El escritor Siddharht Kara denuncia cómo los fabricantes de dispositivos y coches eléctricos se aprovechan de “las condiciones apocalípticas” de la minería de cobalto en el Congo, de donde proviene el 75% de este mineral clave para las baterías.
Las noticias sobre el Congo comenzaron a llegar en 2016. Entonces, un informe de Amnistía Internacional reveló la pesadilla que se escondía detrás de la extracción del cobalto, uno de los minerales clave de la revolución digital. Fue el primero que documentó en qué consistía la “minería artesanal”: un proceso en el que los congoleños son enviados a horadar la tierra con sus propios medios para extraer las rocas tóxicas que, una vez refinadas, alimentan las baterías de casi cualquier dispositivo electrónico. A las empresas mineras que les pagan uno o dos dólares por cada saco de mineral no les importa si mueren en un derrumbe ni si enferman por la contaminación. No les importa si quien les trae el saco es un niño, ni si ha sido obligado a bajar allí por las milicias paramilitares. El sueño del Hyperloop se desvanece sin cumplir ninguna de sus expectativas
Desde entonces varios proyectos de investigación se han adentrado en las provincias mineras del Congo, de donde sale el 75% del cobalto mundial, para arrojar luz sobre la cadena de suministro. Sus hallazgos no dejan lugar a dudas: la situación sigue siendo devastadora.
“El cobalto se extrae en condiciones absolutamente apocalípticas, infrahumanas y violentas”, dice Siddharth Kara. Su libro, Cobalto Rojo. El Congo se desangra para que tú te conectes (Capitán Swing), es uno de los últimos intentos de impedir que el mundo siga como si nada ante el problema. “Estas personas ganan un dólar o dos al día, destrozándose las piernas y la columna, exponiéndose a contaminación tóxica. El paisaje que les rodea ha sido completamente destruido por las empresas mineras. Y todo es una consecuencia de cada vez que enchufamos nuestros dispositivos digitales y vehículos eléctricos”, lamenta en esta entrevista con elDiario.es, en la que denuncia que las empresas mienten sobre sus programas de ayudas al país: “No existe nada de eso”.
¿Podría explicar cómo es la situación en el Congo para alguien que no está familiarizado con la realidad del país?
Por supuesto. Creo que la forma de verlo es la siguiente: cada vez que conectas tu smartphone, tu tableta o tu portátil, o si tienes un vehículo eléctrico, cada vez que lo conectas estás participando en una violencia enorme y atroz en la República Democrática del Congo. La razón por la que digo esto es que casi todos estos dispositivos recargables tienen cobalto en sus baterías. Alrededor de tres cuartas partes del suministro mundial de cobalto se extrae en la República Democrática del Congo. Este cobalto se extrae en condiciones absolutamente apocalípticas, infrahumanas y violentas, en las que cientos de miles de personas cavan en pozos y zanjas en condiciones tóxicas y peligrosas, incluidos decenas de miles de niños, para extraer el cobalto de la tierra y subirlo por la cadena de suministro hasta nuestros dispositivos y suplir nuestra enorme demanda. Estas personas ganan un dólar o dos al día, destrozándose las piernas y la columna, exponiéndose a contaminación tóxica. El paisaje que les rodea ha sido completamente destruido por las empresas mineras. Millones de árboles han sido talados. El agua, la tierra, todo ha sido contaminado por los efluentes tóxicos de las instalaciones de procesamiento. Así que se trata de una auténtica catástrofe medioambiental y de derechos humanos. Y todo es una consecuencia de cada vez que enchufamos nuestros dispositivos digitales y vehículos eléctricos.
La edición en inglés de Cobalto Rojo se publicó hace justo un año. ¿Se han posicionado las empresas que cita directamente, como Apple o Samsung?
La mayoría de estas empresas continúan con sus negocios como siempre. De hecho, todas siguen haciendo lo mismo. Afirman que respetan los derechos humanos en todas sus cadenas de suministro y que garantizan que no haya trabajo infantil ni condiciones violentas y degradantes en la extracción de metales como el cobalto utilizado en sus baterías. Afirman que la minería se realiza de forma sostenible, y luego siguen como si nada, porque ¿a quién le importa realmente la gente más pobre del corazón de África? Esa es la apuesta que están haciendo.
