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Libia

Caos previsible causado por una «intervención modelo»

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El 19 de marzo de 2011, EE.UU. dirigió a los países de la OTAN en una guerra relámpago de ataques de aviones y misiles contra el gobierno de Muamar Gadafi, el trastornado dictador de Libia que fue visitado en 2004 y 2007 por el primer ministro británico Tony Blair, en 2007 por el presidente francés Nicolas Sarkozy, en 2008 por la secretaria de Estado de EE.UU. Condoleezza Rice y en 2009 por el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, todos los cuales le aseguraron cordialmente que las relaciones entre sus países y el suyo eran cordiales.

Gadafi fue un déspota y persiguió a sus enemigos casi con tanto salvajismo como el dictador Hosni Mubarak en el vecino Egipto, pero la vida para la mayoría de los libios era confortable y hasta la BBC tuvo que admitir que «la forma particular de socialismo [de Gadafi] suministra educación gratuita, atención sanitaria y vivienda y transporte subvencionados», aunque «los salarios son extremadamente bajos y la riqueza del Estado y las ganancias de las inversiones extranjeras solo han beneficiado a una elite limitada» (lo que, por supuesto, no sucede en ninguna otra parte).

El Libro mundial de hechos de la CIA señaló que la Libia de Gadafi tenía una tasa de alfabetización del 94,2%, mejor que Malasia, México y Arabia Saudí, por ejemplo, y la Organización Mundial de la Salud registró una expectativa de vida de 72,3 años, entre las más elevadas del mundo desarrollado.

Pero volvamos a las personalidades occidentales que visitaron Libia antes de la guerra de la OTAN. Un cable diplomático estadounidense filtrado de 2009 señaló que «los senadores McCain y Graham transmitieron el interés de EE.UU. de continuar el progreso de la relación bilateral» mientras el senador Lieberman declaró que Libia era «un importante aliado en la guerra contra el terrorismo».

Condoleezza Rice dijo que «la relación [entre EE.UU. y Libia] se ha estado moviendo en una buena dirección durante varios años y pienso que esta noche marcará una nueva fase». Y Blair, de Gran Bretaña, consideró su reunión «positiva y constructiva» porque la relación de su país con Libia había «sido completamente transformada en los últimos años. Ahora tenemos una cooperación muy fuerte en el contraterrorismo y la defensa».

La BBC informó de que «Mientras Tony Blair se reunía con Gadafi se anunció que el gigante petrolero anglo-holandés había firmado un acuerdo por 550 millones de libras esterlinas (860 millones de dólares) por derechos de exploración de gas frente a la costa libia». Las compañías petroleras estadounidenses ConocoPhillips, ExxonMobil, Marathon Oil Corporation y Hess Company también estaban profundamente involucradas en la producción de petróleo de Libia, porque posee las novenas reservas de petróleo del mundo. Las cosas parecían prometedoras para Libia.

Pero el 21 de enero de 2011, Reuters informó de que «Muamar Gadafi dijo que su país y otros exportadores de petróleo estaban considerando la nacionalización de firmas extranjeras debido a los bajos precios del petróleo». Sugirió que «el petróleo debería ser propiedad del Estado en tiempos semejantes, para que podamos controlar mejor los precios mediante el aumento o la reducción de la producción».

Entonces en febrero, inmediatamente después de la mención por Gadafi de la nacionalización de los recursos petroleros de Libia, hubo un levantamiento de rebeldes que querían derrocarlo y el 17 de marzo el Consejo de Seguridad de la ONU estableció una zona de exclusión aérea en Libia «para tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles amenazados en el país».

Los insurgentes fueron apoyados por EE.UU., Gran Bretaña y 12 de sus 26 aliados de la OTAN (sin incluir particularmente ni a Alemania ni Turquía), tres naciones árabes (sin incluir a Arabia Saudí) y Suecia, que abandonó su honorable neutralidad y se ha convertido en un aliado de la OTAN en todo menos en el nombre. Brasil, China, Alemania, India y Rusia se excluyeron de la resolución propugnando una solución pacífica del conflicto interno de Libia y advirtiendo de las «consecuencias imprevistas de una intervención armada».

