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Mujer-Sudáfrica

Bicicletas con freno cultural

Fuentes: IPS

La bicicleta es el bien material que más ayudó a emancipar a las mujeres, según la feminista estadounidense del siglo XIX Susan B. Anthony. En Sudáfrica eso también es cierto, aunque los prejuicios oprimen el freno. La cultura y la tradición les dificultan a muchas sudafricanas aprovechar la movilidad y el acceso a oportunidades sociales […]

La bicicleta es el bien material que más ayudó a emancipar a las mujeres, según la feminista estadounidense del siglo XIX Susan B. Anthony. En Sudáfrica eso también es cierto, aunque los prejuicios oprimen el freno.

La cultura y la tradición les dificultan a muchas sudafricanas aprovechar la movilidad y el acceso a oportunidades sociales y económicas que ofrecen las bicicletas, sin mencionar la reducción de emisiones de dióxido de carbono dañinas para el ambiente.

«La mayoría de la gente piensa que las bicicletas son para los niños, y definitivamente no para las mujeres africanas, especialmente las casadas», dijo Myolisi Njoli, de la organización no gubernamental Bicicletas Luvo.

Esta institución administra el programa Mujeres en el Ciclismo por encargo del gobierno de la provincia del Cabo Occidental.

Las mujeres temen que andar en bicicleta las haga parecer poco dignas o poco femeninas, concluyó, luego de una investigación, la experta Marianne Vanderschuren, del Centro para el Estudio del Transporte de la Universidad de Ciudad del Cabo.

«Liberar a las mujeres y lograr que usen la bicicleta es un desafío», dijo Meshack Nchupetsang, codirectores de la Red de Potenciación del Ciclismo (BEN, por sus siglas en inglés), una organización que también opera en Ciudad del Cabo.

«Las bicicletas ofrecen una manera de mejorar el estatus socioeconómico, pero surgen preocupaciones en materia de seguridad, incluso cuando las mujeres se sienten suficientemente libres para montarlas», destacó.

Según las estadísticas más recientes de la Federación Internacional de Carreteras con sede en Bruselas, recabadas en el periodo 1999-2004, Sudáfrica es el país que sufre más muertes en las rutas.

Además, el Consejo para las Investigaciones Científicas e Industriales, institución financiada por el gobierno sudafricano, calculó que entre 40 y 45 por ciento de las víctimas de accidentes usan transporte no motorizado.

«Sudáfrica es una cultura sin respeto por la vida», dijo Vanderschuren, quien combina sus tareas de investigación a nivel local con su participación en la Red Académica de Ciclismo, en la que participan expertos de este país y de Brasil, India, Holanda.

Por lo tanto, las sudafricanas pueden ver el ciclismo como una actividad demasiado peligrosa.

«Las mujeres sienten la obligación de cuidar a los niños y la familia, pero temen por sus vidas cuando recorren las carreteras. En Sudáfrica, el ciclismo es una actividad de alto riesgo, y las mujeres tradicionalmente asumen menos riesgos», agregó.

Las percepciones del estatus social también influyen. «En este país, uno debe conducir o trasladarse en automóvil para ser respetado», observó Vanderschuren.

Sin embargo, Mujeres en el Ciclismo hace campaña para que las mujeres que se trasladan en bicicleta sean la excepción a esta prejuiciosa regla.

Veinte mujeres de la empobrecida área de Khayelitsha, en Ciudad del Cabo, egresaron hace poco del programa, que está en curso desde hace tres años.

Vestidas de calzas cortas de color negro, camisetas y cascos, recibieron certificados en seguridad vial, habilidades ciclísticas y mantenimiento de bicicletas. De algún modo, se destacan en una localidad acostumbrada a ver mujeres caminando o hacinadas en autobuses.

«Estas mujeres han visto los beneficios de la bicicleta, y no aceptarán un ‘no’ por respuesta», enfatizó Njoli. Unas 200 mujeres recibieron entrenamiento.

Las bicicletas son particularmente adecuadas para el tipo de traslado más frecuente de las mujeres, señaló Vanderschuren: más viajes y más cortos hacia una variedad de destinos y en momentos en el tráfico se alivia, mientras tratan de conjugar el trabajo con el cuidado de los niños y las responsabilidades domésticas.

Además, las bicicletas les permiten liberarse de los horarios del transporte público, que puede limitar a mujeres que requieren flexibilidad para administrar su tiempo.

«Una bicicleta está bien para mí… En una bicicleta siempre puedo hacer cosas en mis propios tiempos», dijo Juanita Maguni, quien la usa para ir a trabajar en el barrio de Manenberg.

«Es fácil… Lo que resulta difícil es ignorar los comentarios sobre las mujeres que andamos en bicicleta. Tengo que juntar coraje para montarme en ella», agregó.

En un país en que las mujeres cargan con frecuencia la carga de la pobreza, las bicicletas también pueden ser redituables. Son más rápidas, más baratas y más eficientes que el transporte colectivo a motor a la hora de recorrer distancias de entre cinco y 20 kilómetros.

Las bicicletas de segunda mano –importadas por BEN con ayuda de la sociedad civil de Alemania y Holanda– pueden costar alrededor de 30 dólares. Para muchos hogares no es una suma pequeña. A veces, equivale a dos meses de transporte en medios colectivos.

Según el último Informe de Desarrollo Humano de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), alrededor de un tercio de los habitantes de Sudáfrica viven con menos de dos dólares al día.

Pero una vez que la bicicleta fue pagada, no hay vuelta atrás, según Rufus Norexe, mecánico de bicicletas que trabaja para BEN y vive en el asentamiento irregular de Westlake.

Según la última Encuesta Nacional Sudafricana de Hogares, publicada en 2003, quienes viajan todos los días en transporte público ganando menos de 75 dólares al mes gastan en ese rubro, en promedio, alrededor de un tercio de sus ingresos.

Y la gran mayoría (más de 80 por ciento) gasta más de 20 por ciento de sus ingresos en transporte.

BEN también distribuye bicicletas nuevas y reparadas, entre otros, a trabajadores de la salud y estudiantes.

«Hay una fuerte correlación entre pobreza y movilidad urbana», dijo Aimee Gauthier, de Access Africa, un programa del Instituto para las Políticas de Transporte y Desarrollo con sede en Nueva York.

«La pobreza complica la movilidad y la falta de opciones de transporte complica la pobreza. Los costos del transporte suponen un gasto considerable en hogares en los que ya existe una enorme presión financiera», agregó.

El gobierno sudafricano reconoció el potencial de la bicicleta en el alivio a la pobreza a través de su programa Shova Kalula («Pedalear fácil», en zulú), por el cual aspira a entregar un millón de bicicletas en toda Sudáfrica para 2015, la mayoría a mujeres, trabajadores de la salud y estudiantes.

Pero hasta que el cambio cultural cobre impulso junto con la distribución de estos vehículos, los anticuados prejuicios continuarán fastidiando esos planes.

«Es tan difícil… La población rural se apega a las tradiciones. Mi esposa circula en bicicleta por Ciudad del Cabo y viste pantalones, pero no puede hacer nada de eso cuando visitamos la pequeña hacienda de mi padre», relató Norexe cuando se le preguntó cuántas mujeres se informan al respecto.