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Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, se convertirá en la primera ciudad del mundo desarrollado que se quede sin agua

Fuentes: Word Socialist Web Site

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


Las autoridades de la castigada por la sequía Ciudad del Cabo prevén que solo quedan 74 días para que se convierta en la primera gran ciudad del mundo desarrollado que se quede sin agua. La cuenta atrás para lo que se ha denominado el «Día Cero» se basa en el cálculo de cuándo va a descender el suministro de agua en todos los depósitos por debajo del 13.5 %, lo que provocará que sistema de suministro de agua quede inutilizable.

Aunque la ciudad lleva tres años padeciendo una fuerte sequía, la realidad del corte inminente de suministro se hizo evidente el 18 de enero cuando la alcaldesa anunció en una rueda de prensa que «hemos llegado a un punto de no retorno». El nivel de agua está actualmente a solo el 17 %.

A lo largo del año pasado se fueron tomando cada vez más medidas para retrasar el corte de agua. Por ejemplo, se ha vuelto habitual recoger el agua utilizada en la ducha (conocida como agua «gris»). La Primera Ministra de la Provincia Occidental del Cabo Helen Zille afirmó en unas declaraciones la semana pasada que «nadie debería ducharse más de dos veces a la semana en estos momentos. Hay que ahorrar agua como si la vida dependiera de ello, porque depende de ello». Los coches sucios y el pelo grasiento debido a la limitación de duchas se han convertido en símbolos de responsabilidad social. Por toda la ciudad hay anuncios que recuerdan a los residentes que «Cada gota cuenta» y el nuevo eslogan para el uso de los WC es «si es amarillo, deja que se diluya; si es marrón, tira de la cadena» («If it’s yellow let it mellow, if it’s brown flush it down»).

Un cubo y una jarra son artículos esenciales para llevar a cabo cualquier tarea que requiera agua, incluidas las duchas de 90 segundos que se anima a los residentes a que no tomen. Los negocios que proporcionan fuentes alternativas de agua, como la perforación de pozos y los suministradores de depósitos de agua de lluvia, tienen listas de espera de meses. La falta de agua afecta a casi cada aspecto de la vida.

El peso de la crisis se ha echado sobre la espalda de la clase obrera, a la que las autoridades locales reprenden cruelmente cada día. Una reciente rueda de prensa de la alcaldesa Patricia de Lille es lo que mejor expresa la actitud de la clase dirigente local: «A pesar de llevar meses rogándolo, el 60 % de los vecinos de Ciudad del Cabo están gastando sin sensibilidad alguna más de 87 litros al día», afirmó y añadió amenazadoramente: «Ya no podemos pedir a la gente que deje de desperdiciar agua. Debemos obligarles».

A medida que se acerca el «Día Cero» los esfuerzos de los altos cargos locales se han vuelto más frenéticos y temerarios. La principal de estas medidas es el paso extraordinario para hacer públicas las identidades de todos los clientes que pagaron multas reconociendo su culpabilidad o que comparecieron ante la justicia por haber contravenido las restricciones de agua, que está previsto que se publiquen hoy. Esto solo se puede interpretar como un intento deliberado por parte del gobierno local de enemistar a unos trabajadores con otros fomentando una mentalidad de linchamiento en unas condiciones de vida y muerte increíblemente tensas.

La desesperación genera medidas más extremas cada día que pasa. Para el 1 de febrero el consumo de agua de los habitantes de Ciudad del Cabo se limitará a 50 litros (unos 13 galones) de agua por persona la día. Para ponerlo en perspectiva, se calcula que el estadounidense medio utiliza 88 galones de agua al día en casa. Si una persona se diera una ducha de 10 minutos gastaría 100 litros de agua, el doble de lo que a partir del 1 de febrero se permitirá gastar a cada persona al día.

El cumplir la nueva limitación impuesta en la ciudad de gastar solo 50 litros al día exigirá no solo sacrificar servicios básicos de la vida moderna sino que también podría llevar a una grave crisis de salud pública. El gasto medio de 50 litros por persona al día exigirá que los habitantes se limiten a una ducha de no más de dos minutos, a tirar de la cadena de WC solo una vez al día, a lavar los platos o hacer la colada en un fregadero solo una vez al día, a lavarse las manos solo dos veces al día y cocinar solo una vez.

Las experiencias de los trabajadores en Flint, Michigan, que han vivido con agua envenenada durante casi cuatro años, han demostrado concretamente las consecuencias potencialmente devastadoras mental y físicamente de vivir sin acceso al agua. Volvieron a aparecer enfermedades e infecciones que se creían erradicadas de la sociedad moderna ya que los vecinos temían lavarse las manos. Los profesores empezaron a notar el olor fétido proveniente de los niños que tenían demasiado miedo a ducharse, o no podían hacerlo, debido a la calidad del agua en sus casas. Estos riesgos potenciales para la salud, y más para los trabajadores y jóvenes de Ciudad del Cabo, son enormes, aunque apenas se han publicado informes oficiales al respecto, si es que hay alguno.

