Las elecciones en EE.UU. siempre han sido noticia mundial debido a su status de país central y a ser una de las dos potencias vencedoras en la segunda guerra mundial de 1944. Pero en estas elecciones el interés ha crecido de modo significativo, porque a partir del «estallido» de la crisis financiera global de 2008 […]
Las elecciones en EE.UU. siempre han sido noticia mundial debido a su status de país central y a ser una de las dos potencias vencedoras en la segunda guerra mundial de 1944. Pero en estas elecciones el interés ha crecido de modo significativo, porque a partir del «estallido» de la crisis financiera global de 2008 el mundo observa que estamos frente a nuevos y estructurales cambios y además, que ya nada podrá ser lo que era.
Las elecciones primarias ya mostraban elementos novedosos, en ambos partidos las internas daban cuenta que los candidatos de los dos establishments (estamentos o núcleos de poder) habían tenido que enfrentarse con «personajes» que nunca fueron parte del mismo, e incluso eran dos extraños/extranjeros en la política de los dos grandes partidos del bipartidismo del poder financiero norteamericano.
Sanders y Trump dieron gran batalla en cada una de sus internas partidarias. Trump le ganó a todos los candidatos pro-establishment republicano y Sanders fue derrotado solo por manipulaciones y manejos espurios del establishment del Partido Demócrata, quien impuso a Hillary Clinton.
Este camino, con su proceso, reconstruiremos para poder observar qué ha sucedido y cuáles son las nuevas realidades que emergen.
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De las encuestas a los resultados
En el camino a las elecciones presidenciales en EE.UU. sucedieron hechos que muestran un comportamiento inesperado: lo que se creía sería una amplia victoria de Clinton y del Partido Demócrata, comienza a ponerse en duda.
Esto no era así veinticinco días antes de la elección del 8 de noviembre. Para ese entonces, según el portal «Real Clear Politics», Hillary Clinton dominaba con una clara ventaja del 6.7%i en el promedio general de todas las encuestas de mayor grado de confianza. Hacia el 27 de octubre la distancia era de 5,4%, pero después del 28 de octubre, la carrera hacia la presidencia daría un giro dramático que ocuparía el centro de toda la atención mediática. En esa fecha, impacta de lleno en el electorado el anuncio del Director del FBI, James Comey, de reabrir las investigaciones sobre los e-mails eliminados del servidor privado de Hillary Clinton. El 3 de noviembre, 5 días antes de la elección, la distancia entre los candidatos se había reducido a 1.3% a favor de Clinton, dentro del margen de error (+/- 3%). Anteriormente a esto, ya se había verificado una gran pérdida de ventaja de Clinton muy parecida a esta donde tuvo un fuerte impacto, durante la conmemoración del aniversario de los atentados del 11 de septiembre, un video en el que trascendieron sus problemas de salud y dificultades para moverse.
Recordemos que en Estados Unidos, el hecho de que la mayoría de la población vote un candidato no se traduce necesariamente en una victoria para el mismo. Esto es así porque la elección del pueblo estadounidense (people) es indirecta, por lo tanto lo que se necesitan son «votos electorales» (270 de 538 totales) y estos son otorgados por las victorias a lo largo de los 50 estados de los EE.UU. -Estados Unidos de América-. Si bien estos números generales que presentamos inicialmente pueden dar cuenta de lo reñida que finalmente fue la elección en tanto voto popular, no arrojan luz sobre dónde y cómo se define la elección en favor de Donald Trump rompiendo todo pronóstico posible.
La participación total de la población en condiciones de votar fue del 55,4% (la media histórica esta entre 52 y 54%), del total de los cuales Trump sumó 62.984.825 de votos y Hillary Clinton 65.853.516 de votos. Clinton logro 2% más de votos cuantitativamente observado, aproximadamente 2 millones de votos más. Pero Trump logro obtener 304 votos electorales para el colegio electoral y Hillary solo 227 votos electorales. Porque así es la elección indirecta, el pueblo «elige» votos electorales y estos son los que eligen en el colegio electoral al presidente. Pero además, los votos electorales elegidos a través de cada partido pueden cambiar a la hora de elegir presidente en el colegio electoral. Este es un mecanismo que fue diseñado por las elites del poder para asegurar que quién sea electo finalmente coincida con los intereses de alguna fracción de esta. Algo que viene a sumarse al hecho de que el financiamiento de las campañas y los candidatos requieren un «esfuerzo» multimillonario. Por ello aunque el 8 de noviembre de 2016, Trump ha obtenido 304 votos electorales esto solo se confirmara el 19 de diciembre de 2016 cuando se reúna el colegio electoral. Hasta ese momento se considera que ganó pero no está electo.
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La estrategia electoral de D.Trump
Por ello, desde el principio la estrategia del equipo de Trump fue atacar y quebrar «El Muro Azul» de los Demócratas: El Cinturón Industrial del Medio Oeste: Illinois, Indiana, Wisconsin, Pennsylvania, Michigan y Ohio. En 2012, Barack Obama había ganado 5 de estos 6 estados, dejando sólo Indiana en manos de los republicanos. En 2016, a contramano de lo esperable, Donald Trump cuenta casi con el mismo registro: ganó 5 de éstos, quedando sólo Illinois para Hillary Clinton. El famoso «firewall demócrata», esos estados que se contaban como propios en todas las proyecciones para sumar esfuerzos de campaña en otros lugares, fue pulverizado por la campaña de Trump, tal como él y su equipo decían que iba a pasar.
El cineasta Michael Moore, originario de Michigan, adelantó a modo de predicción, que Trump sería Presidente y cuál sería parte de su camino a la victoria. No necesitaría ganar Florida y Carolina del Norte, lugares donde la mayoría de los gurúes políticos solían poner la lupa. Estos son estados oscilantes (swing states), siempre disputados entre republicanos y demócratas. Trump simplemente necesitaba ganar el cinturón industrial. Tenía algo que sus contendientes no tenían: apelaba directamente a la realidad cotidiana de sus habitantes, como ninguno de sus oponentes en la interna hacía. En las palabras del cineasta:
«Cuando Trump se encontraba en una fábrica de Ford Motor durante la primaria de Michigan, amenazó a la corporación que, si seguían con su cierre planeado de esa fábrica y la trasladaban a México, le impondría una tarifa de 35% a cualquier auto construido en México y enviado de nuevo a los Estados Unidos. Era música para los oídos de la clase obrera de Michigan; y cuando lanzó su amenaza a Apple, de que los obligaría a dejar de hacer sus iPhones en China y construirlos aquí en América, sus corazones se desmayaron y Trump se marchó con una gran victoria que debería haber ido al gobernador de Ohio, John Kasich»
En contraste con este hecho, Hillary Clinton sufrió derrotas en las primarias de Indiana, Wisconsin y Michigan ante Bernie Sanders, Senador Independiente de Vermont que disputó hasta los últimos días la posibilidad de ser el candidato Demócrata a la presidencia. Si bien con Trump, en términos ideológicos expresan polos opuestos, sus campañas en las primarias tuvieron un punto de coincidencia muy interesante para tener en cuenta: la denuncia de los dañinos efectos de la globalización y los tratados comerciales como el NAFTA (que incluye a México, Canadá y EE.UU.) y el ya sentenciado a muerte TPP (el pro-globalista Tratado Trans-Pacífico y Trans-Atlántico), en la destrucción del tejido industrial norteamericano. Sumado a este hecho, la campaña demócrata fue arrogante al creer ciegamente en sus propias proyecciones. Hillary Clinton no pisó Wisconsin desde su derrota en las primarias ante Sanders. ¿La razón de este exceso de confianza? Los sindicatos industriales siempre habían sido parte del Partido Demócrata, desde donde movilizaban sus bases sociales.
¿Cómo está hoy la clase trabajadora en EEUU? La clase trabajadoraii en Estados Unidos viene sufriendo una reconfiguración en las últimas décadas, en distintos niveles y que está en relación con los cambios en las formas de organización del capital en general y del capital financiero global en particulariii que impactan en su «conformación demográfica». Por un lado, no se ha recuperado de los retrocesos iniciados con la ofensiva neoliberal en 1980 de Ronald Reagan. Un retroceso que se puede percibir en los salarios (caída de hasta el 20% de los salarios reales), condiciones laborales (aumento del 65% en la productividad) y de organización sindical (solo un 6% de trabajadores afiliados en el sector privado).
Por otro, vive lo que muchos llaman «la tercera gran transformación demográfica»: primero de los afroamericanos y luego de las mujeres, ahora ha incorporado a la industria y los servicios a millones de trabajadores inmigrantes (hispanoamericanos y sinoamericanos). Las analistas pronostican que en 2032 la mayoría de los trabajadores ocupados ya no serán «blancos no hispanos», que hoy son además los «mejor pagos». Las mujeres blancas ganan en promedio un 15% menos, los afroamericanos un 25% menos y los inmigrantes «latinos» un 30% menos. Una profunda fragmentación dentro de las filas de los trabajadores.
Por último, en los últimos años ha sufrido un nuevo embate. Barack Obama, a pesar de las expectativas que había generado, decidió descargar la crisis iniciada en 2008 sobre la clase trabajadora. Entre 2007 y 2014, sus ingresos cayeron un 14%, además de perder cientos de miles de puestos de trabajo, en parte reemplazados por otros más precarios, la productividad por hora trabajada aumentó un 6%.
Esta situación afecta en particular a los llamados «millenials», jóvenes de entre 18 y 29 años. Se trata de 80 millones de personas, que en su mayoría se considera parte de la clase trabajadora y el 8 de noviembre aportó la mayor proporción de quienes no fueron a votar o lo hicieron por otros partidos (verdes o liberales).
