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Cataluña y nuestro particular «Estado de derecho» (I)

Fuentes: Rebelión

Cataluña: la revolución, paso a paso Hace unos días leí una frase de Lenin dirigiéndose a los bolcheviques que más o menos decía: «cuando los procesos son vertiginosos no podemos intentar conducirlos, pero tampoco podemos permitir que nos dejen atrás». Según yo lo entiendo eso quiere decir, más o menos, que en las urgencias la […]


Cataluña: la revolución, paso a paso

Hace unos días leí una frase de Lenin dirigiéndose a los bolcheviques que más o menos decía: «cuando los procesos son vertiginosos no podemos intentar conducirlos, pero tampoco podemos permitir que nos dejen atrás».

Según yo lo entiendo eso quiere decir, más o menos, que en las urgencias la respuesta es una cuestión estratégica, no táctica. O, en todo caso, ambas cosas a la vez. Saber hacia dónde ir pero no dejarse arrastrar. Y menos por el enemigo. Un paso adelante y dos atrás.

Creo recordar que la frase fue pronunciada entre la revolución de Febrero y la Revolución de Octubre de 1917. Si mi memoria es fiel entre esos meses en los que Lenin escribió una de sus aportaciones principales al marxismo, la teoría del imperialismo: «El imperialismo, fase superior del capitalismo«. De máxima actualidad, por cierto.

Eso mismo -fijar un objetivo estratégico y adaptar la táctica a los movimientos del enemigo-, están haciendo los catalanes. Es decir: el Parlamento elegido democráticamente, su Presidente y sus Consejeros. También los partidos que habían incluido entre sus objetivos electorales promover la independencia de Cataluña. Por ejemplo, las CUT.

Todos ellos han cumplido escrupulosamente los mandatos populares para los que han sido elegidos. También han seguido, evidentemente, una «hoja de ruta«, con la presencia y el apoyo de las organizaciones sociales, Ómnium y ANC y -enormemente decisivo para comenzar-, los estudiantes más combativos, las organizaciones sindicales independientes y una parte muy mayoritaria de la población catalana. La que han señalado las urnas.

Sin embargo, los y las obreras jóvenes, caracterizados por la precariedad laboral absoluta, por el paro creciente y en buena parte por una cualificación profesional sin lugar en el mercado laboral, se han adaptado al apoyo familiar y a la precariedad subvencionada, y no se han incorporado, con decisión, a la lucha de clases. Lo mismo ha ocurrido con los y las jóvenes estudiantes, en gran parte clase obrera desempleada del mañana inmediato, desarmada por el discurso político de Podemos que siempre ha escapado, «como alma que huye del diablo», de toda referencia a la lucha de clases.

En el entorno del artículo 155: El prefascismo de Rajoy y el fascismo urgente de Albert Rivera

El Gobierno español se ha aferrado también a su «hoja de ruta» en la convicción de que contaba con los elementos necesarios para someter a Cataluña o a cualquier movimiento de rebeldía: en el presente, durante todo el período del process y, sobre todo, en el futuro.

Ese futuro viene marcado por el 21 de diciembre y también, a medio/corto plazo, por el establecimiento de una República Popular y la caída de la Monarquía autoritaria y muy armada.

Rajoy y su Gobierno prefascista, maestro en operaciones propagandísticas y sicológicas, lanzó un reto -político, represivo y económico-, y un doble lazo para ganar la primera parte de la gran partida que se estaba produciendo en Cataluña y en el resto del Estado.

El escenario inmediato de Rajoy era el catalán pero el escenario estratégico era y sigue siendo, sin duda, la defensa del Estado español y de su monarquía Borbónica en Cataluña, en el Estado, y en el exterior.

Su referencia publicitaria y legal era, en los tres frentes, la defensa del tan publicitado «Estado de derecho» o, lo que es lo mismo, la defensa cerrada de la Constitución. Esta era, en todos los frentes, su tabla de salvación y la de todos los otros partidos del llamado «frente constitucional».

No tenía otra. Pero la tabla, dada la nula capacidad e interés del PSOE por la defensa del pueblo, y su intolerancia ante cualquier cambio constitucional; y la posición irrelevante y fuertemente electoralista de Podemos que jugaba al mismo tiempo contra el pueblo catalán, y contra su historia (la DUI); y a favor del «Estado de derecho» y contra su enorme maquinaria represiva, resultó tan fuerte como sigue siendo -de momento- el Pacto Constitucional de la Transición.

