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Malí

Azawad (II)

Fuentes: Quilombo

Las últimas rebeliones tuareg del norte de Malí (mayo-julio de 2006, 2007-2009, 2012), lideradas por antiguos guerrilleros del MPA en sucesivas escisiones, se desarrollan en un contexto que difiere bastante del de pasadas revueltas. A principios del siglo XXI, las rutas transaharianas comienzan a revitalizarse, después de una prolongada decadencia, y puntos remotos como Kidal […]

Las últimas rebeliones tuareg del norte de Malí (mayo-julio de 2006, 2007-2009, 2012), lideradas por antiguos guerrilleros del MPA en sucesivas escisiones, se desarrollan en un contexto que difiere bastante del de pasadas revueltas. A principios del siglo XXI, las rutas transaharianas comienzan a revitalizarse, después de una prolongada decadencia, y puntos remotos como Kidal o Tamanrasset pasan a convertirse en nodos de conexión del Sahel con la economía global. En dirección al norte, en lugar de oro, sal y esclavos, ahora se trafica con mercancías que se sitúan en los márgenes de la legalidad sancionada por los Estados contemporáneos: contrabando de tabaco (fundamentalmente Marlboro procedente de ), tráfico de migrantes (con Gao como ciudad de tránsito) y más recientemente tráfico de drogas ilegales proveniente de América Latina, en particular cocaína. Y tráfico de armas, en alza tras la guerra de Libia. En lugar de dromedarios, conducen Toyota 4×4 y tecnologías como los GPS o los Thuraya (teléfonos satelitales) facilitan el tránsito por el desierto y la irrupción de nuevos grupos, como los que se reclaman integrantes de Al Qaeda en el Maghreb Islámico (AQMI), dominado por argelinos pero del que forman parte también mauritanos, malienses o gente procedente de Níger. Otra actividad ilícita, en este caso más puntual y esporádica, que aporta divisas es el secuestro de ciudadanos occidentales a cambio de rescate. Un personaje como Mokhtar Belmokhtar (AQMI) practica tanto el contrabando como el secuestro.

Es cierto que la mayoría de la población del norte de Malí no se dedica a estas actividades. El pastoreo se mantiene y resiste a duras penas la desertificación, y en los mercados locales también se comercializan productos legales. Las bandas de traficantes no suelen superar algunas decenas de personas. Sin embargo, sus actividades sí que son muy rentables y la protección de sus rutas -a cambio de las oportunas «tasas de protección»- constituye un lucrativo negocio para los funcionarios de la administración local, de la policía y el ejército, o de las aduanas. De ahí que, por ejemplo, el gobierno de Bamako haya sido acusado de connivencia o colusión con AQMI. Tampoco tienen mayores problemas para moverse y hacer tratos en una zona tradicionalmente comercial y pragmática. No olvidemos que el norte de África es la región más pobre de Malí, en un país con 3,5 millones de personas consideradas vulnerables en términos de seguridad alimentaria. lo que equivale a decir que es una de las más pobres del mundo. Como para ponerse escrupulosos.

En todo caso, el movimiento que se desarrolla con las nuevas rutas acabará resquebrajando los precarios equilibrios postcoloniales de Estados que nunca fueron muy fuertes y que además han sido fragilizados por las políticas de ajuste estructural y la globalización de las últimas décadas.

* * *

El impacto en las relaciones sociales y de poder, tanto entre las diferentes tribus tuareg, como en relación con otros grupos étnicos del norte de Malí (árabes, songhai), resulta evidente. El sempiterno problema político del control de la administración local, entre poblaciones refractarias al Estado moderno, adquiere entonces una nueva significación. Así, el Pacto Nacional de 1992 -facilitado por Argelia- inició un tortuoso proceso de descentralización (con la creación, por ejemplo, de la región de Kidal) que benefició sobre todo a determinados líderes tuareg de noble linaje, que de este modo accedieron al poder y a los recursos económicos de la administración local y nacional. Contra este status quo se rebelaron posteriormente nuevos «hombres fuertes» tuareg, con redes tribales y económicas a caballo entre la informalidad y la legalidad, como Ibrahim Ag Bahanga (quien, exiliado en Libia, retorna en enero de 2011 para fallecer poco después en circunstancias no aclaradas) o Iyad Ag Ghali, antiguo líder del MPLA y hoy del grupo salafista Ansar Dine. En 2006, un nuevo acuerdo fallido -los acuerdos de Argel- fomentaba una mayor autonomía de la región de Kidal e insistía en aquellas cláusulas (reconocimiento de las peculiaridades culturales, promesas de inversiones) que habían sido incumplidas en el pasado. En cualquier caso, el Estado maliense nunca dejó de fomentar la división étnica y tribal, como sucedió con la creación en los noventa del Movimiento Maliense Patriótico Ganday Koy, una milicia paramilitar songhay que sembró el terror entre los tuareg. En los últimos años, el ejército maliense ha venido apoyando otras milicias, como la dirigida por El Hadj Gamou, un tuareg del clan vasallo Imghad que finalmente se ha pasado al MLNA.

