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Chad, cómo incendiar un país en llamas

Fuentes: Rebelión

A casi dos meses de la violenta represión en N’Djamena, la capital de Chad, que dejó según el Gobierno 50 muertos, 300 heridos y 621 detenidos, mientras la oposición denuncia que son 200 los muertos, 300 heridos y unas 1.200 las detenciones, además de 83 menores que fueron liberados tras más de 40 días de encierro.

Más allá de cualquier número, la situación del país se ha tensado todavía más. Según el presidente de la transición, Mahamat Déby, “son responsables de haber querido liderar una insurrección y un intento de golpe de Estado”. (Ver: Chad, la masacre anunciada)

La dictadura, tras las negociaciones de Doha (Qatar) a principios de agosto pasado frente a unos cuarenta grupos rebeldes, tras un acuerdo de paz se había comprometido a reinstalar el sistema democrático, si con la tutela del general Idriss Déby durante 30 años y el poder omnímodo del ejército pudiera llamarse así.

Con la muerte del entonces presidente en abril del 2021, la situación en el país, se tensa cada día más. La captura del poder por parte de su hijo, el general Mahamat Déby, junto a una quincena de altos mandos militares y el total apoyo de Francia, hasta un muy doliente Emmanuel Macron llegó a N’Djamena a rendirle honores al fiel sirviente de Francia, por treinta años, no disimulan el maremágnum.

Todavía familiares de los desaparecidos tras la masacre del 20 de octubre siguen buscándolos. Aunque otros ya los han encontrado, pero muertos y con evidentes signos de tortura, en terrenos baldíos a las afueras de la capital, de Moundou, la segunda ciudad más grande del país y en los márgenes de los ríos Chari y Logone, donde muchos cadáveres fueron abandonados por las fuerzas de seguridad durante la represión de octubre.

Desde entonces el Gobierno no ha podido destrabar la situación y los partidos opositores insisten con marchas y protestas para exponer a la dictadura -a riesgo de una represión todavía más violenta- y conseguir una condena internacional más importante, ya que la masacre de octubre apenas mereció algún comentario.

Mientras tanto arrecian las denuncias de casos de tortura y violaciones de los derechos humanos que continuaron los días posteriores al 20 de octubre, para lo que se utilizaron algunas escuelas que, según las denuncias, fueron cerradas para ser convertidas en centros de detención y tortura.

Muchos de los detenidos, ya enjuiciados y condenados, se encuentran en la prisión de Moussoro, a 300 kilómetros de la capital, y varios centenares han sido enviados al penal de alta seguridad de Koro Toro, a 580 kilómetros de N’Djamena, en medio del desierto. Un recinto de condiciones aterradoras que la dictadura del extinto presidente Déby, y por lo que se ve también el hijo, han reservado para los detenidos de extrema peligrosidad como miembros del grupo fundamentalista Boko Haram o insurgentes del Frente por el Cambio y la Concordia en Chad (FACT), el grupo de exmilitares rebeldes que opera al noroeste del país y es responsable de la muerte de Idriss Déby.

Unos 80 detenidos han sido condenados a dos y tres años de prisión, en juicios sumarísimos y masivos, por “participar en reunión no autorizada, destrucción de bienes, provocar incendios, violencia, agresión y alteración del orden público”. Juicios que para Amnistía Internacional “fueron juicios no ajustados a derecho”, realizados a puertas cerradas, casi en secreto, donde se violaron conceptos básicos como el derecho a un juicio justo o el tiempo para la preparación de la defensa. Tampoco han sido abiertos ni informados públicamente, según lo exige la Carta Africana de Derechos Humanos de la que Chad forma parte.

La tensión desde la llegada del Gobierno militar comenzó en enero pasado con el intento de la creación de un nuevo departamento administrativo y el cambio de autoridades en Abéché, una ciudad con casi 75.000 habitantes en la región norteña de Ouaddaï, a 750 kilómetros de N’Djamena.

El lunes 24 de enero se habían producido protestas de los vecinos para impedir las nuevas medidas, los que fueron dispersados por la policía con un saldo de cinco muertos y 30 heridos. Al día siguiente durante el funeral en Tago Zagalo, el cementerio local, fuerzas militares dispararon contra el cortejo dejando ocho muertos más, todos civiles, y 40 nuevos heridos, además de detener 212 personas a quienes los militares robaron dinero, celulares y otras pertenencias.

