Boko Haram mantuvo hasta principios de 2015, en el noreste del país un territorio del tamaño de Bélgica, pero desde que el presidente Muhammadu Buhari, asumió su cargo, en cumplimiento de su promesa de campaña de exterminar la guerrilla fundamentalista, que desde 2009, se ha convertido no solo en la pesadilla de los nigerianos sino […]
Boko Haram mantuvo hasta principios de 2015, en el noreste del país un territorio del tamaño de Bélgica, pero desde que el presidente Muhammadu Buhari, asumió su cargo, en cumplimiento de su promesa de campaña de exterminar la guerrilla fundamentalista, que desde 2009, se ha convertido no solo en la pesadilla de los nigerianos sino también de muchos de sus vecinos. Para ello Buhari, ha puesto en marcha la Operación Lafiya Dole, desde mayo de 2016, ha conseguido desalojar gran parte de ese territorio. Reconquistado a sangre y fuego, por las tropas de Ejercito nigeriano, y la Fuerza Multinacional Conjunta o MJTF (Chad, Camerún, y Níger), esta guerra no ha sido siempre limpia y son numerosas las denuncias acerca de violaciones a los Derechos Humanos. Más allá de las acciones por parte de los ejércitos regulares, los 26 mil hombres de la Fuerza de Tarea Conjunta Civil (FTCC) y los Comités Civiles de Vigilancia (CCV) grupos de autodefensas de vecinos, mal entrenados y peor armados, que su improvisación los ha llevado a cometer varios asesinatos de inocentes, mientras que los regulares han sido denunciado de ejecuciones sumarias, secuestros y torturas, cayendo en muchas oportunidades en los excesos de todas guerra sucia, como si alguna, alguna vez hubiera sido limpio.
A consecuencia que el próximo sábado 16 de febrero, el presidente Buhari, pondrá en juego su reelección frente a un conglomerado de unos veinte candidatos y que el actual presidente se acerca al fin de su primer mandato sin haber concretado su promesa de derrotar a Boko Haram, que desde 2009 ha provocado más de 35 mil muertes y un números de desplazados que sobrepasa los cinco millones de almas. En procura de interferir en las elecciones tanto Boko Haram y su desprendimiento de 2016, el Daesh de África Occidental (ISWA), han comenzado a intensificar sus ataques contra bases militares, poblados y ciudades con el fin de desestabilizar al ex general Buhari a pocas semanas de las votaciones.
Según fuentes cercanas a Washington, el plan del ISWA y Boko Haram, para hacer naufragar las elecciones, es darle más intensidad y continuidad a los ataques contra mercados, terminales de ómnibus, hoteles y centros comerciales, para aterrorizar a la sociedad civil y desgastar el acto eleccionario, por lo que se prevé en las próximas semanas una seguidilla de nuevos atentados.
Dado la cantidad de los golpes demoledores sufridos por los wahabitas, y las malas condiciones en que se encuentra muchos de sus frentes, es previsible que la oleada de ataques iniciada en diciembre pasado, se continúe de todavía más sangrienta. Por lo que habrá que preparase para lo peor, sin no logran ser detenidos, por los servicios de inteligencia locales y norteamericanos que operan en el terreno.
De hecho ya son al menos cien los efectivos del Ejército Nigeriano muertos a causa de la intensificación de estos ataques al tiempo que los muyahidines lograron incautar una gran cantidad de armas. Mientras que se mantiene en secreto el número de bajas civiles, en esta nueva campaña de los takfiries, aunque se estima estaría llegando a los 300 muertos.
El último 26 de diciembre el ISWA tomó por algunas horas el cuartel general de la fuerza multinacional en el estado de Borno, próximo a la frontera de Camerún y Chad. La presencia de los muyahidines provocó el desplazamiento de unos 50 mil vecinos de la localidad de Kukawam hacia la de Monguno, todavía con el recuerdo fresco de la matanza de unos 2 mil aldeanos de Baga, el 9 de enero de 2015, a manos de Boko Haram, que prácticamente pasó desapercibido para el mundo muy atento en la masacre de Charlie Hebdo.
