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Capitalistas y toda la pesca

Fuentes: Público

Es obvio que el meteórico encarecimiento del precio del combustible es un factor de primera importancia en la crisis por la que atraviesa en la actualidad el sector pesquero. Pero sería una frivolidad pretender que el coste del gasóleo explica la pésima deriva que siguen las pesquerías españolas. Una pista de la cruda realidad nos […]

Es obvio que el meteórico encarecimiento del precio del combustible es un factor de primera importancia en la crisis por la que atraviesa en la actualidad el sector pesquero. Pero sería una frivolidad pretender que el coste del gasóleo explica la pésima deriva que siguen las pesquerías españolas.

Una pista de la cruda realidad nos la acaba de proporcionar la UE, que se ha mostrado dispuesta a aportar ayudas a los armadores de pesca para compensarlos por el sobrecoste de los combustibles… a condición de que el sector se avenga a una drástica reducción del volumen de la flota.

Estamos ante el corolario de una concepción de la pesca llevada en España hasta sus peores consecuencias durante los años ochenta, cuando se dio por hecho que la modernización del sector vendría de la mano de la sumisión general a los criterios de la rentabilidad capitalista. Los pocos que respondimos a esa tendencia argumentando que la cuestión no era pescar mucha más cantidad a muy menor precio a costa de lo que fuera, sino asegurar un aceptable bienestar a las familias del mar y propiciar un abastecimiento racional de los mercados que no pusiera en peligro la renovación de los bancos de pesca, fuimos tachados de «ecologistas de salón».

Pescaban muy por encima de los cupos que tenían asignados, burlando (o sobornando, si hacía falta) a quienes tenían el deber de vigilar lo que desembarcaban. Compraron barcos capaces de lograr capturas muy superiores con menos marineros, por mor de la sagrada productividad. Incluso llegaron a cobrar subvenciones comunitarias por desguazar barcos cuyos papeles falsificaron y mantuvieron en activo (hubo varios casos de barcos que se hundieron cuando ya hacía años que se suponía que no existían). Iban de listos.

Denunciamos que estaban esquilmando los caladeros y que eso sólo podía acabar mal. Se nos rieron en las barbas. Ahora chapotean en los lodos de aquellos polvos. Sus barcos han de faenar el doble para volver a puerto con capturas que son una birria comparadas con las de entonces.

Los «ecologistas de salón» avisamos del peligro. ¿Más listos? Qué va: tan sólo menos cegados por la ambición.