Según algunos testigos, la represión se inició por orden del gobernador, quien se encontraba presente en el lugar. Dada la gravedad de la situación, varios ministros nacionales viajaron hasta Abéché para imponer la calma y resarcir a las familias de los muertos con 731 dólares estadounidenses por cada uno de los muertos.

Otras situaciones críticas que el gobierno del Mahamat Déby deberá enfrentar son la situación de los más de 400.000 afectados por las inundaciones en la capital en agosto pasado y el incremento de las disputas entre los agricultores del sur y los pastores del norte, problemática que se reitera en otros países de la región, aunque en el caso del Chad los agricultores denuncian que los pastores cuentan con el apoyo del Gobierno por pertenecer a la misma etnia que los gobernantes, los poderosos zaghawa, a la que pertenece la familia Déby.

Inquietud en los cuarteles

Mientras el presidente de EE.UU., Joe Biden, en un intento de fortalecer la alicaída presencia norteamericana en África, urgido a la vez por la debacle que está viviendo Francia en muchas de sus antiguas colonias -Mali, Burkina Faso, Níger, República Centroafricana y el mismo Chad-, a principios de esta semana se reunió en Washington con varios presidentes del continente y les repartió 15.000 millones de dólares en convenios y contratos en diversos sectores como sanidad, agricultura, transporte y nuevas tecnologías. Y llamó “a una prueba tangible del compromiso duradero que tenemos entre nosotros”. Para afirmar este renovado interés por África también anunció una visita para el próximo año, cuando varios países preparan sus presidenciales: Gabón, República Democrática del Congo y Nigeria.

Mientras las negadas elecciones en Chad siguen produciendo inconvenientes, por ahora sin demasiada gravedad, aunque podría alterarse pronto esa situación.

Se conoció un comunicado del 13 de diciembre del alto mando del ejército donde menciona que “Un reducido grupo de oficiales del ejército nacional chadiano, manipulados por civiles, realizaban acciones tendientes a perturbar las instituciones de la República”.

Los militares que estaban confabulando fueron descubiertos por los servicios de inteligencia militar, por lo que el día 10 varios de ellos, incluidos oficiales de un cuerpo de élite, fueron detenidos por la Dirección General de Inteligencia Militar del Chad.

Una información nada menor si se tiene en cuenta que el ejército es la principal institución del país, hasta el punto de que es -a pesar de que Chad, es uno de los países más pobres del mundo- uno de los más poderosos del continente.

Algunos medios del Chad, han dejado entrever que los ahora detenidos preparaban un golpe de Estado, aunque desde el Gobierno y el ejército nada se ha mencionado al respecto.

Se estima que entre cuatro y una decena de militares ya han sido detenidos desde el viernes 9 de diciembre, entre los que se encontrarían un coronel y oficiales subalternos con mando directo sobre la tropa.

Todos los detenidos pertenecieron en su momento a la Iniciativa Pan Sahel (PSI), un modesto intento de 2002 del Pentágono ahora desarticulado, cuya finalidad era formar en Mauritania, Malí, Níger y Chad unidades especiales para combatir el entonces incipiente terrorismo en la región.

Además de los militares fue detenido Baradine Berdei, presidente de la Organización Chadiana de Derechos Humanos (OTDH), quien ya había estado encarcelado en el 2020 y condenado a tres años de prisión.

Pudiera ser que este movimiento que acaba de ser descubierto en el país tenga lazos por parte de la familia Déby, desplazada tras la muerte de Idriss no solo entre sus propios hijos, sino también con sus sobrinos, los hermanos Tom y Timan Erdimi, sobrinos del antiguo dictador y primos del actual. Los mellizos Erdimi, tras la convocatoria a negociaciones del nuevo Gobierno chadiano, regresaron al país tras 17 años de exilio. Particularmente Timan, en 2019, había sido condenado en ausencia por estar implicado con la UFR (Unión de Fuerzas de Resistencia), un grupo armado opositor que intentaba derrocar a Idriss.

Más allá de los fantasmas internos que se mueven tras bambalinas en N’Djamena, un siempre presente terrorismo wahabita, a pesar de estar perdiendo fuerza sigue golpeando en la región del lago Chad, donde una docena de soldados fueron asesinados por una khatiba de la que no se ha conocido si pertenece a Boko Haram o a su rama disidente Iswap (Provincia de África Occidental del Estado Islámico), el pasado 22 de noviembre en Ngouboua, en el área de las fronteras de Chad, Níger, Camerún y Nigeria.

Frente a la actual situación, parece que los militares chadianos se han hecho cargo de la ímproba tarea de incendiar un país que desde hace décadas se encuentra permanentemente en llamas.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.