Un segundo ataque se produjo a los cuarteles de Kekeno y Monguno, el día 28, provocando todavía más terror en la población, que ha comenzado a movilizarse hacia la frontera con Camerún.
El 13 de enero, fue atacada la base militar cercana a la ciudad de Magumeri en Borno y al día siguiente, fue saltada Rann, cercana a Camerún, en el área Kala Balge, una aldea improvisada, que llegó a albergar a unas 76 mil personas todos provenientes de otros puntos del noroeste nigeriano.
Tras el ataque a Rann, donde fueron asesinados unos 10 civiles, incendiadas las viviendas y saqueadas los locales de alimentos y medicinas ahora, esas 76 mil almas se enfrentan a una crisis alimentaria y sanitaria, ya que los equipos de las agencias de las Naciones Unidas que trabajan en la zona, por razones de seguridad han detenido sus operaciones.
Tres días después de ese ataque, se registró la llegada de unas 8 mil personas a Camerún, mientras se espera que el número alcance los 15 mil. Lo que ha generado la preocupación del gobierno de Yaundé , que habría ordenado operativos de seguridad, para impedir el arribo de más desplazados. Los refugiados llegaron a pie desde Rann hasta Bodo (Camerún) un pueblo fronterizo a siete kilómetros de Rann.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (UNOCHA) en Nigeria, ha pedido al gobierno camerunés que no expulse a los recién llegados, ya que no hay manera de recibirlos otra vez en Nigeria.
Los desplazados internos, que ahora tienes estatus de refugiados, han llegado a Camerún en muchos casos solo con lo puesto y en pésimas condiciones físicas y mentales, según las ONGs que trabajan en el lugar, que también declararon carecer de alimentos, agua y atención médica para asistirlos. Según las organizaciones humanitarias que operan en ese sector de la frontera, muchos de ellos permaneces en estado de shock y profundo estado de angustia, dado que la gran mayoría han vivió en varias oportunidades ataques de los integristas. Sin lugar donde guarecerse se han improvisados campamentos a cielo abierto y debajo de los árboles. En 2017, en un campo de refugiados de Rann, un avión de combate atacó por error el lugar asesinando a 200 personas.
El día 16 de enero, ISWA atacó al ejército en la ciudad de Gajiram aunque fueron repelidos después de algunas horas de intensos combates lo que demuestra más allá de la actividad frenética de los insurgentes estas últimas semanas, su capacidad de combate para poder ordenar esta ofensiva, que se intensificara por los menos hasta las elecciones.
Una guerra de múltiples frentes.
Si bien tanto Boko Haram, liderado por Abu Bakr Shekau, que hizo su bayat (juramento de fidelidad) a Califa Ibrahim líder del Daesh (Abu Bakr al-Bagdadí) en marzo de 2015, también los hombres del ISWA, son leales a al-Bagdadí, pero la metodología netamente terrorista de Shekau, los obligó a separarse en 2016. Abu Musab al-Barnawi, líder de ISWA, no está de acuerdo con los ataques contra objetivos civiles con carros u hombres bombas y prefiere el combate contra las fuerzas de seguridad, mientras ha sido una característica típica de Shekau, los ataques utilizando suicidas, ya no solo militantes sino, y en muchas oportunidades, mujeres y niños, que son detonados a control remoto en lugares atiborrados de civiles como mercados, procesiones, iglesias, mezquitas y terminales de ómnibus.
Este renovado impulso en los ataques frenéticos de los muyahidines tanto de Boko Haram, como de ISWA, obligará al presidente Buhari a redoblar sus esfuerzos para contener la ofensiva e investigar si detrás de esta campaña sangrienta no están enmascarados interés político de algunos de sus contrincantes electorales ya que la presidencia de Nigeria significa administrar el mayor productor del continente de petróleo y gas. Por lo que Buhari, ya no solo debe guardar por la seguridad de los casi 200 millones de nigerianos, sino también, por su propia sobrevivencia política.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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