Volvamos, en Indiana, Bernie Sanders venció a Hillary Clinton por 5 puntos en la primaria del 3 de mayo de 2016. El 8 de noviembre, Trump venció a Clinton en el Estado por unos 20 puntos. Indiana fue para el lado de Mitt Romney en 2012 y vale la pena recordar que Barack Obama ganó el Estado en 2008, lo que significa que no es un Estado sólidamente republicano.
La derrota en Wisconsin de Clinton ante Trump fue quizás la más importante de la noche, ya que Wisconsin no ha votado a favor de un republicano como presidente en más de 30 años. Wisconsin es también un Estado en donde Sanders anotó una victoria aplastante sobre Clinton en las primarias, ganando por 57-a-43.
Por último, la primaria de Michigan del 8 de marzo fue quizás una de las victorias más importantes de Bernie Sanders, ya que los encuestadores predijeron amplia y equivocadamente una considerable victoria para Hillary Clinton, debido a su fuerza con los votantes negros en ciudades como Detroit y Flint. La victoria de Sanders por 50-a-48, se asemeja a la corta distancia que se vio finalmente entre Trump y Clinton.
En los estados del cinturón industrial se define la elección. Si bien Trump ganó estados como Florida, Carolina del Norte e Iowa (estados oscilantes), claves para construir su camino a la Casa Blanca, éstos eran considerados «perdibles» por los demócratas, y aun así tener buenas chances de alcanzar la presidencia. Lo que no esperaban era que su «histórica» base electoral se diera vuelta de la manera en que lo hizo. Ahondaremos en las motivos de este suceso, pero por ahora, basta con dejar en claro que poco tuvo que ver el mensaje «xenófobo» de quienes tuvieron buen desempeño en esta región clave donde predominan los trabajadores industriales, blancos y anglosajones mayoritariamente, y generaciones desencantadas de los mismos, que vivieron «la tierra de las oportunidades» del sueño americano hasta 1980, cuando todo empezó a cambiar.
La promesa, la esperanza de que el trabajo industrial pudiera volver a los Estados Unidos, hecho enfrentado con la dinámica de la globalización, caló mucho más fuerte de lo que esperaban los establishments republicanos y demócratas. Trump y Sanders, ajenos a los mismos y posibles futuros aliados al menos en este frente, pueden dar cuenta de ello.
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El Estado profundo entra en escena
«Estados Unidos no será más el mismo: entre votos prematuros y conteos espurios, al final decidirá el deep state (Estado profundo) de la flagrante antidemocracia estadunidense lubricada por miles de millones de dólares de las trasnacionales de Wall Street y su bancocracia, que pervierten el genuino sufragio popular»iv.
En la semana previa a la elección, el director del FBI, James Comey, anunció que su agencia había descubierto nuevos correos electrónicos relacionados con el mal manejo de información clasificada por Hillary Clinton, los cuales no habían sido tomados en cuenta previamente. De acuerdo con la Associated Press, los recientemente descubiertos mensajes de correo electrónico «no vinieron de su servidor privado», sino que fueron encontrados cuando el FBI (Policía Federal) empezó a trabajar en dispositivos electrónicos que pertenecían a la ex ayudante de Clinton Huma Abedin y su esposo Anthony Weiner. El FBI estuvo buscando en los mensajes de naturaleza sexual que Weiner había intercambiado con una niña de 15 años en Carolina del Norte, y es por eso que originalmente se apoderaron de esos dispositivos electrónicosv. Luego, el viernes 28 de octubre, se les hace llegar a ocho presidentes del comité del Congreso que los investigadores se encontraban examinando los correos electrónicos recién descubiertos, que «parecen ser pertinentes» con la investigaciónvi.
«…el FBI ‘tiene una investigación abierta sobre la Fundación Clinton’, que constituye un semillero de fraude y lavado de dinero. Además, se inició una demanda colectiva contra el Comité Nacional Demócrata (DNC) ‘alegando fraude y colusión con la campaña de Hillary Clinton’. Acto de Traición: Hillary recibió donaciones de los ‘Patrocinadores Estatales del Terrorismo’. Quiénes están financiando el Estado Islámico (ISIS-Daesh)»vii.
Charles Hugh Smith, escritor y analista económico estadounidense, afirmaba el 31 de octubre:
«Cualquier otra cosa que emerja de los mensajes de correo electrónico que se filtran o se lanzan oficialmente, una conclusión es ineludible: el juicio (mental) de Hillary es irremediablemente defectuoso. Combine su falta de juicio con sus 24 años de ‘carga acumulada’ y su potencial para empujar la agenda neo-liberal hasta el punto de desastre global, y obtendrá una potente necesidad de los elementos más preclaros del Estado profundo para descarrilar su campaña y despejar un camino hacia el equipo ejecutivo de Trump»viii.
Estos datos que el director del FBI abre a ocho presidentes del comité del Congreso, al público y a los medios de comunicación producen un golpe muy grande sobre la legitimidad de Clinton y sobre la intención de voto de los electores de EUA. Como es impensable que los hechos sucedan de manera espontánea e inconexa, la pregunta que se instala es quién tiene el poder suficiente como para acceder a esta información, para que el FBI la haga llegar a los 8 presidentes del comité del congreso y para poder hacerla pública.
Según afirma Smith,
«los elementos más lúcidos del Estado profundo saben que deben descarrilar la campaña de Hillary para despejar un camino hacia el equipo ejecutivo de Trump. En agosto (de 2016) nos preguntábamos: ¿podría el Estado profundo sabotear a Hillary? Ahora tenemos una respuesta definitiva: estos puntos de ruptura o estallido en la campaña de Hillary son demasiado precisos para los medios de comunicación. Sólo las fuerzas del Estado profundo Imperial son tan precisas».
El Estado profundo estadounidense, concepto del investigador y ex diplomático canadiense Peter Dale Scott, refiere al gobierno no elegido (también llamado gobierno invisible o en las sombras), independiente de la Casa Blanca y capaz de imponer su voluntad al ejecutivo, compuesto por altos funcionarios gubernamentales, agencias de seguridad e inteligencia (como la CIA y la NSA), «empresas» contratistas de los servicios de inteligencia y militares paralelos, y grandes bancosix. Sin embargo, aseveramos aquí que el mismo no es tan monolítico como generalmente se supone, al menos desde la ruptura del núcleo de poder angloamericano con epicentro en los Estados Unidos de América (EUA), observable desde 1999-2001, lo cual deja entrever la existencia de al menos dos grandes establishments en su interior.
Los globalistas neoliberales que financiaron e impulsaron la candidatura de Clinton son el campo más visiblex, pero otro campo menos visible pero altamente interesado, tomó conciencia de que Hillary y su agenda dañarían gravemente la seguridad nacional de EUA y su influencia global. Fue este campo de intereses quien organizó los hechos para que Hillary perdiera.
Un escenario a considerar consiste en que uno de esos dos poderosos establishments, en que se encuentra divido el Estado profundo, viera a Trump como el único que podría descarrilar el tren de negocios de los globalistas neoliberales. Momento en el cual, una vez despejado este camino, la gestión del equipo ejecutivo de Trump podría comenzar en serio un proceso de gestión dirigido a desacoplar la nación del imperio global.
¿Estamos ante una gran crisis y por lo tanto, ante un gran cambio, un viraje? Las élites corporativas hoy no son monolíticas. Todo lo contrario. Hay divisiones y conflictos importantes dentro del establishment corporativo gobernante. Un aspecto muy relevante que se viene observando refiere a las posturas enfrentadas entre los conglomerados de comunicación competidores, con el grupo News Corp de Murdoch (que incluye el diario Wall Street Journal y la cadena Fox News) apoyando a Trump y el grupo Time Warner de Turner (que posee la cadena CNN y los diarios New York Times y Washington Post) apoyando a Clintonxi. A su vez, estos conglomerados de medios están alineados con facciones poderosas y competitivas dentro del estamento corporativo.
Aquéllos que desencadenaron la publicación del informe del Wall Street Journal en torno a los correos electrónicos de Clinton, eran plenamente conscientes de que esto daría lugar a una respuesta del director del FBI, James Comey, que a su vez contribuiría a debilitar y socavar a Hillary Clinton. Según Donald Trump, este caso era más grande que el Watergate, en tiempos de Richard Nixon, y se trata del encubrimiento de un crimen que puede implicar la caída de los Clinton.
También apareció evidencia del «resentimiento» hacia Clinton desde dentro de las Fuerzas Armadas. Los Jefes del Estado Mayor Conjunto habían expresado su oposición a la adopción de una «Zona de No Vuelo» en Siria, lo cual podría conducir a una guerra con Rusiaxii.
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La crisis del Estado profundo viene de 1999/2001
La crisis de la estructura de poder del Estado profundo, que es económico-financiera con sus también componentes políticos, ideológico-culturales, telemediáticos, es una realidad observable por un número cada vez mayor de analistas, y tiene la misma envergadura de la crisis de 1929-38, la cual se desarrolló escalando hasta la vía militar, primero en escenarios secundarios (ej.: la guerra civil española), desembocando por ultimo en la denominada Segunda Guerra Mundial, situada en un escenario principal como es Europa. Teniendo en cuenta que EUA, por el modo y el espacio geográfico donde se concentró el escenario bélico principal, se benefició con la producción y las exportaciones de la industria para la guerra mientras permaneció neutral entre 1939-42, lo cual motorizó su economía mientras se paralizaban y destruían las economías de los países directamente implicados por los combates militares (Gran Bretaña, Francia, España, Alemania, Italia, Rusia, etc.) y luego con la victoria en la guerra, en la cual ingreso en diciembre de 1941 sin haber tenido grandes pérdidas; a partir de haber sido el único país que impuso su interés en la órbita occidental; y que además, diseñó (y se benefició con) el tipo de reconstrucción de estos países destruidos por la conflagración bélicaxiii.
