El caso de los 103 niños chadianos que hace dos semanas iban a ser enviados de forma ilegal a Francia ejemplifica la lógica nietzcheana, más allá del bien y del mal, que mueve los hilos de la sociedad contemporánea. Se trata de una amoralidad pragmática, a la que no le preocupa la distinción entre buenos […]
El caso de los 103 niños chadianos que hace dos semanas iban a ser enviados de forma ilegal a Francia ejemplifica la lógica nietzcheana, más allá del bien y del mal, que mueve los hilos de la sociedad contemporánea. Se trata de una amoralidad pragmática, a la que no le preocupa la distinción entre buenos y manos. Lo importante, para ella, para nosotros, son los hechos y el color del cristal (del medio de comunicación) con el que los vemos.
La ONG ‘El Arca de Zoé’ había organizado un tráfico ilegal de niños. Los hacía pasar por huérfanos y para ellos había encontrado familias adoptivas en Francia. Los niños procedían del este de Chad, una región azotada por la guerra en Darfur. Las familias biológicas fueron engañadas para que entregaran a los pequeños. Los responsables de la ONG pensaban que, al fin y al cabo, los niños vivirían mejor en Francia. No había duda al respecto. Mejor y más larga vida. El fin justificaba los medios.
Codicia, explotación y crueldad eran parámetros con los que ‘El Arca de Zoé’ no pensaba verse asociada. Parece lógico pensar que alguien engañó a la ONG para que, a su vez, engañara a los padres de los niños. África funciona así, con trueques susurrados y lealtades nunca fiables, ni siquiera dentro de la misma tribu. En este sentido, África es un reducto de los sistemas políticos que una vez dominaron Europa: golpes de estado, guerras, asesinatos, escaso aprecio por la vida…
Lo más probable es que ‘El Arca de Zoé’ fuera engañada por algún funcionario chadiano, un juez encargado de las adopciones, por ejemplo, un colaborador necesario del delito, alguien que, a cambio de una comisión, falsificara papeles, alguien que, una vez cobrado el dinero, no cumplió su parte del trato. Algo así sucedió hace unos meses en Congo, un país donde una ONG catalana intentó, con el apoyo tácito de la Generalitat, adoptar a niños que, pasando por huérfanos, tenían padres biológicos.
En Open Democracy hay un buen resumen de lo que sucede en el este de Chad, y es muy posible que el mismo presidente chadiano, Idris Deby, estuviera interesado en un escándalo así. ¿Por qué no? Necesita ayuda internacional, soldados, sobretodo. Hay guerra en Darfur, al otro lado de la frontera. Una guerra que es la suya, de africanos contra musulmanes. En medio está China, en busca de petróleo. China controla el negocio del petróleo en Sudán. Aspira a hacer lo mismo en Chad.
Deby era amigo de Jartum, pero las alianzas cambiaron cuando los zaghawa, hombres de su propia tribu, se pusieron al frente de la revuelta en Darfur. A Jartum le convendría más un presidente chadiano de otra tribu, un tubu del sur, o un tama. Deby corteja a Pekín -ha roto con Taiwan- para que no atienda las razones de Jartum. Le ha dejado claro que no es necesario derrocarlo para que pueda explotar sus yacimientos de petróleo. A China sólo le interesa el petróleo, sudanés y chadiano. A Deby sólo le interesa el poder. Su régimen puede caer en cualquier momento. El pueblo le ha abandonado. Tubus y tamas están al acecho. Los enemigos sudaneses son muy poderosos. Su único apoyo es Francia, Sarkozy, y nada mejor que un intercambio.
Deby tiende un trampa al ‘Arca de Zoé’, su pieza de trueque, y obtiene de Francia apoyo militar -disfrazado de fuerza internacional- para mantener a raya a los sudaneses en Darfur. De rebote, porque el avión que iba a utilizarse para sacar a los niños de Chad, era catalán, también consigue que España envíe dos aviones militares a la zona. A cambio, Deby ha liberado a la tripulación española del avión. Es posible que dentro de unas semanas también libere a los cooperantes franceses. Depende de la generosidad de Sarkozy.
Y así, Deby, como tantos otros líderes mundiales, dictadores y demócratas, se comporta según las reglas del sistema, más allá del bien y del mal, aprovechando que a la modernidad, segura de lo que es y de lo que puede esperar de la vida, ya no le interesa la filosofía.
Sólo las imágenes cuentan. Los pilotos españoles liberados, los soldados chadianos apartando a los fotógrafos. La mano de un soldado negro agarrando el brazo de un piloto blanco. Buen material para captar audiencias y extender prejuicios más allá de todo.