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Censura, terrorismo y poderes fácticos

Fuentes: La Jornada

Luego de los no aclarados ataques del 9/11 contra las Torres Gemelas y de las leyes de estado de excepción y marciales que siguieron, y en lo externo, de las guerras de agresión (Afganistán, Irak, Libia…) y del intervencionismo en clave de golpes blandos (Venezuela) o de campañas anti-narco o del crimen organizado (Plan Colombia […]

Luego de los no aclarados ataques del 9/11 contra las Torres Gemelas y de las leyes de estado de excepción y marciales que siguieron, y en lo externo, de las guerras de agresión (Afganistán, Irak, Libia…) y del intervencionismo en clave de golpes blandos (Venezuela) o de campañas anti-narco o del crimen organizado (Plan Colombia e Iniciativa Mérida), cabe retomar los eventos que cimbran el proceso electoral en curso en Estados Unidos: 1) el apagón informativo en plena campaña electoral, de lo que hasta ahora es el más riesgoso e irresponsable despliegue belicista de la OTAN, liderada por Estados Unidos, en la frontera rusa, y 2) el complejo enlazamiento de lo anterior con la sórdida batalla legal, de lo que Josh Earnes, vocero de la Casa Blanca, calificó de investigación criminal que realiza el Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) por conducto de la FBI sobre el manejo que como secretaria de Estado hizo Hillary Clinton de cientos o miles de correos electrónicos secretos.

Desde que Obama endosó formalmente la candidatura de Clinton, a sabiendas de que el DOJ, a cargo de Loretta Lynch (por él elevada a ese cargo) realiza la mencionada investigación, brotaron dudas sobre el influyentismo político en el aparato judicial. Una hora después de que Obama anunció ese apoyo, Earnes, en tenso diálogo con un reportero que preguntó si ese espaldarazo era un mensaje a servidores públicos del DOJ, a los agentes y director de la FBI -J. Comey- y a Lynch, de que dieran carpetazo al caso Clinton, replicó que esos funcionarios saben que su trabajo no es político, que son asuntos sobre el cumplimiento de la ley y que por tanto, el presidente (textual) ha reiterado su compromiso, al principio, de que cualquier investigación criminal debe conducirse con apego a la ley y con independencia de cualquier interferencia política. (Sobre los cargos a Clinton ver «Who’s Protecting Hillary Clinton?» Voltaire Network, en ICH 17/6/16).

En este punto del debate saltaron de sus sillas los reporteros presentes en la sala de prensa y seguro que también en las casas de campaña de demócratas y republicanos. Lo de investigación criminal hizo trizas la reiterada narrativa de Clinton de que no enfrenta, en absoluto, ningún cargo criminal. Por meses, ella y asociados insistieron que era «sólo una ‘auscultación’ de rutina» del DOJ. Dos días y horas después fueron atacados con alevosía los asistentes a un bar gay en Orlando, Florida. La atención pública y del DOJ (Lynch, Comey y agentes) se alejó del caso Clinton y para alivio de algunos, se centró en la masacre que cortó de tajo 49 vidas repletas de futuro e hirió a otros 53. De lo poco que se sabe del atacante destaco que fue guardia de una firma de seguridad, que usó revolver y un rifle de asalto, que viajó de Estados Unidos a Arabia Saudita y, en aparente simbolismo numérico, antes de la masacre (la mayor desde las Torres Gemelas), llamó al servicio telefónico de la policía 9-11 para expresar lealtad al Estado Islámico. La tragedia acentuó el giro a la derecha de un debate electoral al que ha dado oxígeno la vital agenda de Bernie Sanders en materia de equilibrio estratégico, calentamiento global, empleo, equidad, finanza electoral, bancaria, golpes blandos y acceso universitario.

Estos sucesos electorales, judiciales y de terrorismo, se dan en medio de lo que Stephen Cohen (Princeton, NYU), destacado autor sobre la relación EU-Rusia, en diálogo con Thom Hartmann, califica de escandaloso apagón informativo en Estados Unidos sobre lo que en efecto es, en sus palabras, la mayor movilización militar hacia la frontera occidental rusa desde que los nazis invadieron la URSS en junio de 1941. Encabezada por Estados Unidos, la OTAN desplegó la Operación Anaconda, que movilizó durante 10 días poco más de 30 mil tropas, tanques, aviones y fuerza naval, en un hostil ejercicio de guerra en que Rusia atacaría a los países bálticos y Polonia. Una operación de esta magnitud, dice Cohen, realizada en las fronteras de China o de México, es noticia de primera página. En Europa y en Rusia hubo gran debate, en especial porque la canciller Ángela Merkel, bajo presión de Estados Unidos y como para evocar las heridas de ayer y provocar la guerra hoy, envió un contingente al ejercicio.

De su parte, el socialdemócrata Frank W. Steinmeier, ministro de Exteriores alemán, criticó a la OTAN por el riesgo de guerra (nuclear) de su ofensiva contra Rusia: Lo que debemos evitar hoy es incendiar la situación con belicismos y sonando las botas de guerra. ¿Por qué otra guerra? Cohen dice que es ideología neocon. No se limita a negocios bélico-industriales.Van por el dominio mundial y una Rusia soberana les estorba. «Es un diseño bipartidista más allá de la derecha republicana y la señora Clinton», dijo Cohen, «es expresión cristalina de esta postura». Si es electa, tendrá esa acusación como un potencial Watergate.

¿Riesgo de guerra para sostener el Project for a New American Century post 9-11?

jsaxef.blogspot.com

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/06/23/opinion/020a1eco