Esta crisis de hoy, que se manifiesta ya en 1999/2001, es una crisis que tiene a EUA como escenario central del conflicto de intereses financieros y la confrontación de fuerzas unipolares financieras imperialistas. Que en tanto no la pueda «exportar más allá de Siria, escalando hacia China, India y Rusia, a partir de ‘instrumentar’ a sus poblaciones musulmanas» bajo la forma de guerra militar -regular o irregular-, el conflicto tiende a profundizarse y desarrollarse al interior de los EE.UU, bajo formas políticas y sociales.
Esto sucede porque el principal conflicto que origina y sostiene esta crisis, parte de la fractura del poder financiero de EUA, del Estado profundo del poder y se manifiesta en dos líneas imperiales donde una, la unipolar globalista, necesita descentralizar/deslocalizar el poder desde EUA en una red global, multilateral/unipolar de cities financieras, para poder debilitar a la línea que sólo puede proyectar poder como unipolarismo/unilateral continentalista desde EUA/NAFTA y a partir del complejo financiero militar industrial, al modo del imperialismo norteamericano de 1950 con el Plan Marshall hasta 1973-79xiv. Es por este conflicto y el grado de desarrollo que ha alcanzado, que la crisis tiende a profundizarse e incrementar su envergadura.
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Crisis en el interior del Partido Demócrata y el movimiento obrero organizado: causas profundas de una derrota no tan inesperada.
¿Cómo ha logrado Trump revertir una tendencia que lo daba como perdedor y lograr imponerse en la recta final de la campaña? En la interna del Partido Republicano, Trump, ya había desbaratado todos los pronósticos frente a pesos pesados que contaban con el resuelto apoyo del establishment republicano, como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz. Lo cual da muestras también de la crisis interna en el Establishment Republicano, que se suma a la crisis principal con el Establishment Demócrata, al presentar tres candidatos dividiendo su fuerza frente al «outsider» Trump.
Es importante entender que desde la crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido y que solo se ha profundizado), ya nada es igual. Los ciudadanos están profundamente desencantados y cada vez más «acosados» por las plataformas y redes sociales de comunicación global que también marginan su participación a actos individuales «encerrados» en sí mismos, en un dialogo mediado por redes sociales que conlleva también a reforzar la exclusión en el acto electoral político.
La propia democraciaxv, como modelo, ha perdido credibilidad dejando el acto electoral a la acción de minorías electorales y las mayorías solo se hacen presentes, en las luchas callejeras y en la puja electoral, cada vez que «huelen» una posibilidad de crisis y estallidos en los estamentos del poder, y que su acción puede hacer emerger o fortalecer crisis y alternativas. Observamos como los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos electorales (entre ellos, el brexit). Los grandes partidos, y los bipartidismos tradicionales, están en crisis y todos tienen en común la consigna: «contra la globalización».
El paisaje político aparece radicalmente transformado e incluso ya empiezan a emerger desde el poder financiero transnacional los gérmenes, ensayos y formas de nuevos bipartidismos pro-globalistas que parecen como centro-derecha/vs/centro-izquierda, ambos como alas de la estrategia globalista financiera, con discursos hacia las minorías y que obvian hablar del poder, del capital y del cada vez más extenso, amplio y heterogéneo mundo del trabajo compuesto por un 10% de trabajadores formalizados, y un 90% en las distintas modos de la informalidad y en las diferentes situaciones sociales de la economía popular; compuesto además por pieles blancas, negras, amarillas, rojas; indoamericanos, hispanoamericanos, afroamericanos, sino-americanos, con sus mixturas; además por hombres, mujeres, bisexuales con su diversidad; con sus misturas religiosas de protestantes, evangélicos, católicos, budistas, islamistas, etc.; viejos, adultos mayores, adultos, adultos jóvenes, millenials y niños. Todo como producto directo de un capital en estado global y, que ha impuesto y desarrollado en lo económico social una inmensa diversidad de situaciones sociales locales y localizadas al trabajo, a los cuales se refiere fragmentando como trabajadores, pobres, excluidos, emprendedores, desahuciados, incapacitados, marginales, etc.
Este fenómeno ha llegado a Estados Unidos, un país que ya conoció, en 2010, una ola oligárquico-populista devastadora, encarnada entonces por el Tea Partyxvi, en tanto división interna del Establishment de los republicanos, donde emerge definidamente el espacio que reúne y convoca al capital financiero multinacional, continental, para expresar una línea definidamente anti-Obama, anti-globalista. El enfrentamiento al interior de los Estados Unidos pasa a un nuevo momento en noviembre de 2010, en donde aparece como gran ganador de la contienda el Tea Party, movimiento con rasgos claramente fascistas (de imperialismo continental financiero en declive desde 1990-94) que juega políticamente al interior del establishment del Partido Republicanoxvii.
Por ello, la victoria de un candidato tan «heterodoxo» como Trump constituye un verdadero sismoxviii. Este percibió, expreso, teatralizo, represento, mediatizo, etc., la fractura cada vez más amplia entre las elites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas. Pero muy especialmente la fractura entre las elites y el Pueblo de EEUU. Su discurso violentamente anti-Washington (establishment financiero republicano) y anti Wall Street (establishment financiero demócrata) sedujo, en particular, a los electores blancos y a los empobrecidos, económica, política y culturalmente, por los efectos de la globalización económica. Mostrando y profundizando la crisis estructural en EUA.
Es importante también precisar que el mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No expresa a ninguno de los dos «pelotones» del poder financiero, ni el que se retrasa -unipolarismo continental- ni el que avanza -unipolarismo global-. Tampoco es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un «conservador con sentido común» y su posición, en el abanico de la política, se situaría más exactamente a la derecha del centro-derecha. Empresario multimillonario, pero pequeño en relación a los Empresarios Transnacionales, y estrella archipopular de la telerrealidad. Trump no es un antisistema ni, obviamente, un revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado pilotando.
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Cómo y por qué ganó Trump
Una pregunta va surgiendo a medida que avanzamos en la descripción del cómo y porqué del triunfo electoral de Trump. ¿Cómo es posible que un personaje con un discurso mediático e ideas racistas, xenófobas, misóginas, homofóbicas, antisemitas, sexistas, discriminatorias, etc., consiga una audiencia tan considerable entre los electores estadounidenses, los cuales, obviamente, no pueden estar todos lobotomizados? Algo no encaja, algo falta.
Por otro lado, no hay mayor error en la evaluación que romantizar a los estadounidenses de clase trabajadora y de clase media baja que votaron por Trump. Al decir de Daniel James: ¿Hay un elemento importante de racismo, intolerancia y xenofobia en el resultado de las elecciones de noviembre de 2016? Por supuesto, esos elementos son tan de los Estados Unidos (EE.UU.) como el pastel de manzanas. Y florecerán especialmente en épocas de crisis económica y social, y de guerras extranjeras, mientras la «gente» busque chivos expiatorios. Es imposible hablar de raza y clase por separado en los Estados Unidos América (EE.UU.). ¿Pero debemos creer que hay 60 millones de racistas y proto-fascistas? No. ¿Entonces por qué muchos de ellos votaron dos veces a Obama?
Durante los últimos cuarenta años (desde los 80s), lo que se conoce en los Estados Unidos como la «América media» (Middle America), básicamente trabajadores y clase media baja, ha visto sus salarios estancados y sus empleos degradados o destruidos, sin seguro médico ni jubilación, especialmente en el sector de servicios. Este proyecto neoliberal tuvo en su centro el crecimiento exponencial del sector financiero encarnado en Wall Street. Fue un proyecto bipartidista que aumentó en intensidad desde los años noventa con la desaparición de la más mínima regulación de ese sector y el crecimiento de los acuerdos globales de libre comercio.
Sus víctimas pueden verse en las comunidades destrozadas y en las esperanzas amputadas de lo que los estadounidenses llaman «el corazón del país». Allí la drogadicción es desenfrenada, y la depresión y el alcoholismo se apoderaron del territorio. Desde 1980, el único grupo demográfico de la población estadounidense cuya tasa de mortalidad aumentó es el de la clase trabajadora blanca de más de cuarenta años, concentrado en lo que despectivamente se llama «flyover country», el país sobre el que se pasa en avión. Cada vez más estadounidenses de clase trabajadora coinciden que «se llama sueño americano porque para creer en él tienes que estar dormido».
Si bien este ha sido un proyecto bipartidista, en los últimos 25 años quedó asociado cada vez más con el Partido Demócrata, que ocupó la Casa Blanca durante 16 de los últimos 24 años. Y es un proyecto personificado en una sola familia: los Clinton.
Lo que ha ocurrido se ha ido fraguando desde los años ochenta y específicamente desde los noventa, cuando el partido Demócrata, bajo la presidencia del Bill Clinton a partir de 1993, aplicó toda una serie de políticas de clara discrecionalidad neoliberal global (hasta entonces patrimonio del Partido Republicano), algo que también ocurrió en el Reino Unido cuando Tony Blair (en 1997), dirigente del Partido Laborista, adoptó las medidas neoliberales que había propuesto la Margaret Thatcher. La Tercera Vía del Gobierno Blair estaba muy inspirada en las políticas llevadas a cabo por la Administración Clintonxix.