Todo ello da, todavía para muchísimo juego, la mayor parte electoralista o simulado. El PSOE, animado por el PP con el cebo de un inmediato cambio constitucional ya ha recibido su primer varapalo formal. Podemos está sufriendo una enorme división interna y Ada Colau ha tenido que romper su pacto con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona. Su interpretación de los hechos es que Barcelona permite cualquier cosa y que «tanto monta, monta tanto».

El frente internacional

Rajoy pensaba actuar primero para desarmar a Cataluña en los dos escenarios externos: el estatal y el internacional.

En el frente internacional, Rajoy, pese a las salvajes imágenes represivas del 1 de octubre, y al recurso legislativo y judicial del artículo 155 consideró que los dos frentes le eran muy propicios.

En primer lugar hizo su primera visita a Donald Trump, presidente de los EE.UU., sin duda para explicarle el alcance de la «algarada catalana», su capacidad de contagio y la desestabilización europea que traería consigo.

Trump, sin dar la menor importancia a su anfitrión, y la menor muestra de interés por conocer la situación de Cataluña, le manifestó, con evidente desgana, el apoyo de Washington a las medidas tomadas o por tomar. Es obvio que a Trump los golpes de porra e incluso los tiros de disuasión le traen sin cuidado.

La segunda respuesta a la petición de auxilio del Presidente del Gobierno para lanzar al escenario político heredado del franquismo -y presentado por los partidos del «arco constitucional» como «Estado de derecho»-, fue la complicidad expresa del Rey Borbón, Felipe VI, en su discurso de la entrega de los premios Princesa de Asturias. La Constitución tenía que ser la gran estrella; el «Estado de derecho«, de origen franquista, su única manifestación.

Los Premios Princesa de Asturias

La presencia de Rajoy en ese acto, frecuentemente muy formal, sirvió para «constitucionalizar» el discurso del Rey, y el de éste para «legitimar» la intervención e interpretación dictatorial del Presidente del Gobierno.

En aquella sopa de legitimidades y discursos compartidos se metieron las tres máximas autoridades de la Unión Europea, El Presidente del Parlamento Europeo, El Presidente del Consejo y el Presidente de la Comisión.

Entre los tres llevaron aquél asombroso ¡y punto! al discurso integral Felipe VI-Rajoy que había perdido todo rastro de moderación e imparcialidad de la sagrada «Corona de todos» y su no menos inviolable portador.

Por allí circulaba, casi sin asiento y sin cámaras, el presidente de la Comunidad Asturiana, dispuesto a que sus gaiteros cerrasen el hermoso evento con su Asturias Patria Querida. Lo mejor que puede decirse de lo sucedido en aquél gran escenario del Teatro Campoamor es que todos iban a sus negocios:

-Felipe VI a conservar la corona ante una fatídica y premonitora República Catalana;

-Rajoy a mejorar su ranking electoral y a legitimar su artículo 155 ante los máximos representantes de la Unión Europea.

-Estos últimos próceres a plantear que la única opción posible en Europa es: «liberalismo salvaje o fascismo» y a negar la viabilidad de cualquier revuelta de los pueblos que les estropearía el gran negocio.

-Los actores menores también tenían su «papel»: el fascista Albert Rivera el de primer animador de la represión en Cataluña y el Presidente de Asturias Javier Fernández.

Ambos representaban el apoyo de CIU y de las dos ramas del PSOE a la aplicación de las medidas represivas del artículo 155.

Un reto y un doble lazo

Rajoy sabía que en el escenario estatal -pero no así en Cataluña- la demostración de fuerza y la aplicación de medidas extremas de autoridad, le permitía, por el momento aunar en su entorno a una parte considerable de un pueblo despolitizado que, por el momento, parece haber asumido la cultura de la indiferencia política, la desconfianza en los cambios y las propuestas revolucionarias ante la crisis; y del clientelismo salvador que incorpora a los ciudadanos a los circuitos del poder y, en definitiva, a la corrupción reinante.

El reto de Rajoy a la República Catalana tuvo cuatro brazos principales: político, represivo, económico y mediático-, y un doble lazo para ganar la primera parte de la gran partida que se estaba produciendo en Cataluña y en el resto del Estado.

Para el doble lazo contaba con atrapar, con uno de ellos al PSOE y al PC, en su posición obligadamente constitucionalista; lo cual resultó un éxito absoluto en el primer caso y parcial en el segundo.

