En los últimos años, el conocido Reino de Centro ha estado muy presente en todos los debates. China cerró 2017 con un crecimiento del 6.9%, un repunte de dos décimas en su crecimiento, tras un periodo de desaceleración en años pasados. Mientras tanto, en Europa, economistas y expertos celebran alcanzar un 2%. No es la […]
En los últimos años, el conocido Reino de Centro ha estado muy presente en todos los debates. China cerró 2017 con un crecimiento del 6.9%, un repunte de dos décimas en su crecimiento, tras un periodo de desaceleración en años pasados. Mientras tanto, en Europa, economistas y expertos celebran alcanzar un 2%. No es la única cifra sorprendente que nos deja el país, en los últimos años, unos 68, 53 millones de personas han salido de la pobreza en China según el National Bureau of Statistics (NBS). Eliminar la pobreza extrema es una de las «tres batallas» que la administración se ha marcado para 2020.
No obstante, hay un pensamiento bastante asentado en el mundo académico y político del carácter capitalista de China. El consenso hegemónico dicta que todos estos progresos se deben a la asunción por parte del país asiático de un capitalismo voraz a partir de 1978. Consenso asumido incluso entre círculos de izquierdas, que se limitan a ventilar el problema rápidamente, «un país capitalista más». No solo eso, a medida que China sale del subdesarrollo amenaza los intereses de los EE. UU. A medida que China avanza, los EE. UU. comienzan a perder hegemonía. Los norteamericanos siempre han pensado en China como un país poblado por pacíficos campesinos, tal y como dijo un senador de Missouri «Con la ayuda de Dios, levantaremos Shangai más y más hasta colocarla a la altura de Kansas City». Esta es la idea que se ha transmitido de China, la China del «enriquecerse es glorioso» de Deng Xiaoping y del capitalismo desenfrenado.
La respuesta a ello es un enfático y rotundo no. En China no se ha producido una reforma hacia el capitalismo. Tras un análisis de la estructura económica de este país podremos ver la importancia de dirección del Estado en la economía y de lo alejado que está el consenso hegemónico de la realidad de este país. No es casualidad, la calumnia sobre China no es nueva y en ella convergen derecha e izquierda. La famosa frase «enriquecerse es glorioso» falsamente atribuida a Deng Xiaoping (que nunca dijo ni escribió) producto del historiador Orville Schell es un ejemplo entre muchos.
La «nueva era» abierta por Xi Jinping tras el XIX Congreso y el socialismo con características chinas deja claro que China sigue siendo una economía dirigida y controlada por el Estado. China se mantiene como un país poco abierto a la inversión extranjera y sin una perspectiva atractiva para las empresas foráneas. A eso hay que añadir los proyectos para impulsar y liderar el sector tecnológico a través sobre todo de sus empresas nacionales como es el caso del «Made in China 2025».
Es curioso como se tiende a olvidar la importancia de este crecimiento. Una de las luchas que estamos presenciando es la lucha contra la desigualdad a nivel global de China. Lo que ha cambiado es el monopolio de occidente de la división internacional del trabajo que durante años ha condenado a la sumisión a los pueblos no occidentales. La reducción de la brecha tecnológica es un ejemplo del inicio de una independencia y la reducción de la desigualad global no tienen otro significado que la emancipación del país. Como dijo en una entrevista el periodista Rafael Poch, «China es uno de los países mejor gobernados del mundo» debido al nivel ingente de población, los problemas de recursos y su desmesurado tamaño.
Espero, a través de los datos y el estudio de su realidad económica, hacer ver lo que la izquierda occidental no quiere ver, un cambio estructural a nivel global.
Dirección económica del Estado
Ya he dicho que la economía China está dirigida y controlada por la acción del estado. ¿Cómo se produce dicha dirección?
A través del sector público, sobre todo de las empresas estatales (State Owned Enterprises). La imagen popularmente conocida de estas empresas como el último reducto de la etapa socialista en China, viejos dinosaurios de una época pasada, se encuentra muy lejos de la realidad. Estas empresas son la fuerza que conduce los sectores clave de la economía china, las mayores inversiones en infraestructuras y servicios provienen de este sector. Las empresas extrajeras, incluso las más poderosas, no tienen posibilidad de oponerse a las empresas estatales. El economista británico Michael Robert, en su ensayo » Xi takes full control of China’s future», hace referencia a un informe de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad Estados Unidos-China, informe realizado por EE. UU. en el que se analiza y aporta información muy útil. En este se dice:
«La parte de propiedad y control estatal de la economía china es grande. Basándose en suposiciones razonables, parece que el sector público visible- las empresas estatales y las entidades controladas directamente por las empresas estatales, representan más del 40% del PIB no agrícola de China. Si se consideran las contribuciones de las entidades controladas indirectamente, colectivos urbanos y empresas municipales públicas, la proporción del PIB de propiedad y control del Estado es de aproximadamente el 50%». Los grandes bancos son propiedad del Estado y sus políticas de crédito y de depósito están dirigidas por el gobierno (para disgusto del Banco Central de China y otros elementos pro-capitalistas). No hay flujo libre de capitales extranjeros dentro y fuera de China. Los controles de capital son impuestos y aplicados y el valor de la moneda se manipula según los objetivos económicos (para gran disgusto del Congreso de Estados Unidos y los fondos de cobertura occidentales).»