Dos días después de la resolución de la exclusión aérea comenzó el ataque de la OTAN dirigido por EE.UU. y continuó durante siete meses, hasta finales de octubre. El 30 de abril, un misil estadounidense mató a uno de los hijos de Gadafi y a tres de sus nietos en lo que la OTAN calificó de «ataque de precisión» contra un «edificio de comando y control militar». Cuando le preguntaron por un ataque masivo al complejo residencial de Gadafi el portavoz del Pentágono anunció que «no estamos atacando su residencia. No tenemos ninguna indicación de víctimas civiles».

En el clímax de los ataques a Libia, el presidente de EE.UU. Obama, el primer ministro británico David Cameron y Sarkozy declararon en conjunto que «mientras hoy continuamos operaciones militares para proteger civiles en Libia, estamos determinados a mirar hacia el futuro. Estamos convencidos de que vendrán tiempos mejores para el pueblo de Libia… El coronel Gadafi debe irse para siempre. En ese momento, las Naciones Unidas y sus miembros deberían ayudar al pueblo libio mientras reconstruye lo que Gadafi ha destruido, reparar casas y hospitales, restaurar los servicios públicos básicos y ayudar a los libios mientras desarrollan las instituciones para sustentar una sociedad próspera y abierta».

La respuesta de Gadafi fue: «Habéis demostrado al mundo que no sois civilizados, que sois terroristas, animales que atacan a una nación que no os hizo nada».

El 20 de octubre Gadafi ciertamente se fue «para siempre», al ser brutalmente asesinado por uno de los grupos rebeldes. Obama celebró su muerte con entusiasmo diciendo que «Hoy podemos decir definitivamente que el régimen de Gadafi ha terminado. Los últimos principales baluartes del régimen han caído. El nuevo gobierno está consolidando el control sobre el país. Y uno de los más antiguos dictadores del mundo ya no existe».

La OTAN realizó 9.658 ataques aéreos en Libia y la BBC informó de que «durante toda la campaña de siete meses la OTAN admitió que hubo ‘mal funcionamiento’ de un arma. El 19 de junio, se informó de que varios civiles murieron cuando un misil alcanzó edificios de Trípoli. Un portavoz de la OTAN dijo posteriormente que ‘ocurrió una falla potencial de un sistema de armas y esto causó que el arma no alcanzase el objetivo deseado’.» (También hubo 105 ataques de drones estadounidenses de los que no se sabe nada).

Es sorprendente, incluso milagroso, que de 9.658 ataques aéreos solo uno matase a algún civil. Pero Human Rights Watch ve las cosas de modo diferente y señala que hubo muchos civiles muertos, aunque su informe es irrelevante porque ni una sola persona de los países de EE.UU.-OTAN ha sido o será algún día investigada independientemente por la muerte de algún civil, en alguna parte del mundo, por misil, bomba o cohete.

Nos dijeron que el objetivo de la guerra de EE.UU.-OTAN contra Libia era lograr la democracia mediante bombardeos y el primer ministro del Reino Unido Cameron declaró que «soy optimista respecto a Libia; he sido optimista todo el tiempo y soy optimista sobre el Consejo Nacional de Transición y lo que son capaces de lograr. Pienso que cuando se ve Trípoli actualmente, sí, por cierto, hay inmensos desafíos -llevar agua a esa ciudad, asegurarse de que haya ley y orden- pero en realidad, hasta ahora, se ha probado que los cínicos y los generales de poltrona se equivocan».

Por supuesto, los «cínicos» -mejor descritos como realistas- y los generales de poltrona tenían razón al predecir que el colapso del país era inevitable, lo mismo que tuvieron razon al predecir el caos en Irak y Afganistán. Pero dos intelectuales de alto rango, Ivo Daalder, el Representante Permanente de EE.UU. en el Consejo de la OTAN de 2009 a 2013, y el almirante James G. (Zorba) Stavridis, el Comandante Supremo Aliado Europa de EE.UU. (el comandante militar de la OTAN) en el mismo período, tenían sus propios puntos de vista y escribieron en la revista Foreign Affairs en 2012: «La operación de la OTAN en Libia ha sido correctamente aclamada como una intervención modelo. La alianza reaccionó rápidamente ante una situación en deterioro que amenazaba a cientos de miles de civiles que se rebelaban contra un régimen opresor. Tuvo éxito en la protección de esos civiles y, en última instancia, en el suministro del tiempo y el espacio necesarios para que las fuerzas locales derrocaran a Muamar Gadafi».

