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Cartografiar el Sáhara Occidental

Fuentes: Sahara Info / CSCAweb

«El mapa de un Marruecos que engloba al Sahara Occidental se hace así completamente aceptable en la medida en lleve el título: «el Sahara Occidental visto por Marruecos». Por el contrario, se vuelve falaz si se presenta como algo de acuerdo con los datos jurídicos o bien militares, lo que es el caso con bastante […]

«El mapa de un Marruecos que engloba al Sahara Occidental se hace así completamente aceptable en la medida en lleve el título: «el Sahara Occidental visto por Marruecos». Por el contrario, se vuelve falaz si se presenta como algo de acuerdo con los datos jurídicos o bien militares, lo que es el caso con bastante frecuencia. Frente a cualquier mapa, el lector debe ser, por lo tanto, crítico. Para que así sea, es necesario identificar al autor, discernir sus intenciones y poner en cuestión la elección de las representaciones.»

Treinta años después de la retirada de España, la cuestión de la soberanía del Sahara Occidental sigue planteando problemas. De hecho, la cartografía de este territorio difiere según quien la realice. Unas veces falaz, otras dubitativo, pero raramente correcto, el mapa del Sahara Occidental merece que nos detengamos en él. Porque persigue una vocación de precisión, porque se supone riguroso o porque es el resultado de obras impresas en hermoso papel satinado, el mapa geográfico tiene ­demasiado- a menudo el valor de verdad establecida. Pero se olvida que se trata sólo de una representación simplificada de una realidad compleja, observada y retransmitida por una o más personas intrínsicamente subjetivas, y no de una fotografía objetiva de esa misma realidad. Los gobernantes han comprendido relativamente pronto el interés estratégico del mapa como instrumento de propaganda. Con este propósito es posible jugar con los códigos gráficos presentando la realidad de acuerdo con un prisma que favorezca el mensaje que hay que hacer pasar. Yendo más lejos en la deformación de la realidad, por no decir en la mentira, hay quienes remodelan completamente la realidad geográfica según sus deseos. Este es el caso del poder marroquí que difunde mapas del ‘Gran Marruecos’ en los que se incluyen las ‘Provincias saharianas’. Otros mapas, menos partidistas, presentan el Sahara Occidental separado del Reino de Marruecos con un trazo discontinuo, mientras que otros emplean una línea continua.

Frente a tantas maneras de representar el Sahara Occidental, lo que en sí mismo no resulta asombroso, habida cuenta del contexto altamente conflictivo, podemos preguntarnos, teniendo en cuenta los datos político-jurídicos y militares, y los códigos propios de la cartografía: ¿cuál es el mapa más adecuado para dar cuenta de lo que es hoy el Sahara Occidental?

Francia-Marruecos: la misma lucha por la desinformación

Al difundir mapas del reino que incorporan al Sahara Occidental, los dirigentes y cartógrafos marroquíes hacen creer, según el grado de conocimiento del lector, en la inexistencia del Sahara Occidental, o bien en la obsolescencia del conflicto y de las reivindicaciones saharauis, implícitamente presentadas como parte del pasado.

En primer lugar, estos mapas ‘olvidan’ la frontera norte del Sahara Occidental y fusionan a este último con Marruecos. El término mismo de ‘Sahara Occidental’ no aparece, por otra lado, más que raramente. A una escala más sutil, la reelaboración administrativa de Marruecos respondiendo a las anexiones sucesivas de las ‘Provincias saharianas’ bloquea la historia al crear de cabo a rabo la región de Goulimine-Smara, resultante de la integración del Norte del Sahara Occidental y del Sur de Marruecos. La división regional marroquí niega además la toponimia autóctona. Si, asociado a El Aaiún («Layun») y ‘Bojador’ («Boujdour»), el término de «Saguia el-Hamra» aparece en la denominación de la segunda región ‘marroquí’, en cambio está ausente el de Río de Oro. Por último, los topónimos mas antiguos de Zemmour (parte norte) y de Tiris (parte sur) han sido también eliminados en la cartografía propuesta por la propaganda marroquí.