Es que hay que recordar que el stock de activos públicos que tiene China es de un 150%, muy diferente al resto de economías capitalistas, cuyo stock es menor de un 50%. La propiedad pública en China es claramente dominante, llegando la inversión pública a un 16% en comparación con un 3% de EE. UU. Si tomamos como ejemplo 2016, la inversión estatal creció un 23.5% respecto al pasado año frente a la inversión privada, cuyo crecimiento se desaceleró un 2.3%.
Si bien el número de empresas de propiedad estatal se ha reducido considerablemente, siguen dominando una serie de sectores (como petróleo y minería, telecomunicaciones, servicios públicos, transporte y diversos sectores industriales); se encuentran protegidas frente a la competencia, se alienta la inversión en el exterior y dominan las listas sobre índices bursátiles en China. Hay un menor número, pero las empresas deficitarias y viejas han sido reformadas y ahora son rentables y productivas.
Un estudio del 2010 encontró que las empresas estatales constituían el 50% de las 500 empresas manufactureras más grandes de China y el 61% de las 500 principales empresas del sector de servicios.
Las SOE´s no solo son actores dominantes en la economía de China, sino que son además sectores grandes para los estándares globales. La lista de Fortune de las 500 empresas más grandes del mundo en 2016 incluye 103 empresas chinas (en comparación con las 29 enumeradas en 2007). De las 62 de las 103 empresas chinas enumeradas, Fortune identificó 75 compañías (73% del total) donde el gobierno poseía el 50% o más de la compañía. Juntas, estas 75 empresas en 2016 generaron $ 7,2 billones en ingresos, tenían activos valorados en $ 20,7 billones y empleaban a 16,2 millones de trabajadores. De las otras 28 firmas chinas en la lista de Fortune 500, varias parecen tener vínculos financieros con el gobierno chino.
Como se puede ver, el consenso hegemónico es fácilmente contrastable a la luz de los datos. Como comentó el Banco Mundial en un informe llamado China 2030, «China se ha convertido en uno de los usuarios más activos del mundo en el uso de políticas y administraciones industriales». El Consejo de Estado de China actualmente cuenta con 150,000 empresas estatales a nivel del gobierno central y local.
Fuente: Capital Accumulation, Private Property and Rising Inequality in China, 1978-2015
Thomas Piketty
Además, mediante los bancos estatales, se ofrecen créditos baratos (privilegiados) que permiten una política expansiva de la producción. Beijing ha usado las empresas estatales para dirigir la economía y alcanzar las metas propuestas por el Estado. No solo hay una predominancia de los activos del Estado, sino que las inversiones se canalizan también hacia el Estado y han aumentado después de 1980.
Tres cuartas partes de todos los préstamos bancarios se otorgan a empresas estatales. Estos créditos se otorgan en su mayor medida a empresas públicas obligando a las empresas privadas a recaudar dinero fuera del sistema bancario. La planificación principal se realiza a través de préstamos de fondos en vez de asignaciones directas. De esta manera, las empresas tienen un acceso privilegiado al crédito bancario que las privadas no.
En el trabajo del FMI «2017 Article IV Consultation for the People’s Republic of China«, encontramos un apartado que refleja la conversación entre el FMI y el gobierno chino.
«Las autoridades argumentaron que la productividad de las empresas estatales continúa mejorando las reformas del lado de la oferta y de la propiedad mixta. También señalaron que el rendimiento comercial de las empresas públicas era comparable con la de las empresas privadas, particularmente si se contabilizaban sus importantes responsabilidades. Citando avances significativos en la eliminación del exceso de capacidad, desapalancamiento y gobernanza, señalaron que las ganancias de SOE habían aumentado un 10 por ciento año tras año, mientras que las tasas de apalancamiento había declinado»
A lo que añaden:
«Las empresas estatales eran entidades de mercado independientes y, por lo tanto, recibían el mismo trato que otras entidades del mercado. En la medida en que los bancos optaron por extender el acceso de crédito preferencial a las empresas estatales, esto reflejó la solvencia crediticia de estos prestatarios.»
