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Bardo, más allá del dolor, los peligros para Túnez

Fuentes: www.tunisiainred.org

Traducción Susana Merino

Con el pensamiento puesto en todas las víctimas del 18 de marzo

El ataque al museo del Bardo el 18 de marzo de 2015 constituye un retroceso histórico para Túnez: nunca antes habían sido atacados los ciudadanos, nunca antes había sido Túnez centro de ataques terroristas. En la mira principal de los yihadistas hasta ahora solo había policías, militares y miembros de la Guardia Nacional, una sesentena de víctimas asesinadas en enfrentamientos directos con los terroristas en los alrededores del monte Chaambi, en la región de Kaserin, destrozados por las minas o en emboscadas en otras regiones del interior del país (1).

El ataque al Bardo no parece haber sido hecho por el ISIS: según el diario Assabahnews la identidad de los dos terroristas de nacionalidad tunecina ultimados por la BAT (Brigada anti Terrorismo) revelaría su afiliación a la Katiba Ojba Ibn Nafaa, una rama de Al Qaeda en el Magreb, muchos de cuyos miembros se han atrincherado en las alturas de Chaambi, en los límites de Argelia. Se trata de Hatem Khachnaoui, originario de Sbeitla y de Yassine Laâbidi de la ciudad de Khaldoun, en la periferia de Túnez, como lo reveló el primer ministro Habib Essid.

Pero más allá de la crónica resulta urgente tratar de reflejar qué significa para el país este nuevo escenario que va perfilándose a partir del mensaje altamente político y polivalente que los terroristas han querido enviar al pueblo tunecino: el asesinato de los turistas es un golpe al corazón de la actividad turística de Túnez, que más para mal que para bien ha sido hasta ahora la mayor fuente de ingresos, pero la proximidad a la sede del Parlamento del Museo del Bardo muestra también que los terroristas han querido atacar la transición democrática de Túnez que, pese a discrepancias y sombras del pasado, se estaba abriendo paso con dificultad, no ciertamente gracias a los partidos políticos, sino al ojo avizor de una sociedad civil que no nunca ha dejado de hacer sentir su propia voz. Los tres partidos gobernantes (entre ellos el islámico Ennahadha) ya están vociferando contra los movimientos políticos y sociales y pidiendo que terminen de una vez con las reivindicaciones económicas y sociales para dejar que los aparatos de seguridad se dediquen sin distracciones a la lucha contra el terrorismo.

Aparatos que también en esta trágica ocasión parecen mostrar muchos puntos débiles: hay quienes se preguntan cómo individuos armados han podido entrar tan fácilmente al recinto del museo. Y también quienes se preguntan por qué la policía tunecina parece ser más eficiente cuando se trata de reprimir a los jóvenes de la revolución o de maltratar a periodistas y abogados.

Se debe tener también presente que ese día se estaba reuniendo la asamblea parlamentaria para tratar la nueva ley antiterrorista que hubiera debido poner en evidencia hasta que punto la actual composición parlamentaria está capacitada para conciliar derechos humanos y seguridad.

Otro de los objetivos logrado por los cabecillas del atentado del Bardo, tal vez el principal, ha sido el de la ocupación total del espacio mediático con las consecuencias fácilmente imaginables para los restantes temas vinculados a la transición democrática. Un mecanismo ya consolidado en otros lugares y en otros períodos históricos.

La fragilísima democracia tunecina tiene (¿tenía?) en su orden del día, en efecto, muchos puntos pendientes, como el referido a la justicia transicional y al organismo encargado de la recopilación de testimonios sobre los abusos cometidos bajo las dictaduras de Bourghiba y de Ben Alí, la Instancia Verdad y Dignidad, y ellos precisamente en el momento en el que por parte del propio presidente de la República Caid Essebsi, ex ministro de Ben Ali, se intenta pasar la esponja sobre el pasado a través de una soi-dissant reconciliación nacional. Otros puntos pendientes son la lucha contra la imperante corrupción en el seno de las principales instituciones del país o el enfrentamiento entre el poder ejecutivo y las asociaciones de magistrados y de abogados a propósito de la formación del Consejo Superior de la Magistratura en el que el nuevo gobierno quisiera insertar sus propios candidatos.

Pero uno de los mayores peligros, por otra parte anunciado ya hace unos días por el insípido primer ministro Essid (un burócrata procedente de la administración de Ben Ali), son las medidas económicas que serán impuestas a un país en el que los gastos que requiere el pago de la deuda externa representan el 20% del presupuesto del estado, el doble, por ejemplo, del destinado al Ministerio del Interior, para no mencionar el de Cultura, al que solo se le ha destinado un 0,64%.

El imposición de privatizaciones y otras medidas llevarán no sólo al empobrecimiento de los ciudadanos tunecinos, como ha sucedido en otros países, sino que podrían activar en el mejor de los casos protestas y movimientos tal vez más maduros que los precedentes, junto a una escalada, sin embargo, del extremismo religioso.

Habría llegado ciertamente el momento de volver a solicitar una moratoria de la deuda para encauzar los ya escasos recursos estatales hacia el incremento de la seguridad ciudadana, sí, pero también hacia la reducción de las brechas sociales que destruyen al país y que no han sido atenuadas por ningún gobierno post revolucionario. Porque la derrota de la revolución tunecina deriva principalmente de ahí, de la enorme expectativa que generó la caída de la dictadura entre las clases sociales más marginadas. Frente a esta expectativa de justicia y de dignidad, una clase política inconsciente y más que mediocre se llenó la boca con promesas que no ha mantenido y que posteriormente sólo ha sido capaz de dividirse en torno a cuestiones de poder y de egos desproporcionados.

Una mejor distribución de la riqueza, la puesta en valor de las capacidades juveniles, mortificadas por la indiferencia del poder, la iniciación de proyectos para un turismo sustentable y respetuoso del ambiente y que se dirija también a las regiones del interior junto a los grandes desafíos de la justicia de transición y de la ampliación de los derechos, el comienzo de un diálogo en relación con los grupos salafitas no yihadistas desafiándolos a transitar por la arena democrática, son solo algunos de los temas ignorados hasta ahora por todos los gobiernos (y por buena parte de la oposición).

No será fácil pero a partir de mañana, cuando los reflectores de occidente se apaguen nuevamente sobre este pequeño país y la conmoción por lo sucedido (inimaginable para muchos pero previsible para otros) se atenúe, les tocará a los ciudadanos y ciudadanas de Túnez retomar en sus propias manos su destino demostrando a quienes han querido dañar el corazón de su democracia naciente que no tienen miedo de seguir adelante, sin escuchar el canto desafinado de las sirenas locales que quisieran el regreso de la dictadura.

Mientras tanto, esta semana, no obstante lo sucedido. se llevarán a cabo por segunda vez en Túnez las actividades del Foro Social Mundial: la mejor señal, tal vez, para un nuevo impulso.

Para tener una visión más detallada de las actividades terroristas en el interior del país ver: https://inkyfada.com/maps/carte-du-terrorisme-en-tunisie-depuis-la-revolution/

Fuente original: http://www.tunisiainred.org/tir/?p=5143

rSAR