Miles de trabajadores que residen en las zonas más pobres de la ciudad viven ya con un acceso al agua extremadamente limitado. En barrios históricamente pobres, como Blue Downs en Cape Flats, se utilizan fuentes comunes donde la gente hace la colada al aire libre y acarrea cubos de agua a sus chabolas. Todavía no se ha determinado cómo sobrevivirán después del «Día Cero» estas comunidades que ya están al borde de la existencia.

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), si la ciudad sigue adelante con el plan de desastre y corta el agua, el servicio solo se reanudará cuando se recuperen los embalses, lo que puede costar varios meses.

Los políticos han discutido públicamente acerca de los supuestos fallos a la hora de hacer frente al desastre que se avecinaba. La mayoría de los informes afirman que la crisis fue provocada por el explosivo aumento de la población en las dos últimas décadas unido a la sequía más extrema en la zona en un siglo. Aunque la causa de la crisis del agua se atribuye sobre todo a causas «naturales», el gobierno federal y el local son los únicos responsables de la inepta manera de abordar la situación.

Cuando el 12 de abril la ciudad llegue al «Día Cero» se cortará el suministro de agua a los barrios residenciales, lo que provocará que unos 4 millones de vecinos dependan de las colas diarias ante los puntos de suministro de la ciudad. A cada vecino se le proporcionarán entonces solo 25 litros (un poco más de 6 galones) de agua al día. Informes no confirmados sugieren que algunas zonas del centro podrían quedar exentas de los recortes «debido al turismo y a los negocios».

La actual crisis del agua ha agudizado enormemente las ya explosivas relaciones sociales de la ciudad. Según se ha informado, en 2015 más de la mitad de los sudafricanos vivía por debajo del límite superior de pobreza (UBPL, por sus siglas en inglés) ya que un 55.5 % de la población vivía con menos de 992 rand (unos 75 dólares) por persona al mes. La clase dirigente, que es muy consciente de la amenaza de levantamientos sociales generalizados que sin duda provocará la crisis del agua, está ocupada preparando a su policía y fuerzas militares para aplastar con la manida excusa de «mantener el orden» cualquier resistencia de la clase trabajadora.

Mientras que los planes para suministrar a la gente agua y otros recursos después del «Día Cero» son vagos y difíciles de encontrar, se han planificado cuidadosamente los planes acerca de quién cuidará y distribuirá los recursos. La primera ministra Zille anunció la semana pasada que se había celebrado una reunión estratégica entre los principales generales y el gobierno para establecer cómo se iba a mantener «la seguridad» de la provincia.

El portavoz de Zille informó de que el plan estratégico incluía el despliegue de soldados en los 200 puntos de distribución de agua planificados en la ciudad, patrullas regulares y un seguimiento durante 24 horas de puntos conflictivos de criminalidad. Cuando llegue el «Día Cero» todas las reservas de agua viajarán escoltadas por guardas fuertemente armados.

Las inminentes condiciones de vida en Ciudad del Cabo tras el «Día Cero» se asemejan a una novela postapocalíptica. Imaginen por un momento cómo será la vida para un o una trabajadora: hará cola durante horas con jarras o botellas para recoger agua para que su familia beba, lave la ropa, cocine y limpie mientras que hombres armados patrullan sus comunidades dispuestos a suprimir violentamente cualquier signo de descontento o «desorden». La sociedad moderna se paralizará con la pérdida de miles, si no millones, de puestos de trabajo, y el cierre de negocios y escuelas. No se podrán utilizar las bocas contra incendio en caso de emergencia. Al no poder limpiar el instrumental o proporcionar la atención básica que exige agua corriente, las instalaciones médica retrocederán cien años, en caso de que puedan funcionar.

El acceso a la necesidad más básica de la vida, el agua limpia y segura, ya no está garantizada ni siquiera en la más «avanzada» sociedad capitalista. En Martin County, Kentucky, los trabajadores no tienen agua o solamente un servicio intermitente debido al colapso de su vetusto sistema de agua. Para empeorar las cosas, las autoridades exigen a los vecinos que pague un 49 % más cara el agua, que está atestada de productos químicos cancerígenos procedentes de las minas de carbón y otras industrias.

Al cabo de casi cuatro años los vecinos de Flint siguen padeciendo las catastróficas consecuencias de la contaminación por plomo de su agua, entre las que se incluyen un aumento generalizado de la tasa de mortalidad fetal, erupciones cutáneas, cáncer e incluso múltiples muertes por legionella.

En Puerto Rico, cuatro meses después de que el huracán María destruyera la isla, la mitad de la población sobrevive gracias al agua embotellada y a los arroyos cercanos. Este es el estado del sistema capitalista global desde Ciudad del Cabo a Flint en el año 2018.

Fuente: http://www.wsws.org/en/articles/2018/01/29/cape-j29.html

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.