A diferencia de los ataques relámpago del pasado, que luego daban lugar a negociaciones en torno a la autonomía y el control del poder local, en esta ocasión nos encontramos con una rebelión cuidadosamente preparada, con un objetivo independentista claro, una cuidada estrategia comunicativa -con un mayor papel de jóvenes influenciados sin duda por las revoluciones árabes-, y en cuya planificación inicial Ibrahim Ag Bahanga jugó un papel decisivo. El Movimiento Nacional por la Liberación del Azawad (MNLA), creado el año pasado, fuertemente armado y liderado por Bilal Ag Acherif y por Mohamed Ag Najim se esforzó por crear un frente unitario que excediera el marco étnico tuareg y que evitara las divisiones clánicas del pasado.

El MNLA está formado por guerrilleros de antiguas milicias tuareg (el citado MPA, el MPLA , etc.), desertores tuareg del ejército maliense, así como por numerosos tuaregs que habían formado parte tanto del ejército libio como del Consejo Nacional de Transición (CNT) *. Los tuareg del MLNA provienen básicamente de las confederaciones de los kel ifora y de la tribu de los idnan, que extienden su presencia por el Adrar de los Iforas. En el pasado los kel ifora se desvincularon de la confederación noble de los Iullemeden y pasaron a pagar tributo al amenokal del Hoggar (Argelia). A diferencia de otras tribus tuareg, los derechos hereditarios no se transmiten a través de las mujeres, sino que pasan de hermano a hermano. Otra particularidad es que los ifora están más islamizados y son más devotos que otras tribus tuareg. Lo cual, junto con sus complicadas relaciones históricas con los beduinos kunta (dominantes en Tombuctú), nos permite un primer acercamiento al complejo sistema de alianzas de la última ofensiva, donde la dimensión étnica y religiosa resulta insoslayable.

Anteriormente destaqué cómo el MNLA enfatiza el aspecto territorial por encima de la identidad étnica, en un intento de atraer a las poblaciones árabe, songhay, peul, etc y superar las divisiones políticas que antaño impidieron un proyecto común para el Azawad. Falta comprobar que efectivamente hayan vencido las reticencias de quienes se sentían relativamente cómodos con la dependencia de Bamako o simplemente rechazan la violencia (masacres, pillajes) que han desatado milicias de dudosa adscripción. Porque junto al MNLA se han desplegado otros grupos. En primer lugar, Ansar Dine, formación islamista creada hace poco por un líder tuareg ifora, el citado Iyad Ag Ghali, que el año pasado no pudo acceder a la dirección del MNLA por la desconfianza que generan sus oscuros vínculos con los gobiernos argelino y maliense, y por su empeño por instaurar la sharia en Azawad, lo que no ha impedido alianzas puntuales contra un enemigo común. Ag Ghali es muy religioso y su salafismo se inspira en principio en el movimiento pakistanés Tablighi Jama’at, aunque otros señalan influencias saudíes tras su estancia en Jedda (Arabia Saudí) como cónsul de Malí tras los acuerdos de paz de 2006. Ansar Dine se atribuye ahora el control de la mayor parte de Tombuctú, con apoyo del AQMI (predominantemente árabo-argelino), que facilitaría las relaciones con los árabes berabiche de la ciudad. No obstante, la situación real sigue sin estar nada clara, y de hecho en los últimos días ha surgido una nueva milicia árabe en la ciudad: el Frente Nacional de Liberación de Azawad, una especie de milicia de autodefensa que afirma no apoyar ni la aplicación de la sharia ni la independencia de la región. Esta milicia parece estar apoyada por un sector de la burguesía árabe comercial de Tombuctú.

