Tras las dilaciones impuestas por el Consejo Militar de Transición, encabezado por el general Mahamat Idriss Deby que se hizo con el poder el abril del 2021, tras la muerte en combate del presidente y padre de Mahamat Idriss Déby (Ver. Chad, la tormenta perfecta.), el próximo 6 de mayo se realizarán las tantas veces demoradas elecciones presidenciales en Chad.
Los cerca de ocho millones de votantes tendrán la opción de elegir una de las diez propuestas electorales, aunque a pocas semanas de la elección solo aparecen dos candidatos con posibilidades reales de imponerse: el propio general Mahamat Déby, que encabeza una alianza de 227 partidos y más de mil asociaciones bajo el sello de Chad Unit. Según distintos observadores, el actual presidente sería el ganador, por lo que muchos líderes opositores han calificado al proceso electoral de farsa, ya que los militares controlan todas las instituciones electorales, como la recién creada Agencia Nacional de Gestión de Elecciones, (ANGE).
Por lo que quedarían pocas posibilidades para quien desde el primero de enero pasado es el Primer Ministro, Succès Masra, líder del partido Les Transformateurs, quien había abandonado el país tras la brutal represión del 22 de octubre del 2022, día que quedará en la historia del país como el Jueves negro en el que cientos de manifestantes fueron asesinados, aunque la cifra oficial habla de cincuenta muertos (Ver: Chad, la masacre anunciada).
Masra retornó del exilio en noviembre del año pasado y llegó al cargo tras un acuerdo político entre el Gobierno y los partidos de la oposición, que se conoce como el Acuerdo de Kinshasa, que monitoreó el presidente de la República Democrática del Congo (RDC), Félix Tshisekedi.
Otro de los tantos puntos oscuros que ha debido sortear el proceso electoral ha sido la muerte del principal referente de la oposición, Yaya Dillo Djérou, el pasado febrero, cuando las fuerzas de seguridad se disponían a detener a Dillo, quien se encontraba en la sede de su partido, el Partido Socialista Sin Fronteras (PSF) en N’Djamena, acusado de haber atacado, junto a otros militantes, el edificio de la oficina de inteligencia del Estado. (Ver: Chad, una trama Shakespeariana)
Chad, uno de los países más pobres del continente, con poco más de 17 millones de habitantes de los que el noventa por ciento es analfabeto, sufre un aumento generalizado de precios por el incremento de los costos del combustible, lo que ha llevado a la ciudad capital, con 1.100.000 habitantes, a estar viviendo una de las peores crisis de electricidad e hídrica de su historia.
N´Djamena, al igual que 19 de las 23 provincias del país, sufrió entre diciembre del 2022 y enero del 2023 grandes inundaciones que obligaron al desplazamiento de más de 300.000 personas además de haber arruinado 350.000 hectáreas de sembradíos, la pérdida de 20.000 cabezas de ganado y la destrucción de más de 80.000 viviendas además de un importante número de edificios públicos (escuelas, centros de salud) e infraestructura.
El país saheliano, a pesar de su pobreza, cuenta con uno de los ejércitos más poderosos de la región, entrenado y armado por Francia, la antigua metrópoli colonial que ha usado a Chad como contrapeso a cualquier inestabilidad política en la región, cuyo punto más alto ha sido la Guerra de las Toyotas, que Chad con el apoyo de París y Washington libró contra la Libia del Coronel Muamar Gadafi, entre diciembre de 1986 y septiembre de 1987, la que se saldó con casi 10.000 muertos.
En estos últimos años el país se convirtió en una barrera, que impidió que se conectaran las khatibas integristas que operan en área del lago Chad, al suroeste del país en la frontera con Nigeria (Boko Haram y Provincia de África Occidental del Estado Islámico o ISWAP), con las que operan en el Sahel, Jama’at Nusrat-ul-islām wal-Muslimin (Grupo de Apoyo al islam y a los musulmanes (GSIM), la franquicia de al-Qaeda y el Estado Islámico para el Gran Sahara.
Chad también está siendo afectado, desde hace exactamente un año, por la llegada de más de un millón de sudaneses desplazados a consecuencia de guerra civil de su país, habiendo ya desbordado los campamentos de refugiados. Y dado que el conflicto está lejos de su resolución, se espera la llegada de todavía más desplazados (Ver: Sudán, una guerra sin horizonte). Chad y Sudán comparten una frontera de 1.360 kilómetros que corresponde a la región de Darfur, uno de los frentes más activos del conflicto, donde se reedita el genocidio de 2003-2005 que dejó medio millón de muertos.
Estados Unidos sin caminos en el Sahel
En la primera semana de abril pasado el Gobierno chadiano informó a los Estados Unidos, por medio de una carta, su voluntad de revisar el Acuerdo sobre el Estatuto de las Fuerzas (SOFA), instrumento por el que se establecen las normas y condiciones para que el personal militar estadounidense pueda operar en el país.
La carta menciona específicamente al Grupo de Trabajo de Operaciones Especiales de Estados Unidos (SOTF), un centro operacional clave en la región que sumado a la posible pérdida de sus bases en Níger, donde en los últimos días se han producido importantes manifestaciones contra la presencia norteamericana y militares rusos llegados a principios de abril han entregado un sofisticado armamento que incluye baterías antiaéreas, lo que complica toda la estrategia norteamericana en el continente, más cuando, tanto China en lo comercial como Rusia en lo político y militar están barriendo a Occidente en grandes sectores del continente. Por lo que debemos, sí o sí, prever un incremento de las khatibas rigoristas que tienen presencia en la mayoría de los países africanos y el estallido guerras civiles o entre países vecinos.
En el actual contexto del Sahel, ya Burkina Faso, Malí y Níger han obligado al retiro de los efectivos franceses y norteamericanos, al tiempo que han estrechado vínculos nada menos que con la Federación de Rusia, aunque en el caso de Níger todavía Washington se encuentra negociando con el gobierno del general Abdourahamane Tchiani su permanencia en el país, donde cuenta con aproximadamente 1.000 efectivos en dos bases, para la operación de drones. (Ver: Níger, la primera batalla del fin del mundo).
Así, con esta última jugada el Gobierno chadiano, que también pone en jaque la presencia militar francesa que dispone de tres bases y unos 1.500 efectivos, Occidente está a punto de perder la cuarta nación saheliana, que procurará incorporarse al bloque ya conformado por Burkina Faso, Malí y Níger, con profundos lazos con la Federación de Rusia.
Tras la visita a finales de enero pasado del general Mahamat Déby a Moscú, donde tuvo importantes reuniones con el presidente Vladímir Putin, el mandatario chadiano se refirió a Rusia como “un país hermano”.
Por lo que la carta de principio de abril ha puesto a trabajar toda la maquinaria del Departamento de Estado para no agregar un nombre más a la ya preocupante lista de reveses africanos, mucho más en vista de las elecciones presidenciales norteamericanas del próximo noviembre. De concretarse la salida norteamericana de Chad, París tendría que aprontarse casi de inmediato a otra nueva expulsión, ya no solo una excolonia, sino estratégicamente la principal base de sustentación en el continente.
Más allá de los avances antioccidentales en la región del Sahel, no se puede ignorar lo que puedan implementar tanto Washington como París con los países miembros de la CEDAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental), que tras el golpe en Níger en julio del año pasado, había amenazado con intervenir militarmente para restablecer el “orden constitucional” con una operación encabezada por Nigeria y Costa de Marfil, posibilidad que fue descartada pero que al calor de los nuevos reagrupamientos podría ser activada para disipar los vientos de cambio.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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