Además, como el propio Xi ha reconocido en el último Congreso, se debe de continuar con el camino de las reformas, sobre todo en las empresas estatales y a nivel del mercado. Pero, en contra de los deseos de muchos, estas reformas no pondrán en peligro la autoridad del Partido Comunista Chino sobre el sector publico. La pérdida sobre el control de la economía puede suponer una amenaza para el liderazgo del PCCh por lo que, pese a una possible reducción de las empresas estatales, el PCCh no puede prescindir de su propiedad pública, es la base de su estabilidad.
¿Capitalism omnia vincit?
Ya hemos dicho que en China el capitalismo de mercado no es el modo de producción dominante, la rentabilidad no es la que guía los ciclos económicos en China. Una de las claves fue evitar el desarrollismo aislado, típico de la URSS. Las reformas de 1978 daban cuenta de que era imposible mantenerse fuera del complejo mundo que para 1980, comenzaba a tener un fuerte componente internacionalizado. Esto no se debe de confundir, como se ha dicho hasta ahora, que China adoptase el capitalismo global sino ser pragmáticos para el aprovechamiento del motor de desarrollo global. En diciembre de 1978, en la celebración del 3ra Sesión Plenaria del Comité Central del XI Congreso de Partido Comunista Chino, se inicia el proceso de apertura y reforma bajo la mano de Deng Xiaoping. La interacción con la economía global se entendió beneficiosa para llevar adelante la modernización, para aprovechar el impulso que ofrecía la atracción de inversiones extranjeras pero controladas y la facilidad de acumulación de capital. Eso llevo a integrarse en el sistema de producción global pero no como una parte explotada sino obteniendo ciertos beneficios y comenzando a poner sus reglas progresivamente. Estamos hablando de un desarrollo que provoco que la participación de China en el PIB mundial aumentase de menos del 3% en 1978 al 20% en 2015. Todo ello se ha llevado con la dirección del PCCh, una coordinación planificada que mediaba entre la esfera internacional y el capital chino nacional. China comenzó exportando mayoritariamente textiles de bajo valor y hoy, productos informáticos. Por si fuera poco, la dependencia de las exportaciones se está reduciendo (hay un paso de la exportación al consumo interno), pasando de un 35% de su PIB en 2006 23% en el año 2014.
China también ha aprovechado esta «apertura» para obtener tecnología de otras latitudes e incorporarla a su propia base tecnológica. Esto ha sido totalmente fundamental debido a que sin la obtención de esta tecnología no se podría haber entendido la industrialización tal y como la hemos conocido y seguiría exportando manufacturas de bajo valor agregado. La acción del Estado ha permitido la presencia de las condiciones tecnológicas que la industria necesita.
¿Cómo se ha producido esta escalada tecnológica? Mediante universidades, centros de investigación, planes como el «programa 973» que han permitido que China a través de las inversiones privadas, haya podido obtener tecnología extranjera. No es nada nuevo que el Banco Mundial haya reconocido que China se convierta en 2020 en una potencia tecnológica e innovadora. Otro punto importante han sido las patentes. A través de la adquisición de patentes mediante las fusiones y alianzas que el Estado promovía, así como a partir de la inversión extranjera, ha permitido la adquisición de conocimientos que difícilmente hubiese podido adquirir de otra manera.
Fuente: José Ignacio Martínez Cortés con datos de National Bureau of Statistics
http://sp.theorychina.org/webinar/wfxz/wfart/201511/W020151124636207316077.pdf
A medida que la dependencia del país por la inversión extranjera se reduce, aumenta en número de patentes y el porcentaje de gasto público en I+D ha pasado de 0.95% en 2001 a 2.07 en 2015.
No solo es una cuestión de innovación tecnológica, se observa un progreso similar y asombroso en educación, en lucha contra la pobreza, en la salud y en otros indicadores que nos llevan a pensar lo que Domenico Losurdo comentaba como «la segunda revolución anticolonial» por parte de China. El monopolio tecnológico ya no es algo exclusivo de occidente. La aparición de China, que, con todos sus errores, está poniendo en jaque el poderío militar, tecnológico o económico occidental, mientras que la izquierda permanece ausente e irreflexiva y ciega ante estos cambios.