En Francia, la mayoría de los atlas y libros escolares se ajustan a las pretensiones marroquíes, aunque bien es verdad que el término ‘Sahara Occidental’ aparece con más frecuencia. El paroxismo falaz se alcanza en algunos atlas y libros escolares en las páginas consagradas a la descolonización de África. ¡Se enseña allí que el Sahara Occidental habría sido descolonizado en 1975! Pero en la página siguiente se descubre que, al revés que sus vecinos, que han pasado del estatus de colonia al de Estado independiente, el antiguo Sahara español desaparece en los misterios de la Historia y de la Geografía en provecho de un Marruecos que dobla su tamaño…

La frontera norte: una cuestión puntillosa

Más prudentes, otros cartógrafos muestran la frontera norte del Sahara Occidental con un trazo de puntos. Más sabios a primera vista, esta elección de un trazo discontinuo es también criticable. Abordamos aquí el primer punto de respuesta, a saber, cómo representar el contenido, es decir, los límites del objeto a cartografiar. Si nos interesamos por los planisferios, podemos observar que en los más rigurosos numerosas fronteras ­terrestres y marítimas- se representan por medio de punteados: las fronteras de Arabia Saudí/Emiratos Árabes Unidos (EAU), Japón/Corea del Sur, Finlandia/Rusia, etc. Sin embargo, estos casos son en su mayor parte resultado más de conflictos fronterizos, de raíz generalmente económica ­sobre todo por la presencia de materias primas-, que de conflictos territoriales de orígenes más complejos. Dicho de otro modo, en el caso de Arabia Saudí/EAU, por ejemplo, se trata en principio de reivindicaciones sobre la posición de la frontera, y, por eso mismo, de los recursos naturales ­gas y petróleo-, que son causa de estas diferencias, y no de pretensiones sobre entidades regionales en su conjunto.

En el Sahara, la frontera norte no es objeto de discusión desde 1958, cuando las autoridades coloniales españolas ceden la franja de Tarfaya al Reino Marroquí. Lo que si se discute es el territorio en su conjunto y no el «simple» trazado fronterizo y su representación cartográfica. No tiene sentido pues representar la frontera norte con una línea discontinua sino con un trazo continuo.

Esta proposición queda reforzada por los términos de Derecho Internacional según las cuales el Sahara Occidental constituye hoy en día un «territorio no autónomo». Constituye pues una entidad completa, un territorio. Así pues, es la manera cómo se representa este territorio más que el cómo se cartografían sus fronteras lo que debe discutirse en última instancia.

El mapa político y los colores

Interesémonos ahora por la manera de representar el contenido. Tratándose de un área, el cartógrafo lo representará con una mancha: un relleno de color, trazos… De lo que se trata aquí es de saber qué representación va a utilizarse en relación con la cartografía empleada para el vecino Marruecos. Ciertamente, serán distintas la una de la otra. Pero entonces, ¿hace falta una trama de color en la que uno de los colores sea el de Marruecos, y el otro esté ligado a la RASD (República Árabe Saharaui Democrática)? ¿O bien hace falta que mantenga un color neutro, es decir, diferente del que se utilice para representar Marruecos, Argelia, España o incluso Mauritania?

La primera solución contextualiza mejor el objeto cartografiado. De este modo, al optar por una trama bicolor, se hace directamente referencia a la cuestión del referéndum de autodeterminación, ya sea que el Sahara se incluya en el reino marroquí o se convierta en independiente con los colores de la RASD. Por tanto, la trama bicolor sería una buena solución si el referéndum estuviera efectivamente programado. Pero mientras no lo esté, esta elección cartográfica sigue siendo criticable por su aspecto anticipatorio.

La segunda solución presenta la ventaja de una perfecta conformidad con los datos jurídicos actuales. En tanto que territorio no autónomo, parece lógico representar el Sahara Occidental con un color propio. Aún más, si cabe, para hacer resaltar la condición en suspenso de la resolución del conflicto, sería deseable que el color utilizado fuera de tonos pastel.

