El atronador silencio del Chad respecto a la crisis desencadenada tras el golpe en Níger ha desacomodado, ahora sí de manera absoluta, la presencia de Francia en el Sahel, advirtiendo la posibilidad de nuevas malas noticias para la vieja y agobiante metrópoli colonial.
En el armado poscolonial francés, iniciado a comienzo de los años 60 cuando otorgó la independencia a todas sus colonias, Francia estructuró medidas para mantener el anclaje de París en esas nuevas repúblicas. Lo que prácticamente se mantuvo incólume hasta la fecha, quitando algunos inconvenientes como el del burkinés Thomas Sankara, al que asesinaron en 1987 antes de que su pésimo ejemplo se expandiera a otras naciones. Este “logro” ha permitido al país galo seguir usufructuando de manera brutal los infinitos recursos de África.
En este ordenamiento la república del Chad ha jugado un papel clave desde su independencia. Sus fuerzas armadas fueron elegidas por Francia para convertirlas en su gendarmería regional. Esta alianza de mutua dependencia entre los sucesivos gobiernos corruptos que llegaron a N’Djamena y el Elíseo también se ha mantenido incólume.
Quizás no haya habido mayor prueba de dicho acuerdo que la tolerancia del presidente Emmanuel Macron tras el golpe del 2021, a raíz de la muerte en combate del sempiterno dictador Idriss Déby contra los rebeldes del Frente para la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT).
Déby, a quien Francia apoyó durante sus 30 años en el poder, y que de no haber muerto habría seguido hasta el 2033, en los últimos años articuló alguna forma de democracia, creando un sistema electoral y una constitución en la que incluso se estipulaban los pasos a seguir en caso de la muerte del presidente. El poder vacante debería ser asumido de manera interina por la Asamblea Nacional para llamar en un plazo determinado a elecciones.
Dicha norma fue inmediatamente violada, a horas de conocerse la muerte del presidente, por el Comandante en jefe de la Guardia Presidencial, la dirección general de los servicios de seguridad (DGSSIE) el cuerpo de élite las Fuerzas Armadas, el general Mahamat Déby Itno, hijo del extinto Idriss que, junto a la camarilla del Comité Nacional de Salvación del Pueblo (CNSP), anuló la constitución y cerró el Parlamento.
Un muy acongojado Macron viajó de urgencia a N’Djamena, donde participó de las honras fúnebres al presidente muerto y dio su bendición al nuevo dictador y a algunas aberraciones del “heredero”, como postergar el plazo que ellos mismo se habían impuesto de un año y medio, para llamar a elecciones. A lo que se suma la brutal represión del jueves negro, como se conoce al 20 de octubre de 2022, contra miles de manifestantes convocados por grupos políticos de oposición, entre ellos el Wakit Tama (Ahora es el momento) y Les Transformateurs. El accionar policial, junto a paramilitares que actuaron de civil, provocó la muerte de más de 240 civiles, cientos de heridos, un número desconocido de desaparecidos y miles de detenidos. Además la ola represiva obligó a los principales dirigentes opositores a exiliarse.
Como para fortalecerse aún más, desde el golpe de abril del 2021 Déby juniors ha nombrado más generales en puestos claves que su padre en 30 años, lo que preanuncia la voluntad de una larga permanencia en el poder.
Por estas razones es, por lo menos sugestivo, que la actitud de los militares chadianos no haya indignado a Macron tanto como se ha indignado con los golpes militares en Mali, Guinea, Burkina Faso y finalmente en Níger.
Sin duda ese arrebato estriba en que los mandos militares que han ocupado el poder en esas cuatro naciones están en procesos de terminar de una vez con la agobiante influencia de Francia en sus políticas y ensus economías.
De este contexto emerge la virulencia de la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental), un grupo que ha actuado desde su fundación en 1975 cómo un caballo de Troya europeo y norteamericano para esa región del continente.
La CEDAO estableció, oportunamente, paquetes de sanciones contra las cuatro naciones: cierre de fronteras, bloqueo de vuelos, suspensión de transacciones comerciales y la congelación de activos bancarios. Aunque respecto a Níger, inmediatamente conocido el golpe, Nigeria cerró el sistema eléctrico que con el que se proveía a Níger y en una cumbre urgente de la CEDEAO, en Abuya (Nigeria), se sumó la amenaza de una invasión militar que incluso impuso un ultimátum que ni los más memoriosos recuerdan ya cuando venció.