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El desalojo del capital industrial y el acopamiento financiero del Partido Demócrata
Estas políticas neoliberales globales significaron un cambio notable de las políticas del Partido Demócrata heredadas del New Deal, establecido por el presidente Roosevelt en 1933 en el marco de la gran confrontación, crack y crisis financiera de 1929, y que justificaban que tal partido se presentara como el «partido del pueblo llano» frente al instrumento político del gran capital financiero, representado por el Partido Republicano.
Tales políticas del New Dealxx (1933), y más tarde de la Great Societyxxi (en 1964) es la renovación del Gran Pacto Social entre el Capital Industrial y el Trabajo (organizado en sindicatos), en medio de la otra gran crisis: por el asesinato de J.F.Kennedy en 1963, por la decisión de avanzar y profundizar la guerra de Vietnam, como escenario de la guerra fría entre los bloques liderados por EEUU/URSS, y por el ascenso de los trabajadores afroamericanos en la lucha por espacios de participación. Este Gran Pacto Social entre capital y trabajo en contra del poder financiero fue demolido y sus políticas socio-económicas sustituidas por las políticas neoliberales financieras de Clinton a partir de 1994. Estas políticas fueron la desregulación (liberalización) en la movilidad del comercio y del capital financiero, iniciándose toda una serie de tratados de libre comercio, de los cuales el más importante fue el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México, conocido en inglés como NAFTAxxii, que se impone el 1 de enero de 1994. Cuyo paso siguiente en el plan era el ALCA, que no pudo realizarse debido a la decidida resistencia de Brasil, Argentina y toda Hispanoamérica, a quien se sumó el apoyo de la Francia y Alemania desde la UE y el Vaticano con su lucha contra el capitalismo salvaje.
El NAFTA es una tratado altamente impopular entre los sindicatos y entre las bases electorales del Partido Demócrata, lo cual explica que la mayoría de los miembros del Partido Demócrata en el Congreso no votaran a su favor. Solo los procedentes del sur de EUA lo apoyaron, junto con la mayoría de los miembros del Partido Republicano. Tal aprobación significó un giro importante en las políticas del supuesto «partido del pueblo», el cual dañó, como era predecible, a los trabajadores de los sectores manufactureros (los sectores con mejores salarios dentro de la fuerza laboral en EEUU), pues vieron sus trabajos desplazados a México cuando sus empresas se trasladaron a aquel país, perdiéndose con ello millones de empleos no flexibilizados, formales y con buenos salarios en EUA.
Fue así como el Partido Demócrata favoreció extensamente el tipo de globalización económica que hemos conocido desde sus inicios en los años ochenta y noventa (iniciado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher). Este globalismo ha sido uno de los elementos que ha debilitado más a la clase trabajadora, pues el mundo del gran capital ha utilizado contra el mundo de trabajo la amenaza de desplazarse a otros países en caso de no obtener concesiones en forma de baja de salarios, de recortes en su protección social y de deterioro de sus condiciones de trabajo.
Tal globalización contribuyó al alejamiento de la clase trabajadora organizada del Partido Demócrata. En realidad, la pérdida de la mayoría del Partido Demócrata en el Congreso (incluyendo el Senado) se debió a la masiva abstención de la clase trabajadora en las elecciones legislativas al Congreso de 1994, luego que el presidente Clinton aprobara el NAFTA, con el apoyo mayoritario del Partido Republicano. Fue entonces cuando se inició la bronca de la clase trabajadora con la nueva cúpula del partido Demócrata.
A medida que la cúpula neoliberal del Partido Demócrata fue distanciándose de la clase trabajadora organizada, también fue aumentando la influencia de la clase media profesional (personas con estudios superiores, incluyendo los universitarios) en los «aparatos» del partido. El globalismo de Clinton fue quien implemento que la clase media profesional creciera en influencia en la Administración, al mismo tiempo que causaba el distanciamiento de la clase trabajadora, algo semejante a lo que ha estado ocurriendo con todos los partidos socialdemócratas en Europa.
Obama siguió con esta política, e incluso fueron profundizadas durante su mandato para incluir el proyectado tratado de libre comercio con los países del Pacífico (TTIP-Transpacífico-) y el intento de establecer otro con la Unión Europea (TPP-Transatlántico-). Mientras sus promesas electorales, realizadas en su primera elección, habían sido modificar el NAFTA, lo cual no hizo. Cuando la propuesta del movimiento sindical era su eliminación, a lo cual el presidente Obama no accedió, sin ni siquiera modificarlo.
Los datos acerca del impacto de estos cambios a favor del globalismo, muestran un gran descenso de los salarios y de la protección social, el continuo descenso de la participación del trabajo en la distribución del ingreso (Rentas), proceso que se había iniciado en los años ochenta, pero que adquiere mayor fuerza a partir de la plena expansión del proceso de globalización a partir de 1993/94. Mientras la participación del trabajo en la distribución de riqueza disminuía, las ganancias derivadas del capital subían sin parar.
El otro gran paso de Clinton, en la misma dirección pro-globalista, fue la política de desregulación de la gran banca en noviembre de 1999xxiii, con Larry Summers ya en la Secretaria del Tesoro, eliminando la separación entre la banca comercial y la banca de inversión (separación que exigía la Ley Glass-Steagall aprobada durante el mandato del presidente Roosevelt en 1933), medida propuesta por su Secretario del Tesoro, Robert Rubin, que había sido codirector de la banca Goldman Sachs antes de incorporarse al Gobierno del presidente Clinton y lo fue del Citibank, luego de dejar el Gobierno de Clinton en junio 1999.
Esta desregulación de la banca en 1999, significa el allanamiento del terreno para la consolidación de la gran banca de inversión global, que venía ya avanzando desde 1987, y le permite dar su primer gran salto de calidad en 1999; y su primer momento de confrontación con los intereses y poderes adversos en lo que fue la llamada «caída de las torres gemelas de Wall Street» en septiembre de 2001, de los rascacielos que componen el «gran centro del comercio financiero global», conocido como World Trade Center.
Tal desregulación del capital financiero favoreció las burbujas especulativas, de las cuales la inmobiliaria afectó particularmente a la clase trabajadora y a las clases medias bajas, que tuvieron que endeudarse profundamente para pagar los precios abusivos de las viviendas, resultado del carácter especulativo de las inversiones inmobiliariasxxiv. Esta desregulación bancaria fue resultado y una muestra más de la nueva complicidad de intereses que se estableció entre el globalismo financiero en Wall Street y la cúpula del Partido Demócrata, que ha sido una constante de la Tercera Vía, iniciada por Clinton y continuada por Obama.
En muchos sentidos, sus efectos devastadores se han intensificado desde la crisis de 2008. Una crisis que se inicia en febrero de 2006 y estalla en septiembre de 2008, con la «caída» de la gran banca de inversión Lheman Brothers, y reconocido por todos que da paso a la Crisis Financiera Global. Después, cuando asumió, Barack Obama en enero de 2009 simplemente eligió rescatar a Wall Streetxxv y al sector financiero, y abandonar a la América media y pobre. Millones de estos estadounidenses perdieron sus hogares en 2008 y no recibieron ni un centavo de ayuda del Gobierno de Obama, mientras que miles de millones de dólares fueron destinados a rescatar a los bancos.
Obama entregó a los nominados por Wall Street el liderazgo de su equipo económico. El sector financiero supo cosechar las recompensas: desde 2010, el 97% de las ganancias de la economía norteamericana fue al 1% superior de la pirámide de ingresos. Mientras que el mercado de valores creció exponencialmente, la América media apenas se ha recuperado del desplome de 2008. El «rescate» que el Gobierno federal de Obama hizo de la gran banca cuando las burbujas especulativas estallaron (con sus políticas de emisión sin respaldo -EQ- de 2009 de miles de billones de dólares al 0% y absorción de sus deudas y bonos basura), poniendo en peligro la viabilidad del sistema financiero, es muestra que era parte y es parte de la especulación hasta la médula. Lo cual puede observarse más nítidamente en que ningún banquero haya ido a la cárcel, a pesar de haber cometido delitos graves que afectaron negativamente el bienestar de las clases populares.
Es importante remarcar que, el enorme crecimiento de las rentas del capital se debe, en parte, a la gran expansión del capital financiero basado en un enorme endeudamiento de las clases populares, consecuencia a su vez de que fueron forzados por el descenso en los ingresos del trabajo. Por otro lado, mientras los dirigentes de la empresa Enron terminaron en la cárcel durante la Administración Bush en el 2000, ninguno de los dirigentes de la banca en la Administración Obama tuvo ese destino.
En estas elecciones de 2016, el Partido Demócrata y su candidata Hillary Clinton fueron los favoritos de Wall Street y de las elites estadounidenses. Pat Cadell, uno de los muy pocos encuestadores que trató de investigar qué estaba pasando más allá de la burbuja mediática del Beltway (la autopista que circunvala Washington DC) en las elecciones de 2016, encontró que el 87% de su muestra estaba de acuerdo con la afirmación de que Estados Unidos estaba dirigido por una alianza de políticos, lobbyistas e intereses financieros. El 65% pensaba que las elites ganarían si Hillary Clinton fuese elegida. La mayoría pensaba que las élites perderían si ganaba Trump.