A medida que aumente la concienciación de los consumidores, las empresas se sentirán más presionadas para actuar en el Congo y asegurarse de que sus cadenas de suministro no están contaminadas por estas violaciones de los derechos humanos
Creo que lo que demuestra Cobalto Rojo es que a la gente le importa [este problema] cuando se entera de la verdad, y la verdad no sale de los equipos de marketing de las empresas tecnológicas y de vehículos eléctricos. La verdad emerge de las voces del pueblo congoleño que está viviendo esta realidad, destructiva, degradante, oculta en el fondo de las cadenas mundiales de suministro de cobalto. La gente ha conocido la verdad en el último año y seguirá conociendo la verdad dicha por el pueblo congoleño. Están molestos. Están enfadados. Se dan cuenta de que se les ha hecho partícipes involuntarios de esta catástrofe de derechos humanos, porque las empresas prefieren limitarse a decir que están haciendo todo lo que deberían hacer para proteger los derechos humanos del pueblo congoleño, pero en realidad no lo están haciendo. Ese es el punto en el que nos encontramos ahora: a medida que aumente la concienciación de los consumidores, las empresas se sentirán más presionadas para actuar sobre el terreno en el Congo y asegurarse de que sus cadenas de suministro no están contaminadas por estas violaciones de los derechos humanos.
En el libro cita dos asociaciones empresariales, la Iniciativa Minerales Responsables (con más de 400 miembros) y la Alianza Global de Baterías (más de 70, principalmente del sector automovilístico), que han anunciado planes en el Congo para garantizar que las cadenas de suministro de cobalto estén “limpias”. ¿Cuál es su impresión sobre ellas?
Dicen que están ayudando a mejorar las condiciones y afirman que tienen programas de ayuda. Pero, de nuevo, la verdad está sobre el terreno: prácticamente no existe nada de eso. Cuando hablas con la gente que vive en el Congo, nunca han oído hablar de ninguna de estas iniciativas ni de ninguno de los programas que afirman impulsar. Es una farsa que es tan antigua como el tiempo, con los de la parte superior de las cadenas de suministro abusivas creando ficciones acerca de la realidad existente en la parte inferior, alegando que están abordando estas cuestiones. Puedes trazar todo el camino de regreso a los viejos días de la trata de esclavos cuando los dueños de las plantaciones decían: no, no, las condiciones en las colonias azucareras no son tan malas. Y todos los terratenientes que ganaban dinero decían: no, no, la trata de esclavos no es tan mala. En realidad estamos ayudando a la gente africana. Pero entonces la verdad surgió de la tierra. Y eso es lo mismo que está pasando ahora. Las empresas dicen que la situación no es tan mala, que están ayudando con programas sobre el terreno. Pero cuando escuchas al pueblo congoleño, te das cuenta de que nada de eso es cierto.
Las empresas dicen que la situación no es tan mala, que están ayudando con programas sobre el terreno. Pero cuando escuchas al pueblo congoleño, te das cuenta de que nada de eso es cierto
De hecho usted traza una línea directa desde la colonización del Congo por parte de Leopoldo II, uno de los episodios de abuso y violencia más despiadados de la historia de la humanidad, con la situación que existe hoy día en el país.
Lo que la gente del Congo está experimentando ahora es el siguiente capítulo del reino de las tinieblas que comenzó bajo el rey Leopoldo II. Leopoldo aseguró el interior del Congo, el corazón de África, como una colonia personal. Fue en 1885, justo tras la invención del automóvil. Los neumáticos de caucho fueron inventados un par de años más tarde, y el Congo tenía una de las mayores selvas tropicales de árboles de caucho en el mundo. Así que desplegó un ejército de mercenarios para aterrorizar, esclavizar y masacrar al pueblo congoleño, para obligarlos a recoger la savia de los árboles del caucho y alimentar la demanda de la primera revolución del automóvil. Ahora tenemos una segunda revolución del automóvil, la transición de los motores de combustión interna a los vehículos eléctricos. Las baterías de esos coches, casi todas necesitan grandes cantidades de cobalto. Y una vez más, el Congo es el lugar donde se encuentra la mayor parte del cobalto del mundo. De nuevo, el pueblo del Congo está siendo obligado, coaccionado a través de la violencia y el sufrimiento, para obtener cobalto de la tierra y satisfacer la demanda de baterías recargables de los vehículos eléctricos y todas las otras cosas que conectamos para nuestra vida cotidiana.
¿Qué influencia tiene China en esta situación?
China tiene una enorme influencia. Controlan la mayoría de las operaciones mineras sobre el terreno en el Congo. Controlan más del 70% de la producción minera de cobalto en el Congo. Produjeron alrededor del 80% del suministro mundial de cobalto refinado el año pasado, y más de la mitad de las baterías recargables del mundo. Así que controlan gran parte de esa cadena de suministro. Y la razón por la que esto es un problema es que las empresas occidentales, las empresas de tecnología y de vehículos eléctricos, simplemente aceptan la palabra de las empresas mineras estatales chinas de que las condiciones en el Congo cumplen con las normas internacionales de derechos humanos y que la minería se realiza de forma sostenible, en lugar de ir al terreno y ver cómo es la parte inferior de sus cadenas de suministro. Ese es uno de los grandes problemas que hay que solucionar.
