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Consigna de los valientes manifestantes del sábado en Argel

«Ayer Egipto, hoy Argelia»

Fuentes: The Guardian

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

En la capital argelina, una manifestante se enfrenta coreando consignas a los cientos de policías que trataban de impedir cualquier repetición de los acontecimientos de El Cairo. (Foto: Reuters/Zohra Bensemra)

Tras los históricos acontecimientos del viernes en El Cairo, alrededor de 1.000 pacíficos manifestantes desafiaron el sábado en la Plaza del Primero de Mayo la prohibición de manifestarse en Argel. El objetivo del Comité de Coordinación Nacional para el Cambio y la Democracia, los organizadores de lo que se suponía iba a ser una marcha hasta la Plaza de los Mártires, era pedir el fin de los diecinueve años del estado de emergencia, libertades democráticas y un cambio del sistema político argelino. Fortalecidos por los inmensos sucesos de El Cairo, este sábado en Argel se corearon consignas como «Djazair Horra Dimocratia» («Una Argelia libre y democrática»), «Système dégage» («Fuera el gobierno») y, sobre todo, «Ayer Egipto, hoy Argelia».

Hubo pequeños ecos de Egipto. Miles de policías con el atuendo antidisturbios al completo teñían de azul la plaza con sus uniformes, tratando de ocupar todo el espacio e impedir la manifestación, pero los manifestantes permanecieron allí, arriesgándose durante horas a que les golpearan y les arrestaran, gritando consignas y cantando fervorosamente. Un grupo amplio de hombres jóvenes, con la cooperación obvia de la policía, entró en escena violentamente gritando a favor del Presidente Bouteflika (en el poder desde 1999) y tratando de provocar enfrentamientos con los manifestantes. (Esta acción recordaba tanto a El Cairo, que por un momento una casi se temió que apareciera un grupo de hombres cargando desde sus camellos como ocurrió en la Plaza Tahrir). En un determinado momento, esos jóvenes corrieron hacia el banco desde donde tomaba fotografías junto a otros periodistas y nos tiraron a todos al suelo. Después, los provocadores a favor al gobierno empezaron a arrojar piedras de buen tamaño.

La parte más emocionante del día fue la manifestación de las mujeres. Un grupo de unas cincuenta mujeres, de entre las muchas presentes -unas cuantas jóvenes con hijab, muchas otras en vaqueros, mujeres mayores, veteranas activistas feministas con khaffiyeh y vestidos-, tomaron posición junto a la estación de autobuses de la Plaza del Primero de Mayo ondeando una gran bandera argelina. Una de esas mujeres, la destacada psicóloga Cherifa Bouatta, me dijo el viernes mientras contemplábamos las celebraciones de El Cairo:

«Llevo años esperando esto. Este es el comienzo. Desde los años del terrorismo [la década de 1990] y lo que vino después, todo parecía perdido. Se nos estaban muriendo las esperanzas por una sociedad justa. Pero ahora las posibilidades son fantásticas.»

El sábado, en la Plaza del Primero de Mayo, ella y las otras mujeres allí presentes exploraron esas posibilidades. Ocuparon la calle; pidieron cambios políticos profundos; ulularon (lo que los argelinos llaman «pousser les youyous«, un cántico alto desde la glotis); cantaron «Kassaman«, el himno nacional, e «Istiqlal» (independencia), una canción del movimiento anticolonial que liberó el país del dominio francés en 1962 a costa de un millón de mártires. Y lo más importante de todo, se resistieron a que la policía las echara. Los jóvenes a favor de Bouteflika se enfrentaron repetidamente con ellas e incluso en un determinado momento empezaron a gritar a favor de un estado islámico en confusa respuesta a las mujeres.

