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Bilbao, premiada «Mejor ciudad europea 2018»

Fuentes: Rebelión

El alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, ha recogido en Londres el premio como «Mejor Ciudad Europea 2018» a su ciudad, que le ha otorgado la organización internacional «The Academy of Urbanism». Aburto se ha dirigido a los habitantes de la capital vizcaína para decirles que quienes han ganado han sido ellos. Los bilbainos», que […]


El alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, ha recogido en Londres el premio como «Mejor Ciudad Europea 2018» a su ciudad, que le ha otorgado la organización internacional «The Academy of Urbanism». Aburto se ha dirigido a los habitantes de la capital vizcaína para decirles que quienes han ganado han sido ellos. Los bilbainos», que viven «en la mejor ciudad europea de 2018». «Bilbao es una ciudad atractiva y con futuro», ha señalado.

La obra de arte Gismo (1960) de Jean Tinguely (1925-1991) de la colección del museo Stedelijk fue una de las diez obras de arte de un proyecto piloto para mantenimiento y conservación de arte moderno. Gismo, una obra temprana de Tinguely, es una máquina de más de dos metros de altura y casi seis metros de larga, hecha de chatarra y desechos de metal.

Un motor eléctrico pone en movimiento ejes unidos mediante correas de transmisión. A los ejes van sujetas unas ruedas equipadas con martillos, que producen ruidos y sonidos mientras van golpeando en viejas marmitas, botes y otros objetos metálicos. Gismo se halla en un estado de mantenimiento crítico. Lidia Beerdens nos explica que los estudios e investigaciones sobre las posibilidades de su conservación no han finalizado todavía, por eso aún no existe una decisión sobre cómo proceder en este caso.

Cuando el objeto se mueve, cruje y rechina por todos los lados. Y precisamente la producción de estos ruidos supone un reto especial en las investigaciones de cara a la reparación de Gismo. La obra se muestra como una máquina: Se compone de diversos accesorios y es impulsada por corriente. Gismo es una máquina inservible: No hace nada. El objeto es una construcción de fragmentos metálicos, aparentemente reunidos y soldados de manera puramente casual y discrecional, e impulsado por corriente. Gismo no se puede desmontar como una máquina normal.

Es una obra de arte única, cuyo destino es moverse y producir ruidos. Tinguely modeló accesorios de metal herrumbrosos para esta construcción movediza y bamboleante con aspecto de máquina. Para mantener a Gismo en marcha hay que reparar y revisar el objeto con frecuencia, comenzando por pequeños cambios hasta terminar con reparaciones costosas. De modo que Gismo, a lo largo de los años, se ha ido transformando constantemente; y no sólo ha cambiado su modo de moverse sino también se han modificado y variado los ruidos que produce. Una restauración conveniente y adecuada de Gismo supone primero responder a algunas preguntas: ¿En qué medida se aleja el objeto, en composición y aspecto, de su estado primigenio? ¿Qué importancia se asigna o atribuye a los cambios que el mismo Tinguely acometió cuando la obra todavía era suya? ¿En su actual estado, sigue transmitiendo Gismo todavía la intención del artista? Su obra más famosa, Homenaje a Nueva York (1960), es de hecho una escultura que se autodestruye.

En la reparación de estas obras, al igual que en la de otras muchas, ha habido discusiones públicas con participación de entendidos en la materia, se han visto fotografías, se han consultado archivos, se han analizado materiales, texturas de colores, costes de las reparaciones… El análisis sobre reparación de, como en este caso, un objeto caduco, destinado a la ruina, construido con elementos muy perecederos y por el que se ha pagado millones ha sido objeto precisamente de una tesis doctoral de un vecino de Bilbao. Toda reparación seria requiere estudio y respeto: somos eslabón, no punto final.

Son muchas las ciudades centroeuropeas destruidas en gran medida por los bombardeos masivos de la Segunda Guerra Mundial, por la barbarie de las gentes y gobiernos, por la mordedura del tiempo: Dresde, Berlín, Munich, Estrasburgo…, ciudades que en gran parte con el paso de los años han sido reconstruidas de manera diferente, pero en la mayor parte de ellas sin perder la huella de su pasado, plasmando en ellas el urbanismo de su historia: El paso de sus años, la vida de sus gentes, los edificios de los que nos hablan su literatura, las hemerotecas, los archivos, las casas de otrora, las plazas de antaño… quedan en sus calles, en sus aceras y cantones, y hoy se vuelven recorrido y paseo otoñal.

Bilbao no ha sido destruida por las guerras sino desde una administración descuidada, insensible, desde los despachos e intereses de unos con la pasividad de los más. Quien hable hoy día con un bilbotarra que ronde los 80 sólo nos enseñará esta ciudad premiada como la mejor ciudad europea 2018 por la organización internacional «The Academy of Urbanism» desde el recuerdo, mediante algunas fotos amarillentas perdidas en alguna pared de bar. Los dirigentes y organismos de Bilbao hace tiempo que decidieron reformar Bilbao borrando, destruyendo a mazazos su pasado. A Bilbao no la conoce ni la madre que la parió: Hubo edificios industriales selectos, chalets dignos de conservación, cervecerías de fiesta y encuentro, plazas, portales, rótulos, tiendas, árboles que dan nombre… De las orillas de la ría, que fue la más importante calle de Bilbao, sólo quedan unos largos paseos limpios de polvo y paja, pista de andarines y peatones con huellas y construcciones del presente y la nada subrayada del pasado.

Quien quiera conocer el Bilbao en el pasado deberá alejarse de sus calles y recluirse en hemerotecas y archivos, consultar a algún bilbotarra anciano y curioso, no afectado todavía de alzheimer o por el deterioro de la demencia senil, o conversar con algún arquitecto curioso y rebelde y, por tanto, hace tiempo castigado y defenestrado por el poder económico gobernante de la ciudad, como Iñaki Uriarte, tildado más de enemigo que admirado por el alcalde Aburto, orgulloso de gobernar la mejor ciudad europea.

En Bilbao el pasado ha sido borrado de la ciudad y el futuro, Sr. Alcalde, está en el aire. Y, cómo no, el premio viene empaquetado de Londres, centro de bufetes gestionadores de paraísos fiscales.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.