Prosiguiendo el razonamiento sobre los datos jurídicos y su traducción cartográfica, se podría también contemplar la representación del Sahara Occidental mediante un color idéntico, o por lo menos similar, al de España. En efecto, en los textos, en tanto que territorio no autónomo, el antiguo Sahara español sigue estando bajo administración colonial en la medida en que no ha sido descolonizado en su debida forma. Pero en la realidad, al negarse España a asumir ese papel, es preferible no ceñirse a una lectura demasiado estricta del Derecho internacional, lo que conllevaría el riesgo de ocultar una realidad que es otra.

En resumen, si la primera y última propuestas son plenamente aceptables, no por ello dejan de ser menos imprecisas, incluso demasiado alejadas del terreno. Preferiremos la segunda que aparece como la más sencilla y de mayor conformidad con los datos jurídicos y los hechos.

Hasta aquí nos hemos interesado tan sólo por los aspectos jurídicos de la cartografía del Sahara Occidental. De este modo, las propuestas anteriores pueden ser útiles para la elaboración de los llamados mapas «políticos». Pero al considerar que la pretensión de un mapa es la de acercarse más a la realidad del terreno, conviene interesarse por los datos militares. En efecto, a pesar de la calma aparente que reina en la región desde el alto el fuego, el Sahara no es ni más ni menos que un campo de batalla entre paréntesis.

El mapa militar, más cerca de la realidad del terreno

Por lo tanto, el trazado del muro de defensa marroquí obliga al cartógrafo a añadir un límite que corta longitudinalmente el Sahara Occidental. Al oeste de este límite se encuentra Marruecos. En este caso preciso hay razones para suprimir la frontera norte e incluir los cuatro quintos occidentales del Sahara en el reino. Al este del muro se encuentra la RASD. Entre ambos, en una franja de unos cinco kilómetros de anchura aproximadamente, conviene añadir una zona internacional que representa la zona tapón instaurada paralelamente al muro de defensa desde la firma del alto el fuego. Por último, según este razonamiento, es justo añadir el espacio de los campos de refugiados saharauis a este mapa. Aunque se localizan en Argelia, administrado el conjunto de este espacio por la RASD, debe utilizarse la misma representación empleada para los territorios llamados «liberados».

En resumen, si el mapa político es el del Derecho, «de lo que debería ser», el mapa militar es el de la realidad del terreno, es decir, de «lo que es». Sin embargo, estos dos tipos no se oponen sino que se complementan y se añaden a muchas propuestas de mapas eliminadas en el curso de estas líneas.

En efecto, si no hay ninguna solución cartográfica que sea absolutamente perfecta, lo contrario también es cierto. Repitamos una vez más que la carta no es más que una visión de una realidad compleja. Si existen códigos extremadamente precisos de representación gráfica, existen siempre varias soluciones. Ningún mapa es en sí mismo bueno o falso. Todo depende de lo que se desee representar, y a veces de lo que se quiera demostrar, es decir, hacer creer, en lo que se refiere a las intenciones más deshonestas.

El mapa de un Marruecos que engloba al Sahara Occidental se hace así completamente aceptable en la medida en lleve el título: «el Sahara Occidental visto por Marruecos». Por el contrario, se vuelve falaz si se presenta como algo de acuerdo con los datos jurídicos o bien militares, lo que es el caso con bastante frecuencia. Frente a cualquier mapa, el lector debe ser, por lo tanto, crítico. Para que así sea, es necesario identificar al autor, discernir sus intenciones y poner en cuestión la elección de las representaciones.

Por último, en el contexto de falta de información sobre la situación saharaui e incluso, en lo que toca a los mapas creados en Francia, el ambiente de desinformación, ya sea sea militante prosaharaui, o se trate del Derecho internacional o de las reglas de la cartografía, conviene hacer saber sus errores, voluntarios o no, a quienes difunden malos mapas (prensa, obras escolares, atlas). Si hay entre nosotros quienes son conscientes de la situación del Sahara Occidental y seguirán siendo desgraciadamente «contra-cartógrafos», otros están desde luego menos informados y acaso corrijan sus errores. Más que nunca, conviene restablecer la verdad sobre el Sahara Occidental, entre otras la verdad cartográfica.

* Julien Dedenis es geógrafo.