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Ayer como hoy, huyendo de la miseria

Fuentes:

Aunque el contante da más que ayer (y nos vamos acercando a los 20.000 inmigrantes en el octavo mes del año), las formas son las mismas, las búsquedas también. Es más, posiblemente las embarcaciones de entonces eran más resistentes y estaban mejor rematadas que los cayucos, pateras y barquillas que alcanzan las puertas europeas con […]

Aunque el contante da más que ayer (y nos vamos acercando a los 20.000 inmigrantes en el octavo mes del año), las formas son las mismas, las búsquedas también. Es más, posiblemente las embarcaciones de entonces eran más resistentes y estaban mejor rematadas que los cayucos, pateras y barquillas que alcanzan las puertas europeas con la mercancía humana procedente de la crisis humanitaria mundial del ahora, que se ceba con todo un continente, el de ahí al lado, tan cerca y tan lejos.

Calificado de «efecto llamada» por los que se ven amenazados ante tanta negrura (tanto física como metafísica), parece más bien ser (esta espantada del nuevo siglo) el efecto huída de África. Estamos seguros que esas 100.000 almas que esperan en las costas africanas, organizadas por las mafias o en grupos «salvemos el pellejo», se darán la vuelta, y olvidaran la quimera de cruzar al mundo rico tan pronto como la derecha recalcitrante de este país vuelva a recuperar lo que era suyo por pernada, el poder. Igualmente los gobernantes de Senegal, Ghana, Mauritania, Mali, y etc se mostraran dichosos como padres recibiendo a sus hijos pródigos y bien amados de nuevo, es más, harán lo imposible (incluido el uso del sonante de sus arcas) en impedir, por fin, las salidas masivas de sus empobrecidos súbditos. Pero mientras esa otra ilusión llega, la quimera de las pieles pálidas del PP, necesitamos que esta sangrante escapada encuentre las luces de salida. Se necesitan con urgencia decisiones políticas a nivel, no solo nacional, sino mundial para que este flujo de inmigrantes deje de sustentar mafias y fauna marina o terrestre en el caso de las fronteras de México con Estados Unidos. Los que impotentes vemos llegar esta marea, necesitamos respuestas ante nuestra paradoja sentimental que lucha entre el miedo y la piedad. Que se tomen medidas que no vayan en contra de los derechos humanos, que se revierta la deuda externa de estos cada vez más paupérrimos países en su propio desarrollo y que se ponga un mayor esfuerzo por parte de los gobiernos más ricos en procurar recursos y crear y subvencionar más organizaciones no gubernamentales que colaboren en las zonas.

La diplomacia tiene que ir acompañada de medidas de desarrollo y hechos. O sus pretensiones se quedarán, como ocurre frecuentemente, en meras cenas, almuerzos, reuniones regadas de champagne y otras delicias, de sonrisas tan brillantes como insípidas, y de gastos que justifiquen los sueldos de pasaportes diplomáticos. La macroeconomía no puede obviar los programas para el desarrollo de estos países, porque ello crea un desequilibrio que produce una explosión de rebote, como ya está sucediendo. Uno de los trabajos más gratificantes de traducción que me encargó Fondad.org, es un estudio que plantea medidas, a través de expertos en economía, absolutamente factibles para el desarrollo del África subsahariana. Os recomiendo su lectura