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El Sudán de Omar al Bashir

Cómo el líder golpista y presidente durante tanto tiempo ha sido expulsado del poder

Fuentes: Middle East Eye

La larga presidencia de Bashir ha llegado a su fin tras las protestas populares generalizadas contra su gobierno. El presidente de Sudán, Omar al Bashir, ha sido destituido del poder y detenido por el ejército meses después de que los manifestantes salieran por primera vez a las calles de todo el país para exigir su […]

La larga presidencia de Bashir ha llegado a su fin tras las protestas populares generalizadas contra su gobierno.

El presidente de Sudán, Omar al Bashir, ha sido destituido del poder y detenido por el ejército meses después de que los manifestantes salieran por primera vez a las calles de todo el país para exigir su dimisión.

Durante décadas Bashir presidió uno de los regímenes más asesinos de los últimos tiempos, con cientos de miles de muertos a sus espaldas sólo en el genocidio de Darfur. Sin embargo, su capacidad para mantenerse en el poder ha sido extraordinaria y ha conseguido llegar a acuerdos con casi todos los principales gobiernos y organizaciones internacionales, desde Estados Unidos hasta China y la Unión Europea.

Bashir, líder militar que fue ministro de Defensa de Sudán, dirigió con éxito un golpe de estado en 1989, y más tarde se auto-designó presidente del Consejo del Comando Revolucionario. Seguidamente disolvió el gobierno electo del país, prohibió los partidos políticos y los sindicatos, e introdujo una serie de medidas represivas para consolidar su control del poder, incluida la prohibición de las manifestaciones y la imposición del estado de emergencia.

A principios de la década de 1990 el Partido del Congreso Nacional (PCN) que gobernaba bajo la presidencia de Bashir «purgó sistemáticamente a las burocracias y al poder judicial de ‘secularistas’ y de sectores leales a otros partidos políticos», según Human Rights Watch. En octubre de 1993, Bashir se erigió formalmente en presidente de Sudán y ganó todas las elecciones posteriores que él controlaba.

Desde entonces, el viejo estadista utilizó rutinariamente la legislación militar y otras medidas restrictivas para mantener su poder frente a los acuciantes problemas económicos, el aislamiento internacional y la presión política tanto en el interior como fuera de Sudán.

En agosto de 2018, el PCN respaldó de nuevo la candidatura de Bashir a la reelección. Entonces el presidente se comprometió si era reelegido en las elecciones de 2020 a «satisfacer todas las reclamaciones de nuestro pueblo para superar las muchas crisis que enfrentamos en este momento crítico de la historia de nuestra nación», y prometió consolidar aún más la ley islámica en el país. Esta promesa fue siempre central en el discurso de Bashir al pueblo sudanés: a su defensa de un Estado islámico se unía la crítica obstinada al secularismo occidental.

Pero el año pasado el líder de Sudán se enfrentó a las críticas desde su propio partido cuando miembros relevantes del PNC rechazaron su nominación a la presidencia y declararon que sólo quería permanecer en el poder para evitar enfrentarse a la Corte Penal Internacional (CPI).

La CPI emitió órdenes de detención contra Bashir en 2009 y 2010 por su papel en el genocidio de Darfur menos de una década antes que causó cientos de miles de muertos y millones de desplazados.

El Tribunal acusó a Bashir de crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio, en relación con el asesinato, la tortura, la violación y otros ataques sistemáticos contra civiles en la región occidental del Sudán. Dirigió atrocidades contra su propio pueblo no sólo en Darfur sino también en las montañas Nuba, Kordofan del Sur y en el Nilo Azul.

Bashir se resistió a las órdenes de su detención y durante más de tres décadas como presidente denunció rutinariamente a las fuerzas occidentales de interferir en Sudán al mismo tiempo que hacía negocios con Occidente. Transmitió información de inteligencia sobre grupos islamistas militantes a los estadounidenses, gestionó la migración para la UE y fue cliente de los rusos y los chinos. Recientemente se pudo encontrar a soldados sudaneses luchando por la coalición liderada por los saudíes en Yemen a cambio de dinero saudí.

Sin embargo, Bashir culpó a actores externos sin nombre de perseguir su derrocamiento y rechazó cualquier interferencia externa en los asuntos del país. Era un espectro que se levantaba una y otra vez.

«Jamás retrocederemos por las conspiraciones contra nosotros», dijo en agosto.

Presión económica

 

Pero han sido los desafíos internos los que realmente han precipitado el fin del gobierno de Bashir: su popularidad en el país disminuyó drásticamente por la actual crisis económica y por no insuflar vida a la economía sudanesa. Esta vez no se ha salido con la suya culpando a pérfidos actores extranjeros de los problemas internos.

«Su popularidad ha disminuido drásticamente y el país está sujeto a diferentes tipos de crisis, además del aislamiento internacional», dijo el analista político Elimam Ahmed a MEE en agosto.

De hecho, las protestas populares en todo Sudán que estallaron por primera vez el 19 de diciembre y que han demostrado ser un reto insuperable para Bashir, estallaron por la indignación popular ante el aumento del precio del pan. El apoyo internacional a esta resistencia no se vio en ninguna parte.