Las empresas occidentales aceptan la palabra de las empresas mineras estatales chinas de que las condiciones en el Congo cumplen con las normas internacionales, en lugar de ir al terreno y ver cómo es la parte inferior de sus cadenas de suministro
¿Por qué hay tanta impunidad? ¿Por qué no hay voces congoleñas que alerten de lo que está pasando a nivel internacional?
La razón por la que esta violencia y las violaciones de los derechos humanos de los congoleños ha persistido los últimos 15 años es porque ellos no cuentan. Eso. Una parte de la economía global está diciendo que esta gente no cuenta. Queremos sus recursos. Queremos su botín. Queremos las riquezas bajo sus pies. Pero ellos no cuentan. No son lo mismo que nosotros. Si todo el cobalto del mundo estuviera bajo Madrid, se explotaría de forma sostenible. La gente recibiría equipos de seguridad y se les pagaría un salario decente, tendrían beneficios sociales y los niños no estarían en los pozos, estarían en la escuela. Así es como se haría en Madrid o Barcelona o cualquier otra ciudad española. Pero la gente del Congo no cuenta. No importan. No le importaban a Leopoldo, y no le importan a las empresas tecnológicas y de vehículos eléctricos. Por eso persiste esta violencia.
¿Qué hace falta para cambiarlo?
Si las grandes empresas de tecnología y de vehículos eléctricos pensaran que la gente del corazón de África importa, ya habrían solucionado esto. Así que depende de gente como usted y como yo, de los consumidores de a pie, decir no, esto es una injusticia en la que no quiero participar. Obligar a las empresas a solucionar esto. Así es como el primer horror congoleño fue desmantelado, ¿recuerda? No fue Leopoldo quien lo hizo. Fue obligado a renunciar a la colonia por la gente común que no quería participar en semejante injusticia, y se unieron y arrastraron a la humanidad hacia adelante con su fuerza de voluntad para corregirlo [la presión internacional obligó a Leopoldo II a ceder la gestión de la colonia a Bélgica, su país]. Eso es lo que hará falta hoy, una nueva comunidad de conciencia que se una y nos empuje hacia adelante y obligue a los reyes de la tecnología y de la fabricación de vehículos eléctricos a corregir estas injusticias.
Es necesaria una nueva comunidad de conciencia que obligue a los reyes de la tecnología y de la fabricación de vehículos eléctricos a corregir estas injusticias
¿Cuál es la situación política actual del Congo? En 2019 fue elegido en las urnas su primer presidente tras un período de casi 60 años de gobiernos dictatoriales.
Sí, el gobierno actual no es una dictadura. Pero el Congo, como muchos países africanos poscoloniales muy pobres, sufre de mala gobernanza y corrupción. Los ingresos por las concesiones de las explotaciones mineras no se distribuyen de forma adecuada y equitativa entre el pueblo congoleño. Acaban llenando los bolsillos de los cleptócratas y la élite política. Esa mala gobernanza es parte del problema, pero no es la raíz del problema. Ninguno de estos problemas existiría si no fuera por la enorme demanda de cobalto creada en la cima de la cadena. Y por eso las soluciones deben estar en manos de quienes crean la demanda.
Usted ha entrevistado a cientos de mineros congoleños, incluidos niños. De todos ellos, ¿cuál es el recuerdo que permanece en su memoria?
Creo que la experiencia más visceral e intensa, la que estará grabada a fuego en mi corazón para siempre, es el momento en el que unos padres se sentaron frente a mí y con enorme tormento y dolor, contaron el día en que se enteraron de que su hijo de 10 años había quedado enterrado vivo en el derrumbe de un túnel, excavando en busca de cobalto. Ese es el dolor en el que el pueblo del Congo se ahoga. Sólo para que podamos conectar nuestros dispositivos y porque a las grandes empresas tecnológicas y de vehículos eléctricos no les importa, no les importa lo suficiente como para realmente arreglar las cosas. La gente del Congo seguirá ahogándose en ese tormento porque personas como usted y como yo no podríamos siquiera imaginar lo que se siente si uno de nuestros hijos fuera enterrado vivo. El horror de ese pensamiento nos atormentaría el resto de nuestras vidas. ¿Cómo serían sus últimos momentos bajo el aplastamiento de rocas y tierra? La gente del Congo vive con eso todos los días, sólo para que nosotros podamos enchufar nuestros aparatos y tecnología y las empresas puedan cosechar beneficios sin medida.
