Los violentos combates de los últimos cuatro días entre el ejército de Guinea-Bissau y los guerrilleros separatistas del Movimiento de las Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC), reabrieron heridas de un asunto por resolver desde hace casi un siglo. Desde la madrugada del viernes, el ejército de la pequeña ex colonia portuguesa de África occidental, de […]
Los violentos combates de los últimos cuatro días entre el ejército de Guinea-Bissau y los guerrilleros separatistas del Movimiento de las Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC), reabrieron heridas de un asunto por resolver desde hace casi un siglo.
Desde la madrugada del viernes, el ejército de la pequeña ex colonia portuguesa de África occidental, de 1,1 millones de habitantes, está usando todo el arsenal con que cuenta en la zona noroeste fronteriza con Senegal para liberar las carreteras que unen las aldeas de Susana y Varela, con el pueblo de São Domingos, tomadas por los rebeldes en varias acciones militares.
Al menos unos 2.500 guineanos han escapado de sus aldeas, según la Cruz Roja.
La guerra no es contra las autoridades de Bissau. El enemigo principal es Senegal, país al que Casamance pasó a pertenecer desde que el débil Portugal se vio obligado a cederla a la poderosa Francia, en 1908, merced ab los acuerdos coloniales de la Conferencia de Berlín (1884-1885) para dividir África entre ingleses, franceses, belgas, alemanes y portugueses.
Sin embargo, las numerosas incursiones del MFDC en territorio guineano, que han incluido la toma de aldeas, secuestros y muertes, han causado más de una batalla entre rebeldes y el ejército de Guinea-Bissau.
El coronel Antonio Indji, jefe militar de la zona, dijo a los corresponsales portugueses en el teatro de operaciones que los habitantes de São Domingos, Susana y Varela «están aislados y ya pasan hambre, porque los rebeldes del MFDC minaron todos los accesos», situación que promete corregir liberando los caminos.
El domingo, el ejército guineano incendió las aldeas fronterizas de Barraca Mandioca, Bamcer y Budjin, ante la sospecha de que cobijaban rebeldes, mientras éstos, a su turno, destruyeron la aldea de Djeque, raptaron habitantes para usarlos como escudos humanos y expulsaron a los habitantes de Suncutoto, a 10 kilómetros de São Domingos, ocupando las casas.
La ofensiva en Barraca Mandioca, bajo el nombre de operación «limpieza» contra la que se presume base de operaciones del jefe militar de los rebeldes de Casamance, Salif Sadio, fue decidida en Bissau y cuenta con la luz verde del presidente João Bernardo Vieira, interesado en una buena vecindad con Senegal.
Con el objetivo de desalojar de su territorio a Sadio, los militares guineanos están haciendo fuego con artillería pesada, morteros y lanza-cohetes Katiuska desde São Domingos hacia Barraca Mandioca, informó en un despacho este lunes el corresponsal de la agencia portuguesa de noticias Lusa.
De acuerdo con las fuentes militares citadas por Lusa, la operación «limpieza» proseguirá «hasta que exista la certeza de que los hombres de Salif Sadio abandonaron por completo el territorio guineano».
Las acciones rebeldes comenzaron el viernes, cuando 20 guerrilleros del MFDC lanzaron un ataque suicida en São Domingos. Trece murieron y los siete restantes fueron capturados y ahora están orientando a los militares guineanos en la selva en busca de bases rebeldes, incluidas las de territorio senegalés, situado entre Gambia y Guinea-Bissau.
El propósito político de Bissau en esta operación «es acelerar las negociaciones entre los rebeldes y el gobierno de Senegal», interpreta este lunes el enviado especial de Diario de Noticias de Lisboa desde São Domingos.
Sin embargo, el periodista recibió seguridades de Zacarías Goubiaby, el principal lugarteniente de Sadio, de que los rebeldes «no van a aceptar ser capturados como gallinas y en cambio van a combatir como leones».
Ante la evolución de la situación, algunas agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya comenzaron a enviar ayuda humanitaria para asistir a la cantidad preocupante de refugiados, que huyen de los combates y que en su inmensa mayoría se dirigen a Gambia.
El presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, solicitó a su par de Gambia, Jahya Jammeh, que recibiera a los refugiados de Casamance y no permitiera a los rebeldes usar su territorio.
El MFDC comenzó a actuar en 1982. En 2001, la organización firmó un acuerdo de paz con Dakar, pero varias facciones se negaron a acatar lo firmado por sus líderes, y los brotes de violencia han continuado.
Casamance es uno de los tantos dramas olvidados de África. Fue la primera colonia portuguesa de ese continente, «descubierta» en 1445 por Diniz Dias e instituida en 1446 por Antonio de Nolle y Luís de Cadamosto que, por orden del Infante Don Henrique «El Navegante», recorrían la costa del río Geba.
La posesión era entonces una fuente inagotable para la captura de esclavos que eran llevados a Brasil o vendidos a otros países europeos. Tras 462 años de dominio luso, en 1908 pasó a la órbita colonial francesa, primero como parte de la Federación de Malí, al igual que Senegal, y luego integrada en este país.
Los franceses, atraídos por el próspero mercado de esclavos, «comenzaron a marcar su presencia en la zona en 1459 y desde entonces, no dejaron de presionar a los portugueses», sostiene en un artículo publicado en Internet Adelto Gonçalves, escritor y doctor en Letras Portuguesas de la Universidad de São Paulo.
En el siglo XVIII, franceses y portugueses hasta llegaron a combatirse entre sí en la región, subraya el escritor.
Sólo 10 por ciento de su población de 3,5 millones de habitantes está alfabetizada y aprendió algo de francés. Los idiomas dominantes son el jola (de la etnia mayoritaria) y el creole portugués. Sus 32.350 kilómetros cuadrados, en parte separados del resto de Senegal por la franja que forma el territorio de Gambia, cuenta con vastas reservas de petróleo.
El dominio de Senegal en la zona ha sido cuestionado por mucho tiempo, y recrudeció, desde la independencia, entre 1974 y 1975, de las hasta entonces «provincias de ultramar» lusas de Angola, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe, cuando los separatistas vieron una oportunidad para reivindicar su origen de «ex colonia portuguesa».
Aunque ha pasado casi un siglo desde que la región dejó de ser colonia portuguesa, Gonçalves asevera que «sus ligazones con el mundo lusófono son más fuertes que con el universo francófono» y recuerda que hasta hoy, en las universidades lisboetas, estudian jóvenes de Casamance con becas del gobierno portugués.
En varias oportunidades, Amnistía Internacional ha denunciado violaciones de derechos humanos cometidas por los independentistas de Casamance y por los militares senegaleses, pero el conflicto no ha merecido destaque en los medios informativos internacionales y «sólo la prensa portuguesa da una u otra noticia, en Brasil, nada», deplora Gonçalves.
Además del cariz étnico y político del conflicto, el escritor brasileño recuerda los grandes intereses económicos en juego, ya que Senegal, con la participación de empresas extranjeras, «quiere explorar el petróleo de Casamance».
El académico apunta que Senegal es rico únicamente en fosfato, por lo que «sobrevive con la ayuda enviada por el gobierno francés. Una ayuda que, según los independentistas de Casamance, sólo (el resto de) los senegaleses aprovechan».