Tecnología y futuro del liderazgo, Made in China 2025
No es un secreto que la República de la China plantea liderar la producción de inteligencia artificial para 2030. China busca, a través del apoyo estatal, el desarrollo de sectores clave con el apoyo de las empresas chinas, actores integrale s para impulsar y reestructurar su industria y mejorar la calidad de su producción
Encuadrado en el decimotercer plan de cinco años (2016-2020), China busca convertirse en una nación de ciencia. En el 13º Plan Quinquenal de Innovación Científica y Tecnológica se informó sobre la voluntad de llegar a esa innovación robótica y tecnología a través de serie de 15 «Megaproyectos 2030 de Innovación Científica y Tecnológica». Tras su particular lanzamiento de Sputnik, la victoria de Alpha Go sobre el campeón mundial de este juego de mesa, se han iniciado una serie de proyectos para introducir la inteligencia artificial en todos los ámbitos de la sociedad. Gobiernos locales y provincias enteras ya están otorgando millones de dólares para el desarrollo de esta tecnología.
Por supuesto, esta dirección se realiza gracias al apoyo estatal, bajo las principales empresas del sector, los famosos campeones nacionales y ha puesto entre las cuerdas a los EE. UU, que cada vez realizan una menor inversión en este campo. En el ya mencionado informe de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad Estados Unidos-China sobre computación y robótica se dice que:
«El gobierno chino ha establecido los planes industriales donde el gobierno -no las fuerzas del mercado- desempeña un papel central en el desarrollo Las empresas chinas en el líder mundial en tecnologías de vanguardia y de doble uso (vea la Figura 1) ‡ Estos planes industriales establecen la estrategia para el desarrollo del sector a nivel nacional y local objetivos del gobierno y establecer objetivos para la localización y productividad.»
Además:
«El enfoque liderado por el estado de China catapultó a China a la dominación global en industrias estratégicas como solar, eólica, * aluminio y acero en menos de una década.»
El gobierno chino impone altas barreras regulatorias para la entrada en el mercado que buscan una discrecionalidad clara en la producción. En el sector del automóvil, por ejemplo, el gobierno requiere que firmas extranjeras se unan a empresas conjuntas con propiedad, algo así como un precio de entrada en el mercado.
Aquí se integra el importante plan «Made in China 2025» con una serie de objetivos a largo plazo para convertirse en una potencia tecnológica. Una reestructuración e impulso del sector industrial para mejorar la producción.
Nos encontramos ante un plan global de 30 años. Se desarrollaría en tres fases: La primera sería disminuir la distancia entre otros países (2025), la segunda fortalecer la posición (2035) y finalmente liderar la innovación (2045). En base a esos puntos se plantea un cambio integral de la industria y un objetivo nacional como es el crecimiento en la era digital.
El plan se concentra en 10 sectores principales para afianzar la tecnología nacional como son el sector aeroespacial, robótica o tecnologías de la información, No solo se aplica a la innovación, también están englobados la producción y la industria tradicional. Todo ello acompañado de 15 centros nacionales de ciencia que se esperan para 2020 y 40 más para 2025.
A las políticas de apoyo al plan como son la mejora de la administración industrial, el aumento de la producción de componentes básicos de producción local o la reforma del sector financiero, se prevé desarrollar proyectos en cinco áreas importantes como son los centros de investigación, infraestructuras, equipos de alta gama y la fabricación sostenible e inteligente.
Un plan ambicioso que va desde los chips de computadoras hasta los coches eléctricos en los que están presentes los jugadores subsidiados por el gobierno. Una especie de plan quinquenal con unos efectos a nivel global. Mientras el emperador Xi quiere fabricar la mitad de los robots del mundo en China, en el sur de Europa todavía vamos cargando con la lápida del neoliberalismo.
Conclusiones
Resulta curioso que mientras se producen estos cambios radicales en la estructura global, mientras que el escenario se desplaza desde Europa y el protagonismo americano hasta Asia, se mantenga un silencio «cargado de recelo».
Hay un nerviosismo fácilmente palpable en Bruselas y en Washington, frente a la parálisis de los políticos alemanes, el estancamiento en el ruedo europeo o el fracaso del «pivot to Asia» americano, China rellena los huecos que se quedan vacíos. Por mucho que la Unión Europea mantenga la receta de capitalismo neoliberal y hegemonismo unipolar en las relaciones internacionales, lo cierto es que China sigue su camino imparable. Lo que se ha dicho aquí es un ligero esbozo, que se ampliará en las siguientes publicaciones y que espero, rompa cada vez más el silencio para anunciar como en el cuento, que el rey se encuentra desnudo.
Fernando Solana Romero. Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas en la UAM.
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