El 28 de junio usted le habló por televisión a la nación sobre Irak. Usted dijo que las muertes, la destrucción y el sufrimiento en ese país eran «horribles y reales». Y agregó: «Sé que los norteamericanos se preguntan si este sacrificio vale la pena». Usted agregó que «vale la pena» y explicó su postura.
Yo le pregunto: ¿quién se sacrifica en nuestro bando, además de nuestras tropas, sus familias y otros americanos cuyas necesidades no están cubiertas por el enorme gasto de la guerra y la ocupación?
No son los ricos. En medio de los horrores de la guerra, usted les rebajó dos veces los impuestos, empujando estas inmensas rebajas en el Congreso, al mismo tiempo que la concentración de la riqueza en manos del uno por ciento más próspero se aceleraba.
También hubo rebajas para las grandes corporaciones que más se benefician del arcano, incomprensible código impositivo. Varias de esas corporaciones también ganaron mucho con decenas de miles de millones de dólares en contratos que usted les concedió.
Compañías como Halliburton, que le paga una estupenda jubilación al vicepresidente Dick Cheney, siguen recibiendo contratos multimillonarios aunque la auditoría del Pentágono y el diputado Henry Waxman mostraron sus inmensos desperdicios, su bajo rendimiento y una corrupción nada pequeña. No hay mucho sacrificio corporativo.
Usted y Cheney necesitarían recordar que sus antecesores en la Casa Blanca les subieron los impuestos a las grandes corporaciones en tiempos de guerra. Como señaló el diputado Major Owens al presentar una ley a ese respecto, los precedentes para una política semejante en tiempos de déficit creciente se remontan a la Primera Guerra Mundial, a la Segunda, a la de Corea y a la de Vietnam. Piense en la diferencia. Hubo presidentes que les cobraron más a las grandes corporaciones como una manera de distribuir un poco el sacrificio económico. Pero usted reduce la contribución que hacen las corporaciones al Tesoro y al gasto militar en una era de ganancias record, asombrosas.
¿Están en Irak los hijos y las hijas de los poderosos de la política y la economía? Allí podrían ver el sufrimiento de millones de iraquíes inocentes, pero se cuentan con los dedos de una mano los parientes de los 535 congresistas o del personal de la Casa Blanca que están allá de servicio. Y ni sabemos cuántos parientes de los directivos de las 500 compañías más grandes, pero se adivina que no son muchos los que están de patrulla en el Triángulo Sunnita por estos días. Es que allá no queda mucho tiempo para el golf, el tenis y la vela.
Cuántas veces usted elogió el sacrificio patriótico de los que sirven en las fuerzas armadas, de los reservistas y guardias nacionales. Cuántas veces usted elogió su trabajo como la más alta manera de servir a la nación. ¿Y por qué sus hijas se pierden esta sublime oportunidad de ser elogiadas por su padre? Recuerde que en Irak hay un mayor llamado John Eisenhower.
En otra carta que no contestó, le pedí a usted y a Cheney que anunciara que iban a rechazar las decenas de miles de dólares de rebaja impositiva que les tocaba por la ley que ustedes impulsaron. Rechazar el beneficio hubiera mostrado que es indigno rebajarse a uno mismo los impuestos. Y hubiera reforzado el principio de autoridad moral en el gobierno.
Pero usted aceptó su propia rebaja de impuestos, mientras que decenas de miles de ciudadanos tuvieron que abandonar sus empleos y pequeñoscomercios para servir en Irak, ganando menos y aguantando el equipo militar inadecuado y la falta de entrenamiento.
Los gobernantes que envían a hombres y mujeres jóvenes a guerras no declaradas desde plataformas de mentiras, medias verdades y ocultamientos no tienen reales incentivos para portarse de modo responsable y efectivo en la política. Algún grado de sacrificio compartido es conducente a la moderación prudente frente a la manipulación irresponsable de los políticos y a la avaricia de sus cofrades oligarcas.
Sin sentido del sacrificio compartido, se diseñan programas antiterrorismo que terminan ayudando a reclutar terroristas. Su propio director de la CIA, Porter Goss, lo dijo a principios de año cuando habló ante el Senado. Nada de eso importó a la hora de la campaña para su reelección, cuando «la inteligencia y los hechos» quedaron atados a sus intenciones políticas.
Usted dijo varias veces que quiere nominar jueces federales que sean estrictos en su interpretación de la Constitución. ¿Qué tal un presidente que sea estricto en interpretar el inciso octavo del artículo uno de esa Constitución, el que dice que sólo el Congreso y nada más que el Congreso puede llevar el país a la guerra? Exigir que las guerras sean declaradas y pasar una ley que ordene que, al declararse una, todos los miembros en edad militar de las familias de diputados, senadores y funcionarios del Ejecutivo sean reclutados, parecería ser la única manera de que sólo «las guerras inevitables y necesarias» sean declaradas.
Sinceros saludos
Ralph Nader es defensor de los consumidores norteamericanos y varias veces candidato a la presidencia de EE.UU por el Partido Verde.