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La clase trabajadora cada vez más relegada en el Partido Demócrata
Todo esto estaba acumulándose en un gran enojo, angustia y bronca que podía percibirse en el enorme descrédito de las instituciones llamadas representativas. Tal pérdida de legitimidad se traduce en que la mayoría de la clase trabajadora no vota en EE.UU. Tal clase representa aproximadamente el 52% de la población estadounidense (un número bastante próximo a lo que la población señala como su pertenencia, cuando se le pregunta si se considera de la clase alta, la clase media o la clase trabajadora). Al haber una relación inversa entre nivel de ingresos y participación en el proceso electoral, se deduce que la mitad de la población estadounidense, por debajo de la media, es la que no vota (en EE.UU. solo votan entre un 52% y un 54% de la población que podría hacerlo), y pertenece a la clase trabajadora. Mostrando un claro proceso de empobrecimiento y exclusión social seguido por un proceso de despolitización y exclusión política. Un objetivo que es parte de los intereses del gran poder financiero, para quien la democracia electoral representativa es solo una forma de imponer sus intereses con legitimidad formal aunque no social.
En realidad, el descenso electoral del Partido Demócrata está muy marcado por el creciente grado de abstención de la población de trabajadores identificada con este partido. El cambio del Congreso, de mayoría demócrata a republicana, que tuvo lugar en el año 1994, fue resultado del crecimiento de la abstención obrera en respuesta a la aprobación del Tratado del NAFTA.
El cambio de los partidos que electoralmente tenían como base central a la clase trabajadora organizada y otros componentes de las clases populares hacia una base compuesta por otros sectores y clases sociales (definiéndose a sí mismos como partidos de las clases medias) fue resultado del cambio en la forma de capital dominante en el Partido Demócrata en EUA, del capital industrial al capital financiero global, lo cual conllevo al cambio de composición de los aparatos de tales partidos, con un claro dominio de los sectores de clases profesionales y profesionales de la gerencia, personas con educación superior que asumían que la clase trabajadora estaba despareciendo, o bien que se estaba convirtiendo en clases medias.
Esta llamada «modernización» de los partidos políticos incluyó la adopción de elementos, ideas y discursos de la ideología neoliberal global, que es parte del desarrollo de este capital global y su lucha ideológica en los partidos conservadores desde los años ochenta y fue pasando a los partidos liberales y socialdemócratas, devenidos en neoliberales y socio-libérales con el acopamiento de estos a partir de los años 90.
Por último, en el Partido Demócrata conviven dos unidades de ideas-valores, la que hace al corpus de la formación ideológica del Neoliberalismo Global en registro con los intereses del capital financiero global y el socio-liberalismo que está en registro con los intereses de las clases medias profesionales de los aparatos de gerencia del Partido y de las corporaciones. Ambos corpus de ideas-valores se combinan, conjugan y retroalimentan sin por ahora contradicciones que lleven a conflictos que devienen en enfrentamientos. El socio-liberalismo aparece de este modo siendo parte, base de maniobras, también de los intereses del globalismo financiero. El neoliberalismo cumpliendo la función de acumular como ala derecha y el socio-liberalismo acumulando como ala izquierda, siendo ambas formaciones ideológicas orgánicas a la estrategia de poder del capital financiero global.
El Partido Demócrata hoy está muy próximo (sin estar afiliado) a la Internacional Liberal. Clinton fijó esta nueva línea. Tal neoliberalismo económico, por cierto, redefinió la política social, enfatizando la importancia de la empresa privada (financiada públicamente) en la gestión de los servicios públicos.
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Los costos de excluir a la clase trabajadora
La desaparición de la clase social como categoría sociopolítica por parte del Partido Demócrata (como también ha ocurrido en la mayoría de los partidos socialdemócratas en su tránsito al socioliberalismo) implicó el abandono de las políticas redistributivas de Estado. Que implica en la práctica la ruptura del New Deal, del gran acuerdo entre el capital industrial y los trabajadores organizados de 1932 a 1980, del Estado de bienestar producto de ese acuerdo de no-confrontación y, por lo tanto, el reinicio de la «guerra económico-social».
Esto es central, a partir de 1989-94, el gran capital global rompe el acuerdo de «paz», la Tregua que pacta en 1933 y que rompe a partir de 1979/80, cuando se encontraba dividido y debilitado por la grave división en la lucha entre capitales financieros imperialistas, y reinicia las hostilidades contra la clase trabajadora claramente a partir de 1989-1994. Que se manifiesta en lo cotidiano como la destrucción del «Estado de bienestar» con inclusión social y la imposición del «mercado de la penuria, elmartirio y la decadencia».
Por supuesto que es visible también que, las nuevas tecnologías incorporadas por el gran capital aunque excluyen más que incluyen, lo que incluyen es a más trabajadores de clases medias profesionales, sin historia en las organizaciones sindicales en los nuevos procesos y en las unidades formales de la empresa, mientras las clases trabajadoras no-profesionales van siendo excluidas y recluidas cada vez más en las unidades flexibles/flexibilizadas de proveedores tercerizados y de procesos estandarizados, informalizados e incluso excluidas hasta el fondo como economía popular con trabajo a destajo, ocasional e informal. Es claro que la situación posterior a la «caída» de la URSS en 1990, la pérdida de las capacidades y de la posición de polo de poder de la URSS deja a los EUA en la posición de fuerza como único polo de poder mundial: un unipolarismo financiero transnacional-global. Esta situación internacional crea las condiciones para la definitiva ruptura del New Deal, la ruptura del «acuerdo entre Capital y Trabajo» que regía desde la crisis financiera mundial de 1929, y se reabren las hostilidades y la lucha de intereses que habían precedido a la gran crisis de 1929, producto de una profunda y aguda lucha entre capitales financieros, que incluso pueden encontrase sus huellas desde la primera guerra mundial de 1914.
A partir de la ruptura del New Deal (nuevo acuerdo), el Partido Demócrata enfatizó, en lugar de políticas de clase, de acuerdos con la clase trabajadora, las políticas encaminadas a integrar a las minorías y a las mujeres en el sistema político, basando su estrategia política «en combatir la discriminación en contra de las minorías (negras y latinas) y en contra de las mujeres». Pero las mayores beneficiarias de estas políticas fueron personas de clase media de altos ingresos, sin que en general mejoraran el bienestar económico y social de la mayoría de las minorías y mujeres que pertenecían a la clase trabajadora. El intento de integrar a las mujeres y a los negros (y en parte también a los latinos) en el sueño americano no mejoró el bienestar de las clases populares.
Las políticas de identidad sin «sensibilidad» de clase (supuestamente desaparecida) no cambiaron el poder de la clase dominante del país. Solo cambiaron el color y el género de las clases medias de altos ingresos. La victoria del presidente Obama, una persona negra, no mejoró el bienestar económico de la clase trabajadora negra, mostrando los límites de tal estrategia identitaria, en ausencia de unas medidas de tipo clasista orientadas a las clases trabajadoras organizadas.
Y las elecciones del pasado 8 de noviembre han mostrado como la gran mayoría de las mujeres de clase trabajadora ha votado por Trump, quien fue, de los dos candidatos (Trump y Clinton), el que acentuó más el discurso hacia la clase trabajadora. Trump se presentó como el defensor del mundo del trabajo, haciendo referencia constante a que su gente eran las personas con escasa educación, a las cuales el establishment político del país denominaba como «white trash» (basura blanca). Y el primer punto que subrayó en su discurso en la noche del triunfo electoral fue que él representaba a las personas olvidadas por el sistema. Viéndole, recordaba el discurso de la líder del Partido Conservador británico, Theresa May, que tras otra gran sorpresa del establishment, el Brexit, promovió a partir de entonces que el Partido Conservador tenía que ser el partido de la clase trabajadora del Reino Unido. Mientras, la Sra. Clinton apelaba a las mujeres, habiendo definido a los seguidores de Trump como «deplorables», un adjetivo parecido a «basura».
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Hillary vs. Sanders: la interna en el Partido Demócrata
Claro que en las últimas elecciones hubo una alternativa demócrata a Hillary Clinton. Se llamaba Bernie Sanders, el candidato en las primarias demócratas. Bernie Sanders, conocido por su integridad y compromiso con las clases trabajadoras, y que apostaba explícitamente por una «revolución política» con un programa que se encaminada a democratizar las instituciones políticas y económicas del país, movilizando a grandes sectores de la clase trabajadora y a la juventud de EUA.
Fue un terremoto dentro del Partido Demócrata, y el «establishment» del Partido se movilizó por todos los medios para «parar» a Sanders, y ello a costa de perder las elecciones. La gran mayoría de las encuestas mostraban que Sanders, sacaba más ventaja cuando aparecía frente a Trump. Era la única posibilidad de parar a Trump. Y su lenguaje, el de Sanders, era clasista, subrayando la conjunción de intereses de todas las razas y de todos los géneros, unidos en sus reivindicaciones basadas en su clase. Este mensaje hubiera sido imbatible. Pero el aparato del «Nuevo» Partido Demócrata» estaba claramente vertebrado por la clase que se sentía amenazada con este enfoque de clase de Sanders. La victoria de Clinton en las primarias desmovilizó a los votantes de Sanders, aumentando significativamente la abstención, un aumento que fue fatal para Clinton, pues su adversario tenía movilizada a la clase trabajadora blanca y a los grupos extremistas claramente racistas, que apoyaron masivamente a su candidato, y en cambio Hillary Clinton tenía a sus bases desmovilizadas.
El desconocido precedente de Sanders fue la candidatura del reverendo Jesse Jackson en 1988. En ese año, se presentó como el candidato de la clase trabajadora, formó así el movimiento Arco Iris (la Rainbow Coalition), que era la manera gráfica de mostrar que cuando los trabajadores negros, los amarillos, los verdes y los blancos se unen, forman la mayoría. Con ello recuperó el mensaje de Martin Luther King expresado una semana antes de ser asesinado en abril de 1968xxvi, cuando aseguró que el conflicto clave en EE.UU. era un conflicto de clases, entre una minoría y una gran mayoría de la población compuesta por diferentes «razas» y etnias.