El momento más surrealista llegó cuando observé cómo un grupo de jóvenes mujeres policía vestidas con pantalones y botas se pusieron a atacar a las inquebrantables activistas, pretendiendo ignorar que sus propias carreras sólo son imaginables gracias al duro trabajo de algunas de las mismas activistas a las que golpeaban y empujaban. Una joven policía, de la edad de una de mis estudiantes, me abofeteó por tomar una foto mientras esto ocurría. El único «crimen» de las manifestantes era el de permanecer pacíficamente en la acera de su propia ciudad cantando el himno nacional y pidiendo democracia.

Según se ha informado, durante el día se produjeron unos 350 arrestos. Muchas de las personas detenidas fueron maltratadas, incluido el anciano abogado de 90 años Alia Yahia Abdennour, que es el presidente honorario de la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos (LADDH). Cherifa Khaddar, la formidable activista por los derechos humanos y presidenta de Djazairouna, una asociación de víctimas del terrorismo fundamentalista de la década de 1990, cuyo hermano y hermana fueron brutalmente asesinados en 1996 por el Grupo Islámico Armado (GIA), fue arrestada dos veces. Contemplé estupefacta cómo la policía la golpeaba; por desgracia, no fue a la única que maltrataron.

Justo antes de que la detuvieran la primera vez, Khaddar fue atacada por un grupo de jóvenes «manifestantes» a favor del gobierno, algunos de los cuales intentaron arrancarle las ropas mientras otros simulaban que mantenían relaciones sexuales con ella. Una policía la sacó del tumulto sólo para ponerse después a ayudar a un grupo de sus compañeros que la tiraron al suelo y la arrestaron a ella en vez de a sus atacantes. Más tarde, en la comisaría, la metieron en una celda en la que había otras veinte mujeres. Juntas, continuaron con la protesta, gritando y cantando. «Nuestros hermanos no olvidan a nuestros mártires. Ellos te llaman desde sus tumbas. Escuchad sus voces, vosotros, los seres libres». La policía se enfureció y atacaron a las mujeres en la celda, sacándolas de allí a rastras por los cabellos». Khaddar fue liberada más tarde.

La situación es fluida. Cuando la protesta se desvaneció, un grupo grande de manifestantes, en su mayoría jóvenes de las barriadas de los alrededores, tomó la plaza. Algunos de ellos habían cantado anteriormente lemas a favor del gobierno y habían insultado a las manifestantes, pero ahora adoptaron consignas contra el gobierno, apoyando a Khaddar y desafiando a la policía. Cientos de policías antidisturbios sacaron en ese momento sus armas, marcharon en formación y cerraron por completo la plaza. Parecía una escena de la película «Z» de Costa Gavras.

Confío en que se observe cuidadosamente todo lo que pueda ocurrir en Argelia en los próximos meses, a pesar de la comprensible preocupación por los sucesos al este, en Egipto. Los contextos son diferentes, pero las luchas son las mismas.

Además, los valientes activistas de la Plaza Primero de Mayo -mujeres y hombres, jóvenes y viejos- también se merecen solidaridad y apoyo en el camino que tienen por delante. El escritor y periodista argelino Mustapha Benfodil dijo que el objetivo de las manifestaciones del sábado era convertir la Plaza del Primero de Mayo en la Plaza Tahrir argelina, y que lo que allí ocurrió representaba un paso muy importante en esa dirección. No obstante, señaló que había mucho trabajo que hacer para alcanzar ese fin.

Está muy claro que hay que echar abajo ya el muro del miedo, quizá una tarea más dura que en otras partes, dada la espantosa violencia sufrida durante la década de los años noventa en la que se asesinó a 200.000 personas y se aterrorizó a una sociedad entera. La oposición necesita unirse y organizarse. Además, los activistas tienen que construir lazos importantes con segmentos más amplios de la sociedad para conseguir el cambio político tan urgentemente necesitado en el país, que la exagerada reacción de la policía sirvió para subrayar, un cambio que Túnez y Egipto han demostrado que es absolutamente posible.

Por ahora tal vez sea más exacto decir: «Ayer Egipto, mañana Argelia…»

Fuente:http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2011/feb/12/algeria-egypt