Estas diferencias entre Níger y el resto de los países que tuvieron asonadas militares desde el 2020 habla claramente de la importancia de este país para Francia, fundamental en la provisión del uranio con que abastece cerca del setenta por ciento de las necesidades energéticas francesas. A esto se suma que las tropas francesas expulsadas de Mali fueron relocalizadas allí así como las bases militares norteamericanas, se cree que unas cuatro incluida la 201 para drones, a las afueras de la ciudad de Agadez, con una inversión de más de 100 millones de dólares.
Es aquí donde comienza a llamar atención el atronador silencio del Chad, que no pertenece a la CEDEAO pero cuenta con una frontera con Níger de casi 1.200 kilómetros y con un ejército altamente entrenado del que sin duda París hubiera echado mano si Déby hijo hubiera sido más permeable.
Hasta ahora, desde el golpe en Níger el pasado 26 de julio, Chad ha mantenido una actitud serena y expectante. El día 30 de julio el general Déby viajó a Niamey, de manera extraoficial, respondiendo a un guiño del presidente de Nigeria y a la vez presidente de la CEDEAO, Bola Tinubu, para reunirse con sus camaradas nigerinos y a la vez visitar al presidente derrocado Mohamed Bazoum y al expresidente Mahamadou Issoufou, de quien se cree estuvo involucrado en el golpe.
A su vuelta de Níger, el general Déby ha sido particularmente escueto respecto lo hablado con los militares del Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria (CLSP), aunque obviamente ha informado ampliamente a la CEDEAO, que desde entonces apenas ha mencionado la demorada incursión armada.
El lejano norte
El gobierno del Chad parece estar tomando una actitud más distante de Occidente. En una decisión, por lo menos extraña, en abril último N’Djamena, ordenó al embajador alemán, Gordon Kricke, que en un plazo de 48 horas abandonase el país acusándolo de “conducta irrespetuosa y de incumplimiento del protocolo diplomático”. Según algunas fuentes, la expulsión habría sido a consecuencia de que Kricke criticó públicamente el proceso de transición del país. Por supuesto Berlín respondió con la misma medida expulsando al embajador de Chad en Alemania, sin más consecuencias, sin que se pueda conocer en profundidad la verdadera razón de la expulsión del diplomático alemán, ya que Alemania carece de presencia en el Chad más allá de lo estrictamente protocolar, por lo que para muchos esa decisión no ha sido más que un guiño de advertencia para las potencias occidentales con mayor presencia en el país saheliano.
En el marco del tensionamiento de las relaciones entre el Chad y Occidente surgen, casualmente, amenazas concretas para el gobierno del Comité Nacional de Salvación del Pueblo (CNSP), como el fin del alto el fuego del Consejo de Comando Militar para la Salvación de la República (CCMSR, por sus siglas en inglés), una de las fuerzas insurgentes más poderosas que operan en el norte de Chad, junto a la frontera libia.
Mahamat Déby desde su llegada al poder ha intentado restablecer la paz, indultó a cientos de rebeldes encarcelados y alentó a los diferentes grupos a participar en conversaciones de paz, por lo que una treintena de facciones rebeldes y de la oposición acordaron un plan de paz en la cumbre de Doha (Catar) en el 2022, aunque el grupo insurgente más importante, el FACT, con sede en Libia, no había participado.
Un ataque a posiciones del ejército en la noche del 9 al 10 de agosto en la desértica región de Tibesti, en la zona de Wour y Kouri, que causó una cantidad desconocida de muertes entre las filas de los regulares, obligó al general Mahamat Idriss Déby Itno a viajar hasta Bardaï, una localidad a más de 1.000 kilómetros al norte de N’Djamena con el fin de “galvanizar a las tropas y fortalecer el sistema existente”.
En un comunicado el CCMSR, también con bases en el sur de Libia desde donde opera a ambos lados de las fronteras, dice haber tomado prisioneros a 23 soldados chadianos, destruido nueve blindados e incautado vehículos, armas y equipos de comunicación.
Por su parte fuerzas del autoproclamado Ejército Nacional Libio (LNA) del general Khalifa Haftar, lanzó el pasado 24 una serie de ataques aéreos y terrestres contra “grupos armados extranjeros” asentados en la frontera con Chad. Según el parte, la operación de las unidades libias “será amplia, precisa y selectiva para proteger las fronteras del Estado, sus capacidades y la seguridad de sus ciudadanos”. Las acciones que apuntan a contener a las FACT, que habían roto su alianza con Hafther en el 2021, “no se detendrá hasta alcanzar los objetivos marcados por la Comandancia General”.
No lejos de esas áreas continúan asentados, en campamentos improvisados, miles de refugiados darfuries que llegan escapando del vecino Sudán, donde la guerra no deja de expandirse, complicado todavía las fronteras chadianas, con una vecindad en llamas.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.