Otro grupo es el Movimiento para la Unidad y la Jihad en África Occidental (Mujao o Mujwa en inglés), descrito como una escisión de AQMI y responsable del secuestro de siete diplomáticos argelinos del consulado en Gao. Este último incidente vuelve a levantar sospechas sobre las intervenciones encubiertas del gobierno argelino -y sus relaciones con los citados grupos- en una región donde la argelina Sonatrach adquirió derechos de prospección y explotación de hidrocarburos. Según afirmaba Nina Walet Intallou, miembro del MNLA y presidenta de la conocida asociación Taghref Tinariwen, a principios de este año, los argelinos «siempre han querido apropiarse de esta región. Lo ven como parte de Argelia. Cuando piensas que era el consulado argelino en Gao el que daba la nacionalidad argelina a todo aquel que lo pidiera, eso es una prueba.» En cualquier caso, es la primera vez que el AQMI (o el Mujao) se ha expuesto de este modo y en territorio urbano.

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La lógica de redes dinámicas y fluctuantes, así como la articulación clánica de las dimensiones identitarias y políticas, en un contexto de supervivencia económica del día a día, parece que pesan más en el corto plazo y conviven con dificultad con proyectos políticos de medio o largo plazo, ya se trate del salafismo versión AQMI, Mujao o Ansar Dine, o del peculiar «nacionalismo» tuareg versión MNLA. Sostiene el antropólogo Michael Singleton que por definición los nómadas no tienen utopías, que el pensamiento utópico es producto de la sedentarización y específicamente occidental (sedentarización que en el capitalismo se corresponde con la obsesión por fijar a los seres humanos en plantaciones, fábricas o metrópolis – en él el nomadismo se admite solo en función de la producción, no de las personas). Aunque el nomadismo sea una óptica del espíritu que no resulta del todo incompatible con la sedentaria (de hecho, nunca existieron nómadas o sedentarios «puros»), solo desde ella puede asumirse una concepción del poder no trascendental. Además, «el nómada se encuentra más enteramente en el presente que el sedentario«. Simplificando, para Singleton, la » autoridad nómada » se basa en «una competencia personal, congénita y/o adquirida, cuya eficacia es hasta tal punto empíricamente evidente que actores menos experimentados pueden encontrar en su interés adherirse a ella.» Tener autoridad no implica poder «ordenar hacer cualquier cosa por obligación«. «El poder sedentario, por contra, tiende hacia un absoluto totalmente desconectado de todo anclaje pragmático, y solo responde al único Absoluto

¿Es Azawad una utopía incompatible con el espíritu nómada, con fronteras cerradas entre Mopti y Tessalit, bandera oficial, capital en Gao y tal vez rechazo de la historia compartida con los vecinos? ¿O representará más bien el reconocimiento de la vida que resiste al desierto y a la pobreza, integrada en los movimientos de la región, irreductible a la forma Estado y al absolutismo religioso, resueltamente pirata? Tanto en una como en otra alternativa, ¿qué democracia es posible sin que se produzca una deriva a la libia? Puede que nunca lo sepamos. Son muchas las fuerzas, de dentro y de fuera, que se han conjurado en contra del experimento.

* Estas lealtades de geometría variable no deberían sorprender. Los tuareg y Muamar el Gadafi se usaron mutuamente: los primeros encontraron en Libia refugio y apoyos puntuales, el segundo recurrió a ellos durante la guerra del Chad con las mismas promesas que hicieron los franceses a propósito de una confederación pansaheliana (aunque en un doble juego luego invertía en el sur de Malí, no en el norte).

Referencias Azawad 1 & 2

African networks and informal power: Big men and networks, capítulo 5. ‘Castles in the sand’: Informal networks and power brokers in the Northern Mali periphery – Morten Böås (Zed Books, marzo de 2012).

Special Report: Mali, what is really happening – Oualid Khelifi (9 de abril de 2012)

Más allá del Estado: pueblos al margen del poder, capítulo Los Tuareg: la resistencia de un pueblo del Sahara – Albert Mongay y Guillermo Alonso (Ed. Bellaterra, 2002)

The causes of the uprising in Northern Mali – Andy Morgan (Think Africa Press, 6 febrero 2012)

Opportunities taken in Mali: Ethnic dimensions and additional explanations on the emergence of Mujwa – The Moor Next Door (10 Abril 2012)

Sáhara (gran turismo), Salvat Editores, 2004

Pensées nomades. Penser nomade – Michael Singleton, Laboratorio de Antropología Prospectiva, Universidad Católica de Lovaina, 2001. El no lugar de la utopía – Michael Singleton (revista Entropía, edición original en francés nº 4, primavera de 2008).

Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/azawad-segunda-parte