Según estos analistas objetivos, Libia fue liberada y se convirtió en un país libre gracias a la OTAN. Y recibieron el apoyo de columnistas como Nicholas Kristof quien escribió que «Libia es un recuerdo de que a veces es posible utilizar instrumentos militares para hacer progresar causas humanitarias». Esa declaración sería hilarante, si no fuera tan obscenamente estrafalaria, porque Libia ha colapsado en una ruina anárquica. La declaración de Gran Bretaña ante la ONU en 2012 de que «hoy Trípoli y Bengasi son ciudades transformadas. Donde había miedo, ahora hay esperanza y un optimismo y convencimiento que son verdaderamente inspiradores» ha resultado absurda.

Como informa la CNN, «Asesinatos, secuestros, bloqueos de refinerías de petróleo, milicias rivales que se enfrentan en las calles, extremistas islamistas que establecen campos, y sobre todo un gobierno crónicamente débil han convertido Libia en un sitio peligroso en el cual la inestabilidad ya se propaga más allá de las fronteras y hacia el Mediterráneo. Efectivamente no existe la ley en Libia». «Verdaderamente inspirador», sin duda.

Según Amnistía Internacional, «desde julio de 2014 por lo menos 287.000 personas se han desplazado en el interior del país como resultado de los ataques indiscriminados y por temor a las milicias y otras 100.000 se han visto obligadas a huir del país al temer por sus vidas». Las naciones occidentales han retirado sus misiones diplomáticas y Gran Bretaña advierte a sus ciudadanos «contra todo viaje a Libia debido a los continuos combates y mayor inestabilidad en todo el país».

La OTAN no ha hecho absolutamente nada para «reparar casas y hospitales, restaurar servicios públicos y ayudar a los libios a desarrollar las instituciones necesarias para sustentar una sociedad próspera y abierta» que Obama, Cameron y Sarkozy declararon tan necesario mientras sus bombas, cohetes y misiles Tomahawk destruían casas, hospitales y servicios públicos. Y ni uno solo de esos personajes, los dirigentes mundiales excitados, los condescendientes comentaristas o los expertos intelectuales que desatinadamente afirmaron que «la operación de la OTAN en Libia ha sido correctamente aclamada como una intervención modelo», ha mostrado el menor arrepentimiento por su entusiasta aprobación del ataque que condujo a la devastación y el desastre.

Durante la guerra contra Libia, Obama y Cameron declararon «Estamos convencidos de que mejores tiempos esperan al pueblo de Libia». Decid eso a los millones de libios cuyas vidas han sido destruidas por la «intervención modelo» de la OTAN. El grado de sufrimiento humano no es tan terrible como el infligido a Irak por la guerra de EE.UU. y el Reino Unido, pero también es espantoso. El 30 de noviembre, por ejemplo, Reuters informó de que «cerca de 400 personas han muerto en seis semanas en los duros combates entre las fuerzas libias progubernamentales y grupos islamistas en Bengasi, la segunda ciudad de Libia». Esto sucede en los que deberían ser «tiempos mejores» después de la guerra relámpago de siete meses de ataques de misiles y bombardeos de la OTAN.

¿Y cuál será el próximo paso de la OTAN? ¿Dónde decidirá montar su próxima «intervención modelo» después de su destrucción de Libia y su humillante derrota en Afganistán?

La OTAN busca desesperadamente una causa para justificar su supervivencia y mueve afanadamente fuerzas hacia el este de Europa, involucrando tropas estadounidenses en «ejercicios» en Ucrania y despliegues estadounidenses y de otros países hacia Polonia y los Estados bálticos. Ha creado una «Misión de Vigilancia del Espacio Aéreo en el Báltico» multinacional y está realizando su operación con el necio nombre «Operación Decisión Atlántica» para amenazar a Rusia.

Pero la OTAN, y especialmente EE.UU., deberían recordar las sabias palabras de Brasil, China, Alemania y Rusia, que advirtieron de las «consecuencias imprevistas de una intervención armada». Como señaló el 4 de diciembre el Presidente ruso Vladimir Putin, «Hitler quiso destruir Rusia y llegar a los Urales. Sin embargo, todos recuerdan cómo terminó». Exactamente.

Brian Cloughley es un ex soldado que escribe sobre temas militares y políticos, sobre todo sobre el subcontinente. La cuarta edición de su libro A History of the Pakistan Army fue publicada este año.

(Copyright 2014 Brian Cloughley)

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MID-01-111214.html