funcionarios algunas gobernaciones están pagando actualmente unas tasas de interés del 25 %. La espectacular caída del precio del petróleo crudo provocada por el bloqueo de la economía mundial está acelerando ahora esta espiral de endeudamiento. El Estado nigeriano ha tenido que reducir un 30 % su presupuesto nacional de 2020, lo que en particular ha provocado una disminución del montante de las redistribuciones federales “Las diferencias entre los ingresos presupuestarios y los gastos recurrentes van a provocar grandes agujeros en las estrategias presupuestarias de los estados para 2020”, continúa Proshare Nigeria. “El federalismo fiscal de Nigeria significa que si los estados quiebran, el gobierno federal, que está escaso de liquidez, tendrá que hacerse cargo del desastre provocado por décadas de mala gestión financiera por parte de funcionarios egoístas”, destaca el investigador británico Matthew T. Page para Chatham House. “Las consecuencias de estas implosiones fiscales infrarnacionales podrían empeorar la pobreza, el paro y la inseguridad, además de degradar los servicios públicos y las infraestructuras básicas. Nigeria, que ya se considera la «capital mundial de la pobreza», alberga a aproximadamente el 15 % de las personas pobres del mundo, una cifra que se espera llegue al 30 % de aquí a 2030”.

Unos recortes claros

A finales de la década de 1980 una generación de personas trabajadoras nigerianas, y en primer lugar las de los servicios públicos, había tenido que sufrir los recortes de los planes de ajuste estructural, que contribuyeron al colapso de sectores como la salud y la educación. Cuarenta años después, en un país que sólo tenía 116 respiradores artificiales antes de la irrupción del COVID-19, nos encontramos a sus herederos enfrentados a nuevos programas de austeridad, desde el norte al sur de la Federación. En el estado de Gombe, situado en el noreste del país, las autoridades locales, pertenecientes a la formación de la oposición, el Partido Democrático Popular (PDP), han anunciado la suspensión de la Ley de 2019 sobre el salario mínimo. Esta ley, que fue una promesa electoral de Muhammed Buhari durante la campaña por su reelección y se promulgó en otoño de 2019, aumentaba de 18.000 a 30,000 nairas (de 44 a 72 euros) los salarios de las personas trabajadoras nigerianas peor pagadas del sector formal empleadas por empresas públicas o privadas de más de 25 personas asalariadas. Las mismas restricciones presupuestaras existen en el estado de Adamawa, dirigido por un gobernador miembro del Congreso de los Progresistas, el partido en el poder, o en el estado de Plateau, donde gobierna este mismo partido y cuyo gobierno ha tenido que reducir un 40 % el presupuesto público y las dietas de los miembros de la Asamblea del Estado y de los gobiernos locales más del 50 %. A veces el objetivo de estos claros recortes es mantener los gastos suntuosos de algunos gobernadores y mantener sus relaciones clientelistas: el estado de Nassarawa, en el centro-norte de Nigeria, donde no hay ninguna cama de UVI, la gobernación acaba de adquirir 24 Toyotas Hilux para los miembros de su Asamblea.

El único estado al que ha ayudado Abuya es el de Lagos, que tiene una deuda de más de mil millones de dólares (es decir, unos 130 dólares por habitante) y ha recibido una ayuda de 10.000 millones de nairas del gobierno federal. En el caso de los demás estados el Ministerio Federal de Finanzas, Presupuesto y Planificación Nacional se ha comprometido con el Banco Central de Nigeria a que se establezca una moratoria sobre la deuda y los intereses de los préstamos concedidos. Sin duda el primer trimestre habrá visto al organismo encargado de redistribuir la renta petrolera, el Comité de Asignación de Cuentas de la Federación (FAAC, por sus siglas en inglés), pagar al territorio federal de Abuya, a los estados y a los 774 gobernaciones locales de la federación una cantidad, que nunca se había alcanzado desde 2014, de 945 billones de nairas, de los cuales se han pagado 669.000 millones a las gobernaciones. Pero lo peor está por llegar en este “país con un futuro sin duda inevitable” pero que es un “polvorín inflamable”, según Sebastien Abis, investigador asociado al Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas.

Según las directrices sobre los préstamos de la Oficina de Gestión de la Deuda de Nigeria (Debt Management Office), ningún estado debe endeudarse por más del 50 % de sus ingresos internos anuales. Sin embargo, según las estadísticas proporcionadas en 2018 por el Consejo de Información Financiera, todos han superado con creces esta proporción. “El COVID-19 y sus graves consecuencias presupuestarias disminuirán aún más la ya débil resiliencia de Nigeria frente a las amenazas del crecimiento demográfico, el aumento de la pobreza y los efectos del cambio climático”, advertía Matthew T. Page. “Es posible que los «amortiguadores» de Nigeria (políticos, económicos y las características sociales que han ayudado al país a salir del paso) estén a punto de sufrir su prueba más difícil hasta la fecha”.

En la misma línea que con las recomendaciones federales, el informe de la ONG Proshare Nigeria propone para hacer frente a la amenaza de impago de la deuda intensificar y ampliar las fuentes de ingresos internos. En el sudoeste de Nigeria el estado agrícola de Osun, que cuenta con 3,5 millones de habitantes, se ha endeudado por más de 95 millones de dólares, es decir, un aumento del 2.592 % entre 2011 y 2017. En 2013 el gobierno de Edo fue la primera autoridad del país que emitía una obligación islámica de 62 millones de dólares (Sukuk), que expira este año. Proshare propone en particular a las autoridades locales de Osogbo desarrollar… el turismo religioso: “El estado de Osun es conocido por tener la mayor cantidad de colinas en el suroeste asociadas a una esencia espiritual y a un poder supuestamente efectivo. Los diversos «Okes», llamados imanes por los fieles religiosos que buscan la comunión con Dios, tienen un valor subyacente que todavía está por explorar. […] El turismo espiritual podría inflamar los flujos de tesorería mucho más allá de los cálculos conservadores del pasado”.

Reunirse para rezar… Todavía se desconoce la magnitud de las consecuencias sanitarias del nuevo coronavirus y frente a unas “coronanomics” (1) que pueden aumentar las disparidades socioeconómicas entre los estados “útiles” del sudoeste y sudeste, y los sensibles del Middle Belt (2) y del norte, por el momento solo parece quedar este frágil consuelo para una gran mayoría de la población nigeriana.

Notas de la traductora:

(1) Neologismo para designar las implicaciones económicas del COVID-19, formado por las palabras en inglés “corona” y “economics” (“economía” en castellano).

(1) Cinturón Medio, en inglés; es el nombre con el que se conoce la región que se extiende longitudinalmente a través del centro de Nigeria y forma una zona de transición entre el norte y el sur del país (N. de la t).

Fuente: https://blog.mondediplo.net/austerite-et-prieres-dans-les-etats-nigerians

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.