¿Hay alguna forma de escapar? ¿Ha conocido la historia de algún minero que haya podido escapar de las minas?
Para la gente de las provincias mineras de la República Democrática del Congo es muy difícil simplemente sobrevivir cada día. Viven en un país muy empobrecido y desgarrado por la guerra. Apenas ganan 1 o 2 euros al día. Es lo justo para sobrevivir de un día para otro. Y en las provincias mineras se han eliminado los medios de vida alternativos, las fuentes de ingresos alternativas, porque las grandes empresas mineras se han adueñado de todo el campo. Compran enormes concesiones de territorio. La mayor concesión minera de cobre y cobalto en las provincias mineras del Congo es del tamaño de Londres [1.500 kilómetros cuadrados, el doble que Madrid y Barcelona juntas]. Imagine una franja de campo del tamaño de Londres completamente arrasada y contaminada por las operaciones mineras. Toda la gente que solía vivir allí se ve desplazada y empujada al límite. No pueden cultivar verduras, no pueden pescar porque todo está contaminado. Todo lo que pueden hacer es volver al suelo en el que solían vivir y arriesgar sus vidas excavando en busca de cobalto para ganar un dólar al día. Tal vez 2 dólares si extraen lo suficiente. El dinero justo para comer y vivir hasta el día siguiente.
No pueden cultivar verduras, no pueden pescar porque todo está contaminado. Todo lo que pueden hacer es volver al suelo en el que solían vivir y arriesgar sus vidas excavando en busca de cobalto para ganar un dólar al día
Los mineros ganan uno o dos dólares al día. ¿Qué precio tiene el cobalto en los mercados internacionales?
El valor del cobalto a medida que sube por la cadena es opaco. Un kilogramo de cobalto refinado en la Bolsa de Metales de Londres vale unos 30 dólares. Pero eso es cobalto refinado. Para producirlo se requieren docenas de kilos de mineral en bruto. Una persona excavando en busca de cobalto en el suelo puede extraer unos 40 kilogramos de mineral de cobalto, que se pagará a un dólar o dos. A medida que sube por la cadena, es difícil rastrear su valoración desde el semiprocesado hasta el procesado. La Bolsa de Metales de Londres es el otro extremo de la misma y sabemos que hay una enorme variación en la valoración. Más que suficiente para pagar a la gente del Congo un salario decente para vivir por excavar nuestro cobalto de la tierra, y además, proporcionarles equipo de protección personal, cascos y guantes, porque el cobalto es tóxico al tacto y a la respiración. Y para mantener a los niños en la escuela. Hay dinero de sobra. Basta con mirar los balances de las empresas tecnológicas y de vehículos eléctricos para darse cuenta de ello.
elDiario.es ha contactado con Samsung y Apple, dos empresas que Kara cita directamente en Cobalto Rojo, para incluir su posición en esta entrevista. Apple no ha contestado al requerimiento. Samsung ha enviado el siguiente comunicado:
Samsung se esfuerza por contribuir a un futuro más sostenible, tanto para los ciudadanos como para nuestro planeta. Creemos que establecer una cadena de suministro responsable y fomentar la participación de nuestros proveedores es fundamental para minimizar las violaciones de los derechos humanos y la degradación del medio ambiente. Basándonos en la Guía de OCDE de Debida Diligencia, gestionamos nuestra cadena de suministro de forma continuada para garantizar un abastecimiento ético y responsable, y exigimos a nuestros proveedores que adopten nuestro Código de Conducta para Proveedores, basado en las normas internacionales del sector. También colaboramos activamente con otras empresas y con las partes interesadas del sector para promover el abastecimiento responsable de minerales a través de iniciativas como RBA, RMI y EPRM.
Además de los minerales libres de conflicto, también gestionamos exhaustivamente nuestra cadena de suministro para controlar cualquier extracción de minerales asociada a violaciones de los derechos humanos o a la destrucción del medio ambiente. Asimismo, somos conscientes de otros posibles problemas en la minería, realizamos continuamente un seguimiento diligente de estos asuntos, y colaboramos con organizaciones mundiales para estudiar la posibilidad de realizar un seguimiento adicional y dar las respuestas necesarias. Trabajamos para garantizar que la minería de nuestra cadena de suministro no se utilice para financiar conflictos y se lleve a cabo de forma que se respeten los derechos humanos y el medio ambiente, sin olvidar las responsabilidades sociales.