Ahora bien, la fuerza de la organización de la clase trabajadora asustó al Partido Demócrata y entonces el gobernador Clinton del Estado de Arkansas lideró la campaña para pararlas, a la vez que hizo suya las reivindicaciones, en las elecciones en el año 1992.
En tanto, Hillary Clinton no apoyó la propuesta de las clases trabajadoras y populares, que pedían que la gestión del sistema sanitario (que deseábamos que fuera universal) se hiciera por parte del sector público en lugar de que lo hicieran las corporaciones de la salud privadas, como ocurrió y continúa ocurriendo ahora. El mantenimiento del enorme poder de tales corporaciones en el sistema sanitario estadounidense es el origen del enorme gasto sanitario por un lado (19% del PIB), y de la gran impopularidad del programa (el 62% de estadounidenses están insatisfechos con la manera como se financia y gestiona la sanidad), incluido el Obamacare. El Partido Demócrata es ya una fuerza clave en tal entramado. De ahí la necesidad, según Sanders de hacer una revolución política, para democratizar el país. La «marginación»xxvii del único candidato, Bernie Sanders, que hizo tal propuesta, enormemente popular, ya auguraba la derrota de Hillary Clinton.
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El establishment financiero político-mediático
Los grandes medios de «información» (de ambos establishments) durante toda la campaña se han centrado en la figura de Trump, presentándolo como un payaso. Es extraordinaria la enorme atención que dieron a este personaje, intentando ridiculizarlo. Pero estos ataques movilizaron todavía más a las clases populares que odian a los establishments mediáticos, hecho del cual Trump es consciente.
Presentar lo ocurrido, como una traición de las mujeres trabajadoras a la causa feminista, es no entender nada de lo que pasa en EE.UU.. Es urgente recuperar el concepto de pueblo o de clase en los proyectos, pues la mayoría de cada uno de sus sujetos pertenece a la clase trabajadora y clases medias de ingresos medias y bajas, que constituyen la mayoría de la población en EUA y en cualquier país de capitalismo desarrollado. Olvidarse de la clase trabajadora ha sido lo que ha llevado al tsunami que estamos viendo a los dos lados del Atlántico Norte. Así de claro.
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Trump confrontó a Hillary Clinton con la realidad
Al trabajar más de cerca los ejes sobre los que pivoteo su discurso de campaña emerge un programa completo de la batalla electoral que ejecutó Trump, que tuvo siempre muy presente la realidad histórica del pueblo estadounidense desde 1990 en adelante y que las batallas electorales se ganan solo con votos ni con ideologías ni con piedras porque el terreno de lo electoral no ha sido diseñado por los Pueblos sino por las oligarquías desde la Revolución Francesa.
. En todo momento fue muy claro y contundente en el ataque frontal al poder mediático. En todo momento marcaba para su base electoral que: «No estoy compitiendo contra Hillary Clinton, estoy compitiendo contra los corruptos medios de comunicación». «Si los repugnantes y corruptos medios me cubrieran de forma honesta y no inyectaran significados falsos a las palabras que digo, estaría ganando a Hillary por un 20%». Cada vez que se dio la ocasión producía un hecho, no dudó en retirar las credenciales de prensa para cubrir sus actos de campaña a varios medios importantes, entre otros The Washington Post, Politico, The Huffington Post y BuzzFeed. Y hasta se ha atrevido a atacar a Fox-News, la gran cadena del establishment financiero republicano, a pesar de que lo apoya a fondo como candidato frente a Clinton.
. Hizo centro permanentemente en denunciar la globalización económica teniendo como destinatario a la clase trabajadora y media baja, convencido de que la globalización ha acabado con ambas. Según él, la economía globalizada está fallando a cada vez a más gente y recuerda que, en los últimos quince años, más de 60.000 fábricas han tenido que cerrar en Estados Unidos y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados han desaparecido
. Incluso retoma este mismo objetivo y lo refuerza cuando, en sus declaraciones sobre el «engaño» del cambio climático, afirma que es un concepto «creado por y para los chinos, para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad». Una política diseñada a medida de las transnacionales financieras globalistas que desplazaron sus capitales a China y de toda la producción en China.
. Se mostró siempre como un decidido y ferviente proteccionista. Proponiendo siempre aumentar las tasas sobre todos los productos importados para que la producción regrese a EUA: «Vamos a recuperar el control del país, haremos que Estados Unidos vuelva a ser un gran país», afirmaba, retomando su eslogan de campaña. Esgrimiendo un discurso que pone de relieve siempre un nacionalismo industrialista anti-globalista y antioligárquico.
. En la línea de avanzar reforzando su mensaje de proteccionismo industrialista hace explicito su alineamiento a favor del brexit, iniciado por el Reino Unido como política para salirse de la Unión Europea. Incluso yendo más allá plantea que, una vez elegido presidente, tratará de sacar a EUA del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Y además, arremetió contra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), y aseguró que, de alcanzar la presidencia, sacaría al país del mismo: «El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de Estados Unidos».
. Comunicándose siempre de modo llano y directo con la historia reciente de la clase trabajadora y media norteamericana e incluso a los pequeños empresarios, y su percepción de por dónde pasan los males y que los Clinton son el apellido de esos males.
. También habla para los electores que fueron y son víctimas de la crisis financiera de 2008 o tienen más de 65 años, al plantear su rechazo a los recortes neoliberales en materia de seguridad social. Este universo de electores republicanos necesitan beneficiarse de la Social Security (jubilación) y del Medicare (seguro sanitario) que desarrolló el presidente Barack Obama y que otros líderes republicanos desean suprimir. Trump ha prometido no tocar estos avances sociales, bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los problemas de los «sin techo», reformar la fiscalidad de los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones de hogares modestos.
. Para reforzar su mensaje a su destinatario electoral hace manifiesta su posición contra Wall Street, propone aumentar significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds que ganan fortunas y apoya el restablecimiento de la Ley Glass-Steagall. Obviamente, todo el sector financiero se opone absolutamente al restablecimiento de esta medida.
. También plantea que hay que establecer una alianza con Rusia para combatir con eficacia a la Organización Estado Islámico (OEI o ISIS por sus siglas en inglés). Aunque para ello Washington tenga que reconocer la anexión de Crimea por Moscú. Incluso, redobla la apuesta, va más allá cuando estima que, con su enorme deuda soberana, Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para llevar a cabo una política exterior intervencionista indiscriminada. Ya no pueden imponer la paz a cualquier precio. Por ello quiere terminar con los «negocios de la guerra fría» y cambiar la OTAN: «No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la OTAN» y cada país miembro deberá financiarla.
Todas estas propuestas en un contexto discursivo cotidiano de declaraciones xenófobas, machistas, etc., que además fueron difundidas a bombo y platillo por los grandes medios dominantes.
En 1980, la inesperada victoria del ignoto cineasta outsider de la política, Ronald Reagan, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de América (EUA) hizo que el planeta entrara en el ciclo de neoliberalismo y de globalización financiera. Hoy, la victoria de Donald Trump puede ser indicador de que entramos en un nuevo ciclo geopolítico.
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Crisis de país central, elecciones de país bananero
La crisis del poder financiero en EE.UU., la última gran potencia de país central, ha situado a estas elecciones presidenciales como estructurales en la puja de poder mundial. Ya había ganado el Partido Republicano elecciones alterando o manipulando distritos electorales con George Bush. Pero nunca la puja financiera transnacional, entre Continentalistas y Globalistas, había llevado al sistema electoral e institucional a una crisis, donde va al límite y más allá de la legalidad sistémica imperial en un contexto de fuerte conmoción y movilización social.
El Brexit británico, de junio de 2016, en este contexto también aparece como algo a tener presente, porque en este hecho el poder Británico golpeó duramente al poder global en la city financiera de Londres, dejándola maltrecha y debilitada. Además, la Corona Británica, quien claramente apostó a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europeaxxviii, también pudo sumar el descontento en el mundo del trabajo y la pequeña producción de Inglaterra a sus filas para ganar. Esto dejó a la Corona Británica en posición de avanzar en acuerdos con la China multipolar, de avanzar en la redefinición de los acuerdos con el viejo Commonwealth y la construcción de un nuevo policlasismo detrás de las fuerzas del «nuevo» partido conservador, ahora asumiendo la posición de un nacionalismo industrialista anti-oligarquía global.
Entonces, por un lado están los votos de los trabajadores y productores norteamericanos excluidos, golpeados por la realidad de un mundo globalizado que ya no tiene centro en EE.UU.. Una realidad que les hace perder además de su centralidad imperialista, también sus empresas, empleos, trabajos, salarios y el poder de los mismos; elementos captados y capitalizados en las internas del Partido Republicano por Donald Trump. Por otro lado, le permiten a éste articular con el Estado profundo neoconservador, ya en declive económico financiero pero con poder militar nuclear suficiente aun, para poder ser una opción real de gobierno a partir de sumarse a los esquemas de poder real universal.
