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Las mentiras de mister Bush sobre el terrorismo

Comentarios sobre el discurso de George W. Bush en la 59 Asamblea General de la ONU

Fuentes: Rebelión

Cuando el presidente norteamericano George W. Bush se paró en el estrado para dirigirse a los presentes en la 59 Asamblea General de la ONU, casi seguro recordó aquella vieja frase de Adolf Hitler, uno de sus secretos ídolos, que reza: «La gran masa del pueblo… puede caer más fácilmente víctima de una gran mentira […]

Cuando el presidente norteamericano George W. Bush se paró en el estrado para dirigirse a los presentes en la 59 Asamblea General de la ONU, casi seguro recordó aquella vieja frase de Adolf Hitler, uno de sus secretos ídolos, que reza: «La gran masa del pueblo… puede caer más fácilmente víctima de una gran mentira que de una pequeña.» (Die breite Masse eines Volkes… einer grossen Lüge leichteer zum Opfer fällt als einer kleinen). Por eso, sin pensarlo dos veces, se dispuso a exponer una sarta de pinochezcas falacias, dándole un brutal puntapié a la verdad ante los representantes de todo el mundo. Por supuesto, pocos le creyeron y algunos, obligados y comprometidos hasta la médula con las andanzas del nuevo fûhrer, quisieron creerle a duras penas.

Para la ONU, el discurso de Bush representó más que una alabanza, una burla en sí mismo. ¿Qué pueden esperar hoy las Naciones Unidas de quien las convirtió en una marioneta? Salvo unas escasas voces, levantadas con hidalguía para decir la verdad, la ONU pasó a convertirse en un corrillo temeroso, capaz de escuchar indolentemente mentira tras mentira en nombre de un falso antiterrorismo y una supuesta defensa de la democracia. Sin reparos, pues, Bush se regodeó en exponer su visión del mundo, perneada por una desmedida prepotencia y por un conservadurismo a ultranza. Eran las 11 de la mañana del 21 de septiembre.

La primera mentira apareció ante los oídos de todos: «Ahora nos reunimos durante tiempos de oportunidades tremendas para la ONU y para todas las naciones pacíficas», exclamó con reprimida euforia. Una ONU debilitada y el peligro latente para cada nación del mundo de ser invadida, en nombre de su cruzada antiterrorista, eran las verdades ocultadas en ese momento. Paz habrá sólo para quienes apoyen a Norteamérica y le entreguen sus riquezas naturales sin oposición, para quienes se apresten a secundarla en su política internacional y en sus afanes de gran potencia. Para los otros, queda sólo el peligro de invasión y otras fatídicas consecuencias.

Como «una mentira va pisándole los talones a otra», según reza un viejo refrán, Bush profirió la segunda de sus mentiras: «Sabemos que los gobiernos opresivos respaldan el terrorismo, mientras que los gobiernos libres combaten a los terroristas entre ellos» ¿Se habrán incluido en sus palabras a los propios Estados Unidos e Israel como gobiernos libres? Los pueblos afgano, iraquí y palestino conocen muy bien cómo, en franco contubernio de los poderosos, se les masacra en nombre de esa pretendida libertad y de esa cuestionable lucha contra el terrorismo. Los miles de palestinos, afganos, iraquíes y de otras naciones, «beneficiadas» con la democracia al estilo norteamericano, sufren impotentemente el terror más despiadado, sin que la ONU y «las naciones pacíficas» se pronuncien al respecto.

La tercera mentira proferida por Bush ante la ONU con el más cínico desparpajo no se hizo esperar: «En este siglo joven, nuestro mundo necesita una nueva definición de seguridad. Nuestra seguridad no sólo se encuentra en las esferas de influencia o cierto equilibrio de poderes. La seguridad de nuestro mundo se encuentra en promover los derechos de la humanidad». ¿De cuáles derechos quiso hablar Bush? ¿Se habrá olvidado que precisamente su nación es la principal responsable de los males que hoy azotan la humanidad? ¿No son, acaso, el hambre y la miseria, las enfermedades y la insalubridad, la dependencia y el subdesarrollo, la corrupción y la incultura, frutos de la más rapaz invasión de capitales hacia las naciones del Tercer Mundo? ¿De qué derechos humanos goza el pobre explotado y enfermo, discriminado y ultrajado por los poderosos?

La cuarta mentira de Bush, expresa: «Solo en el último año, los terroristas han atacado estaciones de policía y bancos y trenes para viajes cortos y sinagogas y una escuela llena de niños (.). Los pueblos de Madrid y Jerusalén y Estambul y Bagdad no han hecho nada para merecer el asesinato repentino y al azar. Estos actos violan las normas de justicia en todas las culturas y los principios de todas las religiones». Parece ser que el señor Bush se ha olvidado de dos cuestiones esenciales: casi todos los perpetradores de esos repudiables hechos fueron entrenados en algún momento por la CIA y por instituciones armadas norteamericanas, quienes los usaron en distintos momentos para sus fines políticos. La otra cuestión es también esencial: Las muertes ocurridas en Nueva Cork, Madrid, Estambul y Bagdad, provocadas por grupos terroristas y en otros por la justa respuesta al invasor, no difieren en nada de las muertes de inocentes provocadas por el terrorismo más criminal desarrollado por Estados Unidos y sus aliados en Afganistán, Irak, Palestina, Yugoslavia y otras regiones del planeta. Combatir al terrorismo con el terrorismo ha sido el cuestionado estilo empleado por Estados Unidos en estos tiempos y le ha tocado, en consecuencia, el triste resultado de que «quien siembra vientos, recoge tempestades».

Otra mentira expuesta por Bush en su discurso ante la ONU, fue: «Estamos decididos a destruir las redes terroristas dondequiera que operen,.». Parece ser que el presidente norteamericano se olvida de que en su propio país actúan impunemente grupos terroristas de origen cubano, cuyos prontuarios criminales pueden hacer palidecer a los de Al Qaeda y otras organizaciones terroristas, y los que jamás han sido molestados o conminados a cesar su criminal beligerancia contra Cuba. Cuando el terrorismo responde a la hostilidad norteamericana, no se persigue y se tolera con beneplácito.

Habría que recordarle al señor Bush que «las mentiras tienen las piernas cortas» y, a la corta o la larga, la verdad, como el aceite, queda encima siempre. Su antiterrorismo está destinado al fracaso, pues se sustenta en la agresividad y la mentira.