Traducido por Rebelión por Felisa Sastre
Difundir «propaganda árabe indignante», «tendencias antisemitas», y «palabras viles de odio», son las acusaciones que se esgrimen contra profesores de la Universidad de Columbia tras el estreno de Columbia Unbecoming (Indecencia en Columbia), un documental producido por el Proyecto David, de un equipo de pensadores pro-israelíes, con sede en Boston.
La engañosa película va dirigida contra el Departamento de Estudios de Lenguas y Culturas de Asia y de Oriente Próximo (MEALAC, en inglés) por su supuesta tendencia anti-israelí, y por las denuncias de que los estudiantes sionistas son habitualmente silenciados e intimidados en las aulas de la Universidad.
Los estudiantes que participan en la película afirman que lo único que pretenden es defender la rectitud académica pero la triste realidad de la intimidación a los profesores de Columbia es muy diferente.
El objetivo real del hostigamiento en la Universidad no son los estudiantes pro-israelíes, sino los estudiantes y los profesores que critican en público a Estados Unidos e Israel.
La campaña contra los que se oponen a Israel ha ido in crescendo hasta llegar a las máximas autoridades de la Universidad. En las semanas siguientes a la presentación de Columbia Unbecoming, el Rector de la Universidad, Lee Bollinger, ha ordenado una investigación oficial sobre las denuncias contra el MEALAC.
El Consejo Municipal de Nueva York (The New York City Council) se ha subido al carro de la campaña y ha amenazado con que si la investigación oficial no saca nada en limpio, ellos llevarán a cabo la suya propia.
Los profesores del MEALAC, entre los que se encuentran los profesores pro-palestinos Joseph Massad y Hamid Dabashi, son el objetivo principal de la campaña de difamación, pero en la actualidad la relación de profesores que sufren ataques se ha extendido a los departamentos de Literatura Comparada y Antropología.
El New York Daily News ha contribuido a la escalada de la caza de brujas con un artículo en portada, en el que se denuncia que «un clima de odio sacude la Universidad de Columbia». El artículo describe a un puñado de profesores liberales como «los agitadores de Columbia», y cita a Nicholas DeGenova, profesor de Antropología y Estudios Latinoamericanos, quien, en una reunión informativa tras la invasión de Irak, afirmó que «el patriotismo estadounidense es inseparable de la guerra imperialista y de la supremacía blanca».
En el artículo se ataca también a Lila Abu-Lughod, profesora de Antropología, por hablar románticamente sobre la Universidad de Bir Zeit en Cisjordania al describirla como «una institución liberal dedicada a la enseñanza y a la investigación con el mismo espíritu de las universidades de Estados Unidos». A la pregunta del papel que juega la resistencia palestina al reclutar gente en Bir Zeit, Abu Lughod respondió: «La CIA, históricamente, ha reclutado gente en la Universidad de Columbia pero esa no es la misión de la universidad. La tarea de la Universidad de Bir Zeit es la de educar a sus estudiantes, y en la actualidad trabajan en condiciones muy difíciles para hacerlo».
Esta tentativa de acallar la disidencia en Columbia está relacionada con las guerras exteriores de George Bush. Las universidades en Estados Unidos han sido, históricamente, sede de los movimientos de oposición contra el belicismo, de ahí que la campaña de difamación en la Universidad de Columbia forme parte del intento de cambiar el clima político en los recintos universitarios estadounidenses. Y esto, a su vez, no es sino parte de un asalto más amplio a las libertades civiles- en los campus y en la sociedad estadounidense en su totalidad- desde los atentado del 11 de septiembre.
Cuando Estados Unidos se preparaba para invadir Irak a principios de 2003, el Departamento de Seguridad Interior estableció un Sistema de Información sobre intercambio de estudiantes y visitantes (SEVIS en inglés) que reunía información personal sobre los estudiantes extranjeros. Hasta ahora, los gestores de Columbia- y de otras universidades del país- han desempeñado un papel muy activo en facilitar información al SEVIS y, en lugar de negarse a convertir en cabezas de turco a esos estudiantes, las universidades han cedido y permanecido mudas cuando estudiantes de Oriente Próximo y el Sudeste de Asia han recibido la «visita» del FBI, se les ha «borrado de la matrícula» de clase y han desparecido en centros de detención y de deportación. Esos visitantes- que no son emigrantes-carecen de derechos ante la ley estadounidense por lo que, en muchos casos, su desaparición no ha sido hecha pública..
Pero todavía más, la actual propuesta de Ley sobre Estudios Internacionales en la Enseñanza Superior- que se tramita en el Senado – abriría los departamentos académicos y los planes de estudios a la inspección del Gobierno, cuya financiación podría revisarse en función de lo que se considere aceptable o no para la seguridad interior.
En lugar de seguir desempeñando un papel activo en la caza de brujas de los estudiantes extranjeros y en el silenciamiento de la disensión, la administración de la Universidad de Columbia debería tomar partido contra los ataques a sus propios profesores.
La sección de la Columbia, integrada en la Red de Campus contra la Guerra, ya ha convocado una reunión a la que acudieron 80 personas y recogido docenas de cartas de solidaridad de todo el país y del resto del mundo y el Centro de Recursos Interculturales ha constituido recientemente un Comité específico por la Libertad de Cátedra en Columbia.
Un nuevo McCartismo está levantando cabeza en los recintos universitarios de Estados Unidos con el que se pretende avisar a los profesores de lo que les va a pasar si no cambian de actitud. No podemos dejar que eso ocurra.
