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Burundi se recupera de más de una década de guerra civil étnica

Fuentes: Amanecer del Nuevo Siglo

Burundi, uno de los países implicados en el conflicto de la Región de los Grandes Lagos en los años noventa, está en la actualidad recobrándose de la larga guerra civil, iniciada en 1993 entre el ejército dominado por los tutsis y algunos grupos rebeldes de la mayoría hutu, que causó la muerte a 300.000 personas […]

Burundi, uno de los países implicados en el conflicto de la Región de los Grandes Lagos en los años noventa, está en la actualidad recobrándose de la larga guerra civil, iniciada en 1993 entre el ejército dominado por los tutsis y algunos grupos rebeldes de la mayoría hutu, que causó la muerte a 300.000 personas en la diminuta nación africana. Se estima que los conflictos en Ruanda, Burundi y la República Democrática del Congo han costado la vida a más de cinco millones de personas en sólo una década.

Los tutsis, que componen un 15% de la población del país, fueron considerados por los colonizadores belgas como superiores a los hutus y se les ofreció una mejor educación y empleos en el ejército y la administración. Más tarde, una élite tutsi asumió el poder militar, económico y político y reprimió brutalmente a los hutus que demandaban libertades políticas. En 1993, un hutu, Melchior Ndadaye, ganó las elecciones presidenciales, pero el ejército, liderado por los tutsis, llevó a cabo un golpe de estado y Ndadaye fue asesinado. Más tarde, los grupos armados rebeldes hutus comenzaron a operar desde bases situadas en el vecino Congo. Sin embargo, los analistas africanos señalan que no es posible que esto se repita, ya que los líderes africanos no tolerarían ahora un golpe militar.

Los dos pasos fundamentales en este proceso han sido la aprobación de la nueva constitución por un 91% de los votantes registrados -y con una participación del 88%- el 27 de febrero de 2005 y las elecciones parlamentarias que tuvieron lugar el 4 de julio y sirvieron para elegir al primer gobierno democrático desde 1993. Las elecciones fueron pacíficas, sin quejas de intimidaciones, y la participación (65%) fue considerada «totalmente aceptable» por la Operación de las Naciones Unidas en Burundi (ONUB). Alrededor de 5.000 miembros de las tropas de pacificación de la ONU se hallan en la actualidad en Burundi apoyando el proceso de paz. Las Fuerzas Hutus de Liberación Nacional (FNL), el último grupo rebelde hutu activo de Burundi, no fue capaz de atacar los colegios electorales, como ocurrió en las elecciones locales de junio de 2005, en las que el FLN fue responsabilizado de una serie de tiroteos y ataques con granadas. Kofi Annan, el secretario general de la ONU, alabó también a los votantes por haber tomado parte en unas elecciones presididas por «el orden y la dignidad.»

El corresponsal de la BBC en Bujumbura señaló que las elecciones marcan «un cambio fundamental en el equilibrio de poder de Burundi,» ya que fueron ganadas por un antiguo grupo rebelde hutu, las Fuerzas para la Defensa de la Democracia (FDD), lo que significó el fin del período en el que el control del estado estuvo en manos de una reducida élite tutsi. El FDD consiguió el 58% de los votos. El partido Frodebu, liderado por el ex presidente Domitien Ndayizeye, quedó en segundo lugar con el 22%. El principal partido que representa a la minoría tutsi, Uprona, ocupó la tercera posición. Según el plan de paz firmado en el año 2000, el 40% de los escaños en la Asamblea Nacional o cámara baja del Parlamento están reservados a la minoría tutsi y el 60% son para los hutus. Ambos grupos étnicos tendrán, sin embargo, una parte equivalente en el Ejército y el Senado.

El pasado mes de agosto, el nuevo Parlamento, dominado por el FDD, escogió a Pierre Nkurunziza, un antiguo profesor de universidad profundamente religioso, como nuevo presidente del país. Nkurunziza fue elegido sin oposición, ya que todos los potenciales rivales optaron por no presentarse dada la rotunda victoria que el FDD había obtenido en las elecciones locales y legislativas de junio y julio. Su elección fue vista como la culminación de un proceso de paz de cinco años que comenzó con la firma del acuerdo de paz de Arusha, Tanzania, en 2001. «Estoy muy contenta de ver que el proceso electoral funciona,» señaló Carolyn McAskie, jefa de la ONUB, a la agencia AFP. «Seguí personalmente las negociaciones de Arusha, la firma del Acuerdo de Arusha y la toma de posesión de hoy.»

Nkurunziza, por su parte, prometió trabajar por la unidad y poner fin a los choques de tipo étnico que han ensangrentado Burundi durante décadas. «La sangre que fue derramada durante la guerra civil y que fue también derramada en otros conflictos en este país debe servir como lección,» señaló. «Debemos desechar los viejos métodos de exclusión, favoritismo y mal gobierno… que nos condujeron al desastre.»

El FDD afirma también que quiere luchar contra la pobreza y promover la reconciliación, tras 12 años de conflictos étnicos, entre el ejército, liderado por los tutsis, y los rebeldes hutus. «En primer lugar, necesitamos reforzar la reconciliación nacional para que los ciudadanos de Burundi puedan pensar en un estado nación y no en un estado basado en los grupos étnicos,» manifestó el portavoz del FDD Karenga Ramadhani, a la BBC. Él añadió que el FDD tiene más responsables tutsis en su seno que el resto de partidos hutus. Los analistas señalan que el primer objetivo del nuevo gobierno será el de convencer al FNL -que en los últimos meses ha permanecido activo únicamente en la provincia que se halla alrededor de la capital, Bujumbura- para que se desarme y acepte las nuevas reglas del juego democrático. Cabe señalar que el FNL ha sido denunciado por los líderes regionales como un grupo terrorista tras cometer una masacre en un campamento que albergaba refugiados congoleños. Las relaciones con el ejército, que está todavía controlado por los tutsis, serán especialmente importantes para el nuevo gobierno.

El FDD tendrá también la difícil tarea de desarrollar las relaciones del país con la vecina Ruanda, donde un partido controlado por los tutsis, el Frente Patriótico Rwandés (RPF), mantiene su control sobre un país de mayoría hutu y contempla con aprensión el reciente desarrollo político en Burundi.