De acuerdo con Ignacio Ramonet, «Trump estima que, con su enorme deuda soberana, Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para llevar a cabo una política exterior intervencionista indiscriminada. Al contrario que varios caciques de su Partido, y como consecuencia lógica del final de la Guerra Fría, quiere cambiar la OTAN…»xxix. Entendiendo que Trump asume esta posición porque sabe que la OTAN es parte de la estrategia del poder global en el mundo y en EUA, y él seguramente buscara fortalecer nuevamente al Pentágono y el complejo industrial militar situado en EUA para contrarrestar y debilitar a la OTAN. La tensión se abre en el seno de las mismas fuerzas con las que intentará garantizar la gobernabilidad de un país fracturado y en crisis. En este sentido, el vicepresidente, Mike Pence, es un estandarte confiable del establishment republicano que hay que tener presente. Las mayorías en las cámaras de senadores, la cámara de representantes y una potencial corte suprema «conservadora», podrían abrir la oportunidad de un impeachmentxxx si las contradicciones entre Trump y el establishment Republicano se agudizan hasta hacerse insalvables.
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La victoria de Donald Trump y la crisis
La victoria de Donald Trump en EE.UU. (como la corona británica con el Brexit en el Reino Unido) significa, que toda la arquitectura mundial, establecida al final de la Segunda Guerra Mundial en Bretton Woods (1944), se ve ahora trastocada y se derrumba. Los naipes de la geopolítica, se están barajando y van a darse de nuevo. Otra partida empieza. Entramos en una era nueva cuyo rasgo determinante es «que no hay ganador a la vista». Ahora todas las opciones están abiertas y pueden ocurrir. Incluso podríamos afirmar que sólo la profundización de la crisis ha ganado con el triunfo de Trump.
Pero significa también que, asistimos a una derrota de las grandes plataformas transnacionales de comunicación digital, de los institutos de sondeo y de las encuestas de opinión. Que pone de manifiesto que la exclusión social y económica de la grandes mayorías populares, del pueblo y los trabajadores en distinta condición de trabajo y supervivencia prepara el terreno para que por la grieta que la crisis inter-imperial financiera crea y profundiza, emerjan, asciendan y se hagan presentes nuevamente en el escenario callejero y electoral de las luchas por ser incluidos y no ser solo un número en la contabilidad de los recursos humanos de las corporaciones y en los resultados electorales. Que en el fondo se trata de la crisis que rompe la doble mediación, mediático-política y mediático-cultural. Porque es la crisis que produce la profundización de las luchas inter-imperiales financieras, la que prepara el terreno para que hegemonía política y mediática se fracture y con ella va la crisis de las mediaciones políticas y culturales-ideológicas que sostenían la «ficción» de que así era el mundo y así debía ser.
Porque estos instrumentos (plataformas y redes de comunicación global, de sondeos de impacto de publicidad en opinión pública y agencias de publicidad y «agencias» de tratamiento del Big Data) conjugados funcionan formando opinión, organizando las miradas, produciendo sentido y subjetividad. Incluso organizando la atomización de la participación política para que reine el poder mediático como modo de organizar la no participación colectiva, su apatía, el desánimo, etc. En síntesis, necesitan y plantean también el certificado de defunción del partido político de masas, el que necesitaba movilizar a la mayorías nacionales y populares, tal y como lo conocemos desde principios de siglo XX.
Por lo tanto, que hayan sido derrotados todos los candidatos de los dos establishment -estamentos de poder-, Republicano y Demócrata, nos habla de un sismo, de una lucha, crisis y fractura que permite que emerjan al escenario electoral los excluidos (incluso los sectores industriales cercanos a Trump y los sindicatos cercanos a Sanders). Pero no solo que emerjan al escenario de las luchas electorales sino también al escenario de la lucha política social. Esto también sucede en el Reino Unido con el triunfo en el referéndum de la posición por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea -UE-.
Por lo tanto, no es solo un hecho particular sino que es también común a todos los países centrales en declive pronunciado, es una crisis estructural general que recorre a todos los países centrales impulsada por el despliegue del globalismo financiero transnacional que los vuelve ex estados-nación de países centrales. Esta crisis que producen las pujas de intereses de los diferentes capitales financieros, tienden a profundizarse porque el globalismo financiero para imponerse debe subordinar a diferentes núcleos de poder de país central y continentales.
Este globalismo financiero transnacional inicia su despliegue en la década de los 80 del siglo XX, formando parte del Partido Republicano en EE.UU y desarrollando la puja como interna del mismo primero, y luego a partir de la caída de la URSS y en la presidencia Clinton desde enero de 1994 pone de manifiesto que ha tomado el control de la cúpula del Partido Demócrata subordinando y desplazando al gran empresariado industrial y al movimiento de trabajadores organizados en EUA, de la conducción del mismo. Por lo tanto, el globalismo financiero domina y ahora hegemoniza el Partido Demócrata y se enfrenta con el continentalismo financiero que ha quedado en la conducción del Partido Republicano.
Ambos conforman el establishment de poder y estas son su diferencias estructurales, el globalismo financiero avanza y asciende disputando poder e institucionalidad desde su red de cities financieras diversificada globalmente y el continentalismo financiero defiende posiciones conquistadas desde 1944-1980, y se encuentra en posición de declive de su poder, que aunque menguante aún tiene una capacidad militar nuclear de magnitud y el complejo industrial militar del pentágono. Aunque el globalismo financiero lo ha debilitado desde la «caída» de la ley Glass Steagall, que bloqueaba el desarrollo de los fondos financieros de inversión global, y al imponer el predominio de la OTAN Global por sobre el pentágono como instancia de decisiones y de administración de recursos económicos para el desarrollo de las industrias estratégicas de la defensa global.
El consenso de Washington de 1989 y la disolución de la URSS en 1991, es el punto a partir del cual se profundizan las hostilidades entre ambos actores financieros transnacionales con centro en EUA, en Washington los republicanos continentalistas y en la city de Wall Street/Londres los demócratas globalistas. Esto es lo que certifica la partida de defunción del Gran Acuerdo de Roosevelt de 1933, entre el capital y trabajo en EUA y que lleva a que se profundice también la guerra desde arriba contra el trabajo, que paso de estar formalizado en más de un 90% hasta 1975 a hoy solo tener formalizados no más de un 40%. Además, de las diferentes modos de flexibilización y deslocalización que el gran capital financiero global le impone hoy al extenso mundo del trabajo universal. Teniendo por objetivo retrotraer la relación política entre capital y el trabajo organizado a la situación anterior a la crisis financiera mundial de 1929, donde reinaba esta confrontación y guerra entre el gran capital y el movimiento de trabajadores.
Esto es lo que se pone de manifiesto con la deslocalización del capital globalmente y la flexibilización/precarización/informalización del trabajo localmente en cada país. Pero también con la crisis del Estado-nación donde cada vez más para el capital es global, o continental en su puja, y por lo tanto el Estado, y en las naciones solo permanecen los gobiernos y la administración pública reducida cada vez más a una administración privada y tercerizada en ONG´s (no gubernamentales) financiadas desde las transnacionales financieras.
Notas:
i General Election :Trump vs. Clinton. http://www.realclearpolitics.com/epolls/2016/ president/us/general_election_trump_vs_clinton-5491.html
ii Capital financiero global, crisis, acumulación y trabajo, Wim Dierckxsens, Walter Formento, Mario Sosa. ALAINET. 10/05/2017. https://www.alainet.org/es/articulo/185382
iii Globalización, Desglobalización, Capital y Crisis Global, Walter Formento, Wim Dierckxsens. ALAINET. 16/02/2017. https://www.alainet.org/es/articulo/183580
iv «Bombazos de Assange: ¡Trump gana, pero no le dan el triunfo; yihadistas financian a Hillary!», Alfredo Jalife-Rahme, diario La Jornada de México, 6 de noviembre.
v Los datos ya los tenían y solo esperaron el momento para hacerlos públicos, usarlos con armas en el combate electoral.
vi «¿Obama suspenderá la elección presidencial si Hillary es forzada por la nueva investigación de Comey sobre el correo electrónico del FBI?», Michael Snyder, www.silverdoctors.com, 31 de octubre de 2016.
vii «Hillary Clinton: ¿El Caballo Perdedor de Wall Street? ¿Crisis Constitucional? ¿Cuál es el final del juego?», Michel Chossudovsky, www.globalresearch.ca, 1 de noviembre de 2016.
viii «La Elite pone en jaque la campaña de Hillary: Sólo el Estado profundo podría ser tan preciso», Charles Hugh Smith, http://charleshughsmith.blogspot.com.ar, 31 de octubre de 2016.
ix «El Estado profundo estadounidense», Peter Dale Scott, portal Red Voltaire, 23 de mayo de 2015.
x «Los bancos, agencias de espionaje, empresas de armas, el gran dinero foráneo, todos están unidos detrás de Hillary Clinton, así como los medios, los propietarios de los medios y aun los mismos periodistas… Ella es un centralizador. Hay un montón de engranajes en el mecanismo: desde los grandes bancos… hasta los elementos principales de Wall Street, pasando por los servicios de inteligencia, personal del Departamento de Estado, los sauditas, etc.» (Entrevista a Julian Assange por portal Russia Today, 7 de noviembre de 2016).
xi «Gran parte de la campaña de Trump recibió el soporte activo de Rupert Murdoch, el magnate mundial que encabeza un poderoso grupo multimedia que abarca desde prensa deportiva hasta la empresaria y bursátil, del ex News Corporations, hoy dividido en 21th Century Fox y NewsCorp. A los que se sumó una miríada de publicaciones localistas y el respaldo de los grandes Chicago Tribune y Los Angeles Times… The New York Times y The Washington Post (que apoyaron a Clinton) son leídos por las capas medias y altas urbanas, pero los medios gráficos y de televisión, amarillistas y gritones, de Murdoch, son medios populares, que llegan a millones de esos trabajadores y campesinos del país profundo que pusieron su voto por Trump» («Mauricio Trump», por Luis Bruschtein, diario Página 12, 13 de noviembre de 2016).