«Ha hecho falta un millón de sudaneses, en su mayoría mujeres, para deshacerse de este régimen», dijo Patrick Smith, editor de Africa Confidential. «Quieren saber dónde ha estado el resto del mundo todo este tiempo. Es una revolución cultural y política, y son mujeres jóvenes quienes la impulsan».

Las protestas que comenzaron el año pasado se transformaron en un llamamiento más amplio para que el presidente dimitiera y permitiera que se llevara a cabo una transición política inclusiva. El mes pasado, Bashir entregó la dirección del PCN a un nuevo diputado, un intento de frenar las protestas. El presidente también instituyó un gobierno militar, prohibió las manifestaciones y se detuvo a cientos de activistas a favor de la democratización mientras continuaban las protestas en todo el país.

Esas medidas se produjeron después de meses en los que Bashir insistió en que el cambio político sólo podía producirse en las urnas, y siguió culpando de los disturbios a las fuerzas externas que trataban de destruir Sudán.

Medidas enérgicas contra la disidencia

 

Bashir ha afrontado la censura de grupos de derechos humanos durante casi toda su presidencia. Más recientemente, las autoridades sudanesas han sido acusadas de arrestar, detener y torturar arbitrariamente a activistas de la oposición, periodistas y otros críticos, de presentar cargos de apostasía contra no musulmanes, de deportar ilegalmente a solicitantes de asilo, y de autorizar una violenta represión contra civiles en varios Estados asolados por conflictos, entre otras cosas.

Pero mientras la CPI perseguía a Bashir y organizaciones de derechos humanos y activistas de Sudán lo condenaban regularmente, mantuvo el apoyo de varios gobiernos del mundo. De hecho, muchos países lo apoyaron en los últimos meses, especialmente en Oriente Próximo y África, donde sus dirigentes temían que la protesta popular pudiera extenderse desde Sudán a sus respectivos países.

En diciembre, pocos días antes de que estallaran las primeras protestas en Sudán, Bashir fue a Damasco para reunirse con el presidente sirio Bashar al Assad. Ambos líderes también subrayaron la necesidad de construir «nuevos principios para las relaciones inter-árabes basados en el respeto de la soberanía de los países y la no injerencia en los asuntos internos», según informó en ese momento la agencia de noticias estatal siria SANA.

El presidente egipcio Abdel Fatah al Sisi, acusado reprimir a su propia disidencia, respaldó a Bashir argumentando que era necesario que mantuviese el control del poder como presidente en Sudán para la seguridad nacional de Egipto. «Egipto apoya plenamente la seguridad y la estabilidad de Sudán», declaró Sisi ante un alto asesor de Bashir que visitó El Cairo a principios de enero.

En los primeros días del movimiento de protesta sudanés, Qatar, Arabia Saudí, China y Estados Unidos también manifestaron su interés en mantener a Bashir en el poder en Sudán.

Apoyo erosionado

 

Pero incluso el apoyo tácito a su presidencia se erosionó la semana pasada después de que miles de manifestantes rompieran un cordón de seguridad para realizar una sentada ante el edificio de las fuerzas armadas sudanesas en el centro de Jartum.

Los participantes en la concentración que duró varios días en la capital sudanesa hicieron un llamamiento a los militares del país para que intervinieran en apoyo de su movimiento. Middle East Eye entiende que jóvenes oficiales del ejército han estado detrás del movimiento para desbancar a Bashir, y que sólo los oficiales mayores por encima del rango de coronel han mantenido un interés en mantener el régimen en su lugar.

La semana pasada, Estados Unidos, Gran Bretaña y Noruega han apoyado finalmente la reclamación de los manifestantes de una transición política para ayudar a Sudán a salir del estancamiento actual.

«Ha llegado el momento de que las autoridades sudanesas respondan a estas reclamaciones populares de manera seria y creíble. El pueblo sudanés está exigiendo una transición a un sistema político que sea inclusivo y que tenga mayor legitimidad», manifestaron estos países en una declaración el miércoles.

Estados Unidos desempeñó un papel en el aislamiento internacional de Sudán manteniendo al país en su lista negra de Estados patrocinadores del terrorismo. Pero bajo el ex presidente Barack Obama, Washington trató de suavizar las sanciones contra Sudán a cambio de la ayuda del país en operaciones antiterroristas, entre otras cosas. Bashir, siempre dispuesto a negociar, halló la forma de ser útil a los estadounidenses. Había en marcha negociaciones para eliminar a Sudán de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo -un paso que Bashir consideraba fundamental para reactivar la difícil economía del país-, sin embargo, las conversaciones se estancaron cuando estallaron las protestas populares el año pasado.

Al final, han sido los propios sudaneses y sudanesas quienes se han enfrentado a al dirigente en un movimiento que que ha emergido desde abajo y que no muestra signos de disminuir.

Fuente: https://www.middleeasteye.net/news/sudans-omar-al-bashir-how-coup-leader-and-longtime-president-was-ousted-power