La ultraderecha presiona en las calles
Los nombres parecen bastante inofensivos pero desde el 11 de septiembre, numerosos grupos de los denominados «perros guardianes», como los «Estudiantes a favor de la libertad de cátedra», Observatorio de los Campus y el Proyecto David se han movilizado en nombre de la libertad académica.
Sin embargo, su objetivo real es acallar cualquier voz disidente de izquierda en las facultades universitarias, desde los que se oponen a la guerra a quienes muestran su solidaridad con Palestina.
Por ello no resulta sorprendente que los personajes que se ocultan tras ellos sean los más agresivos ultraderechistas. David Horowitz, un antiguo izquierdista convertido en furibundo reaccionario, fundó Estudiantes por la Libertad de Cátedra (SAF en inglés), en junio de 2003, como parte de su campaña para presionar a los colleges a combatir el liberalismo y el radicalismo. Según Horowitz, las facultades y universidades estadounidenses son «centros de adoctrinamiento de la izquierda política» y muchos de sus profesores «odian a Estados Unidos».
Los hipócritas del SAF denuncian supuestas «tendencias» de izquierda en los campus mientras distribuyen artículos con titulares como «Terror Palestino en las universidades» o «Intifada contra los republicanos en las universidades».
El historiador ultraderechista David Pipes y el Pro-Israelí Foro de Oriente Medio (MEF, en inglés) son quienes lideran, tras las bambalinas, el Observatorio de la Universidad (Campus Watch)- un grupo que recopila información sobre profesores supuestamente hostiles a los intereses de Estados Unidos o críticos con Israel.
El Proyecto David– iniciado en 2002 para responder a lo que denominan «ataque ideológico creciente contra Israel»- proclama que promueve la «comprensión limpia y honrada del conflicto de Oriente Próximo» y «la coexistencia pacífica» entre israelíes y palestinos. Su web incluso subraya su carácter «pacífico» al mostrar como logo de presentación una paloma.
Pero antes de que el grupo produjera el documental Columbia Unbecoming, llevó a cabo una campaña contra la creación de una cátedra de Estudios Islámicos en Harvard por la mera razón de que 2 millones y medio de dólares de dotación provenían de los Emiratos Árabes Unidos.
El mismo grupo organiza ciclos de conferencias para personas como Tal Ben Shahar, un militar veterano del ejército israelí, especializado en la defensa del supuesto derecho de «autodefensa». En 2002, Ben Shahar para mostrar su deseo de «coexistencia pacífica» con los palestinos, escribía: «Los refugiados palestinos, y otros árabes que han sufrido como consecuencia de la guerra contra Israel- en palabras del historiador Richard Landes-, no son ‘víctimas inocentes sino agresores frustrados’. Y los agresores- quienes inician la violencia y no respetan los derechos de los demás- no merecen que se respeten sus propios derechos…los palestinos en los territorios conquistados (sic) se ven privados de algunas libertades porque saquearon y asesinaron, y porque nada hace suponer que cambiarían de actitud si obtuvieran la independencia».
¿Son «marginales» los que apoyan a Israel?
¿Se oprime en los campus a quienes se pronuncian a favor de Israel? Esa es la denuncia de la ultraderecha y de los grupos pro-sionistas. El Proyecto David– que ha encabezado la campaña contra el profesor de Columbia, Joseph Massad- afirma que «trabaja en las universidades para contrarrestar el ambiente hostil al que se enfrentan muchos estudiantes y profesores que desafían el modelo predominante sobre Oriente Próximo».
En realidad, el «modelo predominante» en relación con Israel es presentarlo como «una isla de democracia» en medio de un «Oriente Próximo terrorista». El sionismo está totalmente respaldado por una enorme mayoría de los que mandan en Washington, y se halla representado en docenas de aulas y de grupos de estudiantes en todas las universidades de Estados Unidos. Pero para organizaciones como el Proyecto David cualquier tipo de oposición al sionismo es sinónimo de anti-semitismo.
Esa fue la razón, por ejemplo, de que cuando el pasado año el arzobispo Desmomd Tutu dio unas conferencias en varios campus universitarios de Estados Unidos se encontrase con grupos que protestaban como la Organización Sionista Estadounidense. Según ellos, entre las observaciones «ofensivas» pronunciadas por Tutu se encuentran sus comentarios de que «Me he sentido profundamente afectado durante mi visita a Tierra Santa que me ha recordado muchas situaciones de las que vivimos los negros en Sudáfrica».
En cuanto al «ambiente hostil» en los campus, los partidarios de los derechos de los palestinos conocen en su propia carne lo que significa. Como Charlotte Kates, estudiante de la Universidad de Rutgers y activista a favor de los derechos palestinos, que fue amenazada con violencia física el año pasado por su colaboración en organizar una reunión de activistas solidarios con los palestinos. Finalmente, la Universidad de Rutgers obligó a que la reunión se hiciera fuera del campus y dio luz verde para que se celebrar en su lugar otra a favor de Israel.
Más recientemente, las mismas voces que exigían que se acabase con la carrera académica de Joseph Massad no hicieron sino permanecer mudas cuando el profesor asociado de medicina clínica, Moshe Rubin, envió un mensaje electrónico a Massad en el que decía: «Vuelva a la tierra árabe donde se perdona odiar a los judíos. Salga del infierno estadounidense. Usted es una desgracia, y un patético y mentiroso árabe».
Por ello, no deberían asustarnos los hipócritas que denuncian que las partidarios de Israel están «marginados».
Para sumarse a la campaña en defensa de la Universidad de Columbia o enviar un mensaje de solidaridad, háganlo a [email protected] o al teléfono 212-854-9970, o a la dirección del correo electrónico [email protected] del Rector de la Universidad, Lee Bollinger para apoyar la libertad de cátedra.