xii Michel Chossudovsky, ib. Cit en nota 3.
xiii Auge y crisis del patrón oro-cambio 1945-1971. Octubre de 2013. Alfredo de la Lama García y Aline Magaña Zepeda. UAM-1 y UNAM, México.
xiv Ibid nota 13.
xv La democracia ya reducida a formal y representativa, ingreso ya en su segundo gran momento de exclusión de la participación social, a partir de que ésta queda totalmente subsumida a la acción de producción de subjetividades y mediación de relaciones del individuo, entre su siquis y su práctica, que las plataformas digitales móviles de comunicación constituyen.
xvi No es casualidad filantrópica que los multimillonarios Koch, dueños de la norteamericana Koch Industries, sean uno de los principales promotores del movimiento. Koch Industries es un grupo económico norteamericano que produce petróleo, químicos, gas natural, papel, plástico, etc., con una facturación de 100.000 millones de dólares anuales. Junto a Koch, las petroleras Exxon Mobil, Conoco Phillips (asociada a la BP) y Chevron son otros de los grandes promotores. Por otro lado, según el instituto británico CANE y el periódico The Guardian, que publica parte del informe de CANE, las empresas alemanas EON, BASF y Bayer (Deustch Bank), las francesas Lafarge y GDF-Suez y la británica Bristish Petroleum (BP) también aportaron a la campaña del Tea Party. Tampoco es casualidad que estas instituciones de hegemonía británicas publicaran dichos datos, aunque para construir una antinomia donde hay buenos y malos, que oculta la contradicción que hace al enfrentamiento: en estos informes se acusa a las empresas de financiar al Tea Party por ser un movimiento negacionista del cambio climático, y así favorecer sus intereses en el Congreso norteamericano. Si bien esto es muy cierto, la conexión es mucho más profunda: no sólo coinciden en este punto sino en muchos más, que justamente se contraponen con el programa angloamericano. Crisis Financiera Global, la lucha por la configuración del orden mundial. Walter Formento, Gabriel Merino, Ed Continente Peña Lillo. ISBN: 9789507543296. Diciembre de 2011.
xvii El nombre ‘Tea Party’ proviene del movimiento anticolonialista de finales del siglo XVIII que protestaba por la aprobación de los impuestos al té, y al carecer de representación en el parlamento británico para expresar su descontento por ser un dominio colonial, cuestionaban los fundamentos mismos del régimen británico. Es decir, este movimiento era anti-británico y anticolonialista, y si bien se asentaba en una problemática particular, desató y fue parte de los levantamientos que devendrán en la independencia norteamericana (1776). El Tea Party se compone fundamentalmente de blancos, protestantes y, en general, republicanos (aunque muchos se digan apolíticos, fue a través de ese partido que lograron poner sus congresistas). Sin embargo, dicho movimiento excede ampliamente al Partido Republicano, con cuya cúpula se enfrenta y pone en crisis. Este movimiento es muy heterogéneo políticamente, aunque no racialmente. Sus posiciones centrales, que radicalizan las posiciones de los neo-conservadores aglutinados en torno a la familia Bush, se asientan en el destino manifiesto de EUA para llevar democracia, paz y libertad al mundo, con lo cual se justifica cualquier acto imperialista. La grandeza de EUA y su lugar irrenunciable de super-potencia central es la forma manifiesta en que se resiste la estrategia angloamericana del unipolarismo multilateral, reivindicando el unipolarismo-unilateral. A su vez, retoma el ascetismo religioso y la vuelta a los supuestos ‘valores originarios’, en contraposición al liberalismo. Además, es profundamente crítico del endeudamiento público, del salvataje bancario y el aumento del gasto público. Para el ‘Tea Party’ el calentamiento global y el cambio climático es un invento ecologista de los que atentan contra la grandeza de EUA y quieren ver afectada su industria. Crisis Financiera Global, la lucha por la configuración del orden mundial. Walter Formento, Gabriel Merino, Ed Continente Peña Lillo. ISBN: 9789507543296. Diciembre de 2011.
xviii Se usa en el sentido metafórico de: movimientos que se producen por el choque de las placas tectónicas.
xix El fracaso del nuevo laborismo y del socioliberalismo. Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 21 de mayo de 2010.
xx New Deal (en español: «Nuevo Pacto») es el nombre dado por el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt a su política intervencionista puesta en marcha para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos. Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938 con el objetivo de sostener a las capas más pobres de la población, reformar los mercados financieros y redinamizar una economía estadounidense herida desde el crac de 1929 por el desempleo y las quiebras en cadena. Comúnmente, se distinguen dos New Deals. Un primero, marcado particularmente por los «Cien Días de Roosevelt» en 1933, que apuntaba a una mejoría de la situación a corto plazo. Se pueden encontrar, pues, leyes de reforma de los bancos, programas de asistencia social urgente, programas de ayuda para el trabajo, o incluso programas agrícolas. El Gobierno realizó así inversiones importantes y permitió el acceso a recursos financieros a través de las diversas agencias gubernamentales. Los resultados económicos fueron moderados, pero la situación mejoró. El «Segundo New Deal» se extendió entre 1935 y 1938, poniendo por delante una nueva distribución de los recursos y del poder en una escala más amplia, con leyes sindicales de protección, la Ley de Seguridad Social, así como programas de ayuda para agricultores y trabajadores ambulantes. No obstante, la Corte Suprema determinó como inconstitucionales numerosas reformas legales, pero algunas partes de los programas fueron reemplazadas rápidamente, a excepción de la National Recovery Administration. El segundo New Deal fue mucho más costoso que el primero, y aumentó el déficit público. Por otro lado, a pesar de programas como la Public Works Administration, el desempleo todavía alcanzaba a 11 millones de estadounidenses en 1938. La lucha contra la crisis perduró hasta que Estados Unidos movilizó su economía con la Segunda Guerra Mundial. https://es.wikipedia.org/wiki/New_Deal
xxi La Gran Sociedad fue un conjunto de programas nacionales en los Estados Unidos lanzado por el presidente demócrata Lyndon B. Johnson en 1964-65. El objetivo principal era la eliminación de la pobreza y la injusticia racial. El Presidente Johnson usó por primera vez el término «Gran Sociedad» durante un discurso en la Universidad de Ohio, luego reveló el programa con mayor detalle en una aparición en la Universidad de Michigan. Durante este período se pusieron en marcha nuevos programas de gastos importantes que abordaron la educación, la atención médica, los problemas urbanos, la pobreza rural y el transporte. El programa y sus iniciativas fueron posteriormente promovidos por él y sus compañeros demócratas en el Congreso en los años sesenta y siguientes. La Gran Sociedad en alcance y barrido se parecía y era la continuidad en general de la agenda doméstica de New Deal de Franklin D. Roosevelt.
xxii El Área de Libre Comercio de las Américas o ALCA fue el nombre oficial con que se designaba la expansión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Estados Unidos, México y Canadá) al resto de los estados del continente americano excluyendo a Cuba. El Área de Libre Comercio de las Américas es un proyecto el cual su primer manifestación de intenciones fue en EEUU el cual data en el año 1885, muy cerca de consolidarse en 1889 y 1890; pero a partir de la cumbre de 2005 en Mar del Plata el ALCA entró en crisis, al punto que muchos ya lo consideran como un proyecto muerto.
xxiii En 1999, en la gestión demócrata de Bill Clinton y con Robert Rubin como Ministro de Economía -luego número dos del Citigroup-, se aprobó la ley de Modernización de los Servicios Financieros, con lo cual los bancos de inversión, los fondos de inversión, las aseguradoras y los brokers financieros quedaron libres de los controles que databan de 1933 con la ley Glass-Steagall de regulación del crédito. Cfr: Crisis Financiera Global, la lucha por la configuración del orden mundial. Walter Formento, Gabriel Merino, Ed Continente Peña Lillo. ISBN: 9789507543296. Diciembre de 2011.
xxiv El Estallido de la Crisis, Cap. II, Crisis Financiera Global, la lucha por la configuración del orden mundial. Walter Formento, Gabriel Merino, Ed Continente Peña Lillo. ISBN: 9789507543296. Diciembre de 2011.
xxv Miles de millones de dólares mediante un programa de emisión sin respaldo y a tasa 0% fue el modo en que se implementó por Obama y el Partido Demócrata esa opción por la Gran Banca Global. https://www.academia.edu/6407235/Crisis_Financiera_Global_y_Oportunidad_para_los_Pueblos
xxvi En la década de 1960, cuando se produce la segunda crisis y gran acuerdo (1964) en EUA se producen una serie de asesinatos de primer nivel donde el Estado profundo tiene mucho para «decir». Los asesinados son grandes referentes de las mayorías populares de EUA: John Kennedy en noviembre de 1963, Malcom X en febrero de 1965, Martin Luther King en abril de 1968 y Robert Kennedy en junio de 1968.
xxvii Las operaciones del establishment financiero global en el Partido Demócrata, para asegurar la derrota de Sanders.
xxviii «Post-Brexit: Gran Bretaña desecha a Europa por China e India», por Alfredo Jalife-Rahme, diario La Jornada de México, 6 de julio de 2016.
xxix «Las siete propuestas de Trump que los grandes medios censuraron… y que explican su victoria», por Ignacio Ramonet, Le Monde Diplomatique, 9 de noviembre de 2016.
xxx «El profesor que predijo la victoria de Trump ahora vaticina su ‘impeachment'», en portal Russia Today, 12 de noviembre de 2016.