Con el segundo lazo el Gobierno de Rajoy cazó a Ciudadanos atribuyéndole el doble papel en el que se mueve como pez en el agua: aparecer como el joven y desprejuiciado fascismo -catalán y estatal-, en su deseado papel de guapo y urgente incitador del estado de excepción en Cataluña.

Con CIU en ese papel de comparsa el propio PP organizaba las armas más pesadas y la organización institucional más conveniente. Con ello el PP, desarmaba, además, a Ciudadanos en su promesa electoral de controlar los desmanes de corrupción del Partido Popular que caen, como granizo de gran calibre, por todas partes.

El reto iba dirigido a los partidos «constitucionalistas» de izquierda. En este momento el PP ha anunciado ya que la reforma Constitucional va a reducirse a cuestiones formales. Con ello, simulaciones e hipocresías aparte, ha reforzado a la monarquía, al Régimen del 78 y a su pacto bipartidista con el PSOE. En este caso la simulación le corresponde al PSOE estatal y la aparente indignación al PSC.

Podemos y sus variadas confluencias en Cataluña con Ada Colau de cabeza de puente -nacionalista, pero no independentista -en su papel fundamental como alcaldesa de Barcelona-, ha sido particularmente ambiguo. con su pacto con el PSOE y con su estrategia a medio camino entre la DUI y la puesta en marcha de la «represión a la carta» (Carta Magna, deberíamos decir) del artículo 155.

Sus últimos movimientos para salirse del territorio de nadie la llevarán (a Colau) probablemente, al desconcierto de sus votantes, a la ruptura más abierta de Podemos en Cataluña, a la dificultad de gobernar Barcelona y a su pérdida de poder político a nivel catalán y estatal.

La «hoja de ruta«, la República catalana y el Artículo 155

El Gobern ha seguido de una manera muy inteligente, aunque no sin dificultades (adaptando sus acciones a las resoluciones legales y represivas del Gobierno de Rajoy, incluidas la ocupación policial y militar -esta última en grado de alistamiento y amenaza-), el inicio de los procesos judiciales, el encarcelamiento del Vicepresidente y varios consejeros, el de los dirigentes de Ómnium Cultural y de la ANC, el exilio y la orden de captura del Presidente Puigdemont y de otros Consejeros exiliados a Bélgica sede de las instituciones de la Unión Europea.

El Gobern ha conseguido colocar la agenda catalana en Europa y darle la vuelta al cierre europeo que habían decretado el Rey, Rajoy y el PSOE.

El Gobierno de Rajoy se reserva grandes bazas, una de ellas es el procesamiento -por el Tribunal Supremo o por la Audiencia Nacional- de todas aquellas personas de las que se pueda demostrar su apoyo a la declaración de independencia de Cataluña especialmente los enseñantes responsables de la colocación de las urnas el 1 de Octubre, los miembros de la Policía Autónómica que no protegieron al jefe del dispositivo judicial y a varios cientos o miles de personas, entre ellos los alcaldes que apoyaron, vara en mano, al Presidente Puigdemont y a sus Consejeros.

El tema básico es, a mi juicio y estos momentos, la aplicación de un estado de excepción -más que camuflado, desenmascarado- en Cataluña, fácilmente extensible al resto del país. Como para echarse a temblar o tirarse al monte.

En ese caso la aplicación de las medidas represivas abiertas como las que establece el artículo 155 sería sin limitaciones ni simulaciones, y con el aplauso general de todos los partidos del ámbito constitucional y de los que se queden a mitad de camino. No hay espacio político entre una represión absoluta, ampliable y proyectable en el tiempo, el artículo 155 a todo trapo, como acaba de anunciar el Gobierno: «si ganan la mayoría parlamentaria los independentistas y realizan cualquier acto que la promueva», según palabras del Ministro de Justicia del Estado español y Consejero de Justicia para la Generalitat de Cataluña, Rafael Catalá Polo. No hay ninguna barricada contra la represión, que utilizará a las Fuerzas armadas si hace falta, tal como afirmó, la Ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, pese al olvido de los medios que han hecho desaparecer esa imagen tan significativa de sus archivo de vídeos (la famosísima hemeroteca).

El Gobierno de Cataluña, los partidos que promovieron la República Catalana, y aproximaron la nuestra, han perdido su primera batalla, aunque han reconocido que no previeron la enorme dureza de Rajoy y actuaron con ingenuidad.

Han derribado sus barricadas, han corregido su desconcierto y han vuelto a empezar.

«Un paso adelante y dos atrás«.

Antonio Maira es analista político y Capitán